lunes, 30 de julio de 2012

CÁDIZ; CIUDAD METRÓPOLIS DEL COMERCIO


Puerto donde arribaba los barcos procedentes de la carrera de Indias


Cádiz tuvo como primitiva denominación, la de “Gadir” que significa, según se cree, “lugar rodeado por agua”.
Algunos historiadores clásicos atribuyen a Cádiz una existencia trimilenaría; otros la presenta como la ciudad más antigua del mundo. Aunque se afirma que fue fundada en 1100 antes de Cristo, no quedan vestigios que pudieran confirmarlo. De lo que no existe duda es de qué cuenta con una importante relación histórica con el mar, a través de él se asentaron en la ciudad fenicios, griegos, cartagineses, romanos y árabes. Ciudad franca fue aliada de Roma, hegemonía que compartía con Tarragona sobre todo sobre todas las ciudades ibéricas.

Su privilegiada situación geográfica ha motivado días de esplendor para la ciudad por una parte, pero también dolor y tragedias, debido a los ataques y saqueos que ha sufrido por motivos políticos y comerciales.

Antes del descubrimiento de América, la bahía gaditana era ya conocida como importante centro marítimo. Cristóbal Colón pasó por ella buscando financiación para su empresa.

Durante el siglo XVI, importantes colonias de comerciantes extranjeros se aposentaron en la ciudad, participando junto a los nativos de un intenso tráfico comercial con el Norte de África, convirtiéndose la ciudad en metrópolis del comercio hispano-africano. La presencia en Cádiz de holandeses, franceses, ingleses, genoveses, napolitanos, irlandeses, alemanes, etc., expresan el general interés por la ciudad. Aún se conserva numerosos mapas y grabados de Cádiz, de origen extranjero.

La actividad comercial se vio acompañada de una próspera industria de cueros, cera y un gran movimiento pesquero destacando la captura del atún en la almadraba de Hércules.
 
Durante el siglo XVII fue creciendo el comercio con de las flotas que la Tierra Firme y Nueva España entraban en puerto cargadas de oro, plata, pedrería y mercancías de gran valor.

El pueblo de Cádiz tuvo muchos días de dolor proporcionados por los fuertes temporales, como el del año 1671, que provocó el hundimiento de varias embarcaciones, y sobre todo durante el maremoto de 1 de noviembre de 1755, en que las aguad saltaron contra las murallas, inundando muchas de sus calles.  


LA CIUDAD ABIERTA


En el siglo XVIII Cádiz se encontraba en su apogeo mercantil, era su “siglo de oro”. Estaba alcanzando la cúspide del imperio comercial surgido en la ciudad en el siglo XVII, y que hizo a Fray Gerónimo de la Concepción denominarla Emporio del Orbe, pero también Cádiz Ilustrada.

Esta última denominación es el siglo indicativo de que junto a las puertas abierta al comercio, que numerosas naciones extranjeras tenían desde antiguo en Cádiz, también se abrieron las del espíritu de sus habitantes, que en contraste con el resto del país presentaba una altura cultural y una tolerancia a las culturas extranjeras, superior al resto de las ciudades, por lo que mereció de Marañon el calificativo de “ciudad antipalurda, por excelencia”.

El monopolio del comercio indiano llevó a Cádiz a la cúspide de su prosperidad. Estrena Casa de Contratación, Consulado y Universidad de Cargadores de Indias, Conpamañia de Caballeros Guardias Marinas, Observatorio Astronómico y Real Colegio de Cirujano de la Armada, transformándose no sólo en ciudad opulentamente y suntuaria, sino también en sede de la cultura y del buen gusto, le hará puerta de entrada en España de modas, costumbres y pensamientos nuevos, desde el primer Casino, en su “Casa de la Camorra”, a los primeros cafés en el mentidero de su calle Ancha, desde el primer periódico feminista, con La Pensadora Gaditana, al primer movimiento fourieristas; desde el nacimiento de la palabra romántica, a la creación de la palabra liberal.

Fue esta privilegiada situación comercial de Cádiz la que actuó como punto de atracción de numerosos hombres de negocios de todos los países, en el siglo XVIII, que vinieron a unirse a los grupos nacionales ya establecidos desde antiguo, como genoveses, flamencos, franceses, etc. Los irlandeses no tardaron en llegar a sus muelles cuando en Inglaterra se inician las persecuciones contra los católicos.

Por otro lado los vascos ya tenían vinculación náutica con Cádiz desde antiguo, con capilla de pilotos en la Catedral Vieja, desde el siglo XV.

 
COMERCIO Y BURGUESIA MERCANTIL EN EL CÁDIZ DE LA CARRERA DE INDIAS.


Las relaciones económicas Cádiz-América no son sino la propia capacidad de existir a lo largo de la modernidad. Desde el siglo XVI hasta comienzos del XIX, Cádiz es lo que es su posición en el comercio americano.

Cádiz del siglo XVIII, el siglo americano por excelencia, la ciudad alcanzó, por segunda vez en su trimilinaria historia, la categoría de ciudad-mito, gracia al hecho de haber ostentado, a lo largo de ese periodo, la capital del monopolio de la Carrera.

América, desde Cádiz, se pareció mucho más a una colonia sosegada, a un dispositivo mercantil siempre sorprendente, en verdad, pero mensurable; una América del deber y del haber, lejana pero presente en las gacetas y en los informes mercantiles que llegaban a Holanda o Francia. No era la maravilla, era la oportunidad.

Para Sevilla, América llegó todavía en tiempo de inmadurez europea. El negocio de Sevilla fue un negocio inexperto, improvisado casi, la ganga de una mera indescriptible que era otra cosa y, además, oro y plata. Pero en Cádiz, su ascenso a la cúspide del monopolio corresponde a un capitalismo más maduro, a una Europa experta, o casi en el manejo de los negocios coloniales, en los que holandeses o ingleses habían racionalizado.

Cádiz aportó a la construcción andaluza y española del mito americano un realismo económico del que Sevilla estuvo ausente y cuando, a comienzos de siglo XX, presenciamos en Andalucía la resurrección del mito con la Exposición Iberoamericana, el peso de la cristalización gaditana de la América  como mercado se ha impuesto, definitivamente.

Hay un Cádiz de la duda, de la ambigüedad, casi de la timidez; es el de los primeros momentos del Descubrimiento, hasta finales del siglo XVI. Hay también un Cádiz más maduro, batallador, que disputa con arrogancia a Sevilla su puesto en la Carrera y que intenta hacer valer sus indudables ventajas estructurales. El Cádiz del siglo XVIII, el de la plenitud y la madurez, el del triunfo, el monopolio. Llegando, el Cádiz de la pérdida del comercio colonial, la riqueza comercial, languidece y se colapsa. 

El siglo XVI es un periodo en el que, el incipiente desarrollo económico de la urbe gracias al comercio con África y con América; por otro lado, la situación de constante angustia en que se vive por la indefensión de la ciudad ante los constantes ataques de piratas y corsarios, un factor común, el geográfico.

Cádiz ha sido fundamentalmente un producto de su situación. Isla más que península, una situación realmente excepcional en el cruce mismo de dos de las más importantes y fecunda rutas de las comunicaciones mundiales: el Mediterráneo y el Atlántico, el ahorro de tiempo y dinero que suponía su puerto frente al de Sevilla, la debilidad de su situación militar que la hacia, como puerto abierto, presa fácil de los enemigos. Los saldos a favor y en contra se miden, naves perdidas y en toneladas de mercancías desaparecidas.

En 1558 y 1561, dos reales cédulas por las que se admitía la posibilidad de quebrar a favor de Cádiz, del retorno obligado de los navíos a Sevilla.

Con la restitución a Cádiz, en 1679 su Tabla de Indias y tercio de toneladas, no sólo se hizo justicia a sus indudables ventajas geotécnicas (frente al deterioro de la navegabilidad del Guadalquivir) sino que, sobre todo, se reconoció, paladinamente, el hecho irreversible de que el puerto gaditano se había convertido en el verdadero núcleo activo del comercio hispanoamericano. El 12 de mayo de 1717, se ordenó por cédula, el traslado de la Casa de Contratación a Cádiz.

El Cádiz del siglo XVIII fue, sin duda, una ciudad especial en la España de su época y su influencia sobre el proceso político que se venía encima no puede ser desconocida, también había un Cádiz tradicional incrustado en la sociedad española.

Esplendor y opulencia, Cádiz debe al comercio americano, dependía de él en todo y por todo, su desaparición arrastraría a la ciudad a una mediocridad.  Las cifras señalan , inexorablemente, que a lo largo del siglo XIX Cádiz siguió siendo el primer puerto español para el comercio con América, ya no bastara para mantener el prestigio, la fortuna, la novedad y el cosmopolitismo.

Junto al Cádiz americano o al Cádiz de las Cortes necesitamos conocer, analizar y comprender el Cádiz histórico completo de hombres y mujeres, comerciantes o no.

La singularidad de Cádiz, a través de toda su historia dimana del hecho de ser una de las pocas ciudades española que siempre han constituido un núcleo de auténtica burguesía mercantil. En otras ciudades, las actividades comerciales iban unidas a otras funciones urbanas, sólo en Cádiz la funciones mercantil predominaba de un modo exclusivo.

La imagen que, con más fuerza y también mayor frecuencia, ha irradiado Cádiz, a todo lo largo y ancho de su trimilenaria historia, es la de haber sido, una ciudad de comercio y una morada de comerciantes. 

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