Puerto donde arribaba los barcos procedentes de
la carrera de Indias
Cádiz tuvo como primitiva denominación, la de
“Gadir” que significa, según se cree, “lugar rodeado por agua”.
Algunos historiadores clásicos atribuyen a
Cádiz una existencia trimilenaría; otros la presenta como la ciudad más antigua
del mundo. Aunque se afirma que fue fundada en 1100 antes de Cristo, no quedan
vestigios que pudieran confirmarlo. De lo que no existe duda es de qué cuenta
con una importante relación histórica con el mar, a través de él se asentaron
en la ciudad fenicios, griegos, cartagineses, romanos y árabes. Ciudad franca
fue aliada de Roma, hegemonía que compartía con Tarragona sobre todo sobre
todas las ciudades ibéricas.
Su privilegiada situación geográfica ha
motivado días de esplendor para la ciudad por una parte, pero también dolor y
tragedias, debido a los ataques y saqueos que ha sufrido por motivos políticos
y comerciales.
Antes del descubrimiento de América, la bahía
gaditana era ya conocida como importante centro marítimo. Cristóbal Colón pasó
por ella buscando financiación para su empresa.
Durante el siglo XVI, importantes colonias de
comerciantes extranjeros se aposentaron en la ciudad, participando junto a los
nativos de un intenso tráfico comercial con el Norte de África, convirtiéndose la
ciudad en metrópolis del comercio hispano-africano. La presencia en Cádiz de
holandeses, franceses, ingleses, genoveses, napolitanos, irlandeses, alemanes,
etc., expresan el general interés por la ciudad. Aún se conserva numerosos
mapas y grabados de Cádiz, de origen extranjero.
La actividad comercial se vio acompañada de
una próspera industria de cueros, cera y un gran movimiento pesquero destacando
la captura del atún en la almadraba de Hércules.
Durante el siglo XVII fue creciendo el
comercio con de las flotas que la Tierra
Firme y Nueva España entraban en puerto cargadas de oro,
plata, pedrería y mercancías de gran valor.
El pueblo de Cádiz tuvo muchos días de dolor
proporcionados por los fuertes temporales, como el del año 1671, que provocó el
hundimiento de varias embarcaciones, y sobre todo durante el maremoto de 1 de
noviembre de 1755, en que las aguad saltaron contra las murallas, inundando
muchas de sus calles.
LA CIUDAD ABIERTA
En el siglo XVIII Cádiz se encontraba en su
apogeo mercantil, era su “siglo de oro”. Estaba alcanzando la cúspide del
imperio comercial surgido en la ciudad en el siglo XVII, y que hizo a Fray
Gerónimo de la Concepción
denominarla Emporio del Orbe, pero también Cádiz Ilustrada.
Esta última denominación es el siglo indicativo
de que junto a las puertas abierta al comercio, que numerosas naciones
extranjeras tenían desde antiguo en Cádiz, también se abrieron las del espíritu
de sus habitantes, que en contraste con el resto del país presentaba una altura
cultural y una tolerancia a las culturas extranjeras, superior al resto de las
ciudades, por lo que mereció de Marañon el calificativo de “ciudad antipalurda,
por excelencia”.
El monopolio del comercio indiano llevó a
Cádiz a la cúspide de su prosperidad. Estrena Casa de Contratación, Consulado y
Universidad de Cargadores de Indias, Conpamañia de Caballeros Guardias Marinas,
Observatorio Astronómico y Real Colegio de Cirujano de la Armada, transformándose no
sólo en ciudad opulentamente y suntuaria, sino también en sede de la cultura y
del buen gusto, le hará puerta de entrada en España de modas, costumbres y
pensamientos nuevos, desde el primer Casino, en su “Casa de la Camorra”, a los primeros
cafés en el mentidero de su calle Ancha, desde el primer periódico feminista,
con La Pensadora Gaditana,
al primer movimiento fourieristas; desde el nacimiento de la palabra romántica,
a la creación de la palabra liberal.
Fue esta privilegiada situación comercial de
Cádiz la que actuó como punto de atracción de numerosos hombres de negocios de
todos los países, en el siglo XVIII, que vinieron a unirse a los grupos
nacionales ya establecidos desde antiguo, como genoveses, flamencos, franceses,
etc. Los irlandeses no tardaron en llegar a sus muelles cuando en Inglaterra se
inician las persecuciones contra los católicos.
Por otro lado los vascos ya tenían
vinculación náutica con Cádiz desde antiguo, con capilla de pilotos en la Catedral Vieja,
desde el siglo XV.
COMERCIO Y BURGUESIA MERCANTIL EN EL CÁDIZ DE
LA CARRERA DE
INDIAS.
Las relaciones económicas Cádiz-América no
son sino la propia capacidad de existir a lo largo de la modernidad. Desde el
siglo XVI hasta comienzos del XIX, Cádiz es lo que es su posición en el
comercio americano.
Cádiz del siglo XVIII, el siglo americano por
excelencia, la ciudad alcanzó, por segunda vez en su trimilinaria historia, la categoría
de ciudad-mito, gracia al hecho de haber ostentado, a lo largo de ese periodo,
la capital del monopolio de la
Carrera.
América, desde Cádiz, se pareció mucho más a
una colonia sosegada, a un dispositivo mercantil siempre sorprendente, en
verdad, pero mensurable; una América del deber y del haber, lejana pero
presente en las gacetas y en los informes mercantiles que llegaban a Holanda o
Francia. No era la maravilla, era la oportunidad.
Para Sevilla, América llegó todavía en tiempo
de inmadurez europea. El negocio de Sevilla fue un negocio inexperto,
improvisado casi, la ganga de una mera indescriptible que era otra cosa y,
además, oro y plata. Pero en Cádiz, su ascenso a la cúspide del monopolio
corresponde a un capitalismo más maduro, a una Europa experta, o casi en el
manejo de los negocios coloniales, en los que holandeses o ingleses habían
racionalizado.
Cádiz aportó a la construcción andaluza y
española del mito americano un realismo económico del que Sevilla estuvo
ausente y cuando, a comienzos de siglo XX, presenciamos en Andalucía la
resurrección del mito con la Exposición
Iberoamericana, el peso de la cristalización gaditana de la América como mercado se ha impuesto, definitivamente.
Hay un Cádiz de la duda, de la ambigüedad,
casi de la timidez; es el de los primeros momentos del Descubrimiento, hasta
finales del siglo XVI. Hay también un Cádiz más maduro, batallador, que disputa
con arrogancia a Sevilla su puesto en la Carrera y que intenta hacer valer sus indudables
ventajas estructurales. El Cádiz del siglo XVIII, el de la plenitud y la
madurez, el del triunfo, el monopolio. Llegando, el Cádiz de la pérdida del
comercio colonial, la riqueza comercial, languidece y se colapsa.
El siglo XVI es un periodo en el que, el
incipiente desarrollo económico de la urbe gracias al comercio con África y con
América; por otro lado, la situación de constante angustia en que se vive por
la indefensión de la ciudad ante los constantes ataques de piratas y corsarios,
un factor común, el geográfico.
Cádiz ha sido fundamentalmente un producto de
su situación. Isla más que península, una situación realmente excepcional en el
cruce mismo de dos de las más importantes y fecunda rutas de las comunicaciones
mundiales: el Mediterráneo y el Atlántico, el ahorro de tiempo y dinero que
suponía su puerto frente al de Sevilla, la debilidad de su situación militar
que la hacia, como puerto abierto, presa fácil de los enemigos. Los saldos a
favor y en contra se miden, naves perdidas y en toneladas de mercancías
desaparecidas.
En 1558 y 1561, dos reales cédulas por las
que se admitía la posibilidad de quebrar a favor de Cádiz, del retorno obligado
de los navíos a Sevilla.
Con la restitución a Cádiz, en 1679 su Tabla
de Indias y tercio de toneladas, no sólo se hizo justicia a sus indudables
ventajas geotécnicas (frente al deterioro de la navegabilidad del Guadalquivir)
sino que, sobre todo, se reconoció, paladinamente, el hecho irreversible de que
el puerto gaditano se había convertido en el verdadero núcleo activo del
comercio hispanoamericano. El 12 de mayo de 1717, se ordenó por cédula, el
traslado de la Casa
de Contratación a Cádiz.
El Cádiz del siglo XVIII fue, sin duda, una
ciudad especial en la España
de su época y su influencia sobre el proceso político que se venía encima no
puede ser desconocida, también había un Cádiz tradicional incrustado en la
sociedad española.
Esplendor y opulencia, Cádiz debe al comercio
americano, dependía de él en todo y por todo, su desaparición arrastraría a la
ciudad a una mediocridad. Las cifras
señalan , inexorablemente, que a lo largo del siglo XIX Cádiz siguió siendo el
primer puerto español para el comercio con América, ya no bastara para mantener
el prestigio, la fortuna, la novedad y el cosmopolitismo.
Junto al Cádiz americano o al Cádiz de las
Cortes necesitamos conocer, analizar y comprender el Cádiz histórico completo
de hombres y mujeres, comerciantes o no.
La singularidad de Cádiz, a través de toda su
historia dimana del hecho de ser una de las pocas ciudades española que siempre
han constituido un núcleo de auténtica burguesía mercantil. En otras ciudades,
las actividades comerciales iban unidas a otras funciones urbanas, sólo en
Cádiz la funciones mercantil predominaba de un modo exclusivo.
La imagen que, con más fuerza y también mayor
frecuencia, ha irradiado Cádiz, a todo lo largo y ancho de su trimilenaria
historia, es la de haber sido, una ciudad de comercio y una morada de
comerciantes.
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