jueves, 13 de diciembre de 2012

El ataque de Nelson a Cádiz

La escuadra de Nelson frente a Cádiz

El 3 de marzo de 1797 vieron los gaditanos entrar en bahía los restos de la escuadra de don José de Córdoba, una escuadra derrotada.

La población no pudo menos de sobrecogerse al verlos y al pensar  lo que aquella derrota significaba para España y lo que significaba también para Cádiz, puerto avanzado del comercio nacional, en aquellos momentos en que estábamos en guerra contra Inglaterra y en que la escuadra enemiga podía aparecer de un momento a otro.

 Lentamente fueron desfilando hasta entrar en el saco de la bahía los navíos en un total de diecinueve.

El 2 de abril se presenta la escuadra enemiga ante Cádiz, compuesta de 23 navíos, cuatro fragatas y algunas embarcaciones menores comprobando su superioridad.

Aproximándose a Rota, con sus botes, tomaron los enemigos una tartana que venía en busca de la entrada de la bahía, abatiendo incluso llegaron las balas a las casas de Rota.

Por la zona de Conil las fragatas españolas Elena y Ninfa que venían de América perseguidas por un navío y una fragata, fondearon en Conil, donde se defendieron algún tiempo.

La Elena se perdió, la Ninfa, después de muchos esfuerzos, se la llevaron los ingleses. 

El 8 de junio fondeó sobre Santi Petri una fragata y un bergantín enemigos, con el fin de cerrar este paso a las embarcaciones que venían de Levante, pero habiéndose apostados dos lanchas en el mismo sitio, se retiraron.

Por la zona de el Placer de los Cochinos (frente a la costa de Rota) hubo fuego seguido a los enemigos, hasta que se retiró el navío. Después de haber correspondido con sus fuegos.

Después de estos sucesos vino el que llamaron primer acto de la tragedia.

Inmediatamente de llegada la escuadra de Córdoba en el lastimoso estado visto, de resultados del combate del Cabo de San Vicente, se comenzaron los trabajos para reparar los navíos.

Durante el mes de marzo se trabajo con empeño para habilitar los navíos. Pero éstos estaban tan necesitados de obras que apenas se podían aprontar doce o catorce navíos, cuando el enemigo se presentó en la boca del puerto.

Le fue impuesto el cargo de comandante general de la escuadra del Océano a don José de Mazarredo. Al llegar a Cádiz encontró ya sus órdenes en vías de cumplimiento y la ciudad le recibió llena de júbilo como a su libertado.

Pasaba revista de la escuadra española, su estado no podía ser más lastimoso, con una docena de navíos en buenas condiciones y los restantes averiados y  faltos de carena, siendo el panorama desconsolador, Mazarredo dio desde el primer momento prueba de su energía y actividad. Entendió que salir con una escuadra así contra otra bien tripulada, era sacrificarla inútilmente. Hizo el firme propósito de empezar por el principio, para crear una verdadera escuadra.

En el entretanto, sólo le quedaba atender a la defensa de la ciudad y bahía de Cádiz, cuya grave situación le preocupaba, reparando para ello lanchas cañoneras de todos los tipos y tamaños.

Constituidas varias divisiones de estas lanchas, fueron estacionadas en Rota, Caleta (playa), Puerta de Sevilla (zona hoy Diputación) y Santi Petri. A partir de entonces pudo Mazarredo respirar algo más tranquilo, pues hasta allí había temido siempre que Cádiz se convirtiera en lastima de la nación y deshonra de la Marina.

La constancia y habilidad de Mazarredo hicieron cambiar en poco tiempo la escuadra, al comenzar el mes de julio, ya había conseguido Mazarredo tener armadas 50 embarcaciones, las cuales, con sus continuas acciones, mantenían a raya a los navíos ingleses, que intentaban interceptar el pequeño trafico costero que entraba y salía de Cádiz.

Nelson realiza diversas comisiones en el Mediterráneo, y, a su vuelta de la isla de Cerdeña, le encarga a Lord Daint Vicent (Jarvis) de mantener el bloqueo por él iniciado frente a la plaza de Cádiz, iniciado desde lejos paseando sus altivas naves por el lejano horizonte. Va a anclar su escuadra ligera en la boca misma de la bahía, en el lugar llamado el “Placer de Rota”, tiene lugar el 2 de abril. En ese día los gaditanos se ven sorprendidos, al notar que el círculo de hierro se va cerrando; que los enemigos se adelantan más y más.

El telón se había alzado. La tragedia iba a continuar. Este era el acto segundo. El primero lo fue el combate de San Vicente. El tercero lo será años más adelante el combate de Trafalgar.

Mientras afanosamente se trabajaba en Cádiz para poner la plaza en estado de defensa y reorganizar las escuadras para más amplios propósitos, los ingleses estaban a su vez preparándose para una empresa más inmediata.

Contaba con el estado de abatimiento de la escuadra vencida en el Cabo de San Vicente, vencida no sólo material, sino también moralmente.

El 2 de julio llegó a la escuadra enemiga un dogger y una lancha bombardera, que estaba fondeada, en el llamado “Placer de Rota”. El general en jefe que algo se preparaba, ordenó que las ocho lanchas de Cádiz pasasen a la Caleta. Mandó también que las seis divisiones de lanchas de navíos tomasen puesto al anochecer en la boca de la bahía, dispuestas a actuar a la primera señal.

También mandó que tres bergantines, se franqueasen fuera de los navíos y se avisase el vigía de la Torre de Tavira para que extremase su cuidado de dar parte de cualquier novedad.

En expectación, la escuadra española, algunas gentes de la ciudad, los que conocían la noticia, que al principio no eran muchas, pero después fue aumentando al circular el rumor en los mentideros de la Plaza de la Cruz de la Madera (Mentidero), de la Cruz Verde (Los Callejones), de las esquinas de Porriño, de la Calle Ancha y de la Calle Nueva.

Al anochecer, las fuerzas inglesas iniciaron el ataque. “El Queche”, como le llaman la Gaceta de Madrid, remolcado por botes, se acercó a la linterna del Castillo de San Sebastián y las lanchas torpederas inglesas atacaron hacía Rota, simulando un doble ataque para desorientar a nuestras fuerzas, que, gracias a la pericia de nuestro jefes, no cayeron en la trampa.

Sobre este punto del inicio del ataque hay alguna contradicciones entre el relato publicado en la Gaceta de Madrid y el que recoge don Antonio Escaño.
La defensa de las lanchas y del bote de la Caleta fue valiente; salía sin noticias del movimiento de las bombardas enemigas ni embarcaciones menores.

El comandante de una de las lanchas, después de haber peleado valientemente, murió sin quererla entregar, comandantes de otros navíos fueron heridos, así como mucha gentes de otras embarcaciones.

El contralmirante Nelson en persona dirigió el ataque, a bordo de una de las lanchas y estuvo en peligro de encontrar la muerte.

Nelson en Cádiz y en Tenerife, como más tarde en Trafalgar, vivió la lucha como un héroe antiguo.

Mientras esto sucedía en la Caleta notose haber fondeado “El Queche”. Del castillo de San Sebastián, muy cerca de dos millas de ella, se dispuso la salida de tres divisiones de lanchas de nuestros navíos. El objeto de esta salida era impedir el bombardeo de la ciudad, apresar “El Queche” o, al menos, hacerle retirarse. 

Las lanchas de los navíos sostuvieron un fuego muy vivo de una y otra parte a distancia de recibir la metralla de los buques enemigos, y entre tanto las lanchas de la Caleta pudieron volver al ataque logrando, tras muchos esfuerzos,  que los botes ingleses tomaran “El Queche” a remoque y lo sacaron de su puesto de bombardeo cerca de la una de la madruga.

Las embarcaciones inglesas, en su retirada y aun los navíos ligeros próximos, fueron acosados por nuestras lanchas, como en el primer día, las lanchas de navíos nuestras fondeado en la entrada del puerto, donde permanecieron en vigilante servicio hasta que fue de día, por si acaso intentaban alguna otra sorpresa.

La noche del 3 de julio debió de ser terrible para los habitantes de Cádiz, el día 4 no hubo operaciones militares. En los arrecifes más salientes del castillo de San Sebastián, tan peligrosos para la navegación, aparecieron al amanecer dos botes ingleses destrozados contra las rocas.

El mando de nuestra escuadra aprovechó bien el tiempo, dictado una serie de medidas para aumentar la fuerza de resistencia.

Los inglese debieron estar bien atareados en reparar las graves averías sufridas tantos en sus cañoneras y botes como aun en los navíos mayores, que los nuestros atacaron con furia.

El pánico que se apoderó de los pacíficos gaditanos en este día. Avivado quizá por el recuerdo de lo en esta plaza había sucedido en el año de 1596, cuando fue tomada y saqueada por las tropas anglo-holandesa mandada por el conde de Essex.

Los españoles, por su parte, se prepararon cuidadosamente, puntualizando sus defensas, ahora que sabían positivamente el método del enemigo y la finalidad de sus ataques.

En la mañana del día 5 de julio, los observadores de la Torre de Tavira advirtieron disposiciones que hacía presagiar que esa noche se iba a repetir el bombardeo, en vista de ello, Mazarredo tomó las disposiciones adecuadas, para pasar rápidamente de la defensiva a la ofensiva.

El efecto fue fulminante. El enemigo se retiro sin haber hecho daño la plaza, habiendo disparado “El Queche” y la bombardera y obusera que le acompañaban diecinueve bambas, de las que sólo ocho cayeron en la ciudad y bahía.
El éxito se debió a la precisión de las órdenes dadas por el mando, merced a las cuales la fuerza de la Caleta, atacando y sosteniendo la atención del enemigo, mientras las otras fuerzas se ponían en acción.

En la defensa de este día tomó también parte el “Castillo de San Sebastián y las baterías de la banda sur, este ataque fue más violento si cabe que el anterior.

A partir del día 6 hasta el fin del peligro. En la bahía estaban anclados veintiún navíos, el  día 8 se cumplió la orden de nuevo emplazamiento de los navíos. Y, en previsión de nuevos intentos hostiles, se apostaron nuestras lanchas tanto en la Caleta como en la bahía, como el días 5.

Este movimiento de la escuadra española parece que fue considerado por los ingleses como preparatorio de lo que ellos tanto deseaban.

El día 10, por la mañana, se levaron dos navíos de la escuadra ligera inglesa y con la lancha bombardera y una obusera se vino a la parte sur del castillo San Sebastián,  pero las lanchas de la Caleta salieron a batirlos y se retiraron sin haber disparado.

El general Mazarredo, para sacar partido de estas hostilidades, e incluso con diez navíos avanzados, podía conseguir levantasen el bloqueo, dio sus disposiciones para hacer una salida general de todas las lanchas el primer día de calma y en consecuencia pasaron a la Caleta las bombarderas el día 12.Pero ese mismo día se retiraron las bombardas enemigas, dirigiéndose a Gibraltar.

El 15 se alejaron de la escuadra enemiga 3 navíos, 3fragatas y un bergantín y una balandra al mando del contralmirante Nelson, que iba a dar su golpe de mano a Canarias.

En lo restante del mes no hubo novedad. Los enemigos, que se acocaban con sus navíos cuando reinaban los levantes, pues entonces la armadilla española no podía operar, se apartaban en tiempo de calma y cuando corrían los vientos de mar que dificultaban su retirada, en caso de ser atacados.

Aunque mantuvieron la fuerza de los navíos constantemente, el comercio de las costa de poniente y levante estuvo tan franco como si no hubiera bloqueo y nuestras escuadrillas estuvieron siempre en movimiento para escoltas y guardias y apostaderos extraordinarios, manteniendo por las noches en la boca de la bahía una gran guardia de tres barcos y nueve lanchas de navíos con sus rondas correspondientes.

Aunque los inglese hubiesen alejado su escuadra principal dejando sólo en el “Placer de Rota” un destacamento de la ligera y que, por tanto, el peligro inminente pareciese haber pasado.

Mazarredo, él sabía que los ingleses no cejarían en su empeño; que la escuadra tenía que estar preparada para cualquier sorpresa.

 “Gravina, por su parte, lo da a entender en una de sus cartas a Godoy, al vanagloriarse que la táctica de Nelson al atacar en Trafalgar a la escuadra combinada no era otra cosa que una revancha de la por él empleada, en 1797, en la defensa de la plaza de Cádiz”
 

 Combate de Nelson con una lancha española en Cádiz


Información sacada del libro: "El Ataque de Nelson a Cádiz" de Augusto Conte y Lacave. De la biblioteca Municipal gaditana José Celestino Mutis.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

El tío de la Tiza




El gaditano Antonio Rodríguez Martínez, más conocido como el “Tío de la Tiza”, nace en Cádiz un 24 de diciembre de 1861, en pleno centro de casco antiguo de la ciudad, en la calle Rosario Cepeda número 7, y fue bautizado en la Parroquia de San Lorenzo, (hay estudio que asegura que Antonio nace en Conil de la Frontera en 1833). 
   
Su apodo le viene por la costumbre que tenía de apuntar sus consumiciones a tiza en las mesas de madera de la tienda La Lonja de Cádiz. 

Sus padre fuero Antonio Rodríguez, natural de Cádiz y Ramona Martínez Argual, natural de Grau (Valencia).

Estuvo casado con Rafaela García Puya, posteriormente estableció pareja con Josefa Páez García, con ella se estableció en Sevilla en la calle de Correduría Nº 6, donde vivió hasta su muerte.

La situación económica hace que El Tío de la Tiza busque trabajo más estable, fueron varias hasta establecerse a finales del siglo XIX en la Sociedad Cooperativa Gaditana de Fabricación de Gas, de la que se traslada con posterioridad a otra empresa dedicada también al gas: la Sociedad Catalana Fabricación de Gas. Este empleo le facilita desarrollar sus inquietudes artísticas, literarias y culturales.

Fue contertulio asiduo y presidente del Circulo Modernista, por sus grandes inquietudes literarias y por las artes escénicas, participa en las tertulias de la tienda de vinos La Lonja, situada en la calle Columela nº2. En la misma participan diversos periodistas, ensayistas y escritores satíricos, los cuales le animaron a escribir para las agrupaciones carnavalescas. Al principio pone letra y música, pero no aparece como autor.

Fue un hombre provisto de grandes dotes musicales que acostumbraba a componer con hileras de botellas llenas de líquido a distinto nivel de las que iba extrayendo las notas que luego pasaba al pentagrama. Era un guitarrista formidable, componía sus tangos y músicas para el popurrit.

Formó parte de la Banda del Regimiento de Artillería en la que tocaba el clarinete con gran soltura, dominando igualmente la guitarra. Se le atribuye la inclusión en los coros de carnaval de los instrumentos de cuerda, también en adornar las carrozas de los coros con bombillas eléctricas, y precursor en efectuar una grabación sonora de carnaval, dejó impresionado sus tangos en cilindros de cera y más tarde en disco de pizarra, lo que no esta claro es que fuera pionero en subir los coros a las carrozas.

Su aportación fundamental a nuestro Carnaval ha sido la codificación del tango, además de hacer evolucionar la antigua comparsa de carnaval.

Cuando se traslada a Sevilla en 1905, decide sacar allí sus comparsas, siendo ya un consumado maestro, sus agrupaciones habían recorrido toda España, fueron contratadas para los más famosos cafés cantantes de Sevilla, en la Gran Peña de Barcelona en el Salón Actualidades de Madrid, además del Teatro Circo Gaditano, Teatro Eslava, Teatro Cómico, Liceo Albarrán y cafés cantantes gaditanos.  Sus letras y músicas fueron interpretadas en zarzuelas y obras teatrales. Grandes músicos cerraba sus conciertos con los tangos del Tío de la Tiza.


Sus agrupaciones fueron:

  1. Escuela Taurina del año 1885
  2. Viejos Cooperativos del País del año 1887
  3. Viejos Cooperativos del año 1888-1890
  4. Sucursal del Zoco del año 1891
  5. El Ferrocarril del año 1892
  6. La Carabela Santa María o Marineros Garateros del año 1893
  7. Los Pajaritos del año 1894
  8. Los Langostinos del año 1895.
  9. Viejos Cooperativos del año 1896
  10. Los Claveles del año 1896
  11. Los Abanicos del año 1897
  12. Los Voladores del año 1898
  13. Los Viejos Cooperativos del año 1898
  14. Los Relojes del año 1899
  15. El Orfeón Gaditano 1899
  16. Los Luceros del año 1900
  17. Los Gallos del 1901
  18. Los Médicos Modernistas del año 1902
  19. Los Lilas del año 1903
  20. Los Espejos del año 1904
  21. Los Anticuarios del año 1905
  22. Las Panderetas del año 1906. En Sevilla
  23. Rondalla Modernista del año 1906. En Sevilla
  24. El Arco Iris del año 1907
  25. Los Canarios del año 1907. En Sevilla
  26. Gaditanos del Siglo XX y Los Tontos del año 1908
  27. Los Japoneses del año 1908. En Sevilla
  28. Los Boticarios del año 1911.


Antonio Rodríguez Martínez, padecía una lesión de corazón que se le acentuó a fines de 1911, unido a su avanzada edad pusieron en peligro su vida varias ocasiones. En la mañana del 19 de agosto de 1912 en el Café Sevillano, se sintió repentinamente enfermo, fue trasladado a una Casa de Socorro, donde falleció.

Después de muchos años llegaron los reconocimientos:
El Ayuntamiento de Cádiz rotuló la antigua Plaza Pinto del barrio del la Viña con su nombre.

La Sociedad Filatélica Gaditana le dedicó un matasellos.

En el concurso del Falla del año 1992, la chirigota de José Luis Cossío, el Selu, “El que la lleva la entiende”, en una presentación histórica, alteraron el orden de Los duros antiguos, cantado la letra del final al principio.

En el carnaval de 1997, el coro de Julio Pardo y Antonio Rivas, hizo un homenaje recreando las virtudes del personaje (el tío de la tiza), el coro se llamo El tío de la tiza
En 2008, bajo el patrocinio de Cajasol se editó un CD recopilatorio con muchas de sus obras, interpretadas por el coro de Julio Pardo.

En los carnavales de 2012, con motivo del centenario de su muerte, se le otorga el antifaz de oro a título póstumo, máximo galardón que se da a los carnavaleros gaditanos.
Paso a la historia del carnaval de Cádiz por su celebérrimo tango Los duros antiguos.
 
Este año 2013, se pretende llevar a cabo la instalación de un busto que conmemorara la figura del “Tío de la Tiza”, en el lugar que aparecieron las celebres monedas en el año 1904, (en la almadraba situada al final del barrio de San José), la cual le inspiro a componer el bello tango “Los duros antiguos” de la agrupación “Los anticuarios”.  

 Actualmente se han descubierto que algunas de sus obras se encuentran registradas por otros autores, por lo que se están investigando posibles fraudes de ley.

 Información sacada de:
wikipedia.org
www.carnavaldecadiz.com

lunes, 19 de noviembre de 2012

Viajeros por Cádiz


veleros en el muelle ciudad Regata 2012


Jacinto Verdaguer, así describe la llegada a nuestra ciudad:
“En días serenos, cuando se arriba, me parece ver surgir de entre las aguas una ciudad encantada, hecha de mármol blancos o de bolas de nieve congeladas, en ringleras de casas palacios, de miradores, torres y campanarios que alzan la frente hacia el cielo, a ver quien llega más alto, desafiando todos a la Torre de Tavira, y a los campanarios y la cúpula de la catedral coronada de una reluciente media naranja”.

En 1883 recopiló coplas y cantares hoy famosos.

A cai no lo llaman Cai
Que le llamán relicario
Porque tiene por patrona
A la virgen del Rosario

Viva Cádiz porque tiene
Las murallas junto al mar
Y cañones apuntando
Al Peñon de Gibraltar.
Si la torre de Vigia
Se volviera un salchichón
Y de Jerez la bahía
Que bien cenaría yo.

Adiós Cádiz adióa Cádiz
En ti dejo mi cariño
Pero seré golondrina
Que vuelva pronto a su nido.


LOS VIAJEROS POR CÁDIZ

A lo largo de su existencia documentada, de más de 3000 años desde su fundación por los fenicios, Cádiz ha recibido toda clase de viajeros, algunos de ellos míticos, otros literarios, la mayoría reales. Los relatos que se insertan dan testimonio vivo, siempre interesante, del devenir de nuestra ciudad en diversas épocas.

El viajero de aventuras es probablemente el género con el que se inicia la literatura de Occidente. 

El Hércules que ha vuelto ya héroe de la Cólquida es el empieza sus hazañas y el que está tan unido a nuestra ciudad, hasta el punto de ser su legendario fundador. Así pues Hércules merece ser citado como el primero de los viajeros por Cádiz.

Jacinto Verdaguer, en Cádiz, según el mismo relata, empezó y escribió la mayor parte del poema La Atlántida, su obra cumbre, en la que renueva y desarrolla el mito de Hércules en nuestra ciudad.

Puede que no sea Hércules nuestra sola referencia directa con los héroes helenos. Tras la guerra de Troya, el regreso de los guerreros a sus hogares inspira toda la literatura griega y a través de ella la universal. Ulises tiene más accidentado de los retornos.

Todo esto resulta muy aventurado, pero audacia por audacias, todas las razones que Berard, saca de la Odisea podrían llevar a Cádiz tanto o más que a la menguada isla del Perejil, Cádiz es isla, está cerca de las columnas de Hércules, casi tanto como Peregil y mas que Ortigía. Por todo ello, con más razones que Siracusa o Peregil podemos reivindicar a Ulises como viajeros por Cádiz. 

El viajero religioso puede ser al mismo tiempo un viajero bélico. Ejemplo de estos viajes mixtos sobran, pero uno de los más importante es el de las Cruzadas.

No es seguro que Estrabón estuviera en Cádiz, coinciden casi todos en afirmar que lo que cuenta de Cádiz lo saca de Eratóstenes, quien si es seguro que fue viajero por Cádiz.

Julio Cesar, extraordinario viajero bélico, religioso y político estuvo tres veces en lo que ya era Hispania y en las tres ocasiones visitó Gades. Julio César, viajero por Cádiz. En la primera ocasión César viene a asumir como cuestor el gobierno del conventos gaditanus, en España ulterior. Parece que es Baldo quien le lleva al templo de Hércules a dormir el sueño adivinatorio. La ciudad está ya federada a Roma y César va a conceder pronto a sus habitantes la ciudadanía romana. Estamos en el aó 69 antes de Cristo.

Es curioso que en este mismo templo en el que los adivinos lee a César el sueño del imperio, Hamilcar Barca y Anibal, viajeros por Cádiz, habían empezado antes sus campañas contra Roma y el segundo había hecho, en aquel mismo recinto, el legendario juramento de odio eterno a la Urbe. Algo tiene nuestra ciudad con los Imperios.

La segúnda vez, año 61 a.d., vuelve Cásar ya como pretor de la Hispania Ulterior.

En la tercera ocasión, viene en persecución de  Varrón, último de los partidarios de Pompeyo.

De Cádiz parte César por Tarragona y Marsella hacia Roma, donde, tan solo un año más tarde, cumplido el sueño del dominio del orbe, y hecho caso omiso de otros sueños, encuentra su destino bajo los puñales de sus amigos. César entre ellos.

Llegando a nuestra era. Nace Cristo, el acontecimiento de la historia del mundo.

Belén está ciertamente lejos de Cádiz. Pero allí van los Magos en la más famosa de las peregrinaciones de la historia. Solo la autoridad de Camón Aznar y antes la de Eugenio Montes que así lo aseveran, permite sostener que uno de los Magos venía de Cádiz a al menos fue viajero por Cádiz, fue el rey Melchor.

Del testimonio de los viajeros sobre Cádiz, se deduce la imagen de una ciudad extremadamente próspera, la tercera del imperio romano en algún momento.

No registró viajero por Cádiz tras la caída de Roma, tampoco bajo la dominación árabe, al menos los viajeros árabes importantes traducidos el Idrissi, Abuljeda, Iban Batuta y al Basit, apenas si mencionan a Cádiz.

Lo que si se sabe que atraía el Cádiz arruinado de aquellos siglos oscuros era a los saqueadores.

El tercer ciclo de prosperidad va a venir solo con América. La relación larga e intensa de nuestra ciudad con el Nuevo Continente empieza con el segundo viaje de Colón, verdadera expedición organizada en la que ya se intuyen que no necesariamente se va en demanda de Asia.

Este viaje sale precisamente de Cádiz, de donde también sale o donde vuelve Colón en algunos de los posteriores. De la importancia de este viajero por Cádiz, que nada ha dejado escrito sobre la ciudad, no es necesario hablar. Con el inicia Cádiz la ascensión hacia su edad de oro.

Empiezan a volver a pasar por Cádiz los viajeros famosos que vienen a España. Empezamos con un alemán al servicio, militar de España.

Erich Lassota de Steblovo viene a Cádiz enrolado con un regimiento para la guerra de Portugal y luego vuelve para participar en la expedición contra la isla de Terceira.

El auge, la pujanza, la riqueza y el carácter cosmopolita de Cádiz empiezan a ser realidad y leyenda. Tanto lo son que durante la larga guerra hispano inglesa, de 1585 a 1604 los ingleses intentaron varias veces el asalto. Drake destruyó una flota pero no consiguió tomar la ciudad. Fue un viajero frustrado por Cádiz, como antes lo había sido otros piratas y corsarios berberiscos, Barbarroja entre ellos.

En 1596 nos visita un viajero bélico indeseado, el conde Essex, con compañeros de viajes tan importante como Howard, Raleigh los hijos del pretendiente al trono de Portugal el prior de Croto, Cádiz fue elegida para el saqueo precisamente por la fama de sus riquezas. 
  
Miguel de Cervantes, que estaba en Andalucía durante el saco de Cádiz escribió sobre el suceso un famoso soneto satírico.

Cervantes viene en dos ocasiones a Cádiz entre 1588 y 1591 cuando se ocupa del aprovisionamiento de la Armada. No hace venir a Don Quijote a Cádiz, cometiendo la descortesía de enviarla a Barcelona.

El asalto inglés de 1625 causando a Lord Cecil y su flota un estrago militarmente mayor que el que ellos nos infligieron 56 años antes Lord Cecil, viajero frustrado por Cádiz.

La marquesa D´Aulnoy escribe el que es sin duda el más famoso de los libros de viajes a España del siglo XVI, ella no viene a Cádiz, ello nos libra de su lengua viperina, pero la ciudad es ya lo suficientemente importante como para que le haga uno mención en la que la autora permanece fiel al tono general del libro.

En los años 1690, 1691 hay un viajero por Cádiz bastante más insólito para la época. Mulay Ismail, Sultán de Marruecos envía un embajador a Carlos II para tratar de paces y cautivos. Describe el embajador del Sultán la llegada a Cádiz.

El siglo XVIII lo estrena nuestra ciudad resistiendo un nuevo asalto anglo-holandés a Cádiz en nombre del Archiduque Carlos. Esta nueva resistencia de Cádiz es decisiva en el desarro9llo de la guerra de Sucesión Rooke y Ormond son viajeros frustrados por Cádiz, lo que hará que dos años más tarde visiten Gibraltar. Vuelve a Cádiz con las peores intenciones en 1737, 1797 y 1800, siendo siempre rechazada. Sus almirantes son viajeros frustrados por Cádiz.


En lo que se refiere a el otro tipo de viajes por España, se puede decir que se abre el siglo XVIII con la publicación en Ámsterdam por el librero- editor Gallet de un viaje a nuestro país que, aunque anónimo, se tiene por auténtico (y a empezaban a escribirse viajes inventados, hechos de refritos).

Candide, viajero literario protagonista del magnifico cuento que lleva su nombre, llega a Cádiz desde Lisboa para embarcarse hacia Buenos Aíres con Mademoiselle Cunegonde, con ulterior al Paraguay. Voltaire sabía mucho de Cádiz, pero lo importante es que Candide quizás el personaje literario más famoso de la literatura del siglo XVIII es viajero por Cádiz. 

Situaremos ya entre los viajeros de la ilustración a un fraile, solo semilustrado, el padre Labat de la Orden de Predicadores. Este dominico parisino, algo presuntuoso, llega a Cádiz procedente de la Martinica.

El Mayor Dalrymple, ya típico viajero ilustrado que visita España en 1774, empieza por Cádiz.

Dos viajeros ilustrados casi arquetípicos, Peyron y Bourgoing viajan por España entre 1774 y 1785. sigue la leyenda, cada vez más dorada. La culminación está sin embargo en el diplomático Bourgoing quien visita Cádiz al menos en dos ocasiones.

Por estos años también viene por Cádiz el famoso de los viajeros españoles. Antonio Ponz en un momento de furor neoclásico y exaltación antibarroca.

Los viajeros ilustrados ingleses no le van a la zaga: Twiss en 1774 hace un elogio de Cádiz. 

Entre 1786 y 1787 viene a España Townsend y luego publica una narración tan famosa y detallada que veinte años después, cundo los franceses efectúan el más famoso de sus viajes bélicos a España. Townsend se detiene mucho en Cádiz.

Viajero ilustrado es Goya, que viene a Cádiz el año 1793, no solo a pintar en la Santa Cueva, sino también al cuidado de los médicos de nuestra Faculta, primera científica en España. Murillo que tanta fama tenía entonces y sigue teniéndola ahora. Es curioso que Goya sana en nuestra ciudad y Murillo, también viajero por Cádiz, tiene aquí el accidente que le va a causar la muerte.

El romanticismo entra en España, según dicen de la mano de Juan Nicolás Bohl de Faber a través de su mujer Frasquita Larrea y de su hija Cecilia. No podemos clasificar a Bohl de Faber de viajeros por Cádiz, ya que a partir de su segundo viaje aquí se arraiga.

Dos de los primeros románticos son viajeros por Cádiz. Bayron excéntrico en todo, decide hacer su Grand Tour por Portugal y España. Legado a Sevilla, ni la ciudad ni sus mujeres le impresionan, en cambió el Cádiz de 1809, que a Jacob le va a parecer miserable y sucio. Le fascina “Cádiz, dulce Cádiz, primer lugar de la creació”…

La España del siglo XIX poseía casi todas las propiedades que buscaba el viajero romántico, exotismo, costumbres, arcaicas, arrebatos del sentimiento, convulsión y exuberancia del paisaje y mucho folklore. Todo ello mezclado con bandidos, contrabandistas y toreros. Hay una ruptura en la cultura del viaje que ya no es un medio para la formación ni un instrumento para medio para la formación ni un instrumento para difundir  “las luces”.

Pero por esos tiempos con el asedio, las Cortes y la Constitución nuestra ciudad atrae a una inmensa nómina de ilustres personajes. Dan a Cádiz un periodo de esplendor junto al comercio de su decadencia.

Este esplendor al venir acompañado de la novedad de la libertad de la imprenta, que aquí se inaugura, mucha de ellos de un género inédito hasta ese momento entre nosotros. Quede pues la idea de que son viajeros por Cádiz en ese momento infinidad de funcionarios, eclesiásticos, militar, magistrados, hombres de negocios, pretendientes, escritores y otros refugiados en general. También diputados, incluidos los americanos, son en total 86 diputados que vienen de América, de México 28 y de Perú 21. También por esa época son viajeros por Cádiz casi todos los libertadores: Bolívar, San Martín, O´Higgins, Rivadavía, Nariño, Miranda,  aunque algunos de ellos por todo pasa es por la cárcel, aquí o en la Carraca. También vienen europeos ilustres y por supuesto hay viajeros frustrados, los generales franceses. 

La reunión de la Cortes en nuestra ciudad en 1823. Acompañadas de nuevo del cañón francés, vuelven las Cortes, el Gobierno y una gran muchedumbre. Esta vez traen consigo al rey Fernando VII, si no formalmente prisionero si de hecho por haber sido declarado incapacitado para reinar. Fernando VII un involuntario viajero por Cádiz.

Férussac, es sin duda el autor que tributa el más encendido elogio al esplendor de Cádiz en su decadencia, Férussac lanza sus elogios a la ciudad.

Volviendo a otros tipos de viajeros, entre la sensibilidad ilustrada y la romántica está el singularismo personaje que es José María Blanco White, convertido en inglés y clérigo anglicano pública bajo el seudónimo de Leucadio Doblado unas que fueron famosísimas cartas desde España, describe su llegada por la bahía llena de magnificencia y dedica sus elogia a la arquitectura de las casas con torres miradores.

Blanco White secretario de Lord Holland, en dos ocasiones en que Lord Halland está en España es viajero por Cádiz, acompañado de Lady Holland, esta famosa inglesa fue viajera por Cádiz a principio del siglo XIX.

A partir de este momento los viajeros ingleses que pasan por Cádiz, van describiendo una decadencia más o menos esplendorosa, según la simpatía con que miren nuestra ciudad. Scott escribe una versión muy negativa de la ciudad.

Richard Ford en su “Manual para viajeros en España” publicado en 1845, su descripción inicial de Cádiz es enteramente romántica. Al entrar en la bahía, la ciudad “reluciendo como una línea de palacios de marfil de repente del mar azul”.

En 1836 en su famoso a Summer en Andalucía Dennis hace ya una descripción de Cádiz enteramente costumbrista, en la que del pasado esplendor comercial ni se habla y es que el viajero a veces encuentra solo lo que ya tiene en su mente.

Alejandro Dumas hace su viaje a España en 1846. Siguiendo muy estrechamente los pasos de Gautier, consagra una fórmula en la descripción de Cádiz que va a ser imitada por todos los franceses sucesivos, tendremos ocasión de ver por Eduardo de Amicís. La salada claridad tiene ilustres antecedentes.

Así describe Cádiz Dumas:

“Por fin avistamos las primeras casas de la blanca Cádiz, que parecía salir del mar, pues todavía no se veía el suelo sobre el que la ciudad está construida, y que parecía sumergido en el agua. Esta blancura, que destacaba contra el doble azul del cielo y el mar, como dice Byron, tiene algo de deslumbramiento”.

Duvillier, ya viajero de una gran empresa editorial, cuyo objetivo es vender el libro que relate el viaje al viaje al gran público de entonces, viene acompañando de Gustavo Doré.

Después de la de Roberto, la iconografía de Doré, es la que fija definitivamente y por mucho tiempo una cierta imagen de España en la que charanga y pandereta, bandolero y contrabandista llegan casi a monopolizar la temática. Este viajero pasa de largo por Cádiz, de la que Doré no pinta sino una vista lejana, una línea de color. Es muy expresivo de lo que está pasando.

En cuanto a viajeros norteamericanos hay que decía que así como los primeros diplomáticos estadounidenses de la época de la independencia vinieron de Paris y entraron por el Norte, algunos de los siguientes por Jay, entraron por Cádiz. La embajadora Jay, que tan mal lo pasó en Madrid, deja sin embargo en sus memorias unas agradables notas sobre la vida en Cádiz, que le produjo una primera opinión positiva de España. Otro viajero norteamericano, Bayard Taylor, es viajero por Cádiz.

“Brillante Cádiz que te elevas hacia el cielo desde en medio del azul oscuro del mar”.


VIAJEROS APASIONADOS

Por estas tierras pasaron ya inmortales como R. Ford, Byron, Fee, Merimée, Doré, Andersen, Brenan, etc. Pero junto a estos nombres hubo otros, algunos hoy olvidados.
Aún hoy no es difícil encontrar testimonios de viajeros extranjeros en la Península Ibérica, tan afamados como Henry Inglis o Mackenzie a los que el gran público no puede acceder por no haberse traducido totalmente al castellano sus obras de tema traducido totalmente al castellano sus obras de tema español.

Es bien sabido, Andalucía ocupará un lugar de privilegio, en cuanto a captar el interés del viajero extranjero en España; las posibles razones que se pueden esgrimir, para explicar lo extraordinario de la corriente viajera hacía nuestro país, exotismo, pervivencia de lo islámico, aventura, parecen irradiar del Sur a  todo ese espacio peninsular. Todo ello viene confirmado además, por ser Andalucía lugar de visita obligada.

Cádiz, reunía una serie de circunstancias que necesariamente la tenían que hacer atractiva a los ojos viajeros: circunstancias políticas que son fácilmente constatables, la promulgación de la “Pepa” hasta el proceso Revolucionario de 1868, pasando por las repercusiones especiales que en esta zona causo la Independencia America.   
     

El Juan Sebastián Elcano a su salida (2012)


Esta información es sacada del libro "Viajero por Cádiz". de la biblioteca José Celestino Mutis de Cádiz, del autor  José Pedro Pérez Llorca

viernes, 26 de octubre de 2012

Viniegra pintor gaditano

 Salvador Viniegra y Lasso de la Vega


 
Salvador Viniegra y Lasso de la Vega nació en Cádiz el 23 de noviembre de 1862. Tuvo lugar el nacimiento en la calle Magdalena (actual San Salvador,6), situada en el neoclásico barrio de San Carlos, bautizado en la parroquia de Ntra. Sra. del Rosario.

Desde su más tierna infancia demostró su aptitud y su vocación por la pintura, sin estudios previos; por intuición, comenzó a dar pruebas de lo que podría llegar a ser, sobre todo en un álbum de caricaturas, que eran retratos exactísimas de muchas personas de Cádiz, llamando la atención, sobre todo, lo intencional de las caricaturas.

Aprovechaba, siempre que podía la ausencia de su padre del domicilio, por su propósito de no enojarle, y provisto de pinceles, paleta y otros elementos necesarios, instaló su primer gabinete de trabajo en lo alto del lavadero de su casa.

De la primera época del artista se ocupó don Antonio Milego; ni los placeres de la buena vida que atraen, a quienes disponer de juventud y dinero, pudieron apartar al mismo artista de la verdadera vocación. Empeñó a deletrear los nombres de Velázquez, Murillo y Rivera, apenas conocía el alfabeto. Las marinas eran su afición, su pesadilla, su ideal: mar y cielo, barcos y gaviotas, rocas y playas, oleajes espumosos y siluetas de la costa; algo de eso, forma el tesoro artístico que se llama cartera de apuntes de un pintor.

A Viniegra, la música y literatura llenaron muchas horas en sus inquietudes y vivencias culturales.
Desde su más corta edad, comenzó su educación práctica de la música en su propia casa, que era entonces punto de reunión filarmónica, oyendo obras de los mejores autores. Las artes literales, no tan sólo la pintura, formaban, una necesidad en la formación de esta generación Viniegra.

Jamás quiso dedicarse al estudio del arte; se sentaba al piano, y por intuición y como días le daba a entender, tocaba lo que oía y le gustaba. Poco a poco, llegó a componer en el piano algunas obras. Su amigo don Eduardo López Juarranz, director de la banda de Ingenieros, le instrumentó para banda algunos pasodobles.

El artista encontró un excelente maestro y amigo en el profesor don José Pérez Sihimbascum, director que fue de la Escuela de Artes e Industrias y Bellas Artes de Cádiz, sin las lecciones, consejos y entusiasmos de este maestro, el artista hubiera cedido en sus empeños de ser única y exclusivamente pintor.

Su primer cuadro sonado fue “La entrada en dique del Vapor Alfonso XII”, pintado en 1873; el cual fue adquirido por el marqués de Comillas.  

Salvador contaba 20 años, cuando un 29 de noviembre de 1882 se fue a Roma, siendo esta ciudad para los artistas el “desiderátum”. Viniegra estuvo enfermo tres meses, enfermó del alma, de tristeza, de rabia, de impotencia; allí se modifica todo, gustos, tendencias, ideales, aspiraciones. Suerte fue para él encontrarse con el pintor sevillano José Villegas Cordero y el célebre acuarelista peruano Daniel Hernández, los cuales le infundieron los atrevimientos y las audacias del genio, convirtiendo al tímido gaditano.

Este viaje a la Ciudad Eterna, será definitivo en la culminación de su formación artística y en su consiguiente evolución estética.

Presentó obras en la Exposición de la Academia de Bellas Artes en 1883: Un soldado del siglo XV, Tipo napolitano y Puerto de pescado en Venecia.

En agosto de 1885, en la Exposición Artística Provincial, obtiene medalla de primera clase, con la obra, con la obra de gran formato;: El entierro de Isabel la Católica.

En octubre de 1886, la Junta Ordinaria de la Academia Local de Bellas Artes, le concede a Salvador Viniegra ocupa el sillón VI. 

Viniegra, necesitaba probar sus fuerzas en una obra de importancia. Un cuadro de historia tenía el inconveniente de que, no siendo artista de renombre, no podía interesar en el extranjero, y Viniegra quería hacer una obra que para todos fuera transmisible.

El padre de Viniegra se estremeció de un proyecto que considerada superior a las fuerzas de su hijo, y escribió a Villegas, para que desista de tal empeño, porque tenía las consecuencias de un descalabro. En abril escribía Viniegra a su padre:

“Terminé de manchar mi cuadro…; Villegas lo vio y me ha dicho que está bien manchado y que no me preocupe”, apenas contaba 24 años, Presentado en la Exposición de Bellas Artes de Madrid de 1887 obtuvo la primera medalla.  
  
Trabajando días y noches, incansable, infatigable, no acordándose en su temprana edad ni de las fiestas de sociedad, reduciendo su vida al taller, al estudios a la clase, al modelo. En 1887 contraer matrimonio con doña María del Carmen  Reboull y López Domínguez, del cual tuvo cinco hijos, en 1903 fallece en Madrid, casaría en segundas nupcias con María Arniz.

En 1888, Salvador Viniegra junto con José Benlliure era propuesto para la Encomienda de Isabel la Católica, por el prestigio obtenido en el extranjero por la exposición de esta obra. También, obtiene sendas medallas de oro en la Muestra Internacional de Bellas Artes de Viena y en la Exposición Internacional de Munich. Posiblemente también fue expuesto en Budapest en 1890.

A partir, de 1882 comienza Viniegra una etapa culminaría en 1887 con su triunfo en la Nacional. Etapa más romana que gaditana pese a haber vuelto a la Escuela de Bellas Artes de Cádiz.

En la época, que abarca los años 1890 al 1897, es la más rica y madura.

En 1889 alcanzó por concurso una plaza de alumno pensionado de mérito en la Real Academia Española de Bellas Artes de Roma. El gobierno español presidido por Castelar, creó dicha academia.
En los años 1892, 1893 y 1894 Viniegra desplegó una intensa labor, tanto en el plano pictórico como en el escénico y literario.

En el año 1898 es nombrado subdirector y conservador del Museo Nacional de Pintura en Madrid (actual Museo del Prado), cargo que ocupó hasta su fallecimiento, disminuiría sus viajes a Cádiz.

Hasta 1900, los cuadros realizados por Viniegra fueron vendidos en Londres, Munich, Budapest, Génova, Berlín, Basilea, Viena, Dresden, Estocolmo, Stuttgart, Stalingrado, Varsovia, Méjico, Hamburgo, Bilbao y Madrid, de aquí el desconocimiento actual de buena parte de su producción.

En 1904 es propuesto como comendador de número de la Orden de Alfonso XII.

En 1907 se le concede la Gran Cruz de Isabel la Católica, preciada condecoración que resumía toda una vida dedicada al arte.

En 1910 inicia su última gran obra “La promulgación de 1812”; cuadro de gran formato genuinamente histórico, en el que se refleja el momento de proclamación al pueblo de Cádiz tan trascendental documento. Este cuadro fue terminado en 1912 y actualmente se conserva en el Museo Histórico Municipal de Cádiz.  

Estaba en posesión de las siguientes distinciones:

Académico de las Provincial de Bella Arte de Cádiz, subdirector y conservador del Museo del Prado, Gran Cruz de Isabel la Católica, collar y Placa de Santiago de Portugal, Encomienda de Número de San Miguel de Baviera, Cruz de segunda clase del Mérito Militar, Oficial de la Legión de Honor, caballero de Carlos III y Caballero de la corona de Italia.

Como testimonio a su menoría, la ciudad de Cádiz le recuerda con el rótulo de una calle, en donde estuvo situada el sugestivo “Miramar” de tan agradable recuerdos, sobre la playa de San Severiano.

El 29 de abril de 1915 fallece en Madrid, a la edad de 53 años

TIPOS DE PINTURA QUE REALIZO

Actualmente, buena parte de su producción es desconocida; la fotografía y la Crítica de la época, nos sirve de referencia. Dado que la pintura de Viniegra se espació considerablemente por Centroeuropa, no descartamos su desaparición tras medio siglo de convulsiones y, sobre todo, los bombardeos de la última guerra.

La pintura que realizó, por orden de importancia y abundamiento, en : de género, histórica, retratos y temas orientales. La cantidad de obras de género producido, fuera debido a un mercado extranjero, establecido en la venta de este tipo de pintura; necesidades económica, quizás, motivarían esta dedicación; trató bastante temas taurinos y costumbristas.

En la pintura de historia, des tan dos cuadros de muy altas costa: “El entierro de Isabel la Católica y “La promulgación de la Constitución de 1812”. 

El retrato, parece ser que no fue un fuerte en Viniegra.
En temas orientales, destacaron el cuadro “El encantador de serpientes”, por el buen tratamiento de las figuras y la perspectiva.

FUENTE DE APRENDIZAJE Y POSTURA EVOLUTIVA

Dos fueron las fuentes formativas de Viniegra: la gaditana, marcada por su formación académica y tradicional, y la romana, guiada ésta por José Villegas, tuvo un período final señalado por un ejercicio libre, personal.

TRATAMIENTO DE LAS MASAS Y EL COLOR

Viniegra fue maestro en el manejo de cuadros de grandes dimensiones; llegó a pintar figuras a tamaño natural (en primeros planos); fue además un magnifico dibujante y dotado de un alma especialmente definida para el Arte y la pintura.
La crítica de la época lo elogió, como de excelente colorista; fue un colorista objetivo de lo real.




La promulgación de la Constitución de 1812

Información sacada del libro "Un pintor en Europa: Salvador Viniegra y Lasso". De la biblioteca José Celestino Muti del autor German Viniegra Guernica.