los Austrias mayores
III – LOS AUSTRIAS MAYORES Y LA HEGEMONÍA ESPAÑOLA DEL S.XVI.
Los
reinados de Carlos I (1517-1556) y Felipe II (1556-1598), reconocidos
comúnmente como los Austrias Mayores, suponen el período de hegemonía política
y militar de España, en el que se conformó y mantuvo un enorme Imperio.
CARLOS I (1517-1556),
primogénito de Juana I y del Archiduque Felipe de Austria, inició la Casa de
Austria en el trono español recogiendo en su persona la herencia de unos
dominios inmensos. De Isabel I de Castilla (abuela materna) heredó Castilla y
los territorios de América; de Fernando II de Aragón (abuelo materno) heredó la
Corona de Aragón, Nápoles, Cerdeña y Sicilia; de María de Borgoña (abuela
paterna) heredó los Países Bajos y el Franco Condado; y del Emperador
Maximiliano I (abuelo paterno) heredó los dominios de los Habsburgo en Austria,
Estiria, Coarintia, Tirol y Voralberg, así como derechos sobre el Ducado de
Milán y el título de Emperador.
En 1519
recibió la noticia de la muerte de su abuelo Maximiliano I y de su elección
como Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Las nuevas obligaciones
imperiales asumidas determinaron un recrudecimiento de su política económica,
traducida en subida de impuestos y en la convocatoria de las Cortes de Castilla
con objeto de obtener Servicios para hacer frente a los gastos. Esta política
generó gran agitación y, apenas dejaba España para ser coronado Emperador en
Aquisgrán (1520), las ciudades castellanas y valencianas iniciaban sendos
movimientos revolucionarios conocidos como “Las Comunidades” en Castilla y “Las
Germanías” en el Reino de Valencia y Mallorca.
Las razones de
estas revueltas radican en la oposición de las ciudades, comerciantes,
artesanos y campesinos a la nueva dirección que estaba tomando la política
imperial. Aspectos como el apoyo de la Corona al asedio nobiliario sobre las tierras
y rentas de las ciudades, incentivando el paso de tierras municipales a
jurisdicción señorial; la tendencia a incentivar la ganadería y el comercio
lanero frente a los intereses de centros manufactureros como Segovia y Toledo;
o la continua injerencia de la Monarquía en el sistema foral y municipal del
Reino de Valencia y Mallorca; fueron determinantes para el estallido de las
revueltas.
Este amplio
frente antiseñorial presentó un programa político cuya piedra angular era un
mayor protagonismo de las Cortes en la dirección de la vida pública, facilitar
el acceso al gobierno municipal a los representantes de los gremios artesanos,
sanear la administración pública mediante la rebaja de los salarios municipales
y la sobriedad del gasto, y la abolición de los impuestos sobre el tráfico
comercial.
El movimiento
de las Comunidades castellanas se inició en Segovia bajo la dirección de Juan Bravo
y de la Junta Santa de Ávila presidida por Pedro Lasso de la Vega, pero fueron
finalmente vencidos en la batalla de VILLALAR (1521). La lucha continuó a causa
de las Germanías de Valencia y Mallorca dirigidas por Vicente Peris. Los
sublevados tomaron Játiva y Gandía en 1521, alcanzando el movimiento su máximo
apogeo en el llamado “Verano del Miedo” de ese mismo año, pero las tropas
reales terminaron imponiéndose en Valencia y Mallorca (1522) llevando a cabo
una dura represión, junto con la confiscación de bienes y la imposición de
fuertes contribuciones a las principales plazas agermanadas.
Se
ha discutido mucho sobre si la política exterior de Carlos I se inspiró
en la concepción humanística de una “Monarquía Universal” ó en la tradicional
castellana de un “Imperio Cristiano”. En cualquier caso, en la política
exterior de Carlos I es difícil separar aquellas directrices derivadas de su
condición de Emperador de aquellas derivadas de su condición de Rey de España.
FRANCIA
fue sin duda el gran rival de la Monarquía Hispánica durante el s.XVI debido a
sus aspiraciones sobre territorios españoles como los Países Bajos, la Navarra
española, el Rosellón y los territorios italianos. Francisco I (1497-1547) de
Francia invadió Luxemburgo y la Navarra española en 1521, pero las tropas imperiales
terminarían imponiéndose en el Ducado de Milán venciendo en las batallas de BICCOCA
(1522) y PAVÍA (1525), donde el propio Francisco I fue hecho prisionero. Con la
firma del TRATADO DE MADRID (1526) Francisco I recuperaba su libertad,
pero a cambio renunciaba a sus pretensiones sobre Italia y Flandes; devolvía
Borgoña y los territorios imperiales ocupados; y entregaba dos de sus hijos
como rehenes para asegurar el cumplimiento del tratado. Al poco de ser puesto
en libertad Francisco I rechazó el cumplimiento del Tratado de Madrid,
especialmente la devolución de Borgoña.
En
Italia se gestó la idea de que el Emperador, poseedor de Nápoles, Milán y
Piamonte, proseguiría la ocupación de toda Italia, creándose en 1526 la LIGA
DEL COGNAC conformada por la Santa Sede, Francisco I, Venecia y Génova. Tras
las primeras victorias españolas, el saco de Roma de 1527 y la nueva alianza
entre Carlos I y la República de Génova de Andrea Doria, a cambio de su
independencia y privilegios mercantiles, Francisco I se vio obligado a firmar
la PAZ DE CAMBRAI ó DE LAS DAMAS (1529). En esta Carlos I renunciaba a
sus pretensiones sobre los territorios franceses del Ducado de Borgoña y
liberaba a los hijos del rey francés, mientras que Francisco I renunciaba a sus
aspiraciones sobre Milán, Génova, Nápoles, Flandes, Artois, Hesdin y Tournai.
En
1535 Francisco I volvió a reclamar sus derechos al Ducado de Milán e invadió
Saboya y Piamonte (1536). Carlos I
invadió Provenza y se interpuso entonces la mediación del Papa Pablo III quien
logró que ambos monarcas firmasen la TREGUA DE NIZA (1538) mediante la
cual la resolución del conflicto quedaba inconclusa. La guerra se desencadenó
nuevamente cuando los embajadores franceses, que iban a ratificar su alianza
con Venecia y Turquía, fueron asesinados al pasar por Milán. Francisco I
declaró la guerra y Carlos I reforzó su alianza con Enrique VIII de Inglaterra.
Mientras el rey inglés cruzaba el canal y atacaba Boulonge donde fue bloqueado
en 1544, Carlos I invadía Francia por la Champaña tomando Saint-Dizier y
Château-Thierry. La derrota francesa y la crisis económica de España motivaron
la firma de la PAZ DE CREPY (1544) en la que Francisco I renunció a sus
pretensiones sobre Nápoles, Sicilia, Milán, Flandes y Artois, devolvía el
Piamonte, y cedía a España los ducados de Güeldres y Zutphen. A cambio Carlos I
abandonaba la Champaña francesa.
Enrique
II (1547-1559), sucesor de Francisco I, formó alianza con los protestantes
alemanes liderados por Mauricio de Sajonia, e invadió Lorena apoderándose de
Metz y Verdún en 1552. Se puso fin momentáneamente a esta guerra con la TREGUA
DE VAUCELLES (1556), por la que ambos contendientes mantenían sus
conquistas y dejaban el conflicto sin resolver, razón por la cual la guerra
proseguiría tras la abdicación del Emperador y el ascenso al trono de Felipe II
en 1556.
El
otro aspecto importante al que Carlos I debió hacer frente fue el problema
PROTESTANTE y la lucha de Martín Lutero contra el Catolicismo desde 1520.
Carlos I citó a Lutero a la DIETA DE WORMS en 1521 pero no consiguió que se
retractase, por lo que lo condenó y desterró, encontrando asilo en Wüzburgo
bajo la protección de Federico de Sajonia.
Su
hermano Fernando de Austria, a quien el Emperador entregó la regencia del
Imperio, trató de evitar la guerra religiosa convocando la DIETA DE ESPIRA
(1529), pero donde no se alcanzó ningún acuerdo con los protestantes. Un año
después el luteranismo fue condenado en la DIETA DE AUGSBURGO (1530) y los
protestantes respondieron con la formación de la LIGA ESMALCADA (1530).
En
1547 los protestante de la Liga son derrotados en MÜHLBERG, pero la victoria no
sirvió para resolver la cuestión estallando una nueva sublevación capitaneada
por Mauricio de Sajonia. En la DIETA DE AUGSBURGO de 1555 los protestantes
acordaron la libertad religiosa de los Estados y Carlos I hubo de aceptar
aquella solución en la PAZ RELIGIOSA DE AUGSBURGO, que daba a Alemania un
respiro pero en la que el catolicismo perdió la mitad de Alemania y la unidad religiosa
del Imperio quedó rota.
En
1556 Carlos I abdicó y su hijo FELIPE II (1556-1598) se convertía en el monarca más
poderoso de su tiempo, heredando España, Países Bajos, Borgoña, Italia y
América. Sin embargo los territorios imperiales fueron desligados de la
Monarquía Hispánica, quedando ahora bajo el gobierno de Fernando de Austria,
hermano de Carlos I, que fue reconocido Emperador en 1558.
Felipe II fue
un hombre reservado, de costumbres austeras, enemigo del lujo, burócrata y rey
de despacho. Fijó la capital en Madrid, aunque su residencia favorita fue el
monasterio-palacio de San Lorenzo del Escorial, que él mismo mandó construir.
Su reinado estuvo salpicado por numerosos acontecimientos como el
recrudecimiento de la lucha contra el protestantismo y el Islam, la misteriosa
muerte del príncipe Don Carlos, o la conspiración de Antonio Pérez, que dieron
forma a la “Leyenda Negra” que en torno a su figura se creó.
Durante su
reinado se estimuló aún más las persecuciones religiosas, produciéndose un
recrudecimiento del vigor inquisitorial en la lucha contra el Protestantismo, a
lo que responden los “Autos de Fe de Valladolid y Sevilla” (1559-1562), y
contra el Islam. En 1567 Felipe II agravó las medidas contra los moriscos,
prohibiendo el empleo de la lengua árabe y de cualquier expresión de su
religión y cultura, entre otras medidas. El malestar se extendió hasta culminar
con la REBELIÓN DE LOS MORISCO (1568-1571) en las Alpujarras, bajo la dirección
primero de Hernando de Valor, que adoptó el nombre de Aben Humeya, y
posteriormente de Aben Aboo. Los sublevados fueron vencidos por las tropas de Juan
de Austria en 1571.
El
Príncipe DON CARLOS (1545-1568), hijo de Felipe II y de su primera esposa y prima
María Manuela de Portugal, estaba aquejado de evidentes signos de anormalidad
física y mental. El Príncipe quiso ser nombrado Gobernador de Flandes y ante la
negativa del rey, debido a su incapacidad, comenzó un distanciamiento con
respecto a su progenitor proyectando fugarse a Holanda y entablar contactos con
los rebeldes flamencos. Felipe II se hizo eco de los planes de su hijo, trató
de impedir que la Corona de España pasara a don Carlos y en 1568 lo mandó a
prisión, muriendo ese mismo año en circunstancia que se desconocen, hecho que
avivó su “Leyenda Negra”.
Otro
acontecimiento importante fue la conspiración de ANTONIO PÉREZ. Protegidos por
el Secretario Rui Gómez de Silva (Príncipe de Éboli), Antonio Pérez llegó a ser Secretario de Felipe II y Juan de
Escobedo de Juan de Austria, gobernador de los Países Bajos. Antonio Pérez se
unió a la Princesa de Éboli para llevar a cabo una labor de venta de secretos
de Estado. Este delito se agravó con el asesinato de Juan de Escobedo ante el
temor de que hubiera descubierto la trama y la relación de ambos. En 1579
Felipe II dictó la orden de prisión de Antonio Pérez, quien se fugó de la cárcel
de Madrid en 1590. Fue perseguido hasta Aragón, pero aquí invocó su condición
de aragonés, haciéndose pasar por víctima de los desafueros del rey y uniendo
su causa a la del respeto a los fueros, hecho que soliviantó a su favor al
pueblo aragonés. El monarca ordenó la invasión de Aragón y Antonio Pérez huyó a
Francia. En 1594 escribió sus “Relaciones”, texto que atacaba a Felipe II base
de la “Leyenda Negra” y en 1611 moría en París.
La base de la política
exterior de Felipe II fue el conservar su imperio y no el de aumentarlo,
así como defender la religión católica frente a la Reforma y el Islam.
Los
primeros años de reinado de Felipe II se caracterizaron por una gran amistad
con INGLATERRA gracias a su matrimonio con la reina María Tudor. Este
matrimonio fue contemplado en FRANCIA como una gran amenaza, y en respuesta Enrique
II se alió con el sultán turco, apoyó las pretensiones de Isabel Tudor al trono
inglés, y rompió la Tregua de Vaucelles (1556) atacando Nápoles, Orán y
Pamplona. Pese al esfuerzo francés la victoria cayó del lado español tras las batallas
de SAN QUINTÍN y GRAVELINAS (1558). Sin embargo en un lapso de tiempo de dos
años, entre 1558 y 1559, se produjeron varios acontecimientos que supusieron un
giro importante en la política internacional de la época y en las relaciones
entre España, Inglaterra y Francia.
En
1558 fallecía María Tudor y su sucesión por Isabel I (1558-1603) deterioró las
relaciones entre España e Inglaterra. El avance del protestantismo bajo la
forma anglicana y los continuos ataques corsarios, ambos aspectos apoyados por
la nueva reina, hicieron inevitable una guerra de claro carácter pirático en la
que destacó Francis Drake.
Por
otro lado en 1559 se firmó la PAZ DE CATEAU-CAMBRÉSIS por la cual
Francia renunciaba a Saboya y a sus pretensiones sobre Italia; devolvía a Génova
las posesiones tomadas en Córcega; y renunciaba a Flandes devolviendo las
plazas de Trumulla, Mariemburgo, Yvoy y Hesdin, aunque recuperando San Quintín,
Le Chalet y Ham. Finalmente se acordó el matrimonio entre Felipe II, viudo de
María Tudor, con Isabel de Valois, hija del rey francés. Este mismo año
fallecía Enrique II y España alcanzaba el clímax de su hegemonía política y
diplomática gracias a la tutela ejercida por Felipe II sobre los reyes
franceses Francisco II y Carlos IX.
Estos
acontecimientos permitieron una colaboración entre España y Francia impensable
años antes, y proporcionaban a España una posición hegemónica a nivel
internacional a la que solo podía hacer frente Inglaterra.
Sin embargo
progresivamente fue recuperándose el equilibrio internacional debido a diversos
problemas internos que sacudieron los dominios españoles.
En los PAÍSES BAJOS
miembros de la alta nobleza flamenca iniciaron una serie de reivindicaciones de
autonomía y exigieron mayor tolerancia religiosa para los calvinistas, algo
rechazado en Madrid. Nobles y calvinistas se unieron en un frente común y,
dirigidos por el Conde de Egmont y el príncipe Guillermo de Orange, hicieron
estallar en 1566 los “Motines Iconoclastas” en Amberes. Felipe II envió a
Flandes al Duque de Alba, imponiendo un régimen autoritario que trató de
eliminar la oposición rebelde introduciendo el “Consejo de Tumultos”,
institución que mandó ejecutar al Conde de Egmont (1568). Tras una fuerte
contraofensiva Guillermo de Orange tomó la ciudad de Brill y cortó las rutas de
comunicación españolas, mientras que la bancarrota del Estado español de 1575
impidió el pago a las tropas, que terminaron revelándose y saqueando la ciudad
de Amberes. Pese a todo, a medida que avanzaba el conflicto se acentuaba la división
en las filas flamencas, entre el sur católico y el norte calvinista liderado
por Guillermo de Orange, debilidad aprovechada por Alejandro Farnesio para
firmar con las provincias del sur la “Unión de Arras” (1579), que volvían a
aceptar la soberanía española. No obstante las provincias norteñas de Holanda y
Zelanda no pudieron ser sometidas, uniéndose en el calvinismo y defendiendo su
independencia en la “Unión de Utrecht”.
La
pacificación del sur de Flandes vino acompañada de otros éxitos rotundos para
España como fue la victoria sobre la armada turca en LEPANTO (1571) y la anexión
de PORTUGAL tras la muerte sin herederos del rey Sebastián (1578). Felipe II y
Antonio, prior de Crato, ambos nietos de Manuel I de Portugal, defendieron sus
derechos al trono portugués. Antonio fue derrotado y en 1581 Felipe II era
reconocido rey, a cambio de respetar la autonomía política de Portugal y de no
nombrar ni un solo funcionario español.
Vencida
la armada turca, anexionado Portugal y pacificado el sur de Flandes, Felipe II
centró su mirada en Inglaterra, donde Isabel I y los piratas ingleses había
apoyado enérgicamente a los rebeldes holandeses y habían hostigado
constantemente las costas españolas. El monarca optó por terminar con esta
situación invadiendo Inglaterra. Una gran flota de 130 naves fue puesta bajo
las órdenes del inexperto Duque de Medina Sidonia y zarpó de Lisboa en 1588. La
“Felicísima Armada”, más conocida como “Armada Invencible”, fue atacada y
vencida finalmente por la flota inglesa, desapareciendo la supremacía naval
española.
Paralelamente
a todos estos acontecimientos políticos y militares, en los que España había
obtenido resultados dispares, la influencia española sobre la corte francesa
comenzó a declinar durante el reinado de Enrique III. Especialmente tras las
alianzas del rey francés con los protestantes ingleses y alemanes, con los
turcos, y tras la boda de su hermana Margarita de Valois con el calvinista Enrique
de Borbón, quien fue declarado heredero al trono francés. En 1589 Enrique de
Borbón fue coronado como Enrique IV, finalizando la dinastía Valois e iniciando
la dinastía Borbón. La oposición española en apoyo a los católicos franceses
fue notable y Enrique IV debió abjurar el calvinismo. Ante esta nueva situación
se firmó la PAZ DE VERVINS (1598) por la que Felipe II reconocía a
Enrique IV como rey de Francia a la vez que ratificaba los puntos tratados en
la Paz de Cateau-Cambrésis, pero donde España devolvía algunas plazas tomadas
en Picardía, región del norte de Francia frontera con Flandes (Cales,
Ardres, Monthulin, Durlans, la Chapela o Chastelet) y de Bretaña
(Blavet).
Tas
la firma de la Paz de Vervins (1598) con Francia Felipe II decidió solucionar el
problema de los Países Bajos, abdicando su soberanía en su hija Isabel Clara
Eugenia y el archiduque Alberto de Austria. Las provincias del sur aceptaron la
abdicación pero no así las del norte que persistieron, tras la muerte de Felipe
II en 1598, en su independencia.
TRABAJO REALIZADO POR: Antonio Manuel Leal Madroñal
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