martes, 3 de julio de 2012

LA MONARQUÍA HISPÁNICA "LOS AUSTRIAS" S. XVI-XVII

los Austrias mayores



III – LOS AUSTRIAS MAYORES Y LA HEGEMONÍA ESPAÑOLA DEL S.XVI.

            Los reinados de Carlos I (1517-1556) y Felipe II (1556-1598), reconocidos comúnmente como los Austrias Mayores, suponen el período de hegemonía política y militar de España, en el que se conformó y mantuvo un enorme Imperio.

CARLOS I (1517-1556), primogénito de Juana I y del Archiduque Felipe de Austria, inició la Casa de Austria en el trono español recogiendo en su persona la herencia de unos dominios inmensos. De Isabel I de Castilla (abuela materna) heredó Castilla y los territorios de América; de Fernando II de Aragón (abuelo materno) heredó la Corona de Aragón, Nápoles, Cerdeña y Sicilia; de María de Borgoña (abuela paterna) heredó los Países Bajos y el Franco Condado; y del Emperador Maximiliano I (abuelo paterno) heredó los dominios de los Habsburgo en Austria, Estiria, Coarintia, Tirol y Voralberg, así como derechos sobre el Ducado de Milán y el título de Emperador.

En 1519 recibió la noticia de la muerte de su abuelo Maximiliano I y de su elección como Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Las nuevas obligaciones imperiales asumidas determinaron un recrudecimiento de su política económica, traducida en subida de impuestos y en la convocatoria de las Cortes de Castilla con objeto de obtener Servicios para hacer frente a los gastos. Esta política generó gran agitación y, apenas dejaba España para ser coronado Emperador en Aquisgrán (1520), las ciudades castellanas y valencianas iniciaban sendos movimientos revolucionarios conocidos como “Las Comunidades” en Castilla y “Las Germanías” en el Reino de Valencia y Mallorca.
           
Las razones de estas revueltas radican en la oposición de las ciudades, comerciantes, artesanos y campesinos a la nueva dirección que estaba tomando la política imperial. Aspectos como el apoyo de la Corona al asedio nobiliario sobre las tierras y rentas de las ciudades, incentivando el paso de tierras municipales a jurisdicción señorial; la tendencia a incentivar la ganadería y el comercio lanero frente a los intereses de centros manufactureros como Segovia y Toledo; o la continua injerencia de la Monarquía en el sistema foral y municipal del Reino de Valencia y Mallorca; fueron determinantes para el estallido de las revueltas.

Este amplio frente antiseñorial presentó un programa político cuya piedra angular era un mayor protagonismo de las Cortes en la dirección de la vida pública, facilitar el acceso al gobierno municipal a los representantes de los gremios artesanos, sanear la administración pública mediante la rebaja de los salarios municipales y la sobriedad del gasto, y la abolición de los impuestos sobre el tráfico comercial.

El movimiento de las Comunidades castellanas se inició en Segovia bajo la dirección de Juan Bravo y de la Junta Santa de Ávila presidida por Pedro Lasso de la Vega, pero fueron finalmente vencidos en la batalla de VILLALAR (1521). La lucha continuó a causa de las Germanías de Valencia y Mallorca dirigidas por Vicente Peris. Los sublevados tomaron Játiva y Gandía en 1521, alcanzando el movimiento su máximo apogeo en el llamado “Verano del Miedo” de ese mismo año, pero las tropas reales terminaron imponiéndose en Valencia y Mallorca (1522) llevando a cabo una dura represión, junto con la confiscación de bienes y la imposición de fuertes contribuciones a las principales plazas agermanadas.
            Se ha discutido mucho sobre si la política exterior de Carlos I se inspiró en la concepción humanística de una “Monarquía Universal” ó en la tradicional castellana de un “Imperio Cristiano”. En cualquier caso, en la política exterior de Carlos I es difícil separar aquellas directrices derivadas de su condición de Emperador de aquellas derivadas de su condición de Rey de España.

            FRANCIA fue sin duda el gran rival de la Monarquía Hispánica durante el s.XVI debido a sus aspiraciones sobre territorios españoles como los Países Bajos, la Navarra española, el Rosellón y los territorios italianos. Francisco I (1497-1547) de Francia invadió Luxemburgo y la Navarra española en 1521, pero las tropas imperiales terminarían imponiéndose en el Ducado de Milán venciendo en las batallas de BICCOCA (1522) y PAVÍA (1525), donde el propio Francisco I fue hecho prisionero. Con la firma del TRATADO DE MADRID (1526) Francisco I recuperaba su libertad, pero a cambio renunciaba a sus pretensiones sobre Italia y Flandes; devolvía Borgoña y los territorios imperiales ocupados; y entregaba dos de sus hijos como rehenes para asegurar el cumplimiento del tratado. Al poco de ser puesto en libertad Francisco I rechazó el cumplimiento del Tratado de Madrid, especialmente la devolución de Borgoña.

            En Italia se gestó la idea de que el Emperador, poseedor de Nápoles, Milán y Piamonte, proseguiría la ocupación de toda Italia, creándose en 1526 la LIGA DEL COGNAC conformada por la Santa Sede, Francisco I, Venecia y Génova. Tras las primeras victorias españolas, el saco de Roma de 1527 y la nueva alianza entre Carlos I y la República de Génova de Andrea Doria, a cambio de su independencia y privilegios mercantiles, Francisco I se vio obligado a firmar la PAZ DE CAMBRAI ó DE LAS DAMAS (1529). En esta Carlos I renunciaba a sus pretensiones sobre los territorios franceses del Ducado de Borgoña y liberaba a los hijos del rey francés, mientras que Francisco I renunciaba a sus aspiraciones sobre Milán, Génova, Nápoles, Flandes, Artois, Hesdin y Tournai.

            En 1535 Francisco I volvió a reclamar sus derechos al Ducado de Milán e invadió Saboya y Piamonte (1536).  Carlos I invadió Provenza y se interpuso entonces la mediación del Papa Pablo III quien logró que ambos monarcas firmasen la TREGUA DE NIZA (1538) mediante la cual la resolución del conflicto quedaba inconclusa. La guerra se desencadenó nuevamente cuando los embajadores franceses, que iban a ratificar su alianza con Venecia y Turquía, fueron asesinados al pasar por Milán. Francisco I declaró la guerra y Carlos I reforzó su alianza con Enrique VIII de Inglaterra. Mientras el rey inglés cruzaba el canal y atacaba Boulonge donde fue bloqueado en 1544, Carlos I invadía Francia por la Champaña tomando Saint-Dizier y Château-Thierry. La derrota francesa y la crisis económica de España motivaron la firma de la PAZ DE CREPY (1544) en la que Francisco I renunció a sus pretensiones sobre Nápoles, Sicilia, Milán, Flandes y Artois, devolvía el Piamonte, y cedía a España los ducados de Güeldres y Zutphen. A cambio Carlos I abandonaba la Champaña francesa.

            Enrique II (1547-1559), sucesor de Francisco I, formó alianza con los protestantes alemanes liderados por Mauricio de Sajonia, e invadió Lorena apoderándose de Metz y Verdún en 1552. Se puso fin momentáneamente a esta guerra con la TREGUA DE VAUCELLES (1556), por la que ambos contendientes mantenían sus conquistas y dejaban el conflicto sin resolver, razón por la cual la guerra proseguiría tras la abdicación del Emperador y el ascenso al trono de Felipe II en 1556.
            El otro aspecto importante al que Carlos I debió hacer frente fue el problema PROTESTANTE y la lucha de Martín Lutero contra el Catolicismo desde 1520. Carlos I citó a Lutero a la DIETA DE WORMS en 1521 pero no consiguió que se retractase, por lo que lo condenó y desterró, encontrando asilo en Wüzburgo bajo la protección de Federico de Sajonia.
            Su hermano Fernando de Austria, a quien el Emperador entregó la regencia del Imperio, trató de evitar la guerra religiosa convocando la DIETA DE ESPIRA (1529), pero donde no se alcanzó ningún acuerdo con los protestantes. Un año después el luteranismo fue condenado en la DIETA DE AUGSBURGO (1530) y los protestantes respondieron con la formación de la LIGA ESMALCADA (1530).
            En 1547 los protestante de la Liga son derrotados en MÜHLBERG, pero la victoria no sirvió para resolver la cuestión estallando una nueva sublevación capitaneada por Mauricio de Sajonia. En la DIETA DE AUGSBURGO de 1555 los protestantes acordaron la libertad religiosa de los Estados y Carlos I hubo de aceptar aquella solución en la PAZ RELIGIOSA DE AUGSBURGO, que daba a Alemania un respiro pero en la que el catolicismo perdió la mitad de Alemania y la unidad religiosa del Imperio quedó rota.

            En 1556 Carlos I abdicó y su hijo FELIPE II (1556-1598) se convertía en el monarca más poderoso de su tiempo, heredando España, Países Bajos, Borgoña, Italia y América. Sin embargo los territorios imperiales fueron desligados de la Monarquía Hispánica, quedando ahora bajo el gobierno de Fernando de Austria, hermano de Carlos I, que fue reconocido Emperador en 1558.

Felipe II fue un hombre reservado, de costumbres austeras, enemigo del lujo, burócrata y rey de despacho. Fijó la capital en Madrid, aunque su residencia favorita fue el monasterio-palacio de San Lorenzo del Escorial, que él mismo mandó construir. Su reinado estuvo salpicado por numerosos acontecimientos como el recrudecimiento de la lucha contra el protestantismo y el Islam, la misteriosa muerte del príncipe Don Carlos, o la conspiración de Antonio Pérez, que dieron forma a la “Leyenda Negra” que en torno a su figura se creó.

Durante su reinado se estimuló aún más las persecuciones religiosas, produciéndose un recrudecimiento del vigor inquisitorial en la lucha contra el Protestantismo, a lo que responden los “Autos de Fe de Valladolid y Sevilla” (1559-1562), y contra el Islam. En 1567 Felipe II agravó las medidas contra los moriscos, prohibiendo el empleo de la lengua árabe y de cualquier expresión de su religión y cultura, entre otras medidas. El malestar se extendió hasta culminar con la REBELIÓN DE LOS MORISCO (1568-1571) en las Alpujarras, bajo la dirección primero de Hernando de Valor, que adoptó el nombre de Aben Humeya, y posteriormente de Aben Aboo. Los sublevados fueron vencidos por las tropas de Juan de Austria en 1571.

            El Príncipe DON CARLOS (1545-1568), hijo de Felipe II y de su primera esposa y prima María Manuela de Portugal, estaba aquejado de evidentes signos de anormalidad física y mental. El Príncipe quiso ser nombrado Gobernador de Flandes y ante la negativa del rey, debido a su incapacidad, comenzó un distanciamiento con respecto a su progenitor proyectando fugarse a Holanda y entablar contactos con los rebeldes flamencos. Felipe II se hizo eco de los planes de su hijo, trató de impedir que la Corona de España pasara a don Carlos y en 1568 lo mandó a prisión, muriendo ese mismo año en circunstancia que se desconocen, hecho que avivó su “Leyenda Negra”.
            Otro acontecimiento importante fue la conspiración de ANTONIO PÉREZ. Protegidos por el Secretario Rui Gómez de Silva (Príncipe de Éboli), Antonio Pérez llegó  a ser Secretario de Felipe II y Juan de Escobedo de Juan de Austria, gobernador de los Países Bajos. Antonio Pérez se unió a la Princesa de Éboli para llevar a cabo una labor de venta de secretos de Estado. Este delito se agravó con el asesinato de Juan de Escobedo ante el temor de que hubiera descubierto la trama y la relación de ambos. En 1579 Felipe II dictó la orden de prisión de Antonio Pérez, quien se fugó de la cárcel de Madrid en 1590. Fue perseguido hasta Aragón, pero aquí invocó su condición de aragonés, haciéndose pasar por víctima de los desafueros del rey y uniendo su causa a la del respeto a los fueros, hecho que soliviantó a su favor al pueblo aragonés. El monarca ordenó la invasión de Aragón y Antonio Pérez huyó a Francia. En 1594 escribió sus “Relaciones”, texto que atacaba a Felipe II base de la “Leyenda Negra” y en 1611 moría en París.

La base de la política exterior de Felipe II fue el conservar su imperio y no el de aumentarlo, así como defender la religión católica frente a la Reforma y el Islam.

            Los primeros años de reinado de Felipe II se caracterizaron por una gran amistad con INGLATERRA gracias a su matrimonio con la reina María Tudor. Este matrimonio fue contemplado en FRANCIA como una gran amenaza, y en respuesta Enrique II se alió con el sultán turco, apoyó las pretensiones de Isabel Tudor al trono inglés, y rompió la Tregua de Vaucelles (1556) atacando Nápoles, Orán y Pamplona. Pese al esfuerzo francés la victoria cayó del lado español tras las batallas de SAN QUINTÍN y GRAVELINAS (1558). Sin embargo en un lapso de tiempo de dos años, entre 1558 y 1559, se produjeron varios acontecimientos que supusieron un giro importante en la política internacional de la época y en las relaciones entre España, Inglaterra y Francia.
            En 1558 fallecía María Tudor y su sucesión por Isabel I (1558-1603) deterioró las relaciones entre España e Inglaterra. El avance del protestantismo bajo la forma anglicana y los continuos ataques corsarios, ambos aspectos apoyados por la nueva reina, hicieron inevitable una guerra de claro carácter pirático en la que destacó Francis Drake.
            Por otro lado en 1559 se firmó la PAZ DE CATEAU-CAMBRÉSIS por la cual Francia renunciaba a Saboya y a sus pretensiones sobre Italia; devolvía a Génova las posesiones tomadas en Córcega; y renunciaba a Flandes devolviendo las plazas de Trumulla, Mariemburgo, Yvoy y Hesdin, aunque recuperando San Quintín, Le Chalet y Ham. Finalmente se acordó el matrimonio entre Felipe II, viudo de María Tudor, con Isabel de Valois, hija del rey francés. Este mismo año fallecía Enrique II y España alcanzaba el clímax de su hegemonía política y diplomática gracias a la tutela ejercida por Felipe II sobre los reyes franceses Francisco II y Carlos IX.
Estos acontecimientos permitieron una colaboración entre España y Francia impensable años antes, y proporcionaban a España una posición hegemónica a nivel internacional a la que solo podía hacer frente Inglaterra.

Sin embargo progresivamente fue recuperándose el equilibrio internacional debido a diversos problemas internos que sacudieron los dominios españoles.

En los PAÍSES BAJOS miembros de la alta nobleza flamenca iniciaron una serie de reivindicaciones de autonomía y exigieron mayor tolerancia religiosa para los calvinistas, algo rechazado en Madrid. Nobles y calvinistas se unieron en un frente común y, dirigidos por el Conde de Egmont y el príncipe Guillermo de Orange, hicieron estallar en 1566 los “Motines Iconoclastas” en Amberes. Felipe II envió a Flandes al Duque de Alba, imponiendo un régimen autoritario que trató de eliminar la oposición rebelde introduciendo el “Consejo de Tumultos”, institución que mandó ejecutar al Conde de Egmont (1568). Tras una fuerte contraofensiva Guillermo de Orange tomó la ciudad de Brill y cortó las rutas de comunicación españolas, mientras que la bancarrota del Estado español de 1575 impidió el pago a las tropas, que terminaron revelándose y saqueando la ciudad de Amberes. Pese a todo, a medida que avanzaba el conflicto se acentuaba la división en las filas flamencas, entre el sur católico y el norte calvinista liderado por Guillermo de Orange, debilidad aprovechada por Alejandro Farnesio para firmar con las provincias del sur la “Unión de Arras” (1579), que volvían a aceptar la soberanía española. No obstante las provincias norteñas de Holanda y Zelanda no pudieron ser sometidas, uniéndose en el calvinismo y defendiendo su independencia en la “Unión de Utrecht”.

            La pacificación del sur de Flandes vino acompañada de otros éxitos rotundos para España como fue la victoria sobre la armada turca en LEPANTO (1571) y la anexión de PORTUGAL tras la muerte sin herederos del rey Sebastián (1578). Felipe II y Antonio, prior de Crato, ambos nietos de Manuel I de Portugal, defendieron sus derechos al trono portugués. Antonio fue derrotado y en 1581 Felipe II era reconocido rey, a cambio de respetar la autonomía política de Portugal y de no nombrar ni un solo funcionario español.

            Vencida la armada turca, anexionado Portugal y pacificado el sur de Flandes, Felipe II centró su mirada en Inglaterra, donde Isabel I y los piratas ingleses había apoyado enérgicamente a los rebeldes holandeses y habían hostigado constantemente las costas españolas. El monarca optó por terminar con esta situación invadiendo Inglaterra. Una gran flota de 130 naves fue puesta bajo las órdenes del inexperto Duque de Medina Sidonia y zarpó de Lisboa en 1588. La “Felicísima Armada”, más conocida como “Armada Invencible”, fue atacada y vencida finalmente por la flota inglesa, desapareciendo la supremacía naval española.

            Paralelamente a todos estos acontecimientos políticos y militares, en los que España había obtenido resultados dispares, la influencia española sobre la corte francesa comenzó a declinar durante el reinado de Enrique III. Especialmente tras las alianzas del rey francés con los protestantes ingleses y alemanes, con los turcos, y tras la boda de su hermana Margarita de Valois con el calvinista Enrique de Borbón, quien fue declarado heredero al trono francés. En 1589 Enrique de Borbón fue coronado como Enrique IV, finalizando la dinastía Valois e iniciando la dinastía Borbón. La oposición española en apoyo a los católicos franceses fue notable y Enrique IV debió abjurar el calvinismo. Ante esta nueva situación se firmó la PAZ DE VERVINS (1598) por la que Felipe II reconocía a Enrique IV como rey de Francia a la vez que ratificaba los puntos tratados en la Paz de Cateau-Cambrésis, pero donde España devolvía algunas plazas tomadas en Picardía, región del norte de Francia frontera con Flandes (Cales, Ardres, Monthulin, Durlans, la Chapela o Chastelet) y de Bretaña (Blavet).

            Tas la firma de la Paz de Vervins (1598) con Francia Felipe II decidió solucionar el problema de los Países Bajos, abdicando su soberanía en su hija Isabel Clara Eugenia y el archiduque Alberto de Austria. Las provincias del sur aceptaron la abdicación pero no así las del norte que persistieron, tras la muerte de Felipe II en 1598, en su independencia.


TRABAJO REALIZADO POR: Antonio Manuel Leal Madroñal
 

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