domingo, 25 de diciembre de 2011

Los cines públicos gaditanos.

plaza de San Antonio


Ya en el verano de 1907, Francisco Escudero montó su barracón cinematográfico en la plaza de San Juan de Dios, por concurso público promovido por el Ayuntamiento, la verdadera novedad se produjo al verano del año siguiente.

El 21 de julio de 1908, en la plaza de San Antonio, se inauguro una forma de espectáculo cinematográfico que ya se repetiría, interrumpidamente, todos los veranos.


En la ciudad de Cádiz existía una institución benéfica, el Asilo de la Infancia y Casa de Maternidad, que tenía concedida la explotación del servicio de sillas que se ponían en la vía pública con diferentes motivos, carnavales, paseos, veladas, semana santa, etc., lo cual provocó una vinculación estrecha entre esta institución y el cinematógrafo.

Al segundo año de instalarse este cinematógrafo público, en 1909, ya comienzan, los problemas, los críticos y las controversias. La verdad es que no se necesitaba mucho en su instalaciones: un telón blanco sostenido por dos palos, que durante el día permanecía enrollada, una caseta de corte playero, alzada sobre una plataforma donde se guardaba la maquina que proyectaba, y el espacio intermedio ocupado por las sillas para el público que se extendían al anochecer y se recogían al terminar el espectáculo, para no estorbar la circulación. Todo el recinto se cerraba con una cuerda sostenida por palos y cuatro altas farolas lo iluminaba en los intermedios.

El espectáculo de cinematógrafo al aire libre, había que saberlo llevar, porque el éxito no estaba asegurado.

El cinematógrafo que instaló D. Pedro González Santiago en la plaza del Mercado de la Libertad, sólo duró cuatro noches, por motivo de que el público no acudía en la proporción necesaria.

En cambio, el Cine Público de la plaza de la Constitución iba sobre rueda, para bien del público, el empresario y el Asilo, ya que esta institución benéfica ingresó en el verano de 1909 por este concepto 3308,70pts.

El carácter público de este cine le venía fundamentalmente por no estar dentro de ningún recinto y, por tanto, pudiéndose ver gratuitamente por todas las personas que estuviesen en la plaza, y además por su carácter benéfico social. Naturalmente los espectadores de la buena sociedad, veían el cine sentados en las sillas, mientras que los de la otra sociedad lo veían de pie o sentados en el suelo y las aceras.

En el año 1909, Cádiz Alegre a finales de julio dedicó una serie de artículos, para demostrar que los cinematógrafos públicos son perjudiciales a Cádiz; aunque lo que mejor mostraban era el finó humor gaditano y las circunstancias ideológicas y sociales del momento. Sin embargo, las censura de Cádiz Alegre, más que contra el cine, van contra la inoportunidad del sitio donde se instalan.

También en 1911, es del primero del que se tiene constancia que se celebrasen festivales benéficos, aunque lo más probables es que se celebrasen desde los primeros años; algo que ya sería una constante de los cines públicos. Solían celebrar dos o tres en cada temporada, dedicándose los ingresos íntegros a la Asociación Gaditanas de la Caridad o el Asilo de la Infancia. También se celebraban espectáculos de variedades en un tablado que se colocaba debajo del Telón y el ejército contribuía enviando bandas de música que amenizaban el espectáculo. Esos días la asistencia era mucho mayor en las sillas, y las películas solían estar escogidas a tono con la buena sociedad, que acudía especialmente a esas sesiones. La banda de música al final solía interpretar la patriótica partitura “La batalla de los castillejos”, que terminaba con un tiroteo realista por las azoteas de la plaza y una función de fuego artificiales.

El ambiente de los cines públicos también lo recogía con gracias Bartolomé Lompart “sería un contrasentido decir que el cine público de Cádiz era “mudo”, cuando de la plaza entera trascendía un puro clamor de voces y pregones. Por lo pronto una autentica caja de sonoridad era el semicírculo de espectadores gratuitos que se formaba tras el telón para ver por trasparencia la cinta. Este sistema tenía el inconveniente de que los rótulos o lecturas que explicaban el desarrollo del argumento, se veía desde allí al revés, circunstancias que no solía molestar demasiado a estos espectadores porque la mayoría de ello no sabía leer. Este público, compuesto mayormente por chiquillos en cuanto el comienzo se retrasaba gritaba a coro:-¡Échalo Mates! ¡Échalo Mate!

Por otra parte y durante toda la noche la plaza era un puro clamor de pregones conocidos de todos los gaditanos “Acerolas blancas y colorá, “El pirulí de la Habana, rico caramelo”! “¡Agüiti fresquiti” “¡Helado mantecado!” “¡Al fresco higo de Jerez…!”

Al cine mudo de Cádiz le salían voces por todas partes.

A veces, de la vecina parroquia de San Antonio salía el Santo Viático, circunstancia que se anunciaba con un toque de campanas. En ese momento se interrumpía la proyección, se encendían las luces de la plaza y un cocheberlina, se acercaba en piadosa ofrenda con los faroles encendidos a la puerta de la iglesia para recibir al sacerdote, permaneciendo el público en respetuoso silencio mientra el cortejo hacía su recorrido hasta perdece en una esquina. A la vuelta se repetía la escena hasta el ingreso en el templo.

La inauguración de la temporada veraniega, el 15 de julio de 1928, los Cines Públicos se habían instalado ese año en las plazas de Méndez Núñez y Isabel II.

En el año 1930, los cines ya establecidos en la plaza de Guerra Jiménez y la Merced, apareció en D.C, el 13 de julio, un anuncio en el que al Asilo gaditano también sacaba a concurso la exclusiva para la venta en los Cines Públicos de agua, caramelos y helados. Las casas se iban ordenando y el cinematógrafo no escapaba de ese moderno afán.

NOTICIA QUE SALIO EN PRENSA LOCAL EN 1924

El cine de la plaza de San Antonio es una molestia por sus malos olores

Las molestias que sufre el público que asiste al cine pueden ser superadas con una leve reforma.

Cádiz/julio. Resulta contra todas las reglas de la higiene el espectáculo veraniego del cine en la plaza de San Antonio.
Actualmente está la pantalla en el centro de la plaza, mirando hacia la calle Ancha.
A costa de muy poco dinero y con muy buena voluntad podría hacerse una reforma con la empresa arrendataria podría salir beneficiada y el público será atendido como corresponde.
Las molestias que hoy se soportan son el mal olor característico de las grandes aglomeraciones de gente que no se lava, unos por hidrofobia y otros por que los grifos no tiene agua: lo cierto es que hay gases de muy mal olor que se hacen insoportables.
Unen sus aromas gratos los que provienen de las paradas de coches y urinarios y a esas molestias se suman las provocadas por los empujones de las gentes que tratan de acomodarse.
Se podría arreglar cambiando el telón al centro de la plaza en el sentido trasversal y llevando lo más cerca posible de la fachada del Casino en la forma del esquema.
Como la plaza no circula vehículos, no se perturba la comodidad de los transeúntes y durante el día pueden replegarse las sillas a uno de sus lados.
Así desde la cuerda que limita el cine no llegan malos olores y no hay aglomeraciones que molesten a quienes ven el cine.


plano de la reforma que se propone en la plaza de San Antonio

domingo, 18 de diciembre de 2011

El Submarino “Peral” made in Cádiz

El submarino Peral

La construcción del submarino “Peral” fue ordenado por R.D. de 20 de abril de 1887. Se iniciaron los trabajos el 23 de octubre de dicho año en la grada número 5 del arsenal de la Carraca. La quilla le fue colocada en 1 de enero de 1888, siendo botado el 8 de septiembre siguiente. La dotación se componía del comandante, tres oficiales, tres operarios de Maestranza y cinco marineros. Las primeras pruebas se realizaron el 25 de diciembre de 1888, siguiéndole otras en marzo de 1889 en el arsenal. Las de velocidad y radio de acción, se efectuaron en la bahía de Cádiz con éxito absoluto los días 21 y 22 de mayo de 1890. Además se hizo un simulacro de combate contra el crucero “Cristóbal Colón” al que acompañaron los cañoneros “Salamandra” “Cocodrilo”, vapor “Garibaldi” y Remolcador Nº 1.

Las pruebas de navegación en inmersión y de lanzamiento de torpedo, fueron realizados el 7 de junio siguiente. En esta ocasión, además de los dos cañoneros que participaron en la prueba anterior, acompañaron al submarino el vapor “Reina Cristina”, de la Compañía Trasatlántica, el crucero “Colón”, a bordo del cual iba la comisión científica designada al efecto, así como numerosas personas que presenciaron la prueba desde los botes.

Construido con casco de acero, tenía 21,79m de eslora y 2,87 de diámetro en la cuaderna maestra, con desplazamiento de 77 toneladas en superficie y ocho más en inmersión. Fue el primer submarino del mundo en utilizar la energía de acumuladores eclécticos y realizó ensayos de lanzamiento de torpedo. Actualmente se conserva restaurado, en Cartagena.

sábado, 10 de diciembre de 2011

Terrenos del Rey

calle Benito Perez Galdos (barrio del Balon)

Los terrenos del rey se extendían en los alrededores del Hospital real, entre éste y la ciudad y la ciudad (actualmente plaza de Fragela y la manzana entre éste y la calle Soledad), al norte del Hospital hasta el Baluarte de Candelaria, y al oeste, hasta la muralla. En 1732, constituía una amplia explanada entre la ciudad y el castillo de Santa Catalina, utilizada por las tropas para sus maniobras, y en cuyo centro se ubicaba el Hospital, el antiguo cuartel y almacenes de la Pólvora.

En 1755 se elabora un plano de este sector de la ciudad en el que hace un estudio y distribución de futuro uso de estos terrenos del Rey.

La finalidad del mismo es dar un uso adecuado a las necesidades del momento, definiendo la ordenación total de la zona, no sólo atendiendo las necesidades militares sino coordinándola con las civiles, mediante un auténtico proyecto urbanístico.

Se hace una distribución del terreno aún sin edificar, de la siguiente manera:

Se forma una nueva línea de casa del Mentidero y prolonga la misma hacía poniente. A otro ladote la plaza se prevé el nuevo Pabellón para Ingeniero, luego construido ante el baluarte de Candelaria. A poniente se cierra esta zona del Mentidero con dos cuarteles, hoy edificio universitario.

Los otros dos cuarteles se sitúan hacia el Sur, ante el Castillo de Santa Catalina, formando ángulo recto entre si. El espacio que queda entre ellos y el borde de la ciudad se parcela con trazado minucioso de alineaciones, respetado luego en la construcción de las edificaciones de las calles San Rafael, Rosa, Diego Arias y sus transversales.

Entra estas manzanas y los cuarteles se detallan la zanja de desagüe que salía a la Caleta.

En sentido perpendicular quedaron las prolongaciones de las calles: Rosa, Encarnación, Hospital de Mujeres y Solano. Al norte del Hospital Real se crea la de Santa Rosalía y se prolonga la calle Ángel.

Al dedicar terrenos para viviendas de particulares, se dará configuración definitiva a ka actual plaza del Mentidero y a la zona comprendida entre esta y el Hospital Real.

En 1755, se inician las gestiones oportunas para hacer viable la propuesta de venta de suelo. Al pertenecer al Rey gran parte de estos terrenos, será la Real Junta de Fortificaciones las que, como gestora de los bienes de la Corona, se encargue de la venta de suelos previamente tasados por las personas adecuadas.

Una pieza urbana de gran importancia es la nueva plaza ante el Hospital Real, edificio que existía desde 1688, situándose en lugar apartado del caserío por razones de salubridad, estará a medio camino entre la ciudad y el castillo de Santa Catalina, constituyendo en pieza directriz del desarrollo urbano en una zona vacía hasta entonces.

Al norte del Hospital Real se encontraba el Camposanto, lugar improvisado para los enterramientos en la epidemia de 1648.

Los huertos situados en la zona del Campo Santo, algunos de ellos cultivados no daban frutos suficientes para el abasto de la ciudad. En los espacios incontrolados existente entre sus vallados se ocasionaban desórdenes públicos, limitando al mismo tiempo las zonas expansión y paseo del vecindario.

Para evitar estos inconvenientes se acuerda allanar los huertos, quedando todo el sitio que comprenden hábil para el paseo y tránsito del vecindario. Para que no se perjudique a los dueños de los huertos en explotación, se le garantiza el pago anual de lo que queda ganaban con ellos, indemnizándose a los agricultores que quedaban en los intramuros de la ciudad.

Al allanamiento de los dos huertos situados frente a la puerta principal del Hospital Real, para formar plazuela, se compran a la Comunidad Carmelita de la ciudad y al marqués de Iturbieta.

La reordenación de la zona frente al Hospital Real en 1751. se analiza la conveniencia de situar frente al mismo el nuevo Hospicio de la Caridad. El Rey propone la ubicación del nuevo edificio en los terrenos de realego que hacía el Campo Santo sigue en línea con las casas de la Isleta, acuden al Rey para que no se permita edificar delante del hospital, por estimarlo perjudicial para sus moradores.

La edificación del Hospicio se realizaría posteriormente (1763) en otro lugar, en una zona periférica de la ciudad entre los huertos de Cepeda y la Caleta de Santa Catalina.

La existencia de un espacio vacío ante el Hospital Real, germen de una futura plaza de mayores dimensiones. En las décadas posteriores sigue existiendo una clara intención de planificar la plaza que se está conformando frente al Hospital Real y sus alrededores.

En 1784, el Ayuntamiento ha acordado construir una manzana de casas en la plaza del Hospital. Aunque la iglesia y el Colegio de cirugía se han construido a ambos lados del patio, y la gran distancia que hay de las casas que se proponen fabricar al Hospital.

jueves, 1 de diciembre de 2011

El asalto Anglo-Holandés de 1596


La flota anglo-holandés y la española en aguas de la bahía de Cádiz

En el año 1596 la reina de Inglaterra para enojo del rey de España, hizo a la mar una flota compuesta de 14 de sus reales barcos y cuatro balandros, además de 68 barcos mercantes de guerra, en los cuales se transportaron 6800 soldados, y dieciocho carabelas y barcos rápidos cargados de caballos, víveres y provisiones, bajo el mando conjunto de Charles Howard, barón de Effingham, gran almirante de Inglaterra, y de Robert Devreux, conde de Essex.


Y a petición de su majestad, los Estados de las Provincias Unidas contribuyeron con 18 barcos de guerra y 6 barcos rápidos cargados de municiones y víveres, bajo al mando de Lord Jhon [Van] DuyVenvoord, almirante de Holanda, quien recibió instrucciones de acompañar a la flota de Su Majestad y obedecer a sus generales.


Se consultó que debía intentar la armada real perjudicar al Rey español. Los lords generales propusieron la expedición a Calis en Andalucía, por ser una plaza de gran importancia para el rey, rica y fácil de sorprender. Ofrecía además la posibilidad de saquear Puerto Real, Puerto de Santa María y Jerez, y de apoderarse e incendiar los barcos y galeras que se encontraran en la bahía, en cuyo puerto hay siempre embarcaciones, y desde el cual emprende sus viajes y hace los retornos la flota de las Indias Occidentales, se ordenó, que la flota no atacaría ni se aproximaría a ningún lugar de Portugal o de España, hasta que llegara a Calis; y no se pondría a la vista de la costa hasta llegar a la altura del Cabo Meridional. La flota levó anclas, siguiendo al lord almirante hacia la costa española, con viento más favorable, consultado cómo se aproximarían los almirantes con sus escuadras a la bahía de Cádiz, y cuáles eran los lugares más adecuados de la isla, para desembarcar las campañas de tierra, y la manera de atacar a la ciudad y a los barcos y galeras que estuvieran en la bahía.


La flota, lejos de la costa para no se descubierta, mantuvo el rumbo a Calis, vieron desde el almirante un barco extraño que estaba entre ellos, y que cayó allí inconscientemente esa noche, e hizo todo lo posible para escapar, era un mercantes irlandés de Waterford, que había salido de Calis, disparándole el Ark dos veces, su maestre vino a bordo, en el interrogatorio dio cuenta del estado de la ciudad, que no había en ella indicios o noticias de que la armada inglesa estaba en la costa, ni se sospechaba de un ataque contra la plaza, sino que vivían confiados, con una guarnición, habitualmente escasa.


Que la bahía de Calis estaba lista y equipada una rica flota de barcos mercantes para las Indias, y los armadores del rey se disponían a hacerla a la mar, estando fondeadas algunas galeras frente a la ciudad.


Los generales se alegraron mucho con estas noticias, y esperaban una victoria gloriosa, con mínimas pérdidas, en un repentino e inesperado ataque.


Tras largo debate, se resolvió que lord Essex desembarcaría las tropas primeras, atacando a la ciudad de Cádiz de tal forma que, visto los lugares de desembarco, este debería tener en el más ventajoso.


Tres carabelas, se situaría frente al Puerto de Santa María, para impedir que las galeras entorpecieran a la flota, e impidieran el desembarco de las compañías. Esa mañana, la armada inglesa fue descubierta desde tierra frente a Lagos.


El viento aumento favorablemente, llevando a la flota a la entrada de la bahía de Calis. Se mantuvo la decisión del último Consejo, y la flota fue a anclar frente a la Caleta, entre el fuerte de San Sebastián y el de Santa Catalina, por considerarse el sitio más a propósito para el desembarco del ejército.


Por la tarde el general Essex, seguido del resto de la flota, llevó anclas, echándolas más allá en la Bahía de Calis, donde, a bastante distancia de la flota española, pasó la noche, intercambiando disparos sueltos en el fuerte de San Felipe, y desde los barcos y españoles sobre el Repulse, el Mary-Rose, y el Alcedo, que estaban fondeados más cerca de la flota y fuerte enemigos.


El lord general Essex, anticipó el asalto a la ciudad de Calis, desembarcando de improviso cerca del fuerte del Puntal.


Los holandeses conquistaron sus objetivos, avanzando con sus banderas. El earl envió rápidamente a sus compañías, marchando estas a la orilla sur de la isla, desde donde el enemigo atacó a caballo y a pie, aprovechando la ventaja del terreno más alto, desde el cual dominaban a las tropas inglesas.


Ese lado de la ciudad estaba defendido por un alto muro, que iba de mar a mar, muy fortificado con baluartes, terraplenes, cortinas y contraescarpas; coñones de artillería, todo ello defendido por la guarnición de a caballo y de a pie.


El lord general Essex dividió las fuerzas, enviando una parte de ellas al Puente de Zuazo, para defender ese paso, y evitar que el enemigo desde tierra firme malograra el asalto a la ciudad.


El lord almirante Edward Hoby, y acompañado por lord Thomas Howard y sir Walter Ralegh, desembarcó su regimiento con el resto del ejercito, y avanzó, dentro de la ciudad de Cádiz, sin encontrar resistencia. El lord almirante desembarca al resto del ejército, descuidando la persecución de la flota.


Se izó una bandera de tregua sobre los muros del Castillo de la Ciudad Vieja, y los lords generales concertaron un trato. Después de esto, el corregidor de la ciudad se presentó ante los generales con cinco de las personas más importantes, acordándose que los españoles rendirían inmediatamente el Castillo, y pagaría, en un plazo de 12 días. Después de firmar ambos el acuerdo, el capitán Arthur Savage, comandante de las compañías de Lord Essex, recibió las llaves del Castillo.


Ese día, se rindieron también a la generosidad de los generales, el fuerte de San Felipe, el Priorato, el depósito de municiones y el Ayuntamiento.


Hecho esto, se dio orden de sacar de la ciudad a todos los habitantes. Los de condición más humilde se enviaron, bien escoltados, al Puente de Zuazo, para que pasaran a tierra firme, los de mejor condición, fueron honorablemente tratados y se llevaron a la orilla a embarcar para el Puerto de Santa María, confinándose estas remesas hasta que no quedaron españoles en la ciudad.

Mientras tantos, el corregidor de Calis y los comieres de la Casa de la Contratación, ofrecieron tres millones de ducados para el rescate de la flota, con intención de retrasar el ataque, y poder desembarcar, día y noche, las riquísimas mercaderías, no obstante sus escasos medios. Esto se ordenó por el duque de Medina, durante las negociaciones, siendo incendiada la flota española, quedando definitivamente frustrados los anhelos de los generales de poseer los infinitos caudales consistentes en barcos, mercaderías y municiones.

martes, 15 de noviembre de 2011

Academia de Guardiamarinas


Placa situada en el barrio del Pópulo

Hay quienes afirman que la academia de guardiamarina de Cádiz se fundo en 1717. Existe constancia de que a fines de 1716 su creación estaba decidida.

En la sección de manuscritos del Museo Naval figura una carta, fechada en noviembre de 1716, animando a la juventud a incorporarse al servicio de la Marina, ya que el Rey había determinado restablecer este importante cuerpo. Agregaba que la carrera había que ser de las más sobresalientes en el ramo de las Milicias, serían sujetas distinguidas los que ingresasen en ella.

Fue la compañía una de las obras que creó e impulsó en la Armada la fecunda mente de Patiño. Fue establecida en el Departamento Marítimo de Cádiz, fijando su sede en varías casa contiguas al Ayuntamiento, que se alquilaron para tal fin, enclavadas en el barrio del Pópulo.

La institución comprendía academia, biblioteca y armerías, que se instaló en un caserón perteneciente a la nobleza, y a la “posada” o cuartel, que empezó a funcionar algo más tardes, los guardiamarinas no estaban en un principio acuartelados.

El Ayuntamiento en marzo de 1717, cedió algunas habitaciones contiguas a la Cárcel Real. Hubo además otras ampliaciones a medidas que aumentaba el número de alumnos. En 1754 se ocupó otra casa de la formada de los Villavicencio y la que llamaban “casa del canónigo”.

Todas estas casas alquiladas por la compañía dieron lugar a que la calle donde estaban situadas se conociera como la de “Posada de la Academia”.

En la actual calle de San Antonio Abad, contigua al Ayuntamiento, existía un pequeño arco que era conocido por “arquillo de la academia”.

En el mismo año de la fundación de la compañía de guardiamarinas, y por influencia de Patiño del insigne marino gaditano D. Andrés de Pes, Felipe V, por Real Cédula firmaba en Segovia en mayo, dispuso el traslado a Cádiz de la Casa de Contratación y el Consulado de Indias de Sevilla, que radicaba en esta capital desde enero de 1503, firmado por los Reyes Católicos en Alcalá de Henares. El cometido de dicho organismo era dar mayor impulso a las expediciones ultramarinas.

El 7 de febrero de 1717 ya se contaba con los 37 primeros futuros alumnos. La mayor parte eran vascos y habían embarcado en Pasajes en los navíos “San Luis, “San Fernando”, “San Juan Bautista”, arribando en Cádiz el 13 de mayo, lo que hace pensar pudiesen iniciarse las clase el 15.

El cuerpo de guardiamarinas estaba considerado como tropa de la Casa Real.

El primer guardiamarina de los inscritos en febrero de 1717 fue D. Esteban Reggio y Gravina, príncipe de Yache.

La banda de música con que contaba la compañía era muy popular en Cádiz. Los conciertos que se ofrecían en el Ayuntamiento con ocasiones de las proclamaciones reales, corrían a cargo de ella.

El uniforme lo costeaba el Cuerpo y se renovaba cada dos años. Percibían de sueldo quince escudos de vellón al mes.

Al principio se exigía para ingresar en la academia, prueba de nobleza o ser hijos de militares de empleo no inferior a capitán; pero de estudios sólo se pedía examen de las cuatro reglas. La edad exigida era entre 14 y 18 años. Con estas condiciones se le entregaba la carta orden de guardiamarina. Podrían ingresar sin acreditar cuarteles de nobleza y con más edad, pero en calidad de aventureros. De esta forma ingresaron marinos ilustres.

El mismo año de su creación la compañía opera con tropas de la Casa Real, con las Reales Guardias Españolas y las Valonas, en la compaña de Cerdeña. En agosto de 1717, cien guardiamarinas a las órdenes de Navarro embarcan en el navío Real. Formaba parte de la primera expedición de Alberoni confiada al Marqués de Mari. En menos de dos meses se posesionaron de la isla, distinguiéndose notablemente los cadetes en la ocupación de Caller. Al regresar la expedición se inició un incendio en el navío, poniéndose a prueba en los trabajos para sofocarlo el temple y arrojo de los guardiamarinas.

El Zar Pedro el Grande de Rusia dispuso el traslado a Cádiz de una veintena de aristócratas que iniciasen la plantilla de la Armada Imperial. Una anécdota, uno de ellos, Alejo Bolosens, falleció el 24 de agosto de 1719, mientras cursaba los estudios y parce fue enterado en el Hospital Real, de Cádiz, que por entonces pertenecía a la Marina. En las mismas circunstancias, un par de años antes, en noviembre de 1717, había fallecido el guardiamarina sevillano Juan Manuel Negrete Alcántara, fue inhumado en la Catedral gaditana.

“Las Ordenanzas e Instrucciones que se han de observar en el cuerpo de la Marina de España” julio de 1717, conocidas por “Ordenanzas de Patiño”, trata en capitulo VI, “De los cadetes o Guardia Marinas”, y dice: “ Los cadetes embarcados, se deben principalmente considerar como gente de guerra y parte principal de la que guarnece los navíos; y consiguientemente, deben ejecutar lo mismo, que los soldados, que se hallen en ellos en lo tocantes a guardias, con la sola diferencia del paraje, y forma con que se les mandará ejecutar por los capitanes de los navíos…”

La academia tenía imprenta propia, que presentaba los trabajos más cuidados de la época. Más tarde imprimiría libros tan conocidos como el “Compendio de Navegación para el uso de caballeros guardiamarina”, de Jorge Juan; Aritmética, Geometría y Trigonometría rectilínea; Artillería. En 1790 ya la academia en la Isla, Mazarredo publicaría sus “Lecciones de Navegación”.

El 2 de marzo de 1728, los reyes Felipe V e Isabel de Farnesio, vista Cádiz. Desde el balcón del Ayuntamiento presencia una parada militar. La Compañía de guardiamarinas formaba con otras fuerzas, a la derecha de la guarnición en la Puerta de Tierra y en el desfile realizaron evoluciones y ejercicios de manejo de armas.

La “Posada” tenía pared mediadora con el Ayuntamiento, por cuyo uso se entabló pleito con el conde de Alcudia, hasta que por un reconocimiento pericial se demostró que formaba parte de la antigua muralla, propiedad por tanto de la ciudad.

La posada de la Academia, se conoció más tarde como “Posada del Caballo Blanco”, por estar instalado en ella un teatro para aficionados que llevaba aquella denominación.

Al trasladarse el Departamento a la Isla de León (San Frenando) por decisión de Carlos III, la academia queda instalada en la “Casa del Sacramento.

El destino del primer centro docente militar de España fue. A fines de 1770, al haber aumentado la guarnición de Cádiz, es habilitada la academia para albergar tropas. Al quedar desocupada fue arrendada por un particular.

Al objeto de ampliar el edificio, el Ayuntamiento la adquirió a finales de 1861 la academia que era contigua y posteriormente la posada, parte de cuyo solar fue destinado a vía pública. Finalizaron las obras en 1864.

Plano donde estuvo ubicada la Academia de Guardiamarinas y La Posada de la Academia en el barrio del Pópulo

domingo, 6 de noviembre de 2011

El Cádiz de las artes; su esplendor y decadencia

San Francisco del El Greco

Esta pintura se encuentra en la iglesia de El Hospital de Mujeres de Cádiz. La iglesia es de planta salón, dividida en tres naves por columnas toscanos sobre pedestales. La imagen de Nuestra Señora del carmen que preside el altar mayor desde su hornacina es de candelero (XVIII). La iglesia tiene cinco capillas colaterales: capilla del Nacimiento, capilla de la Inmaculada, capilla de San Cayetano, capilla de Nuestra Señora de las Angustias y la capilla de San Francisco de Así, es la joya de está institución, original y firmada por el Greco. Fue propiedad personal del Obispo Lorenzo Armengual y heredada por su sobrino Bruno quien la trajo de Madrid, llegando a Cádiz en 1747. el Greco consiguió el mejor San Francisco de su vida. Los críticos coinciden en señalar la variada gama de grises que predominan en el cuadro, sin embargo existen pinceladas propias en rostro, manos, los sayales, el cordón y la yedra que ambienta la escena de la selva o bosque.


Cádiz se enorgullece de ser la ciudad viva más antigua de occidente, los clásicos sitúa su fundación en el 1100 a.C., sólo unos años después de la guerra de Troya. Los fenicios, gentes marineras por excelencia, siempre escogía para establecerse, pequeñas islas o península cercanas a la costa, así se situaban sus propias metrópolis. Tiro y Sidon o Cartago, con las que Cádiz tendría estrecha relación. El carácter de pequeña isla va a condicionar el desarrollo urbano de la ciudad hasta nuestros días.


De la importancia de la ciudad nos hablan los innumerables textos clásicos que la citan y los personajes famosos que la visitaron. Este hecho no sólo se debió a motivos políticos o comerciales, sino también a encontrarse en su territorio el Santuario de Hércules, uno de los más famosos de la antigüedad, al que entre otros acudieron los Bárquidas y Julio César.


De cómo pudo ser la configuración urbana del Cádiz púnico y romano poco se puede deducir en la actualidad, aunque por su topografía se puede deducir una serie de datos de gran interés, el hecho de haber estado atravesado el actual casco antiguo de la ciudad por un canal que la dividía en dos islas. Se han descubierto resto de habitaciones con mosaicos y un teatro romano, que debieron pertenecer a la neápolis levantada por los Baldo. Las necrópolis, que han proporcionado gran cantidad de ajuares de interés y algunas piezas excepcionales como los sarcófagos antropoides. Son también un testimonio del nivel cultural que alcanzó Cádiz en la antigüedad.


Los rasgos más antiguos del urbanismo que hoy podemos contemplar en Cádiz, se remonta a los momentos posteriores a la reconquista de la ciudad por Alfonso X el Sabio, hacia 1260.


El rey fue un auténtico impulsor de esperanzadores proyecto, concebidos con el fin de convertir a Cádiz en base de sus aspiraciones imperialista en el Norte de África. Por este motivo le concedió el título de ciudad y la hizo cabecera de diócesis.


El recinto Alfonsín, actual barrio del Pópulo, era de reducido perímetro, rodeado de murallas en tres frentes con puerta en cada una de ellas, y la alcazaba y la catedral situados en el cuarto, sobre el acantilado que se abría al mar.


Sus calles eran apretadas y estrechas con escasez de plazas, como todavía hoy podemos contemplar.


A mediados del siglo XV, la población había desbordado ya las primitivas murallas y se extendía por dos arrabales que crecieron junto a las puertas Este y Oeste el primero en torno a la ermita de Santa María, y el segundo a la de Santiago, frente a la puerta norte que comunica con el mar, principal camino de la ciudad, se dejó un gran espacio, la actual Plaza de San Juan de Dios, donde se celebraban los mercados, se convirtió en el eje de la vida ciudadana, en su gran plaza mayor, posición que ha conservado hasta nuestros días.


El descubrimiento del nuevo continente fue de trascendental importancia para el desarrollo económico gaditano. Esta prosperidad fue la causante de los desgraciados acontecimientos que en 1596 asolaron la ciudad. Un asalto inglés la destruyó casi en su totalidad, ardieron doscientas noventa casas, la Catedral, la casa de la Compañía de Jesús, el monasterio de Santa María y el Hospital de la Misericordia. Tras el asalto inglés, se vivieron auténticos momentos de penuria.


La primera preocupación de los ciudadanos fue la construcción de una serie de defensas, que paliarían la permanente amenaza de ataque exteriores. Las primitivas murallas medievales habían perdido su función al verse desbordadas por el caserío, el levantamiento de un muro en el frente de tierra era insuficiente. Ya Felipe II encargó reforzar los puntos más vulnerables de la isla, pero no se verá culminado hasta bien entrado el siglo XVIII, en el que la ciudad, rodeada de un complejo sistema de baluartes, se convertiría en una de las plazas fuerte más importante del reino, adquiriendo el doble aspecto de mercantil y militar.


El proceso de expansión comercial gaditano se vio culminado cuando en 1717 Felipe V trasladó la Casa de Contratación y Consulado de Indias, con sede hasta entonces en Sevilla.


El nacimiento de la Academia de Nobles Artes en 1789, será el punto de arranque de la formación de un grupo de arquitectos, que harán surgir en Cádiz una de las escuelas neoclásicas más importantes del país. A partir de ahora uniforme, alentada por las nuevas normas urbanisticaza obra de Torcuato Cayón significa un puente entre el tardobarroco y el incipiente clasicismo, convirtiéndose en cabecera de las nuevas directrices neoclásicas.


La arquitectura religiosa centra su actividad en torno a la construcción de una nueva catedral. Concebida con espíritu plenamente barroco, la larga duración de las obras y la envergadura de la construcción y otros acaeceres económicos, hizo que sufriera las consecuencias de los cambios de gusto. El resultado ha sido un monumento con una interesante mezcla barroca-neoclásica, reflejo de las vanguardias de su época, con la historiografía del arte moderno, debe ser considerado no sólo el primer monumento de la ciudad, sino uno de los más importantes de la región.


En las artes plásticas, al principio del siglo continúa la actividad escultórica de los diversos miembros de la familia Roldán. Mas tarde surgirá una nueva oleada de influencia sevillana. La fuerte presencia italiana se hará notar igualmente, tanto en trabajo de mármol como de madera policromada. También es apreciable la aportación levantina, se conserva un interesante conjunto en la ciudad.


La pintura se ve dominada por el murillísmo, y la orfebrería cuenta una rica representación de obras de indudable interés artístico.


Las últimas décadas, igual que en arquitectura, están dominadas por las llegadas de las nuevas tendencias academicistas y neoclásicas. Al cobijo de la Academia de Nobles Artes y del ambiente intelectual, se van a desarrollar una serie de obras, que cuentan incluso con la presencia del pintor aragonés Francisco de Goya. Es precisamente la pintura la que logrará más adelante plasmarse en una escuela local, de importancia a nivel nacional.


En el siglo XIX, se inicia esta centuria con un a acontecimiento de carácter nacional dejará huella perdurable, la guerra de la Independencia y la reunión de las Cortes Generales que elaboraron la Constitución de 1812.


Durante este periodo tienen lugar importantes reformas urbanísticas, la desamortización eclesiástica y las posteriores mermas, se derriban varios conventos de la ciudad. Ello a la vez supuso la creación de nuevos espacios libre, causó una sensible pérdida en el patrimonio artístico gaditano. Las primeras décadas continúa dominadas por la estética neoclásica. A partir de la tercera década se sucede un cambio de gusto, con una vuelta a lo decorativo y la introducción del eclecticismo que anuncia ya los gustos que dominaron al final de la centuria.


El movimiento, conocido como estilo isabelino, también tiene gran importancia en la ciudad. Ha dejado numerosos edificios repartidos por el casco urbano, contribuyen en gran manera a la configuración del actual recinto monumental.


En el campo de la escultura se observa una merma de la actividad, hasta su práctica desaprensión de la actividad en las últimas décadas del siglo.


La escuela pictórica gaditana continúa en principio bajo los cánones de la estética neoclásica, iniciada en el siglo anterior.


En fecha muy temprana comienza la expansión de las tendencias románticas, alimentadas por el ambiente cultura canalizada a través de las tertulias, que fueron frecuentadas por personajes de diversas procedencias, entre los que cabe citar a Lord Byron. Es característica de estos artistas la vitalidad en el dibujo, y el predominio del color.


En el siglo XX, comienza con la decadencia de la ciudad, tras el desastre del 98. La principal repercusión urbanística, fue el derribo de parte de sus murallas para conseguir un acceso más amplió desde el puerto a la ciudad y desde tierra al puerto comercial. La implantación del veraneo y los baños de mar, hizo surgir un área de recreo en la zona de Puerta de Tierra.


La actividad pictórica continúa en principio las corrientes historicistas y costumbristas, heredadas de la centuria anterior, más tarde influenciarse por el colorido derivado del impresionismo.


La escultura local es prácticamente inexistente, por lo que los diferentes encargos, en su mayoría para monumentos públicos, son realizados por artistas de moda en el país.

martes, 25 de octubre de 2011

"Moniatos", racionamiento y estraperlo









Cuando el general Franco anunció, a principio de abril de 1939, el fin de la guerra que le condujo al poder y al comienzo de su larga dictadura, comenzaba también en España un difícil período.


Franco en su inicial proceso de radicalización doctrinal, deseaba demostrar que el nuevo régimen no necesitaba de otros países. Consecuencia de ello fue la escasez y la necesidad de racionamiento de la mayor parte de los productos básicos.


El modelo autárquico se fundamentaba en el propósito de la autosuficiencia debido al colapso que sufrió el comercio después de la guerra, momento complicado en que España necesitaba importar cinco veces más de trigo, además de petróleo, caucho, maquinaría industrial y vehículos de motor, abonos, materiales eléctrico, etc. , importaciones cuyas dificultades aumentaron con el comienzo de la Segunda Guerra Mundial y por el sistema político impuesto, que marginó a España de buena parte de sus anteriores relaciones internacionales.


La política también supuso la suspensión de libertades en la economía, mediante un intervencionismo tenaz, política con la que, se favoreció a los grupos financieros oligárquicos, ya desde 1936, recibieron la primera garantía para sus negocios, el status quo bancario, que permitió la expansión indefinida de los grandes bancos mediante la prohibición de crear nuevas entidades bancarias.


La autarquía significo una regresión total respecto de las transformaciones estructurales planteadas en los años treinta (reforma agraria, autonomías regionales, sindicalismo libre etc.) al tiempo que se posibilitó la acumulación capitalista merced a tasa de plusvalías, logradas por la sincronización de precios altos y salarios bajos durante el prolongado período de estancamiento, con las clases trabajadoras debatiéndose entre la represión y el paro.


Con objeto de evitar una hambruna generalizada, garantizando un mínimo de suministro alimenticio a la población, la dictadura implantó un régimen de racionamiento para las subsistencias imprescindibles. Para resolver los primeros apuros en el abastecimiento de alimentos se creó, en marzo de 1939, la Comisaría General de Abastecimiento y Transportes, organismo encargado de controlar los productos alimentario, su distribución y consumo a través de su racionamiento.


El racionamiento se estableció en todo el territorio nacional a los cuarenta y cuatro días de terminar la Guerra Civil, y meses antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial, acontecimiento con el que algunos historiadores, incluso recientemente, han querido disculpar la política franquista.


La medida trató de justificarse apoyándose en la escasez de alimentos y se entendió como un mecanismo que garantizaba el mínimo preciso para la supervivencia, convirtiendo al “Estado protector” en el único garante del abastecimiento de la población.


La asignación de raciones a la población se efectuó con la colaboración de los almacenista y pequeños comerciantes a través de una complicada trama ideada por la Comisaría de Abastecimientos y Transportes, los jueves, los comerciantes recibían la cantidad necesaria de productos que habían de repartir a las personas inscritas en su tienda; se publicaban en la Prensa local los artículos y el precio de los mismo. Para poder ejecutar el proceso se creó la denominada Cartilla de Racionamiento, un documento individual o familiar, que estuvo en vigor de4 de junio de 1939 hasta 1952.


Durante ese período surgió en España una fórmula que permitió a muchos acceder a raciones de alimentos superiores a las determinadas por las cartillas, y a unos pocos un enriquecimiento fácil y fraudulento, ya que, pese a la implantación oficial de un sistema, aparentemente rígido , de control, pronto se estableció un mecanismo “subterráneo” de distribución de recursos que recibió el nombre de “estraperlo”: un mercado no controlado en el que alimentos, materias primas o productos manufacturados, todo lo que pudiera tener valor en una economía desabastecida, evitaba los mecanismos comerciales oficiales y surtían a consumidores capacitados para pagar los precios del mercado negro, en beneficio de los especuladores, convertidos en “nuevos ricos”, gracias a apoyos en la Administración y en los organismos de intervención, haciendo la vista gorda ante la posibilidad de participar en el reparto de ganancias.


El mercado negro favoreció la escasez y también sirvió para tejer y fortalecer redes de corrupción y cohecho que perduraron mucho después de los años cincuenta.


El estraperlo y el mercado negro también servía de coartada al Régimen, que podía culpar del desabastecimiento al carácter desaprensivo de unos pocos, evitando de esa forma que se plantearan preguntas sobre la política económica franquista.


La política económica de la posguerra se basaba en la autarquía. Este modelo de economía cerrada, ha sido utilizado en otros momentos de la historia económica de la humanidad, como una necesidad militar o política, a fin de asegurar la protección del grupo frente a invasores a peligros extranjeros, o para evitar la subordinación a economías extranjeras. La causa real de la implantación de esta política, no se debe estrictamente a una situación de crisis mundial, sino que surge por motivos de tipo ideológico, principios que perseguían igualmente Alemania e Italia.


Los rasgos que caracteriza la política económica de los años cuarenta en España, son el control de los precios y el monopolio de la venta al Estado. El racionamiento estaba regulado por abundante normativa; con estas medidas no se consiguieron los objetivos perseguidos, debido en parte a la inexistencia de una organización administrativa eficaz.


Los trámites a los que estaba sujeto el mercado de productos, crearon no obstante corrupción, ya que favorecían la concesión de licencias de importación y de venta y por tanto de divisas. Ciertos sectores se enriquecieron gracias a esto.


En verdad el estraperlo se inició como un juego fraudulento, y con el paso del tiempo y la pérdida de las condiciones de subsistencia de la población, que se ampliaron más allá del periodo que normalmente se utiliza en la reconstrucción económica tras una guerra, se convirtió en una forma de supervivencia.


El estraperlo se caracterizaba por la venta clandestina de productos de primera necesidad: esencialmente alimento pero también otros bienes y servicios sujetos a una tasa o reglamentación. Pero el mercado oculto puede incluir bienes necesarios, bienes que consecuentemente, se vendían con un sobreprecio.


La consolidación de esta vía económica se debió, al largo periodo de escasez y reglamentación que vivió España de la posguerra, pero también a que ésta era una vía de abastecimiento de las familias, una posibilidad imprescindible para las economías domésticas; se trataba de una economía protoindustrial familiar.


El Estraperlo fue la respuesta a una situación política y económica; pero también una respuesta vital y social, para superar las dificultades en el abastecimiento y la falta de los bienes más necesarios.


A mediados de los cincuentas la venta de productos seguía dándose, y aunque era previsible su desaparición, se recurría también a esta vía económica.


Los trabajos marginales del grupo familiar, son el único sostén económico, en un Estado que no es realista o sensible respecto a la dificultad económica de los familiares para sobrevivir.

Las cartillas terminaron convirtiéndose en una excusa del régimen para el agradecimiento servil de una población, que a afectos de la contienda, estimaba no tener derecho a nada.


El franquismo supuso un empeoramiento de las condiciones de la vida cotidiana de los asalariados, en lo que respecta a las condiciones laborales, que se consiguió en la época de la republica.


En la provincia de Cádiz se hace sentir la falta de estructuración de la política económica, el estancamiento económico y la falta de poder adquisitivo junto a la hambruna generalizada de los cuarenta.


La deficiente actividad industrial, especialmente la ralentización del trabajo en los astilleros, las salinas y el puerto sufren una situación de aletargamiento.


En cuanto a la propiedad de la tierra, el proceso de colonización iniciado en los cuarenta, se intensificó en la década siguiente en Cádiz, se destaca la de tierra de secano.


Las circunstancias se complican en Cádiz, en agosto de 1947, Cádiz sufre una explosión que agrava aún más si cabe la difícil situación de estos momentos, la ciudadanía espera un plan de ayuda, con verdadera desesperación.


El racionamiento fue en un principio familiar y luego individual. Para poder adquirir los artículos sería imprescindible tener la cartilla de racionamiento. Se clasificaban además en tres tipos: la primera, la segunda y la tercera que correspondía a sectores de mayor a menor poder adquisitivo. Habría un aporte especial de suplementos de cupones para quienes por su trabajo (principalmente mineros), la venta se hacía en economatos.


Llega a tal punto la escasez, que 1941 la Dirección Técnica de Recursos y Distribuciones establece la intervención de los boniatos, creando las centrales reguladoras para dirigir la producción según el consumo. En este caso, la producción sobrante de Baleares, se dirigiría a Cádiz.


Las tareas de vigilancia sobre la recogida de cosechas y la obtención y distribución de recursos, se organizaron sobre la clasificación del territorio nacional en diez Zonas de Abastecimiento, recogida cada una por un Comisario de recursos. En la clasificación en zonas de Abastecimiento Cádiz era la segunda zona, junto a las provincias de Badajoz, Sevilla, Huelva y Córdoba.


En estas condiciones, sería milagroso en las familias, no tener que recurrir al mercado negro para proveerse de alimentos básicos. Los años 1941 y 1946 fueron de los peores en lo que a escasez de alimentos se refiere y provocaron entre los ciudadanos una búsqueda desesperada de soluciones para subsistir.


El mercado negro de productos se realizaba principalmente en materias primas de consumo familiar. Las familias se mantenían gracias a las mercancías aportadas por las mujeres que componían esas unidades familiares. Los maridos por su parte aportaban también recursos y ayuda, pero en cuanto a las aportaciones materiales (de mayor cuantía que las monetarias), todos los miembros colaboraban con este tipo de aportaciones.


La localización del estraperlo, no es posible establecer un mapa de redes de actividades relacionadas con el estraperlo. Si existían lugares de intercambio y venta. La referencia se sitúa en zonas de: Zahara, Barbate, Vejer y Conil; algunos sitios en Cádiz: el Balón, la calle Solano, calle Arboli; Segunda Aguada; el Barquito de Rota y otros lugares imprecisos en Rota.


Los tipos de estraperlo. Se sugiere por tanto una clasificación de actuaciones diferentes, o de tipologías, expresadas por combinaciones de palabras:


Modo:

MODO

Estraperlo 1

Genérico y de Género

Estraperlo tipo 2

Individual

ESTRATEGIA

Subsistencia

(productos alimentarios)

Lucro (estraperlo)

MEDIO

Sobrevivencia

Especulación (usura)

EFECTO

Conservación

(mantenimiento)

Extinción (cambio)

FORMA

Estabilidad

Robos, canjeo

Supervivencia Acaparación y acumulación

CUALIDAD

Resistencia (aguante)

Mejora importante de la calidad de vida


A través de las autobiografías se describe la situación del colectivo. Muchas narraciones describen la situación que se vivía en Cádiz.


En esta descripción se relata cómo se vivía en Cádiz:


“Antes esto era una miseria igual que los negritos estuvimos nosotros en los años treinta y una mancha de año! Aquí no había nada. Cuando se acabó la guerra fue “ a morir por Dios”. En la guerra había algo que comer todavía y no pasaban hambre los soldados, pero después fue cuando pasaron tela. Muchos peor que antes”.


Dos hermanos cuentan la escasez que sufrían:

-Nos daban unas bolas de maíz, que eso era todo lo que comíamos. No había comida ninguna. Ni dinero ni comida.


-Después nos daban chocolate, cuando el chocolate lo teníamos, nadie se lo comía, pero el chocolate desaparecía.


-era lo que había. Después nos daban unas habichuelas negras que había que ponerlas tres horas en agua para ponerlas tiernas y cuando levantaba la tapadera, lo que había era todo lleno de gusanos.


-El arroz era el trigo, el trigo que molía la gente. Se mojaba…


-… Y a fuerza de trancazos eso era lo que se comía. Y muchos boniatos. Eso era lo que comía. ¿Ropa?: casi ninguna.


-La gente se moría por las calles de hambre, en San Fernando. Aquí moríamos menos pero allí se morían por la calle.


-Porque se comían harina de alpiste, ¡Y no veas tu…!


-Se les hinchaba el vientre.


Una costurera tenía 15 años, cuando estallo la guerra civil:


“Nosotros no pasamos hambre, otra pobre si porque se comía hasta las cáscaras. Hubo muchísima tuberculosis, muchas enfermedades, mucha miseria de piojos y de bichos de esos, porque de los cubos de basuras, cogían las cáscaras y se la comían, nosotros no, en ese término no, nosotros comíamos aunque fuera “poleá”, pero se comía.


Se describe la situación en cuarteles y cárceles:


“Me mandaba a misa con la barriga vacía, en lugar de darme algo de comer, ¡tenía yo que ir a misa! Y después de la misa iba yo a recogerlo y me llevaba al cuartel y llevaba al mulo a su sitio. Los mulos se murieron de hambre porque les echaban algarrobas y los soldados se las comían y los mulos no tenían qué comer. Se comían unos a otros los pelos del rabo y de las crines, y se murieron de hambre. De los soldados el que no murió fue porque buscó la vida, iban por “moniatos”, por papas… o sino, se hubieron muertos la mitad de los soldados…”


“Los soldados tenían la barriga hinchada de comer bellotas y dieron la orden de cómo cogieron a un saldado comiendo bellotas, pasaría al Castillo ¡y una buena paliza…!