domingo, 26 de diciembre de 2010

La pequeña Babel, Cádiz mar de dos orillas

castillo de San Sebastían en la orilla gaditana (Cádiz)

Cádiz se despereza a raíz de los inicios de la aventura americana, después de un largo sueño inquieto por la pesadilla del medievo. En más, Cádiz pudo haber sido la cuna que meciera la gloria de Colón. Los dimes y diretes propios de la idiosincrasia desviaron los caminos, pese al generoso afán de la casa ducal de Medinaceli.


Por su situación privilegiada, en una encrucijada de rutas a cual más sugestiva, Cádiz se abre de brazo para alcanzar con sus dedos las dos orillas, pues ya el mar tenebroso queda en un mito.


Con este abrazo que coge las dos orillas, Cádiz recupera el gran prestigio que en cosas de mar tuviera en el mundo antiguo. En plana zona colombina las naos salen para las tierras vírgenes y regresan con sus cargamentos de frutas, maderas y metales valiosos, y hasta de hombre de la raza desconocida, para dar mayor veracidad al descubrimiento, significado laurel de la corona de Castilla. Las naves que se hacen a la mar no van de vacío, llevan los productos de la tierra, aparte la cultura, lengua y religión.


Se inicia un intercambio comercial que alcanza exponentes inusitados, por el valor de las mercancías que se ponen en circulación permanente. Esto origina que gente de toda Europa venga a afincarse en Cádiz, montando sus negocios que fructifican a gran rentabilidad. Del resto de España vienen también muchos individuos para embarcar rumbo a lo desconocido.


Nuestra población se acrecienta de tal forma que, en verdad resulta “emporio del Orbe”, pudiéndose considerar a la ciudad como una pequeña Babel.


El esplendor de Cádiz, no obstante, llega a mirarse con malos ojos, y la piratería nos hace carne de tragedia. Hay nombre que todavía se recuerdan con horror, que fueron cifra de expoliadores sin conciencia, por cuando saqueando e incendiando llevaron el desconsuelo enturbiando la alegría de la ciudad exultante y confiada.


Esta inseguridad motivo que ciudades de tierra adentro, al socaire del Guadalquivir, cobraron un gran auge al apropiarse del tráfico mercantil con la tierra abierta, produciéndose frecuentes discordias que enconaron las relaciones entre pueblos de la misma estirpe. Hasta que el poder público convencido de su grave error, y consciente de la magnífica situación y calidades del puerto gaditano, con su recinto convenientemente amurallado, restituye a Cádiz su primacía en los vínculos comerciales con América.


Es entonces cuando se produce la explosión del apogeo de nuestra ciudad. Vienen más gentes de todos los países, aportando sus caudales montando sus instalaciones, sus grandes almacenes, en la panza de las murallas, en los sótanos y bajos de las casas particulares. Proliferan los servicios de tipo bancario, las compañías aseguradoras, y se alientan los establecimientos en íntima relación con el mar y las naves.


Cádiz es muy rico, aunque tanto bienestar tiene su vertiente trágica ante el dolor de las epidemias, consecuencia del tráfago humano de todas las razas y de barcos de todas las naciones. Pero todo llega a superarse, y a la ciudad, como en los tiempos remotos de la antigüedad, le cabe el orgullo de poseer el primer puerto de Occidente.


Con el abrazo que sella el mar de las dos orillas, un aluvión de riqueza intercambia, y una vasta y antigua cultura se ha afianziado. en ello cádiz ha jugado un papel muy importante, contribuyendo a acercar esas dos orillas tan distintas y lejanas.


castillo del Morro en la orilla americana (Cuba)

domingo, 19 de diciembre de 2010

Santuario y pozos. Cádiz y su escasez de agua.

Según la tradición en torno al mil antes de Cristo van a llegar a las costas de las islas gaditanas los colonos orientales: los fenicios.


A partir de entonces van a primar las ventajosas características geográficas del lugar, su situación privilegiada a la salida del Estrecho, su puerto natural, etc., sobre los inconvenientes que le imponía el medio físico (escasez de agua, limitación territorial, vientos, etc.).


Las referencias sobre el asentamiento púnico de la ciudad se recogen preferentemente en los textos de Estrabón, Plinio, y Pomponio Mela.


La más detalladas se encuentran en el de Estrabón, que utiliza dos fuentes principalmente: Poseidonios y Polybios, que estuvieron en Cádiz hacia el 1000 a.C. y recogieron tradiciones sobre la fundación de la ciudad.


Estas hablaban de dos expediciones previas realizadas por los fenicios de Tiro, sin resultados: en la tercera expedición fundaron Gádeira, y alzaron el santuario en la parte oriental de la isla, y la ciudad en la occidental.


Se suele apuntar como fecha de fundación de la ciudad en torno al 1100 a.C. Este dato cronológico, sin embargo, es en la actualidad motivo de análisis. En la elección de ambos emplazamientos –santuario y ciudad- debió tener un papel decisivo la posibilidad de agua en los mismos.


En el Santuario la disponibilidad de agua debe ser considerada como necesidad para el desarrollo del culto. Son precisamente los pozos de este santuario a los que más extensamente se dedica el texto de Estrabón.


Según Polybios, hay en el herákleion de Gádeira una fuente de agua potable, para bajar a la cual hay que descender algunos peldaños; su régimen es inverso al del mar, ya que desciende en la marea alta y se llena en la baja.


En la referencia que tomo Estrabón de Poseidonios, se amplia en parte esta cita: “… hay dos pozos en Herákleion y un tercero en la ciudad”.


Un hecho va a llamar la atención en los pozos de agua del santuario y es un amplio debate donde se alternan el fenómeno éste último en los siguientes términos:

“… el más pequeño, como continuamente se le saca el agua, se va agotando al mismo tiempo, llenándose de nuevo al cesar en su extracción; el mayor tiene agua durante el día; pero como todos los demás pozos, disminuye al extraerla, llenándose de noche porque nadie saca. Puesto que el reflujo coincide a menudo con el momento en que este pozo se llena, las gentes del país ha podido creer en una oposición entre el régimen de dicha fuente y el fenómeno de las mareas.


El emplazamiento de este primitivo santuario sigue siendo un enigma en la historiografía local. Su localización aún se mueve en el terreno de las hipótesis, en tradiciones y noticias que no se han documentado arqueológicamente. Por tal motivo los datos sobre el régimen de los pozos del edificio, así como la utilidad de los quedan faltos de comprobación. A pesar de ello, y en una primera aproximación, siguiendo el mismo texto podemos apuntar que el edificio se encontraba muy próximo al mar, y que éste por efecto de las mareas llegaba a inundarlo en su parte inferior:

“… la mar había cubierto diez codos de altura de los fundamentos en que se alza la nave del Herákeion y de la escollera que precede al puerto de Gádeira”.


Esta relación de proximidad al mar les lleva a plantearse el hecho de que dentro del edificio existiera algún pozo que quedara dentro del radio de acción de las mareas. Si a ello unimos la fama que tuvo el santuario en la Antigüedad y el uso continuo de sus aguas descrito por que se apunta, en tanto se iba recuperando el freático del pozo.


El Asentamiento

En la elección del emplazamiento para la ciudad, se debió contar con las posibilidades de abastecimiento de agua a la misma. Han considerado a la Gades romana como una evolución del asentamiento púnico, por ello son validos los datos que Estrabón aporta en época romana.


La existencia de pozos en el emplazamiento púnico es comentada por Posedonios como se apuntó anteriormente. Aunque no le presta demasiada atención:

“Han oído también que hay pozos en los huertos de las afueras de la ciudad y dentro de la misma; pero la mala calidad del agua, aquí se suele preferir la de las cisternas…”.


Se da en este momento histórico la explotación de los recursos: por un lado los pozos, y por otro la construcción de cisternas para la recogida del agua de lluvia.


Tampoco existe referencia arqueológica sobre el emplazamiento púnico de Gadir, ni sobre su localización concreta dentro del contexto urbano actual, aunque al respecto plantearon una hipótesis sobre su ubicación en el alto de la Torre Tavira.


Algunos autores han apuntado como pozo de la ciudad el denominado de la Jara. En las recientes excavaciones para la construcción de un aparcamiento subterráneo en esta zona (Plaza de San Antonio) se constató un importante freático que ha sido necesario encauzar, así como una serie de resto arqueológico de los cuales aún no existe publicación oficial; pero en ningún momento han aparecido materiales relacionables con la ciudad Fenicio-Púnica.

.Acueducto romano encontrado en la playa de Cádiz, expuesto en la plaza Asdrúbal.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Sociedades gaditana secretas. Masonería gaditana

La masonería Europea, se presenta como más propia, más autentica, en España, como en los otros países latinos tiene una serie de implicaciones políticas, religiosas, que en cierta medida, han desvirtuado su sentido.


El marqués de Miraflores escribe “no ciñéndose a su objetivo puramente filantrópico, era propiamente político”, apreciación más acertada que la que, muy exageradamente, considera que desde Fernando VI hasta nuestros días han sido las logias masónicas quienes han manejado los resortes del Poder.

En España, a lo largo del siglo XVIII, centuria en la que se introdujo, la masonería apenas tuvo importancia, dado que, de raíz, se encontró con dos serios obstáculos para su desarrollo, como fueron la iglesia y la corona.


En 1738, el Papa Clemente XII la condenó y en 1751 lo hizo igualmente, Fernando VI, pasando a ser organización esporádica.


Por lo que a Cádiz respecta, hay un testimonio, difícil de creer, cita un manuscrito, Titulado Antorcha resplandeciente hallado en Viena en 1748, donde se habla de una logia existente en Cádiz con 800 afiliados.


No obstante, ya en 1755, hay clara constancia de que Cádiz un grupo de franceses e ingleses, procedentes de Gibraltar, tuvieron reuniones y diversos contactos antes de ser delatado a la Inquisición.


A finales del siglo XVIII existía en Cádiz dos logias de rito escocés, pero su labor en sus principios era fundamentalmente comercial. Sabido es que las sociedades secretas surgen de un sentido de solidaridad ante un peligro o ante una necesidad de cooperación. Una de estas logias es, sin duda, de las más antiguas de España.


El comercio con el extranjero estaba escasamente salvaguardado por el estado, de tal manera que los comerciantes que necesitaban de una series de ayudas, contactos, medidas de autoprotección, solamente en las secretas podían encontrar todas estas necesidades.


Estas logias, aparte de su significado comercial, podrían tener otro sentido, tal vez político o religioso.


La casa en que acostumbraban a reunirse, principalmente para extranjeros sobre todo franceses era la llamada “de la Camorra” (bautizada así por el pueblo, por los ruidos de las discusiones que en él se originaban), se sospechaban actividades de tipo masónico, ateneo artístico-literario. Se supone que, en un principio, fines comerciales y culturales fuesen los únicos que llevaron a los comerciantes de Cádiz a la creación de este círculo, quizá el primero que se funda en España, que se crea, con el fin de recibir y poner al alcance de sus socios los periódicos extranjeros, así como los libros más importantes que se publicaba en España y fuera de ella.


Se conoce, incluso, dos nombres de ciudadanos franceses que en 1794 fueron delatados a la Inquisición por francmasones y por retención de libros prohibidos, constan dos nombres de dos gaditanos oficiales de la Marina en la logia de la Reunión Española de Brest en 1801.


En el siglo XIX, la influencia masónica en España la ejerce Francia a través del rito bonapartista y, es en 1807, cuando hay documentos testimóniales de una logia gaditana “La Double Alliance”, constaba de veinte miembros, casi todos franceses, de los que cuatro eran españoles y solo uno natural de Cádiz, un negociante llamado Escandón.


A partir de la invasión francesa en 1808, y a raíz de la Guerra de la Independencia, la influencia francesa en el campo masónico decayera notablemente.


Se sustenta con un fundamento serio, como es el suponer que la masonería tuvo una gran influencia en las Cortes de Cádiz, creyéndose que muchos de sus diputados eran masones. Esta creencia, errónea a todas luces, encuentra cierto paralelismo con el proceso revolucionario francés, donde también se ha querido exagerar la influencia masónica.


El testimonio que aportan dos liberales tan significativo como el conde de Torre y el gaditano Alcalá Galiano. El primero escribe que las masonería en las Cortes gaditanas apenas se hizo notar, su influjo era muy limitado por la vigilancia del gobierno nacional, ni los diputados a Cortes, excepto algunos que otro por América, afinado a la perturbación entraron en las Sociedades Secretas.


Alcalá Galiano asegura que en Cádiz, durante la Guerra de la Independencia, semejantes reuniones habían tenido poco influjo.

A partir de 1812, cuando la masonería va a ir adquiriendo cada vez más importancia en Cádiz, Adolfo de castro nos dice que en este año contaba la ciudad con pocos afiliados, pero que era de gran valía.


En el periódico absolutista (1814-1820), cuando la masonería que hasta aquí había tenido un escaso arraigo y un cierto matiz extranjerizante, tomó partido decidido por la causa liberal como reacción al absolutismo reimplantado, se ordenó la desaparición de las logias, en 1815 se declaró que serían absueltos de toda pena los masones que en el término de quince días delataran a los demás o a ellos mismos.


A partir de 1814, fue cuando en el seno de la masonería empezó a fraguarse toda una serie de conjuras e intentonas, tendentes a reinstaurar la Constitución de 1812, el carácter oculto y misterioso de las logias fue un elemento adecuado para tal fin. Alcalá Galiano, recordando estos años, escribió muy gráficamente que masón y conjurado era en España en aquellos días una misma cosa.


Hay noticia de una conjura descubierta en Cádiz en agosto de 1814, que resulta un poco confusa, se sucedieron una serie de intentonas, hasta culminar con el decisivo pronunciamiento de 1920.


El papel jugado por la masonería como un elemento más de cuantos contribuyeron al triunfo de la causa liberal, sin olvidar al ejército que casi mil oficiales había permanecido prisioneros en Francia cunado la Guerra de la Independencia y muchos de ellos habían tomado contacto con la masonería, fue frecuente la afiliación a las logias en el ámbito de las guarnición andaluzas, un 15% de la oficialidad pertenecía a la masonería, a partir de estos núcleos salieron oficiales rebeldes de 1817 en adelante.


Se creyó que el propio general en jefe del ejército expedicionario, O´Donnell, era masón y más tarde él mismo reconoció que, por estas fechas, entabló contacto con el gran número de patriotas ilustrados que había en Cádiz para formar un gran movimiento tendente a exigir la proclamación, de nuevo, de la Constitución de 1812.


A partir de ese momento, Cádiz fue el núcleo central de la gran conspiración que culminó con el pronunciamiento de Riego en 1820 (ejercito destinado a combatir la insurrección).


Alcalá Galiano a su llegada en 1819 a Cádiz se asombró de cómo la masonería trabajaba activamente en el levantamiento. Adolfo de castro dice que, a pesar de que las juntas masónicas apenas tenían actividad en el resto de España, en Cádiz trabajaban segura.


Entre los masones más influyentes se destacaron miembros de conocidas familias burguesas gaditana, los Istúriz, los Beltrán de Lis y un joven Mendizábal el cual esgrimía la extravagante idea de querer aprovechar la conjura para reinstaurar a Carlos IV.


La sociedad secreta Lautaro, a los que algunos tratadistas niegan su carácter masón, y en la que parece ser que estuvieran afiliados Bolívar, San Martín… contando la logia de Cádiz con cuarenta americanos.


Se afirma que el director supremo de los agentes americanos Puyrredon, había enviado dinero a los masones que en España conspiraban contra el poder absoluto de Fernando VII, Argibel y Tomas Leríca comerciantes argentinos establecidos en Cádiz, fueron encargados de repartir clandestinamente las proclamas subversivas en España y de dar sin limitación el dinero que fuera necesario.


Se abría así un nuevo, aunque corto período, donde las sociedades, (masones, comuneros y carbonarios) jugaron un importante papel clave para comprender los sucesos de estos tres agitados años constitucionales.


En los primeros mese constitucionales, la suprema jerarquía masónica no estaba formada del todo. En cambio, Cádiz era sede del Soberano Capítulo, donde residía la máxima autoridad de la provincia, aunque Madrid veía con cierto recelo esta entidad masónica gaditana. Los lazos estrechos de amistad unían a los mismo que mandaban en Cádiz con los que influía en los negocios públicos y ejercía la autoridad suprema de la Sociedad de Madrid, destacando Francisco Javier de Istúriz, cuyo protagonismo tanto en la masonería gaditana como en la nacional era muy notorio.


La disolución del Ejercito de la Isla o división de Riego, como popularmente se la conocía en Cádiz. Este ejército, que en principio estaba destinado a América para combatir la insurrección, fue el brazo ejecutor del levantamiento constitucional. Sus jefes más significados eran héroes indiscutibles, siendo prácticamente todo ellos masones.


Cunado disolvieron este ejército en agosto de 1820, la indignación popular subió de tono, registrándose una fuerte tensión entre dicho ejercito y el gobierno.


Con todo, estos hechos vinieron a suponer una victoria de los moderados en toda regla, que a raíz de esta crisis planteada por Riego, aprovecharon para reivindicar todo un programa de reformas, futrado, en 1814. Esta posibilidad de moderantismo encontró una abierta oposición en el Soberano Capítulo, la radicalización de este centro masónico que, a partir de aquí, actuó como verdadera avanzada de la masonería española, con unas repercusiones tales, en la revuelta urbana de 1821.


Los centro más señalados, en su repercusión nacional, fueron Cádiz y Sevilla, ciudades en las que se negó toda obediencia al gobierno central, no reconociéndose a las autoridades civiles y militares que habían sido nombrados desde Madrid. Planteado el conflicto, una vez que se decidió el camino revolucionario, Cádiz optó por la resistencia al gobierno al precio que fuera.


Las sociedades secretas, auténticas instigadoras del movimiento, en Cádiz y en Sevilla, cuyos miembros mantenían estrechos contactos. En la primera la logia del Oriente de Pireo era la que llevaba la iniciativa, registrándose en ella dos tendencias claramente diferenciadas, representada por su cariz más moderadas, entre sus componentes Alcalá Galiano, la otra más exaltada.


Alcalá Galiano habla de la presencia de agente americanos que ya había distinguido, incluso en el pronunciamiento de 1820.


Es evidente que el fomentar cualquier desestabilización en la Península era una utilidad elemental para consumar la Independencia en América.


Era lógico el choque entre los masones de más peso en la sociedad gaditana, ante la perspectiva de una pérdida de las colonias ultramarinas, los que tenían intereses comerciales optaron por postura más moderadas. Todo ello hizo que el elemento exaltado, originariamente también masón, tomara derroteros más violentos y provocadores, ingresando en la otra sociedad rival, la comunera, de ahí que se generalizase una opinión que acuso a los comuneros de ser los verdaderos instigadores de esta sedición, ante esta situación tan comprometida, ambas postura no desearon ir a mayores. Las negociaciones fue el único camino viable para solucionar la crisis.

viernes, 3 de diciembre de 2010

El medievo gaditano

mapa Medieval S.XVI-Cádiz

Un periodo de tiempo cuya característica esencial es el riesgo: la sensación de peligro se cierna permanentemente sobre Cádiz.


Han quedado muy detrás las construcciones romanas que le dieron lustre y que se convirtieron en baldío por la braveza del mar y la incuria de los hombres.


A Cádiz ya no se la conoce, pues ha perdido toda su prestancia. Es un pedazo más del quehacer negativo de los nuevos pueblos que se establecieron en el sur de la ibérica, y que, carentes de romanidad, los vándalos precipitaron nuestra ruina; después en la décima octava centuria, evidentemente acrecentada.


Cádiz viene a convertirse en una atalaya del mar circundante, con el fin de estibar el peligro.


Ni siquiera constituye un bastión apto para defenderse y asimismo defenderse la tierra dentro.


Otras ciudades del interior pueden vanagloriarse de sus encajes de piedra y columnas de jaspe vistosos y del ambiente fastuoso de sus alcázares de gruesos muros en que se llevaba una vida de ensueño.


A Cádiz sólo le quedó el mar, un mar ya no tenebroso, sino aún más triste, un mar inadecuado al espíritu inquieto del hombre de Cádiz, marinerote todas las edades, sintetizando un mar limitado. Una vida dedicada a faenar dentro del reducido espacio en que se confunden el ojo con el horizonte, no fue vida. Una vida dispuesta sólo a escrutar el mar para prevenir sus peligros, a veces con el sol del día y en ocasiones, a la luz del ídolo del islote de San Sebastián en las noches de todas las estaciones, tampoco fue vida, y menos para los gaditanos, avezados a las aventuras más intrépidas.


Pero Cádiz cobró nueva vida cuando empezaron a prodigarse las incursiones de los normandos, los hombres de las costa frías, impresionante, del norte europeo, dóciles en su fiereza. Son piratas, rubios, de ojos azules, que atacan las costas, remontan los ríos, saquean los pueblos.


Ya tenían los gaditanos un enemigo para contener fieramente, y venían por el mar, ese mar que fue siempre el de sus amores y sinsabores, testigo de muchos hechos inolvidable.


Se impusieron la noble y dura tarea de luchar incansablemente con estos nuevos señores del mar que tenían amedrentados a los habitantes de todas las costas occidentales. Hubo triunfo y hubieron fracasos, y a la postre quedó el pabellón gaditano en su alto sitial.

viernes, 26 de noviembre de 2010

Cádiz en su esplendor del XVIII

Casa de las cinco torres en la Plaza de España.

Cádiz era en el siglo XVIII una ciudad radiante, Fray Gerónimo de la Concepción la había llamado a finales del XVII “Emporio del Orbe”.


Se encontraba en pleno dinamismo, con un importante desarrollo económico y un crecimiento casi ininterrumpido de su población.


Todos los viajeros y visitantes que llegan a ella insisten en los mismos tópicos: Cádiz es una ciudad opulenta, rica, elegante, culta, cosmopolita…


Un comerciante francés afincado en la ciudad afirmaba en 1788 que los habitantes de Cádiz son quienes dan el tono en los artículos de gusto y de moda, tanto a la Península como a las América (por encima del propio Madrid).


Esta ciudad era muy diferente de otras, incluidas las de sus proximidades.


Los signos de esplendor son bien palpables. En 1722 se comienza una nueva catedral, a su vez, las iglesias se renuevan y enriquecen con todo tipo de imágenes, retablos, cuadros y otros objetos de arte, dos figuras señeras del arte, el pintor Goya y el músico Haydn, trabajan para la iglesia del Rosario y la Santa Cueva, respectivamente: el primero con una series de lienzos sobre tema religioso; el segundo con una magnifica composición, el Sermón de las sietes palabras, que sonará por primera vez en dicho recinto.


Son numerosos e importantes los edificios civiles que se construyen a lo largo del XVIII: el Hospicio, la casa de Viudas, la Aduana, el Real colegio de Cirugía de la Armada, la cárcel, los cuarteles de la Bomba, el propio tejido urbano que tanto debe a las obras realizadas en este tiempo y cuenta con ejemplares tan notables como la Casa de las Cuatro torres o la casa del Marqués de Casa Recaño, llamada también Torre Tavira o torre del Vigía. Nacen paralelamente los barrios de san José (extramuros) y San Carlos, en tanto se completa el de la Viña. La ciudad es un hervidero de obras y de cultura. Recordemos a la sazón las bibliotecas, la ópera o los diversos teatros que pueblan la ciudad.


Se erigen, además, dos instituciones científicas señeras: el Real colegio de cirugía de la Armada, sobre los terrenos de un antiguo cementerio para apestado, al lado del hospital de la Armada, (entre el barrio del Balón y el Mentidero), así como el Observatorio de Marina, en el interior del castillo de la Villa (bario del Pópulo).


Sin dudas el comercio, para el que la ciudad, desde sus orígenes remoto, se halla muy bien pertrechada.


Barbieri afirma en 1762, “ es una Feria de la Europa, en que sólo se trata, del comprar, y vender”, lo que da la importancia sobre todo a Cádiz, más tarde escribirá Bourgoing en su Tablean-, lo que la asimila a las más grandes plazas del mundo, es la inmensidad de su comercio, que está unido muy estrechamente en esta época a la América española y , gracia a esto, a Europa en general, sin olvidar el que se realiza con el resto de la Península Ibérica y el Magreb.


La escasez crónica de espacio produce un efecto social y económico de gran alcance y sostenido en el tiempo: el alto precio del suelo y, derivado de él, el elevado precio de la vivienda, sea en régimen de propiedad o de alquiler. Que se sitúa entonces, probablemente, entre los más altos de España.

Se explica, la existencia de casa-palacios pertenecientes a los grandes negociantes juntos a otros vecinos, ocupadas al completo, donde conviven varias familias diferentes o un abundante número de inquilinos si son de alquiler.


La alta rentabilidad de la vivienda explica también la universidad de las inversiones inmobiliarias. De forma paralela, la vivienda se convierte en una garantía frecuente en la ciudad de los préstamos hipotecarios, de los riegos marítimos e, incluso sustituidos de una deuda impagada.


La falta de espacio se manifiesta socialmente en la debilidad del sector primario y la fortaleza del terciario, especialmente el comercio, dentro de la estructura socio profesional gaditana.


Ni siquiera la pesca, actividad íntimamente relacionada con el mar, pero incapaz de competir con el gran comercio, logra elevar ese porcentaje.


Los productos alimenticios básicos (cereal, carne, vino, aceite), necesarios para abastecer una importante población en crecimiento, hubieron de ser traídos de poblaciones cercanas (Jerez, Sevilla, la campiña), incluso de más lejos, sea por vía terrestre o marítima, desempeñado esta última en ello un papel primordial.


En 1697, el procurador mayor de la ciudad reconocía que Alfonso X el Sabio, tras la conquista, había otorgado a Cádiz los privilegios necesarios para que sus habitantes se enriqueciesen (SIC) y, al mismo tiempo, pudiesen atender las necesidades de la Corona. Sin embargo, progresivamente, fueron menguando sus recursos. Entre ellos los terrenos de hierba donde pastaban las reses, cuya carne servía para abastecer a la ciudad.


Dichas importaciones de alimentos básicos fueron, fuente de negocio para algunos comerciantes de la ciudad, incluso de los consagrados a la Carrera de Indias, especialmente en época de escasez, y cuando la población tenía un rápido crecimiento.


Desde Jerez sale a través del Guadalete gran cantidad de cereales y harina con destino a Cádiz para consumo de sus habitantes y abastecimiento de los buques.


El sector terciario alcanza cotas bastante alto para lo que es propio de la época: la población dedicada a las actividades específicas de dicho sector (alimentación, hostelería, transporte, comercio, servicio doméstico, etc.), rondaba el 59,2% de la población activa gaditana de 1713, el 76,2% a mediados del XVIII.


En 1830, consumada la pérdida de los mercados coloniales, la población activa dedicada a la industria creció de nuevo, esto coincidió con el momento en que la actividad mercantil se vio afectada por serias dificultades para conectar Cádiz con los mercados americanos.


Una alternativa manufacturera moderna a la crisis comercial, un reforzamiento, por lo general y a pesar de ciertas iniciativas innovadoras fuera de su término, básicamente en el sector vitivinícola, de la industria artesanal tradicional (sastrería, costura, zapatería, herrería, carpintería, platería, cigarrería, etc.).


Una nueva dificultad se añadía, consecuencia en parte de su emplazamiento geográfico y de la cortedad de su territorio, la escasez de agua.


Las autoridades de la ciudad trataron de compensar esta carencia haciéndola traer desde el interior (el manantial de Tempul, en la sierra de las Cabras, a once leguas de Cádiz), mediante un largísimo y asombroso acueducto rehabilitado en 1784, que ya debía funcionar en época romana. Pero también se utilizaron otros sistemas más elemental; el tradicional de pozos domésticos (la mayoría de las casas gaditanas lo tenían).


A pesar de su abundante población y de su proverbial riqueza, Cádiz no era ciudad que destacara por su nobleza. El P. Labat, cuando la visitó en el siglo XVIII, fijó sobre ella una frase casi lapidaría,: “una ciudad de comercio y una morada de comerciantes más que de la nobleza y de gente de letras” señalo como una ciudad eminentemente burguesa y mercantil.


La posición geográfica de la ciudad, unida a la falta de término, decidirá desde el principio la vocación marítima y comercial de Cádiz, fue la voluntad de la corona, quien, en último término, le dio todo su sentido a este hecho, con la creación de un sistema monopolístico para ordenar las relaciones entre España y sus Indias.


Casapuerta en la calle San José esquina con Ancha.

viernes, 19 de noviembre de 2010

Circos - Teatro

Teatro del circo


En el amplio patio del Hospital de Nuestra Señora del Carmen, en cuyo lugar hubo anteriormente establecido un picadero, donde los picadores adiestraban a sus caballos, se construyó en el año 1846 el “Circo Olimpia”, al que se tenía acceso por una calleja que desembocaba en la calle Maria de Arteaga.


El citado circo era de madera de gran amplitud y su techo estaba cubierto por un toldo de lona. El hecho de ser el primer circo que se estableció en nuestra Ciudad, atajo la curiosidad del público, el que le dispensó una favorable acogida que se prolongó muchos meses.


En el mismo actuó durante más de dos años y con un gran éxito una compañía ecuestre y gimnástica bajo la dirección de Paul Lalibean, dándose dos funciones diarias y tres los domingos y festivos.


Algunos años después, el Circo Olimpia fue adquirido por el rico propietario D. Pedro Bedoya y Serna, que lo transformó en teatro, bajo la denominación de “Teatro del Circo”, en el que a partir de entonces actuaron compañía dramáticas y líricas hasta el año 1863 en que, por fallecimiento de su propietario, desapareció dicho Teatro de Circo.


La calleja que daba entrada al citado circo, se rotuló con dicho nombre en 1855 por acuerdo municipal y al desaparecer dicho Coliseo, el Ayuntamiento ordenó cerrar dicha calleja.


Teatro Circo Romea


En el 1872, se construyó un teatro de madera, en el lugar que ocupaba el convento de los Descalzos, frente a la finca número 2 de la Plaza de Topete. Este teatro, que era de bastante capacidad, se denominó “Salón de Variedades” y su inauguración tuvo lugar el día 24 de Diciembre del mismo año, con las actuaciones del Antiguo Nacimiento de la Tía Norica, cuyas funciones con el mismo programa, se prolongaron hasta mediados del mes de Febrero del año siguiente. A partir de esta fecha, comenzaron a actuar en este Salón, espectáculos de magia e ilusionismo, se dieron algunos conciertos de violín y guitarra a cargo de destacados profesores, sí como algunas funciones dramáticas.


Algún tiempo después, tras ser ampliado notablemente y mejorarse sus instalaciones, dicho Salón fue transformado en teatro, bajo el nombre de “Teatro Romea”. Su inauguración tuvo lugar en 1876, actuando una Compañía dramática. A partir de entonces este teatro daba diariamente una función y los domingos dos. A la actuación de esta Compañía dramática, que se prolongó por espacio de un mes, siguió uan Compañía de zarzuelas, que dio más de cuarenta funciones.


Diez años después, el Teatro Romea fue desmontado para alzarlo de nuevo en el centro del lugar de la explanada de aquellos contornos, ampliándose nuevamente y modernizándose sus localidades, formándose un Circo-Teatro con la misma denominación, cuya inauguración tuvo lugar en 1886, actuando una Compañía de Zarzuelas.


Con motivo de urbanizarse por el Municipio aquellos lugares, para construir unos jardines, este Circo-Teatro se vio obligado a desaparecer, dejando un grato recuerdo entre cuantas personas fueron asiduos espectadores a sus sesiones.



Circo-Teatro de la Plaza de Candelaria


En el lugar que anteriormente estuvo situada la iglesia y convento de la Candelaria, los que dieron nombre a dicha plaza, cuyas edificaciones religiosas fueron derribadas por el Ayuntamiento que presidió D. Fermín Salvochea, a fines de 1873, se estableció en 1881 el “Circo de ambos Mundos”, el cual inauguró una Compañía ecuestre y gimnástica que dirigía el artista italiano Francisco Rizzarelli, la cual dio numerosos espectáculos, e incluso cuatro sesiones diarias algunos domingos.


La autorización por parte del Municipio para esta instalación, provocó las quejas de los vecinos de la plaza, ya que al derribarse la iglesia y convento de la Candelaria, el terreno que ocupaban los mismos fueron adquiridos al Obispo de la Diócesis por el Ayuntamiento, con la cooperación económica de algunos vecinos, para construir en su lugar amplios paseos y jardines. El permiso para la instalación del circo se concedió a D. Manuel María Luque por sólo cinco meses, para que pudiera dar cien espectáculos públicos, con la obligación de satisfacer un canon al Municipio por cada espectáculo y dar un beneficio al Asilo de la Infancia.


Durante los meses de Mayo y Junio de 1882, se levantó en el lugar que ocupaba el anterior, otro circo más bonito y de mejor trazado, construido de madera, con elegante portada de estilo suizo.


El citado local, al que se denominó “Circo Gaditano”, fue inaugurado el 22 de Junio del citado año, con la actuación de una Compañía ecuestre y gimnástica dirigida por Enrique Díaz, que obtuvo un gran éxito.


Algunos meses después, a este Circo se le hicieron las obras necesarias para convertirlo en Circo-Teatro, construyendo un escenario, la inauguración de este Circo-teatro tuvo lugar en 1883, actuando en dicha función una notable Compañía de Zarzuelas


A comienzo de 1884, el Ayuntamiento comunicó mediante notaria al propietario que en plazo de un mes debería quedar demolida dicha instalación y libre o expedito el terreno que ocupaba todo el material de la misma.


Tras la demolición del Circo-Teatro de la plaza de candelaria, se comenzaron a construir en dicho lugar paseos y jardines.


Circo-Teatro Gaditano


La inauguración de este Circo-Teatro, que se encontraba situado en la plaza de Jesús Nazareno, número 27, tuvo lugar en agosto de 1887. La empresa que tomó a su cargo este bonito y cómodo Coliseo, formó una Compañía cómico-lírica.


En esta función de inauguración, a la que asistió numeroso público, se representó “El Vizconde” y “Niño Tancho”, el baile se titulaba “Bolero”, de Director del cual vino D. Manuel Guerrero, que trabajaba en el Teatro Real, de Madrid.


La empresa que arrendó este Teatro contaba con el privilegio exclusivo de la representación de cuarenta obras nuevas, entre las que figuraban: “Los Lobos Marinos”, “Grandes y Chicos”, “Pepita Peris” y todo lo más selecto del repertorio nuevo español.


El patio de butaca era cuadrado y amplio, muy en consonancia con el carácter del teatro y las localidades de butacas, cómodas. A ambos lados había varios palcos y detrás una galería baja y una grada de anfiteatro. La galería alta estaba bien situada y reunía buenas condiciones de visibilidad y acústica. El alumbrado era suficiente y el decorado sencillo y elegante. La galería alta estaba sostenida por columnas de hierro y sobre la embocadura del proscenio había pintado un medallón representado las Bellas Artes y la Literatura.


La sala de este Teatro se transformaba en pista de circo, cuando actuaba en el mismo una Compañía ecuestre, en cuyo caso se modificaba el escenario, donde se establecía la cuadra de caballos.


Una de las mejores cosas que tenía este coliseo era la entrada y el vestíbulo, cuyo pavimento era de mármol y que recordaba la entrada del Gran Teatro, cuyo conjunto de detalles hicieron que en su época fuera el Teatro más popular de Cádiz.


En febrero de 1899, este Coliseo fue arrendado por un grupo de aficionados al arte teatral, los que constituyeron una Agrupación artística bajo la denominación de “Liceo Teatral Albarrán, la que estableció su sede en este local.


Al cerrarse este Teatro se estableció en dicho local la panificadora y fábrica de chocolate “Eureka”.


sábado, 13 de noviembre de 2010

Cádiz, la ciudad que crece en vertical

Desde el punto de vista, más restringido, de su emplazamiento, se sabe que la ciudad se sitúa sobre una isla; más concretamente, en el extremo occidental de ella, al fondo de un alargado pedúnculo, mitas arenoso mitad rocoso, poco extenso, que los fuertes vientos del océano visitan con asiduidad.

La pequeñez de su espacio, se verá agravada por algunas decisiones de la Corona de castilla en época medieval considerando la proximidad al territorio musulmán, que, al reducir todavía más su término, vendrá a afectarla de forma duradera, en especial en lo que se refieren a sus posibilidades futuras de crecimiento, rentas y disponibilidad de suelo agrícola.


En 1303, Fernando IV había recompensado a Guzmán el Bueno, con la entrega, entre otras, de una aldea próxima de la ciudad, Chiclana.


Al otro lado de la bahía, frente a Cádiz, el Puerto de Santa María y su tierra, caía en poder de los Medinaceli en 1306.


Por último, Cádiz ve desgajarse de su jurisdicción, en tiempo ya de Alfonso XI, la alquería de Rayhana y la Isla de León (San Fernando) para ser entregadas a manos privadas, acción que confirmarían después los sucesores del monarca.


En tiempo de los Reyes Católicos (1483), la villa de Puerto Real, muy próxima a la ciudad, tendrá también su propio término.


De esta forma, en un corto espacio de terreno se forma o donan núcleos de población que ciñe a Cádiz obstaculizando su desarrollo. Ello, unido a su carácter de isla y, por tanto, rodeada en la totalidad de su perímetro por el mar, impide a la larga un crecimiento urbano desahogado, al tiempo que potencia en la práctica sus actividades económicas relacionadas con los espacios marinos.


Así, el carácter marítimo-comercial que le confiere su emplazamiento y posición geográfica se reafirma a finales del Medievo.


Con este panorama, la ciudad se verá particularmente cercada en sus posibilidades de expansión, sobre todo en épocas de aumento demográfico.


Cádiz es, pues, una ciudad con graves limitaciones para el desarrollo urbano, eso hace que crezca en altura: las casas de cuatro pisos, a veces de cinco, sobre todo en los barrios burgueses.


También se efectúan remodelaciones de zonas antiguamente urbanizadas o semiurbanizadas y se sustrae, terreno al mar, por los ochenta del siglo XVIII surge el barrio de san Carlos junto al baluarte de san Felipe, combinación de necesidades defensivas y demanda de vivienda.


Cuenta sobre todo, el terreno sustraído al suelo cultivable. Al término del Seiscientos se había edificado uno de los últimos espacios agrícolas de Cádiz intramuros; el llamado Campo de la Jara o Xara (alrededor de la actual plaza de San Antonio), en torno a los terrenos de la viña de Malabar, surge por la misma época (finales de los ochenta) el barrio de la Viña, en el ángulo suroeste de la ciudad.


A principio del XVIII, solo quedaba poco más de un tercio de suelo sin urbanizar, sobre las zonas este (extramuros) y noroeste del casco viejo (lo que hoy es la alameda de comillas, el parque Genovés y el antiguo hospital de Mora), próximo al mar.


Los terrenos cultivados se reducirán a unas pocas manchas verdes sobre dicho corto reducto y a los huertos de los conventos que se reparten por la ciudad, el de la Merced en pleno corazón del barrio de Santa María, entrego el suyo en 1738.


Fuera de la zona urbanizada quedaba únicamente el Hospital Real, iniciando en 1667, un pequeño almacén de pólvora y algún precario cuartel.


El proceso constructor, lejos de detenerse, prosigue hacia 1755, de las cererías de Peñalba-terreno de uso industrial-, entre San Lorenzo y la Viña, y de los terrenos próximos al Hospital real, entre éste y la plaza del Mentidero; la edificación de los llamados huertos de Cepeda cuyo proyecto data de 1777, la creación del barrio de San Carlos.


Después de todas estas acciones solo quedan libre, terrenos extramuros de la ciudad sometidos a las inclemencias de los vientos, donde empezará a surgir algún barrio (San José, en torno a la iglesia del mismo nombre y el nuevo cementerio a finales del XVIII y principio del XIX.


En pleno siglo XX, extramuros se encuentra casi urbanizada, de los cuales algunos barrios están sobre terrenos sustraídos al mar. Y entrado en el siglo XXI nace un nuevo barrio en los terrenos de astilleros, frente a donde va el nuevo puente de la Constitución o de la Pepa.


el último barrio en los terrenos de Astilleros