sábado, 26 de diciembre de 2009

Un Paseo por Cádiz con Fernando Quiñones

Alameda Marquez de Comilla

Casi todo el perímetro urbano del viejo Cádiz, con su alto caserío y sus calles rectas y estrechas, brinda al viajero rincones de inconfundible perfil, fuerte color andaluz y europeo, monumentos y obras de arte.


No obstante, detallaremos dos gratos paseos, de urgencia por la ciudad (a pie o, más gaditanamente, en coche de caballo, si queda alguno).


Partamos en ambos, junto al puerto, de alegre y espaciosa Plaza de San Juan de Dios, un centro vital del Cádiz antañón y contemporáneo.


El primer recorrido, a cuyos hallazgos artísticos sumaremos un sabroso vagar por la vida matinal de la ciudad, nos conduciría en principio, por las calles Nueva y San Francisco, hasta la iglesia de la Santa Cueva, con espléndidas piezas de Goya y varias obras notables de Riedmayer, Vaccarí, Gandulfo, etc.


Por Columela, una arteria comercial, la Plaza de las Flores y la bulliciosa vecindad del mercado, el hermoso palacio del Hospitalito de Mujeres nos deparará luego la sorpresa del conmovedor San Francisco, del Greco, obra de vasta proporciones y una de las más expresivas del gran cretense.


A dos pasos de allí, en la Plaza de las Bulas, se alza la alta y airosa Torre de Tavira, cuya ascensión es indispensable para abarcar totalmente la original situación de la ciudad y una de las más bellas vistas panorámicas del sur de España; entre antiguas brújulas, catalejos y libros de marina, sobre la Tavira- que aún hoy ejerce sus funciones de Torre Vigía- se domina la bahía de Cádiz, el océano abierto y, como desde la cofa de un navío, el blanco conjunto de la ciudad, engastada en vivo azul del mar y recortando contra él sus clásicos miradores, almenillas y azoteas.


En la Plaza de Mina nos espera después los Museos de Bellas Artes y Arqueológico, el primero con una larga y admirable colección de obras de Zurbarán, Rubens, Murillo, Lucas Jordán, Lawrence, Van der Weyden, Santi Di Tito, Van Orley, Borgiani, Alonso Cano, etc., y otras atractivas salas de primitivos y modernos.


De gran interés son asimismo los sarcófagos y objetos fenicios y romanos del inmediato Museo Arqueológico y las instalaciones del Museo Histórico Municipal de Cádiz, en la actualidad en reforma, (para el aniversario, doscientos años, de la constitución La Pepa)


Este primer itinerario terminaría en la Alameda, con el Atlántico a un lado y, al otro, entre jardines, las torres gemelas de la iglesia del Carmen, de cuyo barroco parece haber copiado gracia y línea tantas otras del Perú o México.


Un segundo recorrido nos llevaría en la jornada siguiente, y entrando a él por el viejo Arco del Pópulo, al barrio de igual nombre, el más antiguo de la ciudad y recinto único del Cádiz del Rey Sabio.


Un rincón encantador es la Plaza de la Catedral vieja que, encajonada entre ésta y la catedral dieciochesca, brinda muy bellos aspectos de ambas.


Torres de piedras, callejuelas de sugestivo nombre-Piratas, Posadilla, Viento, Mesón-, antiguas hosterías populares y nobles fachadas de herrajes y escudos completan allí, con el Patio Mudéjar y la espléndida Casa del Almirante en la Plaza de San Martín, una visión de rancio y gaditanísmo sabor.


La catedral neoclásica, aborda por el Arco de la Rosa, nos ofrecerá seguidamente, junto a la magnitud de sus proporciones, sus mármoles y sus jaspes, el interés del Museo Catedralicio con obras de Zurbarán, Cornelio Schut, Murillo, Copello, etc., y la fabulosa Custodia del “Millón, una de las más ricas que se conocen (este museo en la actualidad, se encuentra en la Plaza Fray Félix en la casa de la Contaduría).


Contratada con tales tesoros, una cripta sencilla, aunque de notable calidad arquitectónica, guarda en la catedral los restos del compositor gaditano Manuel de Falla.


Por el Campo del Sur, amplio balcón abierto al Atlántico, llegaríamos muy pronto a la iglesia de Santa Catalina (Capuchinos) y a sus hermosas pinturas de Murillo.


Nuestro proyecto concluirá en la placidez de La Caleta, puerto primitivo de la ciudad, y lugar, hoy, desde el que se disfruta una marina de barquillas, murallas y arrecifes, abierta a la boca de la bahía y al serpeante camino del faro de San Sebastián.


Cabe destacar también, del Cádiz artístico, el Oratorio de San Felipe Neri, embellecido, con la memoria de las Cortes, por una luminosa Inmaculada, de Murillo; la neoclásica solidez de los edificios de la Cárcel Vieja y el ex-Hospicio; en San Agustín, el gran cristo de la Buena Muerte, talla insigne de Martínez Montañés, las célebres Puertas de Tierra y Murallas; la iglesia de Santa María, con su antigua torrecilla y el raro alicatado de la capilla de Nuestro Padre Jesús Nazareno, a quien el pueblo llama el Greñúo

.

El barrio de Santa María posee asimismo auténtico encanto, con sus pinas callejas marineras y las palaciegas mansiones (en la actualidad en reformas) del viejo Cádiz poderoso.


Es recomendable un paseo nocturno por Santa María, sobre todo si se empalma, dada su proximidad, con los bellos rincones oscurecidos del contiguo y ya descrito Pópulo.


Fernando Quiñones,monumento en la Puerta de La Caleta

viernes, 18 de diciembre de 2009

Puellae Gaditanae


Pocos datos y conjetura nos hablan de las danzarinas de Cádiz precristiano, anteriores a las célebres e históricas del Cádiz romano.


Según esas sugerencias, también las gaditanas más antiguas mostraban gran habilidad para la danza.


Pese a la escasez histórica de pruebas, tales informes no resultan desdeñables sobre todo a la luz de los hechos siguientes y por los que, siempre, cabe atribuirle a la ciudad una tradición de baile

.

Las faldas de volantes y las castañuelas de las actuales bailaoras, evocan, sin saberlo ellas, los giros airosos de las danzarinas tartesias, sus antecesoras de hace cuatro mil años… Pero es como las bailarinas gaditanas-romanas, con quienes empezaremos a tocar de lleno.


Con ellas llegan las primeras noticias solvente no sólo de la danza, sino también de la música genuinamente gaditana: las cantica gaditanas y las danzarinas puellae gaditanae van indisolublemente ligadas en el tiempo y en el espacio.


El arte de las puellae, tenía un trasfondo básico, un objetivo último, muy semejantes al del no tan actual strip-tease (presentada ya en historias milenarias, como la de Salomé, la Danza de los Siete Velos…)


En la esplendorosa crónica de las bailarinas gaditanas-romanas, el baile también parece muchas veces ser lo de menos, precedida de pasos, ritmos, contorsiones y repiques, la tarea esencial de las bailarinas, todo hace sospechar así.


Consistía en excitar hasta el delirio los sentidos de sus contempladores, “contoneo tan tembloroso, ardo tan blando, que haría masturbarse al propio Hipólito”. El título de esa composición: Puella Gaditana (“Muchacha de Cádiz”) cierto que en aquellos pasos, ritmos y habilidades debió existir una enorme porción de lo que hoy entendemos por “arte” y que, también hoy, los encantos femeninos de la bailadora son un punto secundario, pero a su favor y al de su baile mismo.


Es casi seguro que, al margen de su carnal y seductora envolvencia, los bailes femeninos gaditanas-romanas constituyen un importante antecedente artístico en la sólida, compleja y discontinua historia del folklore gaditano y andaluz en general.


¡Quien sabe el tal vez abrumador parecido que debieron presentar con los que hoy conocemos, los muchos puntos de contactos que acogiéndose a la opinión de historiadores y folkloristas, pudieron tener con ciertos accidentes de lo que hoy entendemos por baile flamenco!


Al margen ya de ésta, queda en pie la tangible realidad de su fascinante época; aquellas gaditanas nos evocan sin esfuerzo escenas fantásticas, grandezas, miserias, visiones y costumbres de la Roma decadente.


Son ellas, consideradas en cualquier orden, personajes de toda una leyenda real que inflama nuestra imaginación y la enriquece, aun dejando a un lado su indiscutible interés desde el punto de vista histórico-musical.


El baile de las puellae es fulminado por decreto del emperador Teodosio el Grande (poco amigo seguramente del contoneo y del arte sexy).


El sentido del rítmico y el estilo sincopado del baile de las puellae gaditanae, queda en pie como un hito básico de nuestro interés y de la investigación flamencológica moderna.


Estás danzarinas, hicieron furor tanto entre el señorío como entre la plebe.

domingo, 13 de diciembre de 2009

El Cádiz Hispano - Árabe

Iglesia de Santa Cruz (asentada en la Mezquita Mayor Árabe)

Decir que la historia de la España árabe de al-Andalus está todavía por hacer en la mayoría de sus aspectos y cuestiones, y en Cádiz, este aspecto, no podía ser menos ni haber corrido suerte diferente.


Lo que se sabe del Cádiz hispano árabe resulta escaso y fragmentado, y nunca que se sepa, se ha abordado un estudio orgánico del tema, aparte la resumida noticia de Seybold en la monumental enciclopedia de I´Islam.


El estado general de nuestro conocimiento sobre Cádiz andalusí resulta bastante menos satisfactorio que en lo referente al Cádiz antiguo.


Hay que aludir el escasez de documentación, en torno al tema, y en especial de los siempre muy valiosos datos arqueológicos, que en trabajo de este tipo dicen más que los literarios, datos de esta clase son los que han servido precisamente para ir desarrollando de manera muy fundamental la investigación sobre Cádiz antiguo, para ir perfilando el remoto pasado glorioso de aquella espléndida urbe.


El Cádiz andalusí no corre desde luego la misma suerte, la labor que encumbre al investigador, ha de cometerse prácticamente sólo a base de testimonio de índole literario.


A través de ellos, y como ya se ha hecho notar en alguna ocasión, se contornea menos brillante que en sus etapas anteriores, Torres Balbás, ya se refería a ello: Cádiz debió de tener escasa importancia mientras estuvo en poder islámicos; historiadores y geógrafos la nombran en muy contadas ocasiones, limitándose casi exclusivamente en mencionar los grandes restos de construcción romanas que atestiguaban su pasado esplendor.


Tal afirmación contiene, a no dudar su parte de razón y fundamento, pero resulta también, excesivamente esquemática.


La documentación árabe consultada permite en principio el trazado de un perfil del Cádiz andalusí, en el seguimiento que se hace, intenta conseguir que lo sistemático y lo diverso no se excluyan.


La isla de Cádiz, tal es masivamente la denominación de la zona que se encuentra en los autores árabes medievales “Yazira Qadis” (isla o península de Cádiz), es el nombre empleado, y con él, por tanto, no se hace sólo referencia a la ciudad estricta, sino a todo el espacio limítrofe que abarca.


El lugar bien conocido por los geógrafos, y no sólo occidentales o andaluces, sino orientales también y aparecen en bastantes textos de época relativamente temprana

( Hudud al-Alam, enciclopedia persa del siglos traducida al árabe, se alude a las veinticinco islas del Océano Occidental, conocida ya por Ptolomeo, y se precisa que la séptima de ellas es Cádiz (Ghadira), en el punto donde el océano se junta al mar Griego o de los Rum (Mediterráneo) y así en diversos textos de la época.


En Cádiz hubo dos mezquitas árabe, que entre otras merecieron destacarse la iglesia de Santa Cruz en el barrio del Pópulo, fue durante la dominación Berbera su Mezquita Mayor, una vez tomada la ciudad por Alfonso el sabio, sólo quedaría aquella mezquita de los moriscos a donde hoy ocupa la finca número 2 de la calle Santo Cristo (barrio de Candelaria)


Estos moriscos fundaron luego una cofradía cristiana que se hizo muy popular en nuestra ciudad.



martes, 8 de diciembre de 2009

Leyenda e Historia de Cádiz


1 Estrabón. 2 Homero. 3 Avieno.

Las más añejas referencias a Cádiz parecen hallarse en dos libros de la Biblia: el de Jonás, inquilino de la ballena, y el de Ezequiel.


También en la Geografía de Estragón, a través del héroe y navegante Menester, citado asimismo por Homero en el tercer libro de la Iliada, y en la Ora Marítima, de Avieno:

" Aquí la ciudad de Gadir..., aquí las columnas de Hércules".


Ya desde muy lejana antigüedad, e incluso en la Roma de Cicerón (siglo I a.C.), se identificaba a la perdida Tartessos con Gádeira, Cádiz, llamada por los griegos en plural: tá Gádeira.


Para los fenicios, Cádiz fue ya Gadir, palabra que significa castillo, lugar cerrado o recinto, Antonio Tovar interpreta como vocablo de origen africano, concretamente de Libia, que los fenicios incorporaron a su lengua y que daría lugar al romano, Gades.


Más que el Hércules, el mito de Eúmelos, hijo de un dios del mar y de Kleitó, y a quien describe Platón en su Kritias o informe sobre la Atlántida fabulosa, se nos muestra específica y realmente gaditano, entroncado por la platónica cita a los legendarios comienzos de Cádiz, aunque Hércules es el que sigue gozando del favor popular y contando en la ciudad y también en muchas de sus canciones, como fundador de la misma.


Himilco, el cartaginés que partió de su puerto para explorar las costas norteuropea cinco siglo antes de la era Cristiana, y otro remoto dato, justamente el de Estrabón, el gran geógrafo y viajero griego, quien recoge cierto escrito de un tal Posidonio, del siglo II a.C.


Posidonio, vivió un mes en Cádiz, refiere la aventura de Eudoxo, marino de su tiempo, quien viajó desde Alejandría, en Egipto, hasta Cádiz, con escala en Puzzuoli, cerca de Nápoles y en Marsella.

En Cádiz, Eudoxo divulga su idea de llegar a Asía por otro camino, constituyó el capital y fletó un gran barco y dos navíos menores, como los de los piratas, embarcó muchachas, médicos y artesanos, y se hizo a la mar hacia la India, llevado por los céfiros…


Para Luís Bonilla Cádiz fue cabeza del Primer Imperio de Occidente, mucho ante de la Gadir fenicia y de la Gades romana, situada ésta bajo el Cádiz actual, aquella junto a la caleta, por el Castillo de San Sebastián, donde hoy se alza el faro y ambas en la larga y estrecha isla de Kotinoussa, que unía a Cádiz y al actual islote de Santi Petri, el mar y los siglos transformaron la geografía del lugar.


El arqueólogo expone y razona las posibilidades de que fuese Cádiz y su bahía el corazón de la cultura tartésica e incluso el de la legendaria Atlántida.


En su opinión, los fenicios se impusieron a los tarteso-ibéricos, los derrotaron en una batalla naval liberada en aguas gaditanas, y el Imperio tarteso fue luego definitivamente liquidado por los primeros dominadores cartagineses.


Estrabón proporciona asimismo otras noticias gaditanas, algunas de las cuales son de tan subido encanto como las referidas al templo de Melktar-Herákleion, el Hércules gaditano cuyo santuario se alzaba al Sol cegador de la inmediata isla de Santi Petri y cuyo culto perduró hasta los confines de la Edad Media.


A la luz, mucho más clara, de la Historia posterior, y remontado el originario fondo gaditano de procedencia turdetana, ligur según algunos, que mezcló en la estrecha población costera con raza sito-árabes, fúndase, en fin, la primera fortaleza y luego la colonia fenicia de Gádir (al parecer sobre el 1100 a.C.), que comercia y trafica provechosamente, que ve crecer el diminuto núcleo urbano, que asiste a desavenencias y luchas en las que todavía participan los viejos ocupantes o vecinos tartesios.


El ejército enviado por Cartago para apoyar a Cádiz pasa a ser su dominador. Amílcar Barca, asentado en la ciudad oceánica, extiende sus conquistas a todo loo largo de la Bética


Es Cádiz la primera y la última plaza de Cartago en España. La roma victoriosa ha puesto ya sus miras en el antiguo y codiciado puerto atlántico, centro ideal de acuartelamientos y conquistas, el subiente Imperio Romano necesita a Cádiz, cuya acreditada jerarquía marítima y cuya esplendida posición en el litoral atlántico del Sur de España, llegan con la segunda guerra púnica, al cabo de repetidos y ensangrentados conatos para sacudir el yugo de Cartago y pasarse a Roma.


Cádiz lo logra el año 206 a.C., bajo Escisión, el verdadero fundador de la romanizad Ibérica; más tarde, el emperador Augusto fija limites y responsabilidad jurídica a Cádiz, que pasa a depender oficialmente del poder central, en Roma y a ostentar a su vez la capitalidad de toda su extensa región.


Llega a la ciudad, transformados, los viejos dioses helénicos, el puerto primitivo, La Caleta, se puebla de ágiles velas latinas.


Da comienzo a la dilatada, la espléndida romanizad de Cádiz, uno de los pilares de su duradera y contemporánea esencias europea.


Pero serán Hércules, los fugaces cartagineses, los fenicios sobre todo, quienes arraiguen como únicos antecesores en el moderno sentir popular de la ciudad.


jueves, 3 de diciembre de 2009

La Santa Cueva

La Santa Cueva, constituye uno de los edificios más extraordinario que atesora la Ciudad en su acervo artístico.

Un monumento realmente admirable en donde se patentizan en sus más diversas manifestaciones el exquisito gusto y refinamiento del que supo dar tantas pruebas la población gaditana, en las postrimerías del siglo XVIII.


La construcción principalmente del Oratorio dio origen a cuantiosos desembolsos, hizo posible que no solamente la riqueza ni la originalidad y el buen gusto se manifestara de una forma clara en sus menores elementos.


Este relicario de arte es poco conocido no solamente por una gran mayoría de personas que visitan nuestra Ciudad, sino por un elevado porcentaje de gaditanos.


El hecho, por una parte de que una curiosa tradición eclesiástica, hace pocos años estuviera prohibida la entrada alas mujeres en este lugar y por otro el encontrarse hace ya mucho tiempo agotados los libros del Padre Gandulfo e Iroto y del canónigo D. Benito de Elejalde, que se ocuparon de estos lugares, con una literatura más religiosa que práctica.


En el año 1756 y en ocasión de estar efectuándose unas obras en la iglesia del Rosario, los albañiles dieron inesperadamente con un sótano o sala bien profunda, cosa que estimaron providencial, por lo que solicitaron los Congregantes de la Madre Antigua al obispo que le fuera cedido para sus ejercicios piadosos.


Tras asearla un poco, le construyeron una escalera de caracol para facilitar su bajada, le colocaron un pequeño altar y varios bancos de madera, quedando convertido en piadoso lugar de meditación y recogimiento y denominándose a partir de entonces la “Santa Cueva”.


La Cofradía de la Madre Antigua, hacia el año 1730 existía en Cádiz una casa de pobre aspecto en esta humilde casa un grupo de hombres devotos, integrados en su mayor parte por personas de la aristocracia, se reunían todos los jueves del año para practicar un ejercicio piadoso, disciplinante, algo extraño, conocido por el de la “Madre Antigua”, el que consistía en meditar a media noche, durante el espacio de tres horas o más, los pasos de la pasión del Redentor, estas practicas piadosas, cuyo verdaderos orígenes y finalidades eran desconocidas incluso por los mismos vecinos de las casas cercanas.


La Santa cueva, es un edificio realmente curioso y extraño a la vez, quizás sin precedentes en arquitectura, lleno de belleza y originalidad.


Consta de dos capillas, construida una sobre otra. La parte baja está dedicada a la Pasión, en la que tuvo su sede la cofradía de disciplinante de la Madre Antigua, por lo que también se denomina “Cueva Subterránea del Señor del Perdón y Nuestra Señora de la Piedad”, y la situada en la parte superior “Oratorio o Capilla alta del Santísimo Sacramento”, que está dedicada a la Eucaristía.


En la calle Rosario, junto a la iglesia del mismo nombre, por una sencilla puerta, cuyo aspecto no denota la magnificencia del templo establecido en su interior, se tiene entrada a este edificio.


A la derecha de dicho pórtico, existe un cuadro de la virgen del Refugio, a modo de retablo público, que encierra gran interés, se encuentra protegido por un cristal, fue objeto de la veneración de los fieles, era antiguamente alumbrado con lamparillas de aceite, por sus mismos devotos, en el manto protector de la virgen, aparecen retratados los magnates gaditanos que en aquel tiempo formaban parte de la cofradía de la Madre Antigua, se coloco en dicho lugar el 31 de Marzo 1796, fecha en que se inauguro el Oratorio.


Frente a la puerta de entrada existe una hornacina, en la que figura una expresiva imagen de Nuestra Señora de la Soledad, sentada al pie de la cruz y mirando al cielo.

Completa el adorno de la entrada, cuatro cuadros pequeños pintados al óleo que representan los bustos de los cuatros evangelistas: San Mateo, San Marco, San Lucas y San Juan.


A ambos lados de dicha entrada comienza dos espaciosas escalera de mármol y balaustrada de caoba, que conduce a la Cueva baja.


Está capilla es de muy reducido espacio y está desprovista de toda decoración, ya que fue construida para ser lugar de meditación y de las disciplinas de la Cofradía de la Madre Antigua.


Consta de tres naves, al fondo de la nave central, se encuentra situado el único altar existente en el templo, su situación exacta corresponde debajo del Sagrario de la Capilla alta u Oratorio, alumbrado por la única luz solar que penetra en este recinto, a través de una gran linterna situada encima del mismo.


El alta es de mármol, sobre el prisma posterior del altar, se eleva un Calvario, cuya cruz mide cuatro metro de altura, esta integrado por las figuras de tamaño natural de Jesús expirante en la cruz, la virgen Madre Dolorosa, la Magdalena abrazada a la cruz, San Juan y sentada en el suelo las dos María, son las de mayor méritos, se deben al escultor genovés Jácome Vaccaro.


La Capilla Alta u Oratorio, se llevó en practica de construcción, sobre la cueva subterránea por la familia del Marqués de Valdes-Iñigo, llevado por su amor a la Eucaristía, esta dedicada al Santísimo Sacramento, en la que como en la anterior, sólo tuviesen entrada los hombres, la consagración del templo tuvo lugar en 1796, durante los primeros años permanecía abierto desde las cinco de la mañana hasta la nueve de la noche los días laborales y festivo a las diez de la noche.

El Oratorio de la Santa cueva, formado por dos capillas: la baja o de la Pasión y la alta dedicada al Santísimo Sacramento.
El conjunto está considerado como uno de los grandes monumentos del arte español y la joya del neoclásico gaditano. En su construcción participaron los arquitectos Cayón y su discípulo Benjumeda. Para la decoración se contó con los pintores Zacarías Gonzáles Velázquez, Antonio Camarón, Antonio Cavallini, Franz Riedmayer pero sobre todo destacan las pinturas de Francisco de Goya. También se puede contemplar esculturas talladas por maestro como Gandulfo, Vaccaro y José González "El Granadino". Como culmen, el célebre compositor austriaco Joseph Haydn escribió para este Oratorio su obra "Las Siete Últimas Palabras de Nuestro Redentor en la cruz", que él mismo consideró como su partitura más lograda. El Ministerio de Cultura lo declaró monumento histórico-artístico de carácter nacional, en 1981.

folleto del Oratorio de la Santa Cueva


martes, 24 de noviembre de 2009

Puerta del Muro

Puerta del Muro, en el año 1564 (Grabado existente en el Servicio Histórico Militar)


La Puerta de Tierra es el monumento más genuino y representativo de Cádiz, a través de los siglos fue y sigue siendo aún el único camino terrestre para la entrada y salida de la ciudad, y comprender la excepcional importancia de la misma.


Por ello, desde que la población comenzó a ser rodeada de murallas para su seguridad y defensa. A partir de el primitivo muro del siglos XV, tras continuas modificaciones y ampliaciones se construye un semibaluarte con varias líneas de murallas y glacis, hoy desaparecidas.


En el camino de tierra, que primitivamente ocupó la Puerta del Muro y a la que sustituyó posteriormente la Puerta de Tierra, ha sido a través de los años un centinela firme y seguro para la tranquilidad de la población que habitaba dentro del recinto amurallado.


El hecho de haber sido Cádiz una Plaza Fuerte de extraordinaria importancia significación en la vida de la población.


Su valor histórico, monumental y artístico y el hecho de ser quizás el ejemplar más interesante y representativo del sistema militar defensivo español de los siglos XVII y XVIII, y su brillante historia está íntimamente unida a la ciudad de la que es pórtico.


Para que estuviera siempre defendido de cualquier peligro se le labró un lienzo de muralla de mampostería, que para entonces era fuerte, cerrado con él toda la entrada de la ciudad, y lo que allí es isla, con una puerta casi en medio de la muralla, que de ella tomaba el nombre llamándose Puerta del Muro, resulta difícil el poder fijar la fecha de construcción, pero lo que si se sabe, es que era de tan malas condiciones que se franqueaba con facilidad.


La defensa de Cádiz, quedaba reducida en aquella época a este Muro de Tierra y a un pequeño torreón que en Puerto Chico, comenzó a levantar en 1530, por ello a mediado del siglo XVI la ciudad se veía constantemente amenazada del peligro de los ataques de piratas y corsarios.


Después del saqueo de los ingleses en 1596, se trazaron y comenzaron a levantarse las murallas, en 1598 se abrió una nueva Puerta en la muralla del Frente de Tierra, que vino a sustituir a la antigua Puerta del Muro.


El año 1671, esta fortificación, que a partir de entonces se la conoce con el nombre de la Puerta de Tierra, que antes se denominó Puerta del Muro, constituía una de las cuatro entradas principales con que entonces contaba la ciudad, era la más grandiosa y la única comunicación terrestre con el resto de la península, formaba propiamente una fortaleza.


En torno a ella, ha existido en muy diversas época y durante un dilatado periodo de tiempo, muy diversas construcciones, los baluartes de Santa Elena y San Roque fueron construidos en el siglo XVIII, y estaba unidos por un lienzo de muralla con la puerta de la ciudad y el pesado torreón defensivo que hay sobre ella.


En la década de los cuarenta del siglo XX fue horadado por dos amplios arcos que permitían la comunicación viráis con la tercera zona de expansión de la ciudad, con el mismo fin se derribó parte del baluarte de San Roque.


Tras su última restauración la bella silueta de la Puerta de Tierra se ofrece maravillosa y espléndida, cargada de historia y de laureles, como corresponde a esta heroica ciudad, de la que por espacio de cerca de cinco siglos, ella fue a través de tierra firme el único pórtico, portillo, portal, entrada y acceso a la ciudad.


Puertas de Tierra (2009)

sábado, 14 de noviembre de 2009

El Faro Romano de Gades

Gades

Existió en Cádiz una famosa torre o faro, de posible origen romano, destruido en el siglo XII por un jefe almohade.


Según la tradición musulmana la estatua que la remataba indicaba el inicio del tenebroso mar, Océano.


Sobre dicha Almenara hay varia versiones.


Abu-Hamid la describió así:


“Tiene una altura

aproximada de cien codos,

quizás más; es cuadrada en su

base y redonda en su parte

superior, absolutamente

maciza, sin puertas.

En su punta hay la imagen de un

individuo… extrañamente

envuelto en una ropa de oro…

el brazo (derecho) y la mano

extendida señalando en

Dirección a Occidente (Al-Magrib).

Tiene la izquierda hacia el Mar Negro,

como apretando una llave,

En este mar hay siempre olas

como montes y ninguna

Embarcación puede entrar en

él por su muchos peligros.

Díos sabe más…


Al-Himyarí afirmaba que

Originalmente tuvo dos llaves

En las que estaba el destino de

Al-Andaluz. La perdida de la

Primera, hecho que ocurrió en

el siglo XI, traería grandes

revueltas y con la destrucción

de la segunda llegaría su

ruina total.


En los textos de al-Zuhri, en la traducción al castellano dicen, en esta ciudad estaba el curioso faro “almenara” parecido al de Alejandría, tenia cien codo de altura era cuadrada, edificado con una especie de piedra pómez áspera, de sólida carpintería, y estaba embovedado con columna de cobre rojo, encima había un segundo cuadro como un tercio del primero, y sobre este una pirámide truncada de cuatro caras y sobre ella un mármol blanco y cuadrado y sobre este mármol una figura humana de más extraordinario acabado.


Su rostro miraba hacia NO. y tenía el brazo extendido hacia el N. los dedos cerrados y con el dedo índice señalaba hacia la boca del Golfo que sale del Gran Mar, llamado el Estrecho, el que se alzo entre Tánger y Tarifa, como si mostrara los caminos, la mano derecha le salía por debajo del vestido la tenía cerrada, y con un bastón, como señalando hacia el mar (no llaves como dicen otros).


Para el autor se trata claramente de un faro, es decir una torre con aprovechamiento específico, ninguna especie de templo.


Torre, pues como también parece admitir el mismo García y Bellido, para quien se trataría de edificación romana y no fenicia, [este monumento al que llaman “Faro”, “Torre” y hasta “Templo” era sin duda obra romana, se trata de un monumento probablemente conmemorativo, levantado después del primer cuarto del siglo II de la era, en tres cuerpos cuadrangular escalonados”].


Tal condiciones primordial de señal marinera está bien precisa y refrendado en un párrafo inmediato del mismo geógrafo, que dice así: “con este faro, los musulmanes tenían una señal para entrar en el Gran Mar y salir de él, la figura seria una estatua romana de tipo imperial.


En el solar del antiguo Teatro Andalucía en 1995, fue encontrado la Factoría de Salazones, en el se hallaba un dibujo del faro romano de Gades en carboncillo sobre mortero de 103,5 x 82cm del siglo I-II d.C.


Representa gráfica de un edificio turriforme con doce cuerpos escalonados que disminuyen su tamaño a medida que ascienden.


En el primero y más inferior de ellos aparece una puerta abovedada, con arco de medio punto.


En cinco de los niveles se representa escalinatas, en la parte superior, cuatro líneas curvas que se abren hacia fuera indican haces de luz.

A los pies del edificio puede identificarse una pequeña embarcación.

Faro romano