viernes, 14 de septiembre de 2012

Francisco Cossi; un republicano olvidado

Francisco Cossi Ochoa



En el Puerto de Santa María en su domicilio el 24 de agosto de 1898 nace Francisco Cossi Ochoa.
Sus padres se llamaban José Jacinto Cossi Pérez y María Luisa Ochoa Zaldivar. Francisco fue el tercer de los hijos que tuvo el matrimonio.
Sus abuelos, por línea paterna eran Eduardo Cossi Gazsa, natural de Cádiz, y Carmen Pérez Ochoa, natural de El Puerto de Santa María, y por línea materna Manuel Ochoa Bullosa y Adelina Zaldivar Torrambusto, ambos también natural de El Puerto de Santa María, dos de sus bisabuelos paternos, eran de nacionalidad italiana.
Fue bautizado con el nombre de Francisco de Paula de la Santisima Trinidad, en la parroquia prioral de Nuestra Señora de los Milagros.

Curzo sus estudios de enseñanza primaria en el colegio de Don Ricardo Alcón, estudio comercio y realizó su servicio militar obligatorio en el año 1919, lo cumplió según fuentes familiares en la sede del gobierno militar ubicado en la capital gaditana.

Como miembro de una modesta familia, cuyos únicos ingresos económicos procedían del trabajo de su padre en unas bodegas, comenzó desde temprana edad a trabajar para ayudar económicamente en su casa, teniendo varias ocupaciones.

En el orden de sus entretenimientos privados era conocido entre sus familiares y amistades por su gran afición a la lectura-poseía una magnífica biblioteca- y a la música, participando habitualmente en actividades de carácter cultural o social.

Otra de su faceta altruista y solidaria que le llevó a convertirse en voluntarioso colaborador de la asamblea local portuense de la Cruz Roja Española.

Contaba 29 años de edad, su padre falleció, haciéndose desde entonces cargo de su madre, con quien continuó conviviendo hasta que fue detenido y encarcelado al triunfar la sublevación militar en Cádiz. Siempre estuvo atento al cuidado de ella por quien profesaba un gran cariño filial, permaneciendo soltero y si bien durante un tiempo tuvo por novia a una joven portuense, la relación no llegó a mayores.

Al principio del siglo XX la clase trabajadora española fue experimentando una profunda transformación y concienciación de su precaria situación que trajo como consecuencia la reivindicación organizada de sus derechos laborales y sociales. Ello encontró su adecuada canalización y proyección a través del movimiento asociativo sindical cuyas principales expresiones fueron la Confederación Nacional del Trabajo, inspirada en los principios del anarquismo, y la Unión General de Trabajadores, inspirada en los principios del socialismo.

Cossi, al introducirse en el mundo laboral, se inclinó por afiliarse a la segunda, que si bien había nacido como central sindical independiente del PSOE, en la práctica su vinculación fue con el estrechísimo, no sólo en cuanto a su orientación, sino también en cuanto a las personas que ocuparon indistintamente las direcciones de una y otra organización.

Cossi se sindicó en la denominada Asociación de Dependientes de Oficinas y del Comercio de El Puerto de Santa María, que pertenecía a la UGT  y vinculada, al PSOE.
Tras la caída del dictador una vez que el propio rey y los capitanes generales le retiraron su confianza, desilusionada y hastiada de un régimen monárquico caduco y decadente como el existente, caminaba abiertamente hacia el republicanismo.

Cossi también siguió ese camino, abrazándolo con gran entusiasmo y con la esperanza de que el nuevo régimen que surgiera renovara la viciada vida política, destacando pronto por su actividad entre los grupos locales de republicanos que surgieron en esq época.

Los 21 nuevos ediles tomaron posesión de sus cargos en pleno realizado el 5 de junio de 1931. a continuación se procedió a designar la presidencia, resultando Cossi proclamado alcalde con el voto favorable de 17 de los concejales. Cossi permaneció al frente del ayuntamiento portuense hasta el 25 de mayo de 1932, acepto la designación y volvio a ser por segunda vez el titular de la alcaldía presidencia de la corporación portuense en 1933, pero en febrero de 1934, Cossi presentó por sorpresa su dimisión, continuó siendo concejal del ayuntamiento  portuense si bien su presencia en las actividades locales  se vio resentida como consecuencia de tener que atender sus obligaciones como presidente de la corporación provincial.

Cossi siempre apoyó abiertamente el proyecto del Estatuto Regional de Andalucía que lideraba Blas Infantes, estando plenamente convencido de su necesidad y los beneficios que ello entrañaba para estas tierras así como para sus corporaciones locales. A finales, en su condición de presidente de la Junta Liberalista de Andalucía, su adhesión incondicional y ofrecimiento personal para colaborar activamente en dicho proyecto.

Se designó a Cossi, esta vez como representante de la corporación provincial, para participar el próximo día 5 de julio (1936) en la asamblea que se había convocado sobre el Estatuto Regional de Andalucía, aceptándose así la invitación cursada por el presidente de la Diputación de Sevilla. Cossi asistió a la citada asamblea hispalense en su calida de presidente de la Diputación provincial de Cádiz y representando a los ayuntamientos de El Puerto de Santa María y Medina Sidonia.

Blas Infante había estado en Cádiz (el domingo 12 de julio 1936) de la mano de Cossi en su calidad de presidente de la corporación provincial, donde celebró el que fue su último acto público y político promoviendo el Estatuto Andaluz, antes de ser asesinado casi un mes después.

La última vez que figura anotado el nombre de Cossi en el libro de actas municipales corresponde a la sesión realizada el 17 de julio de 1936 bajo la presidencia del alcalde Manuel Fernández Moro.

En la sesión realizada el día anterior a la sublevación, Cossi se había excusado de asistir por asuntos particulares urgentes. La parte de la última hoja del libro de actas, correspondiente a ese pleno, dedicada a la firma de los concejales asistentes permanece todavía en blanco.

Dicho gobierno municipal fue disuelto sin más por los sublevados y parte de sus integrantes fueron fusilados o encarcelados, comenzando por sus propio alcalde del que tras ser detenido por los rebeldes en el mismo ayuntamiento fue encarcelado en el penal portuense, de donde desapareció al mes siguiente sin saber más de él.

Tras la rendición, los defensores del edificio fueron detenidos y encarcelados. Todos los militares y los civiles más caracterizados, entre los que se encontraba Cossi, fueron conducidos al castillo de Santa Catalina, mientras que el resto fue trasladado a la prisión provincial.

Cossi, en compañía del secretario particular del gobernador civil, y otros civiles de significada relevancia política que había sido detenidos por los sublevados en diferentes puntos de la ciudad, fueron ingresados el día 20 de julio en la prisión provincial. El 26 de julio, el comandante Camarero y el capitán Carretero se personaron en la prisión provincial de Cádiz para proceder a tomar declaraciones a Cádiz, fue el primero en ser interrogado.

Se procedio el 28 de julio por el juez instructor a dictar auto de procesamiento, de un delito de rebelión militar. El auto fue notificado ese mismo días los interesados. Ocupados el comandante Camarero y el capitán Carretero en la trágica tramitación del juicio sumarísimo matriz respecto a Zopico, Jaso, Yáñez y Parrilla, no volvieron a retomar la causa de Cossi y sus dos compañeros de infortunio hasta el 8 de agosto.

Ya para entonces hacia dos días que los cuatro primeros se habían convertido en los primeros fusilados de una larga nómina en Cádiz como consecuencia de la sentencia de un consejo de guerra promovido por quienes se habían sublevado contra el gobierno de la Republica, testigo de ella había sido el capitán de fragata Azcárate, quien además de compartir prisión con Zopico, Jaso y Yáñez en el reducido módulo de oficiales del castillo de santa Catalina, tuvo que ver como se los llevaban al vecino castillo de San Sebastián y escuchar un rato después las descargas de fusilería de la tropa indígena más los disparos de gracia del oficial a su mando para rematarlos en el suelo. Es posible que ni Cossi ni Macalio se enterasen de que se llevaban a Parrilla de la prisión provincial para ejecutarlo.

El 8 de agosto se unieron al procedimiento los informes emitidos sobre la conducta moral y política de Cossi por el comandante del puesto de la Guardia Civil de el Puerto de Santa María y el ayuntamiento de dicha localidad.
Dos días después se unían los informes reservados emitidos por la Armada así como otros documentos de interés. En el informe enviado por la alcaldía portuense es anómalamente extenso y repleto de odio y rencor hacia quien fuera alcalde por dos veces en esa ciudad y que tal vez contribuya a explicar la tragedia a que día después se vería avocado el propio Cossi.

En su moral privada se caracteriza el Sr. Cossi por su inversión o degeneración sexual. Su predilección por los de su propio sexo dibuja toda una constitución moral. En resumen, por sus antecedentes puede calificarse al Sr. Cossi sin temor a errar, de ente indeseable y nocivo a la sociedad.

El 15 de agosto, contestó el abogado rechazando hacerse cargo de la defensa “Me es imposible aceptar la defensa de los procesados Don Francisco Cossi Ochoa y Don Antonio Macalio Carisomo. Careciendo de todo antecedente en relación con el proceso que se sigue a estos Sres. no puede juzgar de las posibilidades de defensa y por tanto no es prudente desde el punto de vista profesional hacerse cargo de la misma.

Ya para entonces había en Cádiz mucho miedo en relacionarse o verse relacionado con los considerados desafectos al Glorioso Movimiento Nacional, y más si encima se trataban de personas destacados o implicadas en hechos tan graves como haberse opuesto de una u otra forma a la sublevación militar.

Hasta la mañana del 16 de agosto de 1936 la suerte de Azcárate, Cossi y Macalio, parecía indivisible como consecuencia del procedimiento castrense que conjuntamente se les venía instruyendo. Aquellos testigos que vivieron el asedio desde el interior del edificio del gobierno civil no eran sospechosos precisamente de simpatizar con el Frente Popular, parecía quedar acreditado que no había tomado parte activa en la defensa del mismo ni portado siquiera armas.

Cuando el comandante Camarero, acompañado del secretario de las actuaciones, el capitán Carrero, abandonó el 16 de agosto de 1936 el castillo de Santa Catalina tras tomar declaraciones por última a Azcárate, Cossi y a Macalio en la prisión provincial la suerte de los tres ya estaba hechada.

Azcárate, ha quedado constancia de lo sucedido. Entre la mañana y el mediodía del 16 de agosto el general López-Pinto, comandante militar de la plaza, debió recibió instrucciones directas del general Queipo de Llano, para que por razones concretas que todavía se ignoran, se procediera esa misma tarde a la ejecución por aplicación directa del bando de guerra de determinadas personas que se encontraban detenidas en Cádiz sin necesidad a esperar sentencia condenatoria alguna.

A su vez en la jefatura de la comandancia de la Guardia Civil, ubicada entonces en la calle Zaragoza, se recibía también la orden para ello siéndole asignado para su cumplimiento al teniente Luis Salas Ríos, presentándose y acompañado de la fuerza de escolta en el castillo, para el traslado de Azcárate y Muñoz hasta el citado Regimiento que en aquella época se encontraba ubicado todavía en Puerta de Tierra, ocupado sus batallones las históricas bóvedas de Santa Elena y San Roque. Macalio fue también conducido hasta el mencionado regimiento.

A la entrada del regimiento fueron llevados Azcárate, Calbo, Macalio, Muñoz y Pintos haciéndose cargo de su custodia fuerzas de infantería, que los pasaron a unas habitaciones, donde se les comunicó que iban a ser fusilado esa misma tarde. A la seis de la tarde fueron ejecutados. La decisión de fusilarlos que exclusivamente de responsabilidad militar.

Se creía que Cossi había sido ejecutado junto a Azcárte y Macalio en los fosos de Puerta de Tierra en la tarde del 16 de agosto de 1936. El rigor de la investigación y el método detectaron bien pronto el error inicial y comenzó la ardua tarea de saber que había pasado de verdad con quien hasta el amanecer del 19 de julio de dicho año había ostentado legítimamente la presidencia de la Diputación Provincial de Cádiz.

El hecho de no tener descendencia contribuyó, al contrario que en el caso de su hermano. Eduardo, a que nadie tuviera que solicitar su condición primaría de desaparecido para poder declararlo seguidamente fallecido, ni entonces para acceder a algunas de las menguadas prestaciones sociales concedidas por el nuevo Estado a los familiares de sus enemigos.

De momento, Francisco Cossi no había oficial y legalmente, fallecido. Y de hecho hasta el día de la fecha, su fallecimiento sigue sin inscribirse.

Tras una dilatada tramitación de solicitud de autorización ante la Dirección General de Instituciones Penitenciarios de la desaparecida prisión provincial de Cádiz, trasladada y reubicado hoy en el centro portuense denominado Puerto II, resuelto que tampoco que daba constancia del paso por la misma de Francisco Cossi.

La detención, encarcelamiento y muerte de todos ellos está plagado de numerosas tinieblas e incógnitas. Y de hecho la única y supuesta documentación que testimoniaba la existencia de los procedimientos judiciales navales instruidos contra los mismos se dio desaparecida con ocasión del extraño y pavoroso incendio que sufrió en la tarde del 2 de agosto de 1976 el Archivo General de la Zona Marítima del Estrecho, instalado en el interior de la Escuela de Suboficiales de la Armada en San Fernando.

Se plantea como más factible, aunque no fuese habitual y menos en el caso de Cossi, que la extracción del detenido del centro penitenciario fuera realizada por una fuerza regular y entregada posteriormente a otra irregular para su asesinato.

Evidentemente, cuando una de aquellas trágicas camionetas se paraba delante de un centro penitenciario para por sus ocupantes llevarse a una o varias de sus víctimas al amparo de la oscuridad de la noche, no debía haber funcionario alguno que osara impedirlo y exigir el cumplimiento de las norman establecidas, pues hubiera significado seguramente su final. Se llegaba, se entraba, se escogía, se llevaba y… simplemente se desaparecían. 

Así era el sistema de terror, complementario y paralelo a la represión ejercida por la jurisdicción castrense, que entonces estaba implantado, especialmente en los primeros meses de la contienda.

A ello había que unir que la custodia y vigilancia exterior de los centros penitenciarios solían estar encomendadas a las fuerzas militares si bien como consecuencia de las necesidades de tropas en el frente o protección de otras objetivos durante la Guerra Civil, dichas unidades fueron con frecuencia relevadas por las de la Falange Española, Requetés y Milicias civiles.

La jurisdicción castrense llevó habitualmente a cabo su acción represiva con luz y taquígrafos quedando perfecta y completa constancia de sus pasas y acciones, por terribles que estas fueran. Independientemente de que en la mayoría de los casos se tratara de una farsa sin garantías de clase alguna para los acusados, se instruía un procedimiento judicial, se realizaba una vista oral, se dictaba una sentencia, se ejecutaba la misma, se levantaba acta de ello, se expedían los certificados médicos militares de defunción y se comunicaba a los efectos oportunos al registro civil y cementerio correspondiente.

Todo esto va configurando la impresión en el autor de este trabajo que quienes se presentaron en la prisión provincial gaditana para llevarse a Cossi y después lo asesinaron no debían pertenecer a la institución militar, lo cual no desvirtúa desde luego la responsabilidad cástrese, ya que dicho detenido estaba bajo su jurisdicción y por lo tanto bajo su responsabilidad. 

Hay que recordar que Cossi, daba su condición de presidente de la Diputación, no era un prisionero más, por lo que cuesta creer que elementos civiles facciosos aparentemente incontrolados se lo llevaron sin autorización o al menos conocimiento de la autoridad militar, de un establecimiento vigilado por fuerzas militares o civiles dependientes de aquella.

Una cuestión más a debatir es si verdaderamente Cossi fue sacado el día 17 de agosto de la prisión provincial. Se sabe y así consta que el día anterior si estaba ingresado en la misma gracias a las diligencias del procedimiento castrense.

La desaparición de Cossi plantea todavía numerosos incógnitas, Cossi, precisamente por ser quien era, no debio ser un detenido que pasara precisamente desaparecido, queda la posibilidad la aparición en el futuro de documentos o testimonios desconocidos hasta la fecha.

La actuación represiva de los sublevados contra la figura de Cossi continuó después de su asesinato.

La brutal represión ejercida contra el presidente de la Diputación Provincial de Cádiz no quedó circunscrita sólo a su persona sino que se extendió por toda su familia.

Francisco Cossi vivía hasta el momento de su detención en el domicilio materno, en compañía de su madre viuda, quien a sus 67 años tuvo que sufrir registros y todo tipo de comentarios burlescos y humillantes respecto a la trágica suerte corrida por sus hijos, pues similar y funesta suerte corrió el mayor de sus hijos, Eduardo, quien también fue asesinado por los sublevados y su cuerpo fue hecho desaparecer sin dejar rastro.

La acción represiva se extendió también a otros miembros de la familia de Francisco Cossi, tale como su hermano José Jacinto y su cuñado Pablo Cerdá Simón, ambos fueron detenidos y sufrieron prisión durante una temporada, tanto en el penal portuense como en la prisión provincial de Cádiz.
La madre de los hermanos Cossi, María del Carmen Ochoa Pérez, falleció el 29 de enero de 1950 contaba 81 años de edad, sin que llegara a saber que fue lo que realmente había ocurrido con sus dos hijos mayores.

La incógnitas sobre la desaparición y muerte de Cossi, a la fecha se siguen manteniendo en su integridad, pues continúa sin saber cómo, cuando, dónde y quienes lo asesinaron así como donde reposan sus restos. 
                         
Informacion cogida del libro "Una muerte sin esclarecer" de la biblioteca José Celestino Mutis de cádiz, del autor Jesús N. Nuñez Calvo