miércoles, 24 de agosto de 2011

Castillo de San Lorenzo del Puntal


Este castillo, símbolo de la resistencia gaditana de varios ataques de armadas extranjeras, pasó a ser propiedad de la Marina en el año 1923. En aquella época se encontraba casi abandonado, sólo contaba con la exigua dotación de un cabo y cuatro soldados de artillería, que velaban por su custodia.

El castillo de Puntales, junto con el de San Luis y el de Matagorda, y las defensas de la isla del Trocadero, ubicados todos en el lado opuesto de la bahía, dominaban y formaban en conjunto un sistema de defensa de la entrada de la bahía gaditana.


En 1923 se entregó a la Armada, instalando en 1939 una Base de Lanchas Torpederas. Veinte años más tarde, se convirtió en sede de los buques y Mando Anfibio de la Flota. Hoy está ocupado por la Estación Naval de Puntales.



El baluarte del Puntal consistía en un torreón fortificado sólo con cinco cañones. El torreón tenía escasa altura y disponía de cuatro aposentos, dos para almacén y los dos para vivienda de un artillero y nueve soldados, en los que no cabían de pie debido a la escasa altura de los techos. Se pretendía que sirviese para defender la entrada a la parte más recogida de la bahía y el puente Suazo. Detrás del fuerte solían amarrar los buques de la Armada que se encontraban en Cádiz.


El ataque de Francis Drake a Cádiz el 29 de abril de 1587, en el que resultaron incendiados veintiocho navíos, fue un golpe de mano contra los buques que habían de formar parte de la Gran Armada. El baluarte del Puntal, sus servidores lo defendieron heroicamente.


El 30 de junio de 1596 se produce el ataque británico y holandés, saltando a tierra unos siete mil quinientos soldados y seis mil quinientos marineros, con el propósito de apoderarse de la ciudad.


Nada se pudo hacer para impedir el desembarco, lo que sirvió para, posteriormente, derribar la fortaleza y construir un castillo en su lugar que pudiese ser más eficaz en futuros ataques.


En 1598 el capitán de fortificación Cristóbal Rojas, hace un proyecto del castillo, que se termina de construir en 1613. Doce años después, en 1625, sufre el Puntal los ataques de la escuadrilla inglesa que mandaba el vizconde de Wimbledon, que llevaba a sus órdenes al conde Essex, hijo del que había saqueado la ciudad en 1596.


La plaza estaba mejor guarnecida que en el asalto anterior. Este atacó al castillo, la acción fue tan dura que durante dos días recibió el castillo más de cuatro mil proyectiles, quedando convertido en un montón de ruinas. Del centenar de hombres que componía su dotación, sobrevivió una treintena y su capitán Francisco Bustamante, que aunque hizo prodigios de valores y heroísmo, no tuvo más remedio que rendirse ante la superioridad del adversario. Portando sus armas y bandera, salieron con los honores de guerra.


La resistencia de Puntales fue, sí embargo eficaz permitió prepara la plaza, que al mando de Fernando Girón Ponce de León, impidió el desembarco del enemigo, contraatacando con tal fuerza, que al pie del castillo quedaron numerosas bajas y pertrechas, haciéndolos prisioneros.


En 1629 el castillo es reconstruido y dotado de piezas de artillería que pudieran defenderlo de futuros ataques. Se instalaron amplias dependencias destinadas a cuarteles, así como una capilla bajo la advocación de San Lorenzo.


Un nuevo ataque sufriría el 24 de agosto de 1702, al desembarcar en Rota las tropas del Duque de Ormond, sir George Rooke, con el almirante holandés Van Almonde y Príncipe austríaco Jorge de Hesse-Darmstadt, su flota se componía de treinta navíos ingles y veinte holandeses. Sin embargo, la expedición no tenía por objeto la ocupación de la plaza y Puntales no es atacado, pero ayuda con sus piezas a la defensa del castillo de Matagorda.


En la Guerra de la Independencia defendió el castillo el batallón de milicianos distinguidos de Artillería, junto con un destacamento reducido de artilleros del ejército y algunos artilleros británicos. Por su heroica defensa les fue concedida una cruz con fecha 10 de abril de 1815. Por orden del rey, el que fue gobernador de la fortaleza, D. José María García de Santaella, sería enterrado a su muerte, en el castillo.



En 1823 cuando el poderoso ejército de “Los cien mil hijos de San Luis” al mando del Duque de Angulema, ataca Cádiz, vuelve a significarse el castillo del Puntal. Angulema no atacó por Cádiz, sino por Santi Petri. Puntales sostuvo un lento duelo artillero contra las baterías adversarios. En esta ocasión, Puntales no se halló en la difícil situación de los años 1810 a 1812.


En 1863 se efectuó una nueva reconstrucción. Se avanzó su emplazamiento hacía el mar, con objeto de reforzar su defensa de posteriormente ataques, daba la experiencia del incesante fuego que lanzó y recibió durante la Guerra de la Independencia.


En las inmediaciones del castillo había un carenero de buques mercantes que fue el astillero de Cádiz en el siglo XVIII.


Es tema de debate entre los historiadores gaditanos, si en Puntales se llegaron a construir o no, navíos de guerra. Según Viniegra, en 1729 se botó el navío “Hércules” a presencia de Felipe V, afirmando que la construcción del arsenal de la Carraca y la traslación del Departamento de la Isla de León, no obedeció al parecer a la deficiente del Puntales, y así a un punto de vista militar y estratégico. Esta opinión es combatida por Adolfo de Castro, que afirma que sólo había un astillero, el de Suazo que luego se traslada a la Carraca, y que en Cádiz no existían astilleros para buques de alto bordo y sí sólo para barcos pequeños.


Viniegra a este respecto cita una obra del Marqués de San Felipe, editada en 1756, que dice: Vieron también SS.MM. en marzo de 1729, echar al agua un navío de setenta cañones, llamado “Hércules”, el primero que se había construido en el nuevo astillero de Puntales.


Edificación y situación actual


El primer fuerte del se conservan planos. De este primitivo fuerte no queda más que el foso.

En la actualidad el lado oeste está ocupado por dos formidables baluartes de distintas dimensiones con un rediente cada uno, construidos con sillares de piedra ostioneras. Sobre el baluarte derecho sobresale la espadaña de la capilla del fuerte. Las cortinas están colocadas en talud. El fuerte dispone en cada frente de dos cañoneras, y en cada esquina que une los flancos hay un garitón.


El foso superviviente, lleno de agua durante la bajamar, se nivela mediantes una compuerta. El segundo foso, construido en el siglo XVIII, ha desaparecido. Para salvar la zanja hay un puente fijo con arcos que conduce a la puerta principal. La puerta da a un patio pequeño flanqueado por sendas cámaras de control. Atravesándolo, conduce al patio de armas. El patio está rodeado por pabellones abovedados de dos pisos, construidos en los años sesenta. En ello se encuentran las dependencias del Estado Mayor del Grupo Delta, las oficinas y el resto de las salas de oficiales y mandos. Los pabellones cuentan con dos terrazas en las que todavía hoy se aprecian las barbetas para cañones, convertidas en simples ventanas. Junto a la salas de oficiales está la capilla, un recinto rectangular con bóvedas de medio cañón.


Está protegido por la declaración genérica del Decreto de 22 de abril de 1949, la ley de 1985 sobre patrimonio histórico y también disfruta de la protección que ofrece la Junta de Andalucía desde 1993 a los castillos andaluces. Es propiedad militar y está totalmente restringido su acceso excepto para ocasiones destacadas como conmemoraciones históricas o pidiendo en el ayuntamiento de Cádiz el la parte de participación ciudadana.



patio de armas

jueves, 18 de agosto de 2011

18 Agosto de 1947 a las 10 menos cuarto de la noche; Cádiz pegó un" traquio"


Instituto Hidrográfico y monumento a las victimas de la explosión


Mi pequeño homenaje a las victimas y a sus familiares. Espero que algún día se sepa la verdad de lo que paso esa noche calida de verano.


El 18 de Agosto de año 1947, Cádiz sufre una explosión en extrañas circunstancias, se valoran varias hipótesis, la conspiración empieza a tomar fuerza dentro de las teorías más consistentes. España presencia atónita posiblemente el atentado militar más importante hasta día de hoy, donde el sabotaje y la conspiración parecen dejar miles de muertos.


Según el régimen franquista, el balance final de muerto fue de 152, pero periódico de la época como mundo obrero hablan de 5000.


A día de hoy todos aquellos que recuerdan la explosión aseguran que es imposible que solo hubiera muertos 152 personas ya que la escena que ellos vivieron mostraba solamente a su paso cientos de ellos.

Tras la explosión se reconstruyó en Cádiz, un fondo especial de ayuda a la ciudad. Esto se confirma en las historias y también a través de las citadas notas de prensa. El Ayuntamiento de Cádiz, siendo alcalde Sánchez Cossío, remitió un escrito pidiendo auxilio para devolver a la ciudad su aspecto anterior a la explosión.


REFERENCIA A LA EXPLOSIÓN EN CÁDIZ


Uno de los asuntos que aparecen más en las narraciones (a excepción de la guerra y la escasez), en el libro “Estraperlo en Cádiz. La estrategias social” cobrando protagonismo y fuerza y donde las descripciones reflejan especialmente los detalles, es en el caso de la explosiones de Cádiz. Los medios de comunicación se hicieron eco de la noticia, (Las mismas circunstancias que describen los entrevistados, que se recogen en la edición del 29 de agosto de 1947 en el Diario de Cádiz, describiendo la explosión como un suceso “inerrable”). Los primeros rumores aseguraban que se trataba de un fenómeno celeste; otro decían que había hecho explosión un buque de guerra en el puerto: otros aseguraban que la explosión se debía a un vagón de carga de profundidad, que estaba depositado en la Base de Defensa Submarinas en la barriada de San Severiano (en el Instituto Hidrográfico), tal y como llegó a concluirse. Se abrió una investigación de los hechos, al sospecharse que había sido un atentado. Se barajaron especulaciones, hubo rumores muy diversos, algunas historias cuenta cómo había investigaciones para averiguar su se había producido un atentado.


La historia de una mujer que habla en varias ocasiones durante la entrevista de este hecho, recuerda así lo ocurrido:


“Pero en el año cuarenta y siete fue la explosión de Cádiz, en agosto, el 18 de agosto de 1947 (…). El día de la explosión fue una cosa horrorosa, de noche… A mi me cogió en el balcón (…) Aquí en mi casa esperándole a él, que íbamos a salir a dar una vuelta, pero no se vino para acá porque las Farmacias estaban todas abiertas para poder ayudar a las gentes que estaban heridas en las calles, que les habían pasado algo, las acogían en las Farmacias, y el se tuvo que quedar, y ya vino su padre a tranquilizarme, a decirme que él estaba allí, pero no podía venir, y yo me enteré y estaba tranquila. La explosión fue una cosa horrorosa, murieron muchas gentes, Puerta Tierra quedó arrasada completamente, murieron muchos marineros. Nos quedamos aislados de todos los sitios, no había luz, ni había teléfono ni agua, por las calles. Iban los camiones anunciado donde podía ir si quería, ir a comer, si quería agua, que iban repartiendo agua, toda esas cosas…”

También a través de sucesos tan traumáticos, se manifiestan héroes, y sucesos de carácter simbólico, y que trasmiten a las generaciones siguientes cuando existe oportunidad:


“Y ya después lo que pasa que muchas cosas se han visto, otras veces no se han visto, pero ha sido verdad. Porque la explosión de Cádiz. ¡No me digas tú a mí que aquello no fue un descalabro! La explosión de Cádiz (interrupción). Yo iba a Cádiz con las cosas de mi casa, de la huerta, con los borricos por la carretera, todos los días, casi todos los días andando. De la Isla a Cádiz con los borricos. Y una de las veces que fui fue cuando la explosión de los talleres de Torpedo de Cádiz. Y yo por la carretera con los borricos. ¡Lo vi no un día, lo vi más días! ¡Los trozos de vigas del taller ése, pero grandes, grandes así de hierro larguísimo!, ¡allí por la carretera tiradas, dobladas de la misma explosión, allí en el camino! Fíjate, ¡estaban los talleres Torpedo pegados al ferrocarril, allá abajo, por la parte de la plaza de toro!; por aquella parte estaba los hierros tirados, de la misma explosión. Y menos mal, gracias a Dios, después yo me enteré y vi que era verdad: allí había uno que era Don Pascual Cervera que fue el que quitó allí un dispositivo que había allí. Que después ése lo tuve de jefe mío allí en la fábrica de Artillería, Don Pascual Junquera, ¡qué bueno era!...”

La entrevista de una mujer, que recuerda el aspecto de las calles, y muchos otros detalles:


“…Estábamos en casa comiendo todos ¡Estaba mi tío, que se tenía que ir para “la mar”, que se tenía que ir para el barco, y estábamos comiendo mi hija, mi tío, yo…! Y, de buenas a primeras, ¡”Pegó un traquio” la bombilla, y se sintió esa explosión tan grande, y se partieron cristales y de todo! ¡yo no sé eso fue una cosa horrorosa! ¡Claro, todo el mundo intentamos salir para la calle, pero no se podía porque estaban cayendo cristales! De la calle “Suárez Salazar”, que es por Santa María, calló un trozo de la vía del tren de Puerta Tierra, y se clavó en una casa. ¡Menos mal, que en el sitio que calló, a las 9:30 ó así, no había nadie, Porque había un muchacho que se quedaba en casa de su hermana, y se ponía allí en un colchón! Luego, por “la Cuesta de la Jabonería” igual ¡Había un trozo de vía metido en el pavimento! ¡Se formó una cosa horrorosa! Todo el mundo empezó a decir que iba a haber otra explosión, y la gente se fue para el campo. ¡Y, había personas, que no quería moverse de sus casas! ¡Un pánico, y un terror “fatal”! Todos los establecimientos de comercio abrieron, por si hacia falta cerillos o velas, porque se fue la luz. ¡Y se vivió bastante amargo!, ¡Y luego, “San Juan de Dios”, estaba de pena! ¡Eso era para llorar!, ¡todo lleno de cristales, y luego, tantas desgracias como hubo en tantas familias conocidas yo tuve mucho conocimiento! Tenemos una familia de un médico, que tenía un chalet, y estaba celebrando algo, y estaban todos en el chalet. La única que estaba dentro era la moza, que estaba sacando el servicio, y en el momento en que en el que ella entró, ocurrió la explosión. Entonces, a ellos no le pasó nada, pero en cambió escuchaban los lamentos de la muchacha, ¡que estaba debajo de los escombros, y no le podían auxiliar porque no la podían sacar de allí! ¡Y, ya te digo, era un pánico horroroso! Y luego, donde estaba la Plaza de Toros, la gente estaba corriendo (corrían para su casa), y había sitios por donde no se podía pasar ¡Yo viví en la casa, y allí hubo pánico, hasta media madrugada! ¡Mi tío tuvo que darle una patada a una puerta, para una chavala, que la había dejado la tía encerrada, castigada! ¡Y menos mal que se levantó, porque en el momento en que se levantó, para abrir la puerta, se cayó el tabique! Y hubo personas que decían, que iba un señor con la nieta de la mano ¡y se quedó con la mano de la nieta en la mano! ¡Pero, vamos, eso lo he escuchado yo, no lo he visto! Y, luego, mujeres que estaban dándole el pecho al ¡y la sacaron de los escombros con el pecho fuera! ¡Eso fue horroroso…!


“El comándate “Pery” (no recuerdo bien su nombre) cogió y dijo; “Aquí vamos a caer todo el mundo!, y se fueron para abajo y quitaron las espoletas de las bombas siguientes, y ya no hubo otra explosión! ¡Pero, gracias a este señor, que no recuerdo bien su nombre (creo que era Pery), no hubo la explosión.

domingo, 14 de agosto de 2011

Orígenes de la Sanidad Naval en Cádiz

Hospital Real – Escuela de Cirugía

Cuando aún no se había formado el imperio español de Carlos V, a la otra orilla derecha del río Guadalete en Puerto de Santa María, junto a la ermita de Santa Lucía surgió en 1512 un hospitalillo marinero.


A mediados del siglo XVII, cuando el invernadero porteño pierde su pujanza militar y cuando se hace el trapazo de galeras y dependencias navales a Cartagena, no por eso la bahía gaditana pierde importancia en lo tocante a la sanidad naval. Cádiz que en 1630 era ya plaza fuerte, recoge en parte la asistencia hospitalaria que de la otra ribera de su bahía se escapaba.


En marzo de 1634, por mandato del Rey al duque de Medina Sidonia, capitán general del Océano: “he resuelto se dé un hospital para cura de enfermos” en el centro de Cádiz. Con anterioridad los enfermos navales se atendían en el Hospital de la Misericordia de la plaza de Corredera (San Juan de Dios), que al parecer data de principio del siglo XVI.


Tampoco existen referencias concreta de un hospital que asistía a los apestados perteneciente a Marina sito a espalda de la pequeña ermita de San Antonio a principio del siglo XVI, en campo de la Jara (actual plaza de San Antonio) y que estaba regentado por la hermandad de este Santo. De este hospital solo se ha podido determinar que existía en 1651, bajo la advocación de San Antonio. Es posible sea el mismo del que se anunció su necesidad al duque de Medina Sidonia, debido a estar situado en el centro de la ciudad. Al derribarse la ermita emplazada en lo que hoy es patio de la parroquia de dicho nombre, se construyó el actual templo.


También se alojaban enfermos en los almacenes de la casa de la munición, junto a la Puerta del Mar.


Estos orígenes de las asistencias navales sanitarias a Cádiz y población próximas. Analizaron cómo se fundó en la ciudad el primer establecimiento de esta clase. El gran historiador fray Jerónimo de la Concepción, en su obra “El Emporio del Orbe”, decía sobre este particular: “A la parte del poniente y no lejos del castillo de Santa Catalina, en el sitio llamado del Campo Santo, que por los años 1648 sirvió de cementerio a más de doce mil personas, que murieron por aquel contagio de la peste, que fatigó a Cádiz. En este sitio determinó la cofradía del Santo Ángel, se erigió dicha ermita de madera el año de 1653”, después la reconstruiría de piedra.


El cabildo no solo aceptó la propuesta sino que regaló dichos suelos, que eran propios de la ciudad, aportó mil ducados de vellón y con las aportaciones que hicieron los Veedor Generales de la Armada (cuya casa dio nombre a la actual “calle del Veedor”) y los cuatro mil que envió la Corona, se construyó el Hospital del Rey.


La ciudad cedió los dos mil ducados y el terreno para erigir, contiguo a la misma, un hospital para atender a la curación de los soldados de la Armada. La primera piedra se colocó en 1667. La ermita quedó incorporada al hospital. El Hospital Real se construyó inicialmente con sólo su primer patio, porque comenzó de inmediato a recibir enfermos, desde entonces permanentemente tuvo que ir creciendo y remodelándose. Las salas altas fueron levantada en 1680, en 1749 se construye, anexo a él, el edificio del Real Colegio de Cirugía, y poco después, en 1751, se inicia el segundo patio del hospital.


Consta de dos plantas. Durante varios años de la mitad del siglo XIX, la alta estuvo destinada a personal civil.


En 1668, queda instalado el Hospital Real, que ha legado a la historia médica un manantial de enseñanzas, desde la instauración de la Casa de Borbón y gobierno de Patiño, hasta la guerra contra el invasor francés.

Se terminó de construir mediante la propuesta al Ayuntamiento. Posteriormente en 1697, se mandó dar al Hospital Real, para Campo Santo, un lugar de cien varas de cuadro, dejando entre éste y el mismo hospital, un callejón de quince varas. En 1701 por petición del administrador, se concedió franquicia de derechos de aduana para los efectos del consumo.


Este centro sanitario engendró en su recinto el famoso Colegio de Cirugía, primer instituto de enseñanza quirúrgica en España, que alumbró otras en Barcelona, Madrid y otras capitales.


Al Hospital del Rey concurrían todos enfermos de la guarnición de la plaza y sus inmediaciones, y los de la Armada.


Los estatutos del Colegio de Cirugía fueron decretados por Fernando VI en San Lorenzo el Real, en 1748. El Hospital Real fue una clínica que hoy llamaríamos Universitaria. Los maestros y cirujanos impartían clases semanales para profesores y alumnos.


En los primeros cursos abundaban bachilleres y doctotes. En resumen, era una institución extrauniversitaria modelo de facultades universitaria. Era uno de los primeros centros en que se cursaban fusionados y obligatorios los estudios de medicina y cirugía. Poseía una biblioteca en la que abundaban obras clásicas, que se hallaba abierta al público.


Era materia para ingreso, Latín, Filosofía y Lógica. Tuvo época en que sus plantillas estaban cubiertas

.

Pedro Virgili fue cirujano mayor del cuerpo de Sanidad de la Armada, abandonaría el cargo en 1758, por haber sido nombrado Cirujano de cámara del Rey Fernando VI. Continuando en el cargo durante el reinado de Carlos III.

Por R.O. en octubre de 1817, no llevándose efecto hasta el 1823, el Hospital del Rey pasó al Ejército, por ser grande el gravamen que producía a Marina.

Así como el Hospital del Rey, fueron surgiendo otros centros hospitalarios: en el castillo de Santa Catalina, hospital de los Mártires, de la Bomba, de San José del Puntal y el de la Aguada, estos dos últimos con miras ya al Departamento de la Isla de León. Así pues, la sanidad naval se va desglosando de Cádiz, donde había estado demasiado tiempo vinculada a los recursos del Hospital Real.


Las últimas vicisitudes del Hospital Real, al excesivo número de enfermo, en marzo de 1777 se solicitaron ampliar la enfermería, se habilitan almacenes para acoger a un buen número de ellos. En abril se autoriza a recoger enfermos del hospital en el almacén del Hospicio (plata baja y alta) el 19 del mismo mes habilitan igualmente para dicho fin, con carácter temporal, los salones de bolas y trucos de la calle Santa Rosalía. Como el número de enfermo aumenta, el 8 de mayo siguiente, son acondicionadas las cuadras del Hospicio de la Caridad y la parte que como cuartel, alojaba al batallón de Toledo en el castillo de Santa Catalina. Mas tarde, en 1778, vuelve a ser habitada de hospital esta parte de dicho castillo.


A fines del siglo XVI contaba Cádiz con varios hospitales que acogían soldados y marineros enfermos. En noviembre de 1790, se inaugura el provisional de San José en el Puntal, instalado en unos almacenes. En septiembre de 1793, se pide local para la escuadra del general don Francisco Borja y Borja con urgencia para heridos y enfermos. Se le aloja en la Segunda Aguada.


En cuanto al Real Colegio de Cirugía de la Armada, por R.O. en octubre de 1821, se separa del colegio, que pasó a ser Escuela de Ciencias Médicas de Cádiz. En 1844 recibió el título de Facultad de Ciencia Médicas.


Al amparo del Real Colegio nacieron publicaciones como la conocida “Revista Médica”.


El pórtico de entrada del Real Colegio de Cirugía de la Armada, que se hallaba situado en el patio de entrada del Hospital Militar, se conserva en la actual Facultad de Medicina de Cádiz. Debido a la reorganización de los servicios de la asistencia sanitaria castrense, el Hospital Militar de Cádiz dejó de funcionar como tal el 20 de diciembre de 1983.


En la actualidad el edificio sirve de sede a diversas instituciones científicas de ámbito autonómico. De la obra original se conserva la portada, patios y pozo.


Antiguo Hospital de Marina

domingo, 7 de agosto de 2011

Ataques en tierras gaditanas

Una bonita vista de Cádiz


Hay una frase, atribuida al marqués de Capponi que dice: los pueblos felices, como las mujeres honestas carecen de historia.


Nuestra ciudad ha debido ser muy desdichada en sus dilatados siglos de existencia, y más aún la interminable relación de agresiones sufridas. Ataques, asedios, asaltos y saqueos han estado siempre a la orden del día y raro ha sido el siglo en que no ha tenido que padecer alguna de estas calamidades


.

Una ciudad como la nuestra, fondeada a unas pocas millas de la costa y, en ocasiones, ricas y floreciente, ha suscitado a lo largo de sus 3000 años de vida la envidia y la ambición de otros pueblos, soportando todo género de acometidas, preferentemente marítima. A veces las noticias que tenemos de estos acontecimientos son imprecisas, inconcretas y confusas, otras veces, los cronistas han facilitado datos de gran valor e importante. En unas ocasiones los sucesos aparecen envueltos en el halo de los mitos y en las brumas de la leyenda, mientras que otras veces nos parecen tan reales.


En los ataques en la antigüedad, haciendo un inventario general de estos hechos, dicen que la primera agresión sufrida por Cádiz de que se tiene noticias, prescindiendo de las escaramuzas entre indígenas y fenicios al tiempo de fundar la ciudad, es la acometida de la escuadra de Therón, rey de la Hispania citerior, contra Hércules el año 543 a.J.C., de que nos habla Macrobio en su Saturnalia.


El suceso terminó con la derrota de Therón, a quien la crítica histórica moderna considera como el último representante de la política de Argantonio, tendente a emanciparse del yugo de los fenicios y aproximarse a los griegos.


Algunos tratadistas consideran que este Therón es el Geryón de la leyenda hercúlea.


Justino, también se hace eco de la lucha entre hispanos y fenicios gaditanos por la posesión del templo de Hércules, fenicios gozaron de la valiosa ayuda de sus hermanos de raza, los cartagineses.


Muchos autores hacen coincidir éste episodio con el ataque citado por Macrobio, historiadores modernos de gran solvencia tiene a situarlo entre los hechos acaecidos durante las campañas de Amilcar 237 a.J.C.


La segunda ofensiva contra Cádiz, un asedio, tuvo por protagonista a los cartagineses, según relata Athenaios y Vitruvio, en ella se inventó el ariete, maquina de guerra muy apreciada en la antigüedad para batir murallas.


.

El autor del invento, fue un carpintero de ribera natural de Tiro, llamado Prefásmenos, que se hallaba en Cádiz al servicio de los cartagineses y que con un mástil de barco y una pesada viga construyó un artefacto que dando terribles golpes a las murallas, acababa echándolo abajo.


Adolf Schulten, conocedor de la historia primitiva de nuestras tierras, supuso que los historiadores citados anteriormente, debieron sufrir algún error, confundiendo Cádiz con Tartessos, donde, según él, debió acaecer el suceso, ya que es creencia general que Cádiz aceptó el dominio cartaginés de manera espontánea, no fue sometida a asedio.


La dominación púnica, con su momento estelar durante el gobierno de los Bárcidas, y por la romana, iniciada, en el año 206 a.J.C., en virtud de un pacto suscrito con la Urbe, llegando a la época de César, en la que a pesar de la gran actividad política y militar desarrollada durante las guerras sertorianas primero y la de Pompeyo después, Cádiz no fue objeto de ataque alguno, si exceptuamos el intento de Bogud, rey de Mauritania, el año 38 a.J.C., otros creen que 43 a.J.C., de repetir la hazaña de Therón, expoliando el templo de Hércules. Según Cicerón allí había suficiente dinero, oro y plata.


En plena decadencia, durante el gobierno del emperador Teodosio (379-395), visita la ciudad Rufo Festo Avieno y la encuentra hecha un monto de ruinas, no por causa militar, sino por la acción del tiempo y por la incuria de los hombres. La atención del impero no estaba ya en Occidente y Cádiz, abandonada a su propia suerte, había perdido toda su importancia. Así fue como años antes de la invasión de los bárbaros la ciudad ofrecía el doloroso aspecto de que nos hablara Avieno.


Los asaltos medievales, los grandes descubrimientos, la piratería. En estos momentos de ruinas no mereció muchas atenciones por parte de sus sucesivos dominadores vándalos, bizantinos, visigodos ni árabes; sin embargo, cuando la piratería y las depredaciones de los escandinavos asolaron a Europa, nuestra ciudad suscitó también las apetencias de tan molestos visitantes.


En el año 844, cuando Cádiz era un pequeño poblado árabe, los normandos, huyo del nombre de vikingos, desembarcaron en nuestras costas y después de robar la población, corrieron la tierra hasta Medina Sidonia, y subiendo por el curso del Guadalquivir hasta Sevilla, se apoderaron de ella. La hicieron también objeto de saqueo, pero derrotados por las tropas de Abderrahman II en los llanos de tablada, unos regresaron a sus tierras y otros se dispersaron por las marismas, donde después se hicieron musulmanes. Sus descendientes a lo largo de cuatro siglos fueron los moros rubios y fornidos que encontró San Fernando a raíz de la Reconquista en las islas del Guadalquivir ocupados en las industrias lácteas y en la fabricación de quesos. En 859, hubo otro amago normando sobre Cádiz.


Durante la dominación árabe, en 1131, cuando Alfonso VII “el Emperador” andaba de correría por tierra de Andalucía, algunos de sus hombres, sin su consentimiento, atacaron en Cádiz a un nutrido grupo de musulmanes que se había refugiado en la isla de San Sebastián, pero fueron derrotados sangrientamente y puesto en fuga.


Algunos acontecimientos políticos y militares de los últimos tiempos de la dominación islámica poco estudiados y peor conocidos, la sublevación del almirante Alí ben Maymun, que destruyó el templo de Hércules (1145), y el ataque de los farfanes (1234), que asoló la ciudad y, al parecer, la dejó despoblada hasta la llegada de los cristianos.


En la Reconquista, sobre la que también existen noticias bastante obscuras y contradictorias. La crónica del rey Santo que sus huestes ganaron a nuestra ciudad juntamente con otros pueblos comarcanos en 1251, los relatos históricos sobre Alfonso el Sabio sostienen que Cádiz, es incorporada a los dominios cristianos en 14 de septiembre de 1262, festividad de la Exaltación de la Santa Cruz, pero la crónica del Rey sabio afirma que la reconquista se llevó a cabo en 1269, don Hipólito Sancho, sostiene que fue en 1259, otros historiadores, creen que la entrada de las tropas castellanas acaeció en 1265.


Enmarcado en las turbulentos años de guerra civil que culminaron con la muerte de Pedro I el Cruel y la instauración en el trono de Castilla de la dinastía de Trastámara, reinando Enrique II (1370), la isla de Cádiz fue arrasando por los portugueses, incendiaron las iglesias y, después bloquearon la entrada del Guadalquivir con una escuadra de 32 galeras y 30 naos.


En el verano de 1397, reinado en Castilla Enrique III y en Portugal Juan I, una escuadra portuguesa atacó a Cádiz e incendió algunas instalaciones del puerto.


En 1466, Cádiz, su viejo castillo, sufrió los efectos de un asedio en toda regla, ante la resistencia de sus vecinos.


En dicho año, en plena anarquía durante el reinado de Enrique IV, el conde de Arco, don Juan Ponce de León, jugó conveniente apoderarse de Cádiz, cercando la plaza bajo la dirección de su hijo don Rodrigo, futuro marqués de Cádiz.


En el primer tercio del siglo XVII, cuando Cádiz se afanaba en los viajes de exploración y en los descubrimientos geográficos en el Nuevo Mundo, coincidiendo con el momento en que la piratería argelina y berberisca había adquirido su mayor auge la bahía sintió los efectos de la amenaza de las naves de Barbarroja (1528-1534). En 1530, su flota, que se preparaba contra Cádiz, fue derrotada por la de Andrea Doria, al servicio del emperador Carlos V, conjurándose así el peligro, el origen del castillo de Matagorda hay que buscarlo en una orden del Emperador al concejo de Jerez, a cuyo término perteneció el lugar, para que contribuyera a la defensa de la bahía contra tan terrible pirata.


En 1553, otra expedición argelina fue desbaratada por un temporal en aguas del Estrecho.


En 1559, los turcos, en pleno apogeo de su poder marítimo, atacaron por sorpresa la bahía, la galeota berberisca, varó en la almadraba de Hércules (Torregorda) en 1574, al intentar una “razzia” contra los habitantes de la isla en unión de otros seis embarcaciones, fue muy conocido, aunque de escaso relieve bélico.


En los siglos XVI y XVII, tienen lugar los grandes ataques ingleses, los asedios. Repitiéndose durante el siglo XVIII y comienzo del XIX, los ataques menores, los bloqueos. Sobre el siglo XIX, también tenemos el asedio Napoleónico.


En nuestro tiempo los pequeños bombardeos navales y aéreos padecidos por nuestra ciudad durante los años de nuestra guerra civil (1936-1939). Cádiz durante los años de la pasada Guerra Mundial (1939-1945)tuvo una gravísima amenaza, en que no faltó mucho para que fuera invadida por una de las potencias en lucha, sólo gracias a un milagro indiscutible de habilidad política, nos vimos libres de semejante conflicto.