viernes, 26 de noviembre de 2010

Cádiz en su esplendor del XVIII

Casa de las cinco torres en la Plaza de España.

Cádiz era en el siglo XVIII una ciudad radiante, Fray Gerónimo de la Concepción la había llamado a finales del XVII “Emporio del Orbe”.


Se encontraba en pleno dinamismo, con un importante desarrollo económico y un crecimiento casi ininterrumpido de su población.


Todos los viajeros y visitantes que llegan a ella insisten en los mismos tópicos: Cádiz es una ciudad opulenta, rica, elegante, culta, cosmopolita…


Un comerciante francés afincado en la ciudad afirmaba en 1788 que los habitantes de Cádiz son quienes dan el tono en los artículos de gusto y de moda, tanto a la Península como a las América (por encima del propio Madrid).


Esta ciudad era muy diferente de otras, incluidas las de sus proximidades.


Los signos de esplendor son bien palpables. En 1722 se comienza una nueva catedral, a su vez, las iglesias se renuevan y enriquecen con todo tipo de imágenes, retablos, cuadros y otros objetos de arte, dos figuras señeras del arte, el pintor Goya y el músico Haydn, trabajan para la iglesia del Rosario y la Santa Cueva, respectivamente: el primero con una series de lienzos sobre tema religioso; el segundo con una magnifica composición, el Sermón de las sietes palabras, que sonará por primera vez en dicho recinto.


Son numerosos e importantes los edificios civiles que se construyen a lo largo del XVIII: el Hospicio, la casa de Viudas, la Aduana, el Real colegio de Cirugía de la Armada, la cárcel, los cuarteles de la Bomba, el propio tejido urbano que tanto debe a las obras realizadas en este tiempo y cuenta con ejemplares tan notables como la Casa de las Cuatro torres o la casa del Marqués de Casa Recaño, llamada también Torre Tavira o torre del Vigía. Nacen paralelamente los barrios de san José (extramuros) y San Carlos, en tanto se completa el de la Viña. La ciudad es un hervidero de obras y de cultura. Recordemos a la sazón las bibliotecas, la ópera o los diversos teatros que pueblan la ciudad.


Se erigen, además, dos instituciones científicas señeras: el Real colegio de cirugía de la Armada, sobre los terrenos de un antiguo cementerio para apestado, al lado del hospital de la Armada, (entre el barrio del Balón y el Mentidero), así como el Observatorio de Marina, en el interior del castillo de la Villa (bario del Pópulo).


Sin dudas el comercio, para el que la ciudad, desde sus orígenes remoto, se halla muy bien pertrechada.


Barbieri afirma en 1762, “ es una Feria de la Europa, en que sólo se trata, del comprar, y vender”, lo que da la importancia sobre todo a Cádiz, más tarde escribirá Bourgoing en su Tablean-, lo que la asimila a las más grandes plazas del mundo, es la inmensidad de su comercio, que está unido muy estrechamente en esta época a la América española y , gracia a esto, a Europa en general, sin olvidar el que se realiza con el resto de la Península Ibérica y el Magreb.


La escasez crónica de espacio produce un efecto social y económico de gran alcance y sostenido en el tiempo: el alto precio del suelo y, derivado de él, el elevado precio de la vivienda, sea en régimen de propiedad o de alquiler. Que se sitúa entonces, probablemente, entre los más altos de España.

Se explica, la existencia de casa-palacios pertenecientes a los grandes negociantes juntos a otros vecinos, ocupadas al completo, donde conviven varias familias diferentes o un abundante número de inquilinos si son de alquiler.


La alta rentabilidad de la vivienda explica también la universidad de las inversiones inmobiliarias. De forma paralela, la vivienda se convierte en una garantía frecuente en la ciudad de los préstamos hipotecarios, de los riegos marítimos e, incluso sustituidos de una deuda impagada.


La falta de espacio se manifiesta socialmente en la debilidad del sector primario y la fortaleza del terciario, especialmente el comercio, dentro de la estructura socio profesional gaditana.


Ni siquiera la pesca, actividad íntimamente relacionada con el mar, pero incapaz de competir con el gran comercio, logra elevar ese porcentaje.


Los productos alimenticios básicos (cereal, carne, vino, aceite), necesarios para abastecer una importante población en crecimiento, hubieron de ser traídos de poblaciones cercanas (Jerez, Sevilla, la campiña), incluso de más lejos, sea por vía terrestre o marítima, desempeñado esta última en ello un papel primordial.


En 1697, el procurador mayor de la ciudad reconocía que Alfonso X el Sabio, tras la conquista, había otorgado a Cádiz los privilegios necesarios para que sus habitantes se enriqueciesen (SIC) y, al mismo tiempo, pudiesen atender las necesidades de la Corona. Sin embargo, progresivamente, fueron menguando sus recursos. Entre ellos los terrenos de hierba donde pastaban las reses, cuya carne servía para abastecer a la ciudad.


Dichas importaciones de alimentos básicos fueron, fuente de negocio para algunos comerciantes de la ciudad, incluso de los consagrados a la Carrera de Indias, especialmente en época de escasez, y cuando la población tenía un rápido crecimiento.


Desde Jerez sale a través del Guadalete gran cantidad de cereales y harina con destino a Cádiz para consumo de sus habitantes y abastecimiento de los buques.


El sector terciario alcanza cotas bastante alto para lo que es propio de la época: la población dedicada a las actividades específicas de dicho sector (alimentación, hostelería, transporte, comercio, servicio doméstico, etc.), rondaba el 59,2% de la población activa gaditana de 1713, el 76,2% a mediados del XVIII.


En 1830, consumada la pérdida de los mercados coloniales, la población activa dedicada a la industria creció de nuevo, esto coincidió con el momento en que la actividad mercantil se vio afectada por serias dificultades para conectar Cádiz con los mercados americanos.


Una alternativa manufacturera moderna a la crisis comercial, un reforzamiento, por lo general y a pesar de ciertas iniciativas innovadoras fuera de su término, básicamente en el sector vitivinícola, de la industria artesanal tradicional (sastrería, costura, zapatería, herrería, carpintería, platería, cigarrería, etc.).


Una nueva dificultad se añadía, consecuencia en parte de su emplazamiento geográfico y de la cortedad de su territorio, la escasez de agua.


Las autoridades de la ciudad trataron de compensar esta carencia haciéndola traer desde el interior (el manantial de Tempul, en la sierra de las Cabras, a once leguas de Cádiz), mediante un largísimo y asombroso acueducto rehabilitado en 1784, que ya debía funcionar en época romana. Pero también se utilizaron otros sistemas más elemental; el tradicional de pozos domésticos (la mayoría de las casas gaditanas lo tenían).


A pesar de su abundante población y de su proverbial riqueza, Cádiz no era ciudad que destacara por su nobleza. El P. Labat, cuando la visitó en el siglo XVIII, fijó sobre ella una frase casi lapidaría,: “una ciudad de comercio y una morada de comerciantes más que de la nobleza y de gente de letras” señalo como una ciudad eminentemente burguesa y mercantil.


La posición geográfica de la ciudad, unida a la falta de término, decidirá desde el principio la vocación marítima y comercial de Cádiz, fue la voluntad de la corona, quien, en último término, le dio todo su sentido a este hecho, con la creación de un sistema monopolístico para ordenar las relaciones entre España y sus Indias.


Casapuerta en la calle San José esquina con Ancha.

viernes, 19 de noviembre de 2010

Circos - Teatro

Teatro del circo


En el amplio patio del Hospital de Nuestra Señora del Carmen, en cuyo lugar hubo anteriormente establecido un picadero, donde los picadores adiestraban a sus caballos, se construyó en el año 1846 el “Circo Olimpia”, al que se tenía acceso por una calleja que desembocaba en la calle Maria de Arteaga.


El citado circo era de madera de gran amplitud y su techo estaba cubierto por un toldo de lona. El hecho de ser el primer circo que se estableció en nuestra Ciudad, atajo la curiosidad del público, el que le dispensó una favorable acogida que se prolongó muchos meses.


En el mismo actuó durante más de dos años y con un gran éxito una compañía ecuestre y gimnástica bajo la dirección de Paul Lalibean, dándose dos funciones diarias y tres los domingos y festivos.


Algunos años después, el Circo Olimpia fue adquirido por el rico propietario D. Pedro Bedoya y Serna, que lo transformó en teatro, bajo la denominación de “Teatro del Circo”, en el que a partir de entonces actuaron compañía dramáticas y líricas hasta el año 1863 en que, por fallecimiento de su propietario, desapareció dicho Teatro de Circo.


La calleja que daba entrada al citado circo, se rotuló con dicho nombre en 1855 por acuerdo municipal y al desaparecer dicho Coliseo, el Ayuntamiento ordenó cerrar dicha calleja.


Teatro Circo Romea


En el 1872, se construyó un teatro de madera, en el lugar que ocupaba el convento de los Descalzos, frente a la finca número 2 de la Plaza de Topete. Este teatro, que era de bastante capacidad, se denominó “Salón de Variedades” y su inauguración tuvo lugar el día 24 de Diciembre del mismo año, con las actuaciones del Antiguo Nacimiento de la Tía Norica, cuyas funciones con el mismo programa, se prolongaron hasta mediados del mes de Febrero del año siguiente. A partir de esta fecha, comenzaron a actuar en este Salón, espectáculos de magia e ilusionismo, se dieron algunos conciertos de violín y guitarra a cargo de destacados profesores, sí como algunas funciones dramáticas.


Algún tiempo después, tras ser ampliado notablemente y mejorarse sus instalaciones, dicho Salón fue transformado en teatro, bajo el nombre de “Teatro Romea”. Su inauguración tuvo lugar en 1876, actuando una Compañía dramática. A partir de entonces este teatro daba diariamente una función y los domingos dos. A la actuación de esta Compañía dramática, que se prolongó por espacio de un mes, siguió uan Compañía de zarzuelas, que dio más de cuarenta funciones.


Diez años después, el Teatro Romea fue desmontado para alzarlo de nuevo en el centro del lugar de la explanada de aquellos contornos, ampliándose nuevamente y modernizándose sus localidades, formándose un Circo-Teatro con la misma denominación, cuya inauguración tuvo lugar en 1886, actuando una Compañía de Zarzuelas.


Con motivo de urbanizarse por el Municipio aquellos lugares, para construir unos jardines, este Circo-Teatro se vio obligado a desaparecer, dejando un grato recuerdo entre cuantas personas fueron asiduos espectadores a sus sesiones.



Circo-Teatro de la Plaza de Candelaria


En el lugar que anteriormente estuvo situada la iglesia y convento de la Candelaria, los que dieron nombre a dicha plaza, cuyas edificaciones religiosas fueron derribadas por el Ayuntamiento que presidió D. Fermín Salvochea, a fines de 1873, se estableció en 1881 el “Circo de ambos Mundos”, el cual inauguró una Compañía ecuestre y gimnástica que dirigía el artista italiano Francisco Rizzarelli, la cual dio numerosos espectáculos, e incluso cuatro sesiones diarias algunos domingos.


La autorización por parte del Municipio para esta instalación, provocó las quejas de los vecinos de la plaza, ya que al derribarse la iglesia y convento de la Candelaria, el terreno que ocupaban los mismos fueron adquiridos al Obispo de la Diócesis por el Ayuntamiento, con la cooperación económica de algunos vecinos, para construir en su lugar amplios paseos y jardines. El permiso para la instalación del circo se concedió a D. Manuel María Luque por sólo cinco meses, para que pudiera dar cien espectáculos públicos, con la obligación de satisfacer un canon al Municipio por cada espectáculo y dar un beneficio al Asilo de la Infancia.


Durante los meses de Mayo y Junio de 1882, se levantó en el lugar que ocupaba el anterior, otro circo más bonito y de mejor trazado, construido de madera, con elegante portada de estilo suizo.


El citado local, al que se denominó “Circo Gaditano”, fue inaugurado el 22 de Junio del citado año, con la actuación de una Compañía ecuestre y gimnástica dirigida por Enrique Díaz, que obtuvo un gran éxito.


Algunos meses después, a este Circo se le hicieron las obras necesarias para convertirlo en Circo-Teatro, construyendo un escenario, la inauguración de este Circo-teatro tuvo lugar en 1883, actuando en dicha función una notable Compañía de Zarzuelas


A comienzo de 1884, el Ayuntamiento comunicó mediante notaria al propietario que en plazo de un mes debería quedar demolida dicha instalación y libre o expedito el terreno que ocupaba todo el material de la misma.


Tras la demolición del Circo-Teatro de la plaza de candelaria, se comenzaron a construir en dicho lugar paseos y jardines.


Circo-Teatro Gaditano


La inauguración de este Circo-Teatro, que se encontraba situado en la plaza de Jesús Nazareno, número 27, tuvo lugar en agosto de 1887. La empresa que tomó a su cargo este bonito y cómodo Coliseo, formó una Compañía cómico-lírica.


En esta función de inauguración, a la que asistió numeroso público, se representó “El Vizconde” y “Niño Tancho”, el baile se titulaba “Bolero”, de Director del cual vino D. Manuel Guerrero, que trabajaba en el Teatro Real, de Madrid.


La empresa que arrendó este Teatro contaba con el privilegio exclusivo de la representación de cuarenta obras nuevas, entre las que figuraban: “Los Lobos Marinos”, “Grandes y Chicos”, “Pepita Peris” y todo lo más selecto del repertorio nuevo español.


El patio de butaca era cuadrado y amplio, muy en consonancia con el carácter del teatro y las localidades de butacas, cómodas. A ambos lados había varios palcos y detrás una galería baja y una grada de anfiteatro. La galería alta estaba bien situada y reunía buenas condiciones de visibilidad y acústica. El alumbrado era suficiente y el decorado sencillo y elegante. La galería alta estaba sostenida por columnas de hierro y sobre la embocadura del proscenio había pintado un medallón representado las Bellas Artes y la Literatura.


La sala de este Teatro se transformaba en pista de circo, cuando actuaba en el mismo una Compañía ecuestre, en cuyo caso se modificaba el escenario, donde se establecía la cuadra de caballos.


Una de las mejores cosas que tenía este coliseo era la entrada y el vestíbulo, cuyo pavimento era de mármol y que recordaba la entrada del Gran Teatro, cuyo conjunto de detalles hicieron que en su época fuera el Teatro más popular de Cádiz.


En febrero de 1899, este Coliseo fue arrendado por un grupo de aficionados al arte teatral, los que constituyeron una Agrupación artística bajo la denominación de “Liceo Teatral Albarrán, la que estableció su sede en este local.


Al cerrarse este Teatro se estableció en dicho local la panificadora y fábrica de chocolate “Eureka”.


sábado, 13 de noviembre de 2010

Cádiz, la ciudad que crece en vertical

Desde el punto de vista, más restringido, de su emplazamiento, se sabe que la ciudad se sitúa sobre una isla; más concretamente, en el extremo occidental de ella, al fondo de un alargado pedúnculo, mitas arenoso mitad rocoso, poco extenso, que los fuertes vientos del océano visitan con asiduidad.

La pequeñez de su espacio, se verá agravada por algunas decisiones de la Corona de castilla en época medieval considerando la proximidad al territorio musulmán, que, al reducir todavía más su término, vendrá a afectarla de forma duradera, en especial en lo que se refieren a sus posibilidades futuras de crecimiento, rentas y disponibilidad de suelo agrícola.


En 1303, Fernando IV había recompensado a Guzmán el Bueno, con la entrega, entre otras, de una aldea próxima de la ciudad, Chiclana.


Al otro lado de la bahía, frente a Cádiz, el Puerto de Santa María y su tierra, caía en poder de los Medinaceli en 1306.


Por último, Cádiz ve desgajarse de su jurisdicción, en tiempo ya de Alfonso XI, la alquería de Rayhana y la Isla de León (San Fernando) para ser entregadas a manos privadas, acción que confirmarían después los sucesores del monarca.


En tiempo de los Reyes Católicos (1483), la villa de Puerto Real, muy próxima a la ciudad, tendrá también su propio término.


De esta forma, en un corto espacio de terreno se forma o donan núcleos de población que ciñe a Cádiz obstaculizando su desarrollo. Ello, unido a su carácter de isla y, por tanto, rodeada en la totalidad de su perímetro por el mar, impide a la larga un crecimiento urbano desahogado, al tiempo que potencia en la práctica sus actividades económicas relacionadas con los espacios marinos.


Así, el carácter marítimo-comercial que le confiere su emplazamiento y posición geográfica se reafirma a finales del Medievo.


Con este panorama, la ciudad se verá particularmente cercada en sus posibilidades de expansión, sobre todo en épocas de aumento demográfico.


Cádiz es, pues, una ciudad con graves limitaciones para el desarrollo urbano, eso hace que crezca en altura: las casas de cuatro pisos, a veces de cinco, sobre todo en los barrios burgueses.


También se efectúan remodelaciones de zonas antiguamente urbanizadas o semiurbanizadas y se sustrae, terreno al mar, por los ochenta del siglo XVIII surge el barrio de san Carlos junto al baluarte de san Felipe, combinación de necesidades defensivas y demanda de vivienda.


Cuenta sobre todo, el terreno sustraído al suelo cultivable. Al término del Seiscientos se había edificado uno de los últimos espacios agrícolas de Cádiz intramuros; el llamado Campo de la Jara o Xara (alrededor de la actual plaza de San Antonio), en torno a los terrenos de la viña de Malabar, surge por la misma época (finales de los ochenta) el barrio de la Viña, en el ángulo suroeste de la ciudad.


A principio del XVIII, solo quedaba poco más de un tercio de suelo sin urbanizar, sobre las zonas este (extramuros) y noroeste del casco viejo (lo que hoy es la alameda de comillas, el parque Genovés y el antiguo hospital de Mora), próximo al mar.


Los terrenos cultivados se reducirán a unas pocas manchas verdes sobre dicho corto reducto y a los huertos de los conventos que se reparten por la ciudad, el de la Merced en pleno corazón del barrio de Santa María, entrego el suyo en 1738.


Fuera de la zona urbanizada quedaba únicamente el Hospital Real, iniciando en 1667, un pequeño almacén de pólvora y algún precario cuartel.


El proceso constructor, lejos de detenerse, prosigue hacia 1755, de las cererías de Peñalba-terreno de uso industrial-, entre San Lorenzo y la Viña, y de los terrenos próximos al Hospital real, entre éste y la plaza del Mentidero; la edificación de los llamados huertos de Cepeda cuyo proyecto data de 1777, la creación del barrio de San Carlos.


Después de todas estas acciones solo quedan libre, terrenos extramuros de la ciudad sometidos a las inclemencias de los vientos, donde empezará a surgir algún barrio (San José, en torno a la iglesia del mismo nombre y el nuevo cementerio a finales del XVIII y principio del XIX.


En pleno siglo XX, extramuros se encuentra casi urbanizada, de los cuales algunos barrios están sobre terrenos sustraídos al mar. Y entrado en el siglo XXI nace un nuevo barrio en los terrenos de astilleros, frente a donde va el nuevo puente de la Constitución o de la Pepa.


el último barrio en los terrenos de Astilleros

viernes, 5 de noviembre de 2010

La Muralla de la Villa Vieja

calle San Juan de Dios

Todavía se conservan algunos trozos de los muros y las tres puertas de la Villa Vieja de Cádiz y su reconstitución es fácil. Los límites de la población eran los siguientes: calle de San Juan de Dios, Campo del Sur, Catedral Nueva, Pelota y Plaza de Pío XII.


Su figura podría compararse aproximadamente a un rectángulo con tres lienzos reforzados con torres rectangulares flanqueando cada puerta y repartidas convenientemente por los lugares más necesarios. Los muros y torres estaban coronados de almenas. La parte correspondiente al Campo del Sur estaba defendida por el acantilado azotado por las olas.


Los historiadores gaditanos califican estas murallas de antiguas y fuertes y las describen como de mampostería, coronadas de almenas y torres a trechos.


Su altura no era constante ni tampoco su espesor, como puede aún apreciarse en los lienzos que restan; de los cubos, amén de las puertas muy disimuladas ya, se conserva uno con su almenar en el Ayuntamiento. Sus almenas son del tipo corriente en Andalucía (alcázar de Sevilla, castillo de Tarifa, etc) y su gran altura, uno 16 metros sobre la calle, demuestra que por esta parte, el N.E, existiría algún mayor macizo y fortaleza en la castrametación originaria, alrededor y por dentro tendría la muralla el consabido camino de ronda que la aislaría de las edificaciones del recinto.


Las tres puertas de la cerca de la villa se conservan todavía; se las denominan arcos por haber quedado como pasadizo abovedados de acceso a los arrabales de Santa María y Santiago, y a la plaza de Corredera (hoy San Juan de Dios). El único postigo o arquillo abierto en la muralla que se conserva es el del Obispo, junto de las casas episcopales y de paso ala catedral nueva.


Estas puertas conservaron sus rastrillos hasta el siglo XVII; en la del Pópulo se aprecian los boquetes para los goznes.


El arco del Pópulo se llamó primitivamente puerta de la Mar y puerta principal de la Villa. Las aguas de la bahía llegaban muy cerca de ella, estando la plaza casi ocupada por un estanque o mandarache, que existía aún en el siglo XVI; este primitivo muelle y puerto comercial se fue cegando con el tiempo y quedó como una especie de astillero para barcos y navíos de pequeño porte.


La puerta del Mar estaba defendida por un revellín y flanqueada por dos grandes cubos almenados. Sobre el arco de entrada se colocó en 1587 una imagen de Nuestra Señora del Pópulo, que dio nombre más tarde a la puerta.


El arco de los Blanco se llamó primitivamente puerta de Tierra por quedar frente a la goleta o istmo, y más tarde de Santa María, cuando se construyó el arrabal de su nombre. La puerta está flanqueada por dos torres, de las que la del Sur pertenecía al castillo, y la otra correspondía a la cerca. Sobre este arco existía una imagen de alabastro de Nuestra Señora de los remedios, escultura italiana posiblemente del siglo XVI.


Este arco se amplió por la familia Blanco se labró a sus expensas una capilla similar a la del Pópulo, que se terminó en 1635. Hoy se encuentra sin cubierta y con los muros casi derribados. Al practicarse su desmantelamiento aparecieron dos arcos ojivales que forman una especie de porche de cantería adosado al interior de la muralla y junto a la puerta, que provocaron la paralización de la obra por entenderse como los restos medievales más notables que se han conservado.


El arco de la Rosa, llamado también puerta de Santiago por dar al arrabal de su nombre, carece de cañón y su espesor corresponde al de la muralla. Es la más alta de las tres. Conserva aún los canes de piedra del matacán que defendía su entrada, y que ha sido restaurado recientemente. Esta puerta es la más pintoresca de las tres, porque en este paraje la cerca cambiaba de dirección hacia el Oeste para tomar de nuevo la del Suroeste hasta el acantilado del mar.


El perímetro de la muralla sigue por el interior de las casas que hay junto a la catedral nueva hasta llegar al pasillo del Obispo.


Sobre el arco de la Rosa no se colocó advocación religiosa sino sobre el muro derecho de la entrada, sirviendo de cobijo un arco ciego a una pintura de Nuestra Señora de la Rosa, que promovió unos largos autos en el siglo XVIII por los muchos devotos que tenía.


La transformación del hospital de San Juan de Dios en un geriátrico saca a la luz resto que permiten reescribir cómo era la ciudad durante la dominación musulmana.


El hallazgo se considera uno de los más importantes en la capital, se han sacado a la luz restos únicos de la ciudad medieval, hasta el punto que permitirá reescribir cómo era Cádiz en la Edad Media, teniendo una historia mucho más rica de lo que se creía hasta ahora en la época de la dominación musulmana.


Hay dos piezas, espectaculares, que sobresalen de todo lo que hasta ahora se ha podido encontrar, en unas excavaciones que, aunque amplias, se han visto limitadas por el propio proyecto del centro social allí previsto.


Se han localizados dos de los torreones de la antigua fortificación medieval. Y junto a éstos, 80 metros del lienzo de la muralla, de 12 metros de altura, la estructura y desarrollo del edificio se convierte, en un libro abierto del propio crecimiento de la ciudad.


El hospital ,desde sus orígenes hace varios siglos, fue ampliándose, comiéndose a la propia muralla y creciendo sobre los cimientos de las primitivas construcciones medievales, que a su vez, aprovecharon construcciones de la época Romana e incluso en algunas zonas se han localizados estratos fenicios.


Se va a dar un giro bastante importante a la historia medieval, se descubre con todo esto que la zona fortificada de Cádiz era de la misma amplitud que en otras ciudades, y no fuese apenas una aldea en la época musulmana.


El lienzo de uno de los torreones de la muralla medieval, sus piedras tienen cerca 900 años. La altura supera los 15m. y el grosos roza los dos metros y medios en el torreón mejor conservado que da pared con pared con la sede del Ayuntamiento de Cádiz. El tramo incluido en el consistorio se eliminó en la remodelación que sufrió este edificio en el siglo XIX, aunque se mantengan el lienzo cubierto por mamposterías.


A partir de este torreón se han recuperado unos 80m.lineales de la muralla, en sentido hacia el Arco de los Blanco. Hay tramos que se elevan hasta unos doce metros de altura, donde se puede observar, aunque con cierta dificultar, las almenas.


También se ha localizado una segunda torre aunque en peor estado de conservación. La ubicación de ésta servirá para definir con exactitud el trazado de la muralla y ha sacado a la luz una segunda línea amurallada más cercana a la calle San Juan de Dios de la que apenas queda la base y que no se descarta, que fuese un trazado original finalmente desechado por la poca consistencia del suelo.


En la inmediación de los lienzos localizados se ha profundizado hasta tres metros y medios e incluso hasta la zona rocosa, localizando los niveles de la dominación romana y fenicia.


También se han encontrado arcos adosados de la antigua Carnicería Mayor con restos de animales.