sábado, 30 de octubre de 2010

Plaza de la Cruz de la Verdad

Plaza del Mentidero en el barrio de su mismo nombre

En este espacio se construyó un humilladero, hubo en la plaza una cruz, estaba en su centro, como si fuera su corazón de piedra, que más tarde se denominaría Cruz de la Verdad.


Los gaditanos no tardarían en rebautizarlo popularmente como Plaza de la Cruz de las Mentiras, al reunirse en ella los desocupados del lugar para dar noticias de toda índole, sobre todo falsas.


Era razonable que se llamara plazuela de la Cruz del Mentidero. Un prelado parece que se enfadaba del nombre y también era explicable porque al pie de la cruz no deben tratarse cosillas intrascendentes, quiso que se dijera plaza de la Cruz de la verdad.


De cualquier modo el ámbito siguió adelante con su Mentidero, de lo cual a la plaza del Mentidero se la llama así por lo menos hace dos siglos.


La planta de la plaza es triangular, ligeramente alargada, eje de un barrio que comienza a construirse en 1755 para completar la ciudad entre la plaza de San Antonio y los cuarteles de Carlos III.


En una de las esquinas que tiene con la calle del mítico Hércules, un café al que llamaban Petit Versalles, lo que hace pensar que no faltaban los temas elegantes en las chácharas. No se dice, en los muchos textos consultables sobre la historia de la plaza, en cuál esquina estaría el Café, la plaza debía de estar satisfecha con aquel pequeño Versalles castizo.


Esta plaza se encontraba en una de las zonas más seguras, alejada de las baterías francesas. Según cuenta las crónicas, rara era la casa de Cádiz donde no había un plano de la ciudad pintarrajeado de líneas. Con ellas y con un compás los gaditanos calculaban el alcance aproximado de las bombas tomando como referencia el sitio donde habían caído las últimas.


El Mentidero ha conocido muchas vida gaditana, y se cuenta que cuando las grecas de realistas y constitucionales y todo aquel laberinto político, un oficial mató de una estocada a un liberal dejándole en el sitio y alentó a sus hombres para que hicieran lo mismo con quienes les salieran al paso hablando de Constituciones, fuera la que fuera.


Los papeles, que la plaza tiene muy en regla, hablan de don Casto Méndez Núñez, el bravo marino del callao y de Valparaíso.


El Mentidero, por Gonzáles Tablas, sale al mar, y en uno de su costado comparte luz con la del general Morla que sirvió y bien a fondo a los gaditanos en los primeros ochos años del siglo XIX, salvándose de las iras agresoras de los ingleses Kert y Albercombry, dos generales, del mar uno y de tierra otro, que pusieron cerco a Cádiz queriéndola someter, sin respeto a la ciudad.


Por otro de las alas del Mentidero, paseando puede irse al viejo Campillo de los coches.


Esta plaza fue lugar elegido para leer por segunda vez el texto de la Pepa (Constitución de 1812).


Adela Medina, nuestra Gitanilla del Carmelo, no sepa de la plaza, cuánto bordado labró Adela, en su casa, ante la luz amable de esta plaza, oyendo sosegarse su aire en los cristales de su balcón, para la lírica gaditana, siempre será Adela su más fina y gentil gaditana.

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