jueves, 13 de diciembre de 2012

El ataque de Nelson a Cádiz

La escuadra de Nelson frente a Cádiz

El 3 de marzo de 1797 vieron los gaditanos entrar en bahía los restos de la escuadra de don José de Córdoba, una escuadra derrotada.

La población no pudo menos de sobrecogerse al verlos y al pensar  lo que aquella derrota significaba para España y lo que significaba también para Cádiz, puerto avanzado del comercio nacional, en aquellos momentos en que estábamos en guerra contra Inglaterra y en que la escuadra enemiga podía aparecer de un momento a otro.

 Lentamente fueron desfilando hasta entrar en el saco de la bahía los navíos en un total de diecinueve.

El 2 de abril se presenta la escuadra enemiga ante Cádiz, compuesta de 23 navíos, cuatro fragatas y algunas embarcaciones menores comprobando su superioridad.

Aproximándose a Rota, con sus botes, tomaron los enemigos una tartana que venía en busca de la entrada de la bahía, abatiendo incluso llegaron las balas a las casas de Rota.

Por la zona de Conil las fragatas españolas Elena y Ninfa que venían de América perseguidas por un navío y una fragata, fondearon en Conil, donde se defendieron algún tiempo.

La Elena se perdió, la Ninfa, después de muchos esfuerzos, se la llevaron los ingleses. 

El 8 de junio fondeó sobre Santi Petri una fragata y un bergantín enemigos, con el fin de cerrar este paso a las embarcaciones que venían de Levante, pero habiéndose apostados dos lanchas en el mismo sitio, se retiraron.

Por la zona de el Placer de los Cochinos (frente a la costa de Rota) hubo fuego seguido a los enemigos, hasta que se retiró el navío. Después de haber correspondido con sus fuegos.

Después de estos sucesos vino el que llamaron primer acto de la tragedia.

Inmediatamente de llegada la escuadra de Córdoba en el lastimoso estado visto, de resultados del combate del Cabo de San Vicente, se comenzaron los trabajos para reparar los navíos.

Durante el mes de marzo se trabajo con empeño para habilitar los navíos. Pero éstos estaban tan necesitados de obras que apenas se podían aprontar doce o catorce navíos, cuando el enemigo se presentó en la boca del puerto.

Le fue impuesto el cargo de comandante general de la escuadra del Océano a don José de Mazarredo. Al llegar a Cádiz encontró ya sus órdenes en vías de cumplimiento y la ciudad le recibió llena de júbilo como a su libertado.

Pasaba revista de la escuadra española, su estado no podía ser más lastimoso, con una docena de navíos en buenas condiciones y los restantes averiados y  faltos de carena, siendo el panorama desconsolador, Mazarredo dio desde el primer momento prueba de su energía y actividad. Entendió que salir con una escuadra así contra otra bien tripulada, era sacrificarla inútilmente. Hizo el firme propósito de empezar por el principio, para crear una verdadera escuadra.

En el entretanto, sólo le quedaba atender a la defensa de la ciudad y bahía de Cádiz, cuya grave situación le preocupaba, reparando para ello lanchas cañoneras de todos los tipos y tamaños.

Constituidas varias divisiones de estas lanchas, fueron estacionadas en Rota, Caleta (playa), Puerta de Sevilla (zona hoy Diputación) y Santi Petri. A partir de entonces pudo Mazarredo respirar algo más tranquilo, pues hasta allí había temido siempre que Cádiz se convirtiera en lastima de la nación y deshonra de la Marina.

La constancia y habilidad de Mazarredo hicieron cambiar en poco tiempo la escuadra, al comenzar el mes de julio, ya había conseguido Mazarredo tener armadas 50 embarcaciones, las cuales, con sus continuas acciones, mantenían a raya a los navíos ingleses, que intentaban interceptar el pequeño trafico costero que entraba y salía de Cádiz.

Nelson realiza diversas comisiones en el Mediterráneo, y, a su vuelta de la isla de Cerdeña, le encarga a Lord Daint Vicent (Jarvis) de mantener el bloqueo por él iniciado frente a la plaza de Cádiz, iniciado desde lejos paseando sus altivas naves por el lejano horizonte. Va a anclar su escuadra ligera en la boca misma de la bahía, en el lugar llamado el “Placer de Rota”, tiene lugar el 2 de abril. En ese día los gaditanos se ven sorprendidos, al notar que el círculo de hierro se va cerrando; que los enemigos se adelantan más y más.

El telón se había alzado. La tragedia iba a continuar. Este era el acto segundo. El primero lo fue el combate de San Vicente. El tercero lo será años más adelante el combate de Trafalgar.

Mientras afanosamente se trabajaba en Cádiz para poner la plaza en estado de defensa y reorganizar las escuadras para más amplios propósitos, los ingleses estaban a su vez preparándose para una empresa más inmediata.

Contaba con el estado de abatimiento de la escuadra vencida en el Cabo de San Vicente, vencida no sólo material, sino también moralmente.

El 2 de julio llegó a la escuadra enemiga un dogger y una lancha bombardera, que estaba fondeada, en el llamado “Placer de Rota”. El general en jefe que algo se preparaba, ordenó que las ocho lanchas de Cádiz pasasen a la Caleta. Mandó también que las seis divisiones de lanchas de navíos tomasen puesto al anochecer en la boca de la bahía, dispuestas a actuar a la primera señal.

También mandó que tres bergantines, se franqueasen fuera de los navíos y se avisase el vigía de la Torre de Tavira para que extremase su cuidado de dar parte de cualquier novedad.

En expectación, la escuadra española, algunas gentes de la ciudad, los que conocían la noticia, que al principio no eran muchas, pero después fue aumentando al circular el rumor en los mentideros de la Plaza de la Cruz de la Madera (Mentidero), de la Cruz Verde (Los Callejones), de las esquinas de Porriño, de la Calle Ancha y de la Calle Nueva.

Al anochecer, las fuerzas inglesas iniciaron el ataque. “El Queche”, como le llaman la Gaceta de Madrid, remolcado por botes, se acercó a la linterna del Castillo de San Sebastián y las lanchas torpederas inglesas atacaron hacía Rota, simulando un doble ataque para desorientar a nuestras fuerzas, que, gracias a la pericia de nuestro jefes, no cayeron en la trampa.

Sobre este punto del inicio del ataque hay alguna contradicciones entre el relato publicado en la Gaceta de Madrid y el que recoge don Antonio Escaño.
La defensa de las lanchas y del bote de la Caleta fue valiente; salía sin noticias del movimiento de las bombardas enemigas ni embarcaciones menores.

El comandante de una de las lanchas, después de haber peleado valientemente, murió sin quererla entregar, comandantes de otros navíos fueron heridos, así como mucha gentes de otras embarcaciones.

El contralmirante Nelson en persona dirigió el ataque, a bordo de una de las lanchas y estuvo en peligro de encontrar la muerte.

Nelson en Cádiz y en Tenerife, como más tarde en Trafalgar, vivió la lucha como un héroe antiguo.

Mientras esto sucedía en la Caleta notose haber fondeado “El Queche”. Del castillo de San Sebastián, muy cerca de dos millas de ella, se dispuso la salida de tres divisiones de lanchas de nuestros navíos. El objeto de esta salida era impedir el bombardeo de la ciudad, apresar “El Queche” o, al menos, hacerle retirarse. 

Las lanchas de los navíos sostuvieron un fuego muy vivo de una y otra parte a distancia de recibir la metralla de los buques enemigos, y entre tanto las lanchas de la Caleta pudieron volver al ataque logrando, tras muchos esfuerzos,  que los botes ingleses tomaran “El Queche” a remoque y lo sacaron de su puesto de bombardeo cerca de la una de la madruga.

Las embarcaciones inglesas, en su retirada y aun los navíos ligeros próximos, fueron acosados por nuestras lanchas, como en el primer día, las lanchas de navíos nuestras fondeado en la entrada del puerto, donde permanecieron en vigilante servicio hasta que fue de día, por si acaso intentaban alguna otra sorpresa.

La noche del 3 de julio debió de ser terrible para los habitantes de Cádiz, el día 4 no hubo operaciones militares. En los arrecifes más salientes del castillo de San Sebastián, tan peligrosos para la navegación, aparecieron al amanecer dos botes ingleses destrozados contra las rocas.

El mando de nuestra escuadra aprovechó bien el tiempo, dictado una serie de medidas para aumentar la fuerza de resistencia.

Los inglese debieron estar bien atareados en reparar las graves averías sufridas tantos en sus cañoneras y botes como aun en los navíos mayores, que los nuestros atacaron con furia.

El pánico que se apoderó de los pacíficos gaditanos en este día. Avivado quizá por el recuerdo de lo en esta plaza había sucedido en el año de 1596, cuando fue tomada y saqueada por las tropas anglo-holandesa mandada por el conde de Essex.

Los españoles, por su parte, se prepararon cuidadosamente, puntualizando sus defensas, ahora que sabían positivamente el método del enemigo y la finalidad de sus ataques.

En la mañana del día 5 de julio, los observadores de la Torre de Tavira advirtieron disposiciones que hacía presagiar que esa noche se iba a repetir el bombardeo, en vista de ello, Mazarredo tomó las disposiciones adecuadas, para pasar rápidamente de la defensiva a la ofensiva.

El efecto fue fulminante. El enemigo se retiro sin haber hecho daño la plaza, habiendo disparado “El Queche” y la bombardera y obusera que le acompañaban diecinueve bambas, de las que sólo ocho cayeron en la ciudad y bahía.
El éxito se debió a la precisión de las órdenes dadas por el mando, merced a las cuales la fuerza de la Caleta, atacando y sosteniendo la atención del enemigo, mientras las otras fuerzas se ponían en acción.

En la defensa de este día tomó también parte el “Castillo de San Sebastián y las baterías de la banda sur, este ataque fue más violento si cabe que el anterior.

A partir del día 6 hasta el fin del peligro. En la bahía estaban anclados veintiún navíos, el  día 8 se cumplió la orden de nuevo emplazamiento de los navíos. Y, en previsión de nuevos intentos hostiles, se apostaron nuestras lanchas tanto en la Caleta como en la bahía, como el días 5.

Este movimiento de la escuadra española parece que fue considerado por los ingleses como preparatorio de lo que ellos tanto deseaban.

El día 10, por la mañana, se levaron dos navíos de la escuadra ligera inglesa y con la lancha bombardera y una obusera se vino a la parte sur del castillo San Sebastián,  pero las lanchas de la Caleta salieron a batirlos y se retiraron sin haber disparado.

El general Mazarredo, para sacar partido de estas hostilidades, e incluso con diez navíos avanzados, podía conseguir levantasen el bloqueo, dio sus disposiciones para hacer una salida general de todas las lanchas el primer día de calma y en consecuencia pasaron a la Caleta las bombarderas el día 12.Pero ese mismo día se retiraron las bombardas enemigas, dirigiéndose a Gibraltar.

El 15 se alejaron de la escuadra enemiga 3 navíos, 3fragatas y un bergantín y una balandra al mando del contralmirante Nelson, que iba a dar su golpe de mano a Canarias.

En lo restante del mes no hubo novedad. Los enemigos, que se acocaban con sus navíos cuando reinaban los levantes, pues entonces la armadilla española no podía operar, se apartaban en tiempo de calma y cuando corrían los vientos de mar que dificultaban su retirada, en caso de ser atacados.

Aunque mantuvieron la fuerza de los navíos constantemente, el comercio de las costa de poniente y levante estuvo tan franco como si no hubiera bloqueo y nuestras escuadrillas estuvieron siempre en movimiento para escoltas y guardias y apostaderos extraordinarios, manteniendo por las noches en la boca de la bahía una gran guardia de tres barcos y nueve lanchas de navíos con sus rondas correspondientes.

Aunque los inglese hubiesen alejado su escuadra principal dejando sólo en el “Placer de Rota” un destacamento de la ligera y que, por tanto, el peligro inminente pareciese haber pasado.

Mazarredo, él sabía que los ingleses no cejarían en su empeño; que la escuadra tenía que estar preparada para cualquier sorpresa.

 “Gravina, por su parte, lo da a entender en una de sus cartas a Godoy, al vanagloriarse que la táctica de Nelson al atacar en Trafalgar a la escuadra combinada no era otra cosa que una revancha de la por él empleada, en 1797, en la defensa de la plaza de Cádiz”
 

 Combate de Nelson con una lancha española en Cádiz


Información sacada del libro: "El Ataque de Nelson a Cádiz" de Augusto Conte y Lacave. De la biblioteca Municipal gaditana José Celestino Mutis.

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