La escuadra de Nelson frente a Cádiz
El 3 de marzo
de 1797 vieron los gaditanos entrar en bahía los restos de la escuadra de don
José de Córdoba, una escuadra derrotada.
La población
no pudo menos de sobrecogerse al verlos y al pensar lo que aquella derrota significaba para
España y lo que significaba también para Cádiz, puerto avanzado del comercio
nacional, en aquellos momentos en que estábamos en guerra contra Inglaterra y
en que la escuadra enemiga podía aparecer de un momento a otro.
Lentamente fueron desfilando hasta entrar en
el saco de la bahía los navíos en un total de diecinueve.
El 2 de abril
se presenta la escuadra enemiga ante Cádiz, compuesta de 23 navíos, cuatro
fragatas y algunas embarcaciones menores comprobando su superioridad.
Aproximándose
a Rota, con sus botes, tomaron los enemigos una tartana que venía en busca de
la entrada de la bahía, abatiendo incluso llegaron las balas a las casas de
Rota.
Por la zona de
Conil las fragatas españolas Elena y Ninfa que venían de América perseguidas
por un navío y una fragata, fondearon en Conil, donde se defendieron algún
tiempo.
La Elena se perdió, la
Ninfa, después de muchos esfuerzos, se la llevaron los
ingleses.
El 8 de junio
fondeó sobre Santi Petri una fragata y un bergantín enemigos, con el fin de cerrar
este paso a las embarcaciones que venían de Levante, pero habiéndose apostados
dos lanchas en el mismo sitio, se retiraron.
Por la zona de
el Placer de los Cochinos (frente a la costa de Rota) hubo fuego seguido a los
enemigos, hasta que se retiró el navío. Después de haber correspondido con sus
fuegos.
Después de
estos sucesos vino el que llamaron primer acto de la tragedia.
Inmediatamente
de llegada la escuadra de Córdoba en el lastimoso estado visto, de resultados
del combate del Cabo de San Vicente, se comenzaron los trabajos para reparar
los navíos.
Durante el mes
de marzo se trabajo con empeño para habilitar los navíos. Pero éstos estaban
tan necesitados de obras que apenas se podían aprontar doce o catorce navíos,
cuando el enemigo se presentó en la boca del puerto.
Le fue
impuesto el cargo de comandante general de la escuadra del Océano a don José de
Mazarredo. Al llegar a Cádiz encontró ya sus órdenes en vías de cumplimiento y
la ciudad le recibió llena de júbilo como a su libertado.
Pasaba revista
de la escuadra española, su estado no podía ser más lastimoso, con una docena
de navíos en buenas condiciones y los restantes averiados y faltos de carena, siendo el panorama
desconsolador, Mazarredo dio desde el primer momento prueba de su energía y actividad.
Entendió que salir con una escuadra así contra otra bien tripulada, era
sacrificarla inútilmente. Hizo el firme propósito de empezar por el principio,
para crear una verdadera escuadra.
En el
entretanto, sólo le quedaba atender a la defensa de la ciudad y bahía de Cádiz,
cuya grave situación le preocupaba, reparando para ello lanchas cañoneras de
todos los tipos y tamaños.
Constituidas
varias divisiones de estas lanchas, fueron estacionadas en Rota, Caleta
(playa), Puerta de Sevilla (zona hoy Diputación) y Santi Petri. A partir de
entonces pudo Mazarredo respirar algo más tranquilo, pues hasta allí había
temido siempre que Cádiz se convirtiera en lastima de la nación y deshonra de la Marina.
La constancia
y habilidad de Mazarredo hicieron cambiar en poco tiempo la escuadra, al
comenzar el mes de julio, ya había conseguido Mazarredo tener armadas 50
embarcaciones, las cuales, con sus continuas acciones, mantenían a raya a los
navíos ingleses, que intentaban interceptar el pequeño trafico costero que
entraba y salía de Cádiz.
Nelson realiza
diversas comisiones en el Mediterráneo, y, a su vuelta de la isla de Cerdeña,
le encarga a Lord Daint Vicent (Jarvis) de mantener el bloqueo por él iniciado
frente a la plaza de Cádiz, iniciado desde lejos paseando sus altivas naves por
el lejano horizonte. Va a anclar su escuadra ligera en la boca misma de la
bahía, en el lugar llamado el “Placer de Rota”, tiene lugar el 2 de abril. En
ese día los gaditanos se ven sorprendidos, al notar que el círculo de hierro se
va cerrando; que los enemigos se adelantan más y más.
El telón se
había alzado. La tragedia iba a continuar. Este era el acto segundo. El primero
lo fue el combate de San Vicente. El tercero lo será años más adelante el
combate de Trafalgar.
Mientras afanosamente
se trabajaba en Cádiz para poner la plaza en estado de defensa y reorganizar
las escuadras para más amplios propósitos, los ingleses estaban a su vez
preparándose para una empresa más inmediata.
Contaba con el
estado de abatimiento de la escuadra vencida en el Cabo de San Vicente, vencida
no sólo material, sino también moralmente.
El 2 de julio
llegó a la escuadra enemiga un dogger y una lancha bombardera, que estaba
fondeada, en el llamado “Placer de Rota”. El general en jefe que algo se
preparaba, ordenó que las ocho lanchas de Cádiz pasasen a la Caleta. Mandó también que las
seis divisiones de lanchas de navíos tomasen puesto al anochecer en la boca de
la bahía, dispuestas a actuar a la primera señal.
También mandó
que tres bergantines, se franqueasen fuera de los navíos y se avisase el vigía
de la Torre de
Tavira para que extremase su cuidado de dar parte de cualquier novedad.
En
expectación, la escuadra española, algunas gentes de la ciudad, los que
conocían la noticia, que al principio no eran muchas, pero después fue
aumentando al circular el rumor en los mentideros de la Plaza de la Cruz de la Madera (Mentidero), de la
Cruz Verde (Los Callejones), de las
esquinas de Porriño, de la Calle Ancha
y de la Calle Nueva.
Al anochecer,
las fuerzas inglesas iniciaron el ataque. “El Queche”, como le llaman la Gaceta de Madrid, remolcado
por botes, se acercó a la linterna del Castillo de San Sebastián y las lanchas
torpederas inglesas atacaron hacía Rota, simulando un doble ataque para
desorientar a nuestras fuerzas, que, gracias a la pericia de nuestro jefes, no
cayeron en la trampa.
Sobre este
punto del inicio del ataque hay alguna contradicciones entre el relato
publicado en la Gaceta
de Madrid y el que recoge don Antonio Escaño.
La defensa de
las lanchas y del bote de la
Caleta fue valiente; salía sin noticias del movimiento de las
bombardas enemigas ni embarcaciones menores.
El comandante
de una de las lanchas, después de haber peleado valientemente, murió sin
quererla entregar, comandantes de otros navíos fueron heridos, así como mucha
gentes de otras embarcaciones.
El
contralmirante Nelson en persona dirigió el ataque, a bordo de una de las
lanchas y estuvo en peligro de encontrar la muerte.
Nelson en
Cádiz y en Tenerife, como más tarde en Trafalgar, vivió la lucha como un héroe
antiguo.
Mientras esto
sucedía en la Caleta
notose haber fondeado “El Queche”. Del castillo de San Sebastián, muy cerca de
dos millas de ella, se dispuso la salida de tres divisiones de lanchas de nuestros
navíos. El objeto de esta salida era impedir el bombardeo de la ciudad, apresar
“El Queche” o, al menos, hacerle retirarse.
Las lanchas de
los navíos sostuvieron un fuego muy vivo de una y otra parte a distancia de
recibir la metralla de los buques enemigos, y entre tanto las lanchas de la Caleta pudieron volver al
ataque logrando, tras muchos esfuerzos,
que los botes ingleses tomaran “El Queche” a remoque y lo sacaron de su
puesto de bombardeo cerca de la una de la madruga.
Las
embarcaciones inglesas, en su retirada y aun los navíos ligeros próximos,
fueron acosados por nuestras lanchas, como en el primer día, las lanchas de
navíos nuestras fondeado en la entrada del puerto, donde permanecieron en
vigilante servicio hasta que fue de día, por si acaso intentaban alguna otra
sorpresa.
La noche del 3
de julio debió de ser terrible para los habitantes de Cádiz, el día 4 no hubo
operaciones militares. En los arrecifes más salientes del castillo de San
Sebastián, tan peligrosos para la navegación, aparecieron al amanecer dos botes
ingleses destrozados contra las rocas.
El mando de
nuestra escuadra aprovechó bien el tiempo, dictado una serie de medidas para
aumentar la fuerza de resistencia.
Los inglese
debieron estar bien atareados en reparar las graves averías sufridas tantos en
sus cañoneras y botes como aun en los navíos mayores, que los nuestros atacaron
con furia.
El pánico que
se apoderó de los pacíficos gaditanos en este día. Avivado quizá por el
recuerdo de lo en esta plaza había sucedido en el año de 1596, cuando fue
tomada y saqueada por las tropas anglo-holandesa mandada por el conde de Essex.
Los españoles,
por su parte, se prepararon cuidadosamente, puntualizando sus defensas, ahora
que sabían positivamente el método del enemigo y la finalidad de sus ataques.
En la mañana
del día 5 de julio, los observadores de la Torre de Tavira advirtieron disposiciones que
hacía presagiar que esa noche se iba a repetir el bombardeo, en vista de ello,
Mazarredo tomó las disposiciones adecuadas, para pasar rápidamente de la
defensiva a la ofensiva.
El efecto fue
fulminante. El enemigo se retiro sin haber hecho daño la plaza, habiendo
disparado “El Queche” y la bombardera y obusera que le acompañaban diecinueve
bambas, de las que sólo ocho cayeron en la ciudad y bahía.
El éxito se
debió a la precisión de las órdenes dadas por el mando, merced a las cuales la
fuerza de la Caleta,
atacando y sosteniendo la atención del enemigo, mientras las otras fuerzas se
ponían en acción.
En la defensa
de este día tomó también parte el “Castillo de San Sebastián y las baterías de
la banda sur, este ataque fue más violento si cabe que el anterior.
A partir del
día 6 hasta el fin del peligro. En la bahía estaban anclados veintiún navíos,
el día 8 se cumplió la orden de nuevo
emplazamiento de los navíos. Y, en previsión de nuevos intentos hostiles, se
apostaron nuestras lanchas tanto en la Caleta como en la bahía, como el días 5.
Este
movimiento de la escuadra española parece que fue considerado por los ingleses
como preparatorio de lo que ellos tanto deseaban.
El día 10, por
la mañana, se levaron dos navíos de la escuadra ligera inglesa y con la lancha
bombardera y una obusera se vino a la parte sur del castillo San
Sebastián, pero las lanchas de la Caleta salieron a batirlos
y se retiraron sin haber disparado.
El general
Mazarredo, para sacar partido de estas hostilidades, e incluso con diez navíos
avanzados, podía conseguir levantasen el bloqueo, dio sus disposiciones para
hacer una salida general de todas las lanchas el primer día de calma y en
consecuencia pasaron a la
Caleta las bombarderas el día 12.Pero ese mismo día se
retiraron las bombardas enemigas, dirigiéndose a Gibraltar.
El 15 se
alejaron de la escuadra enemiga 3 navíos, 3fragatas y un bergantín y una
balandra al mando del contralmirante Nelson, que iba a dar su golpe de mano a
Canarias.
En lo restante
del mes no hubo novedad. Los enemigos, que se acocaban con sus navíos cuando
reinaban los levantes, pues entonces la armadilla española no podía operar, se
apartaban en tiempo de calma y cuando corrían los vientos de mar que
dificultaban su retirada, en caso de ser atacados.
Aunque
mantuvieron la fuerza de los navíos constantemente, el comercio de las costa de
poniente y levante estuvo tan franco como si no hubiera bloqueo y nuestras
escuadrillas estuvieron siempre en movimiento para escoltas y guardias y
apostaderos extraordinarios, manteniendo por las noches en la boca de la bahía
una gran guardia de tres barcos y nueve lanchas de navíos con sus rondas
correspondientes.
Aunque los
inglese hubiesen alejado su escuadra principal dejando sólo en el “Placer de
Rota” un destacamento de la ligera y que, por tanto, el peligro inminente
pareciese haber pasado.
Mazarredo, él
sabía que los ingleses no cejarían en su empeño; que la escuadra tenía que
estar preparada para cualquier sorpresa.
“Gravina, por su parte, lo da a entender en
una de sus cartas a Godoy, al vanagloriarse que la táctica de Nelson al atacar
en Trafalgar a la escuadra combinada no era otra cosa que una revancha de la
por él empleada, en 1797, en la defensa de la plaza de Cádiz”
Combate de Nelson con una lancha española en Cádiz
Información sacada del libro: "El Ataque de Nelson a Cádiz" de Augusto Conte y Lacave. De la biblioteca Municipal gaditana José Celestino Mutis.
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