jueves, 9 de mayo de 2013

GADES POLÍTICA

Gades en el siglo I d.C.


La historia política de la antigua Gades, dentro de la órbita romana, se inició a fines de la segunda Guerra Púnica, allá por el año 206 a.C., cuando la ciudad rechazó al general púnico Magón y firmó un acuerdo con L. Marcio Septimio,  delegado de Escisión en la Baja Andalucía, para entregar la ciudad a los romanos. Esta dedito no fuera sino la culminación de un acercamiento diplomático entre los gaditanos y la nueva potencia, a través de un pacto de fides suscrito previamente en Carthagonova por Escisión y una embajada gaditana, concretándose luego con L. Marcio las condiciones de la capitulación. Posiblemente fueron los intereses mercantiles de la vieja colonia tiria los que determinaron un cambio de rumbo, un tratamiento de favor por parte de Roma podía significar en el futuro la apertura gaditana al ámbito mediterráneo. Un acuerdo bilateral, al que Gades se mantendría fiel siempre, regularía durante más de ciento cincuenta años las relaciones entre la República romana y la metrópolis fenicia. Gades quedó así en mejores condiciones que la mayor parte de las comunidades hispanas, reducidas a raíz de la progresiva conquista romana de la Península Ibérica a la categoría de ciudades estipendiarias.

Mucho tiempo después Estrabón podía afirmar que la “ciudad de Hércules” había experimentado un notable incremento en su fortuna gracias a su inquebrantable adhesión a Roma.

El soporte institucional de dicha adhesión fue el tratado o foedus convenido en Roma, cuyas cláusulas pudieron haber sido estudiadas con Escisión tras la deditio de la ciudad. Gracias a ello, Gades disfrutó en adelante el estatuto de civitas foederata et libera.

Las comunidades federadas tenían un marco definido de obligaciones hacia el gobierno romano, lo que constituía en sí mismo una restricción de la autonomía local. Esas ciudades debían anular cualquier política exterior independiente de las directrices de la República, lo que en la práctica tenía que ser entendido como obligación de mantener en este terreno una clara postura pro-romana. En esa misma línea les quedaba prohibido tener tropas propias.
Desde la óptica romana, el servicio militar se había considerado siempre la más importante incumbencia del socius o aliado. De igual forma, las civitales foe deratae debían hacer frente a otras contribuciones materiales: suministros de grano (no como tributación, porque se les pagaba), alojamiento del personal militar y administrativo romano. Las autoridades locales debían velar por el mantenimiento de la paz y orden dentro de su demarcación territorial.

Como contrapartida, la comunidad federada podía conservar sus leyes y usos propios anteriores a la deditio y consiguiente entrada en la órbita romanizadota. El gobierno romano buscaba esencialmente la conservación de un orden que le garantizara la libre y productiva exportación económica de las tierras hispanos, sin herir tradiciones y particularismo locales, imponiendo en los pueblos conquistados o sometidos a su influencia la aceptación de unas leyes no hechas por ellos ni para ellos.

En realidad Gades tuvo que admitir prefectos enviados por los gobernadores, al menos en dos fechas concretas ilustradas   por las fuentes, los años 199 y 49 a.C., en ambas ocasiones seguramente por razones de seguridad militar, necesidad ante la que Roma podía con frecuencia desestimar los privilegios reconocidos a una ciudad federada.

Es posible que el edicto del gobernador provincial diera a conocer que tipos de casos se reservaban él o sus representantes para juzgar o admitir a apelaciones.

En el 69 a.C., Julio César, a la sazón cuestor de la Ulterior, recorrio sus comunidades para administrar justicia por delegación de su propretor C. Antistius Vetus, y en el curso de dicho viaje recaló en Gades.

Las fuentes presentan en Gades, aún dentro de su período como ciudad federal, a un consejo comunal o senatus, que, como sería corriente en aquellas comunidades indígenas, estaría controlado por las familias de la oligarquía autóctona adictas a Roma, siendo raíz de los futuros ordines decurionales que encontramos funcionando en los municipios de época imperial. Esos senados locales tenían capacidad para emitir sus decisiones a través de documentos o senadoconsultos, como los que Gades usó para condenar al acusador de Balbo en el proceso del año 56 a.C. La ciudad tenía derecho a disponer de su propio territorio, de donde obtenía sus recursos, y dentro de cuyos límites se ejercían la acción de sus magistrados y además instituciones. Este panorama de derecho se completaba con algunos más: no pagar tributo a Roma, a menos que ello quedara estipulado de forma explícita en el foedus; tener sus propios ingresos locales; conservar sus divinidades particulares, el esplendor del culto gaditano a Hércules Melkart; posibilidad de acuñar moneda, símbolo de autonomía; y uso de las lenguas nativas, aunque éstas fueron gradualmente perdieron terreno ante el empuje del latín, lengua oficial de la administración romana. Muchos de estos privilegios fueron asimismo disfrutados por las comunidades estipendiarias, más que nada por la actitud poco intervencionista en los asuntos locales de una administración romana parca en recursos humanos.

Aunque la situación de las ciudades foederatae era, en principio, de un notable nivel de autonomía, el Estado romano busco ir integrado a los foederati en sus estructuras políticas por varias vías.

También jugó su papel la influencia ejercida sobre las comunidades federadas por la consolidación de las estructuras administrativas provinciales, lo que supuso una gradual pérdida para aquellas de privilegios políticos y financieros.

Las interferencia romana tomaron la forma de actos de fuerza, o simple advertencias, iniciativas que evidentemente contribuyeron a desgravar el contenido de algunos foedera, sobre todo si Roma, unilateralmente, insertada cláusulas especiales en el texto original de la alianza, reduciendo a los aliados a una posición subordinada. La renovación del tratado entre Gades y Roma en el 78 a.C., que nos transmite Cicerón, es factible que fuera una readaptación de dicho acuerdo en razón de una coyuntura política concreta.

El foedus, como fórmula de relación política entre Roma y otras comunidades, fue decayendo durante el s. II a.C. la mayoría de los foedera, así el gaditano, pertenecer a una etapa anterior, cuando aún el poder romano no estaba definitivamente consolidado. Más tarde, cuando la República se fue sintiendo político y militarmente superior, la posición de los antiguos foederati quedó debilitada.

El conflicto latente entre el poder romano y la autonomía local de las ciudades libres y federadas en el s. I a.C. donde mejor queda puesto de manifiesto es en un discurso de Cicerón, el Pro Balbo, pronunciado en el 56 a.C., en defensa de L. Cornelio Balbo hombre eminente en una ciudad federada, Gades, que había obtenido a título personal la ciudadanía romana en el 72 a.C. Tras casi dos siglos de creciente disminución de su capacidad autonómica, las comunidades federadas no debían tener a fines del s. I a.C., más independencia y posibilidad de autogestión que las disfrutadas por cualquier municipio, es decir, una autonomía más formal que real.

Por ello tanto Gades, como otras ciudades federadas béticas, acabaron prefiriendo a su tradicional categoría política-jurídica el estatuto administrativo de municipio del derecho romano o latino, situación mucho más acorde con su avanzado grado de integración en la órbita política y cultura romana.

El siguiente hito importante en las relaciones políticas entre Roma y Gades acaeció, al parecer, en el 78 a.C. Cicerón, que no parece tener una información clara sobre el foedus original, da la noticia en el Pro Balbo de que en dicho año expertos romanos en Derecho hicieron al Senado una propuesta sobre el tratado con Gades, siendo entonces cuando se renovó y concluyó. Fiel a sus compromisos con la maiestas Romana Gades apoyó con barcos y víveres esa causa oficial. Sus intereses mercantiles podían verse muy seriamente comprometidos por las actividades bélicas del líder demócrata, aunque en esa actitud de fidelidad jugarían también un importante papel los tradicionales vínculos de amistad de la clase dirigente gaditana, en especial el poderoso e influyente clan de los Balboa, con la oligarquía senatorial de Roma.

Durante su propretura en la Ulterior el año 61 a.C., Julio César introdujo en Gades derechos (iura) con licencia de sus habitantes, como antaño lo habían hecho C. Claudio del 92 a.C., en la ciudad siciliana de Holaesa o Pompeyo en Bitinia. El hecho suponía una renuncia por parte de los gaditanos a su autonomía. Además, sigue señalando el arador, César abolió cierta barbarie tradicional en las costumbres y normas de los gaditanos ( ¿sacrificios humanos, de raigambre fenicia?), y dedicó a la ciudad un interés especial, colmándola de beneficios a ruegos de Balbo. En Gades la legislación interna como otros aspectos, así la lengua, topónimos o instituciones,  debían estar aún marcados por una imprenta púnica, pero cambios de tal tipo debieron  acelerar su integración en la órbita cultural romana, facilitando el camino hacia la recepción del estatuto municipal.

En el Pro Balbo, discurso pronunciado por Cicerón en Roma probablemente hacia julio/agosto del 56 a.C., el orador hace referencia a un reciente auxilio prestado por Gades a la Urbs en un momento de escasez frumentaria. En el 56 la situación de carestía estaba ya superada. Quizás el Senado actuó en connivencia con Pompeyo, para atraérselo desde el lado de César, ofreciéndole una oportunidad de lograr popularidad y poder.

Es factible que Gades colaborada a aliviar aquella situación con sus aportes frumentarios, ayudas de tal tipo había brindado durante las guerras contra Sartorio, y años después cuando la campaña lusitana de César en el 61 a.C. Por añadiduría, el auxilio de Gades, (aún ciudad federal) a Roma, al contribuir a resolver una necesidad vital de la peble urbana, la predispondría en su favor, lo que también pudo influir algún tiempo después en la concesión colectiva de la ciudadanía romana a los gaditanos efectuada por César en el 49.

Solo en ocasiones excepcionales los pueblos federados llegaron a tomar las armas contra el poder de Roma. Si una civitas foederata se mantenía neutral en la guerra, podía ser acusada por cualquiera de los bandos de incumplir sus obligaciones hacia Roma como aliada. Si se inclinaba por una de las facciones rivales, podía ser premiada si defendía la causa de quien resultara vencedor, o castigada si se encontraba al lado del vecino. Así se comprende que, tras las guerras civiles, tan frecuentes en el último siglo de la República, muchos foederati perdieron las ventajas que les habían sido reconocidas previamente en sus tratado con Roma.

En los azarosos años que precedieron al estallido de la guerra civil, Gades empezó a apostar claramente por la causa política encarnaba en los lideres del Primer Triunvirato, Pompeyo, Crasso y César. Hay un momento muy significativo en aquel juego de relaciones con evidentes intereses muticos. Se trata del proceso entablado al gaditano Balbo en Roma en el 56 a.C. había sido acusado de que la ciudadania recibida de Pompeyo en el 72 a.C., no era válida, por no haberla aprobado expresamente el pueblo gaditano, según los términos de la Lex lulía del 90 a.C. por añadidura, Gades envío a Roma una embajada en apoyo de Balbo y, consecuentemente, de dos políticos afamados, y con indudable pese en el Estado, Croso y Pompeyo, un buen golpe de efecto diplomático.

La actitud de la familia de los Balbos pudo ser decisiva para Gades, desatada ya la contienda civil entre cesarianos y pompeyanos, se decantara sin ambages por los primeros. En el año 49 a.C., M Varrón ordenó a los gaditanos, en virtuid de los compromisos bilaterales contraídos con Roma, que aprestaron diez naves de guerra en sus astilleros. No era la primera vez que Gades ofrecía auxilio naval a Roma. Lo había hecho ya durante la guerra sertoriana y la campaña lusitana y galaica de César. Las simpatías de la ciudad se inclinaban sin embargo por César. Una vez más se ponia de manifiesto la difícil situación de los aliados ante un conflicto civil, al ser solicitados por ambas bandas. 
            
Varrón transportó a Gades todo el dinero y objetos preciosos guardados en el famoso templo de Hércules, y envió para defender la plaza a seis cohortes mandadas por un caballero, C. Galonio. Una vez culminada la derrota pompeyana en llerda, y ante el inmediato avance cesariano hacia el sur, era trasladarse a Gades con dos legiones, y concentrar allí las naves y los aprovisionamientos de trigo, se confirma que la ciudad disponía de almacenes frumentarias, con los que ya antes había podido aprovisionar a las tropas romanas en Hispania y envíar ayuda a Roma cuando el hombre del 57 a.C.
Durante la fase definitiva del conflito civil, conocida como “campaña de Munda” (46-45 a.C.), la actitud gaditana fue claramente procesariana. Fue la base naval de la flota mandada por Didio, y César estuvo de nuevo en la ciudad por aquel tiempo.

Cuatro años antes, al finalizar la campaña del 49 a.C., con la rendición de Varrón en la Ulterior, César, según indica Dión Casio, había concedido la politela (ciudadania) a todos los gaditanos como premio a su fidelidad en la guerra contra Pompeyo. Poco después tal recompensa fue ratificada por ley. El paso era decisivo cara a la definitiva integración de Gades en la órbita política y cultural de Roma.

En el 56 a.C., el citado proceso a Balbo en Roma, Gades envió allí una delegación en apoyo, constituida por personas de la clase dirigente local, a quienes Ciceron en el Pro Balbo llama hombres eminentes y distiguidos quieres, por el tema que se debatía, debían tener conocimientos de Derechos Públicos. El discurso ciceroniano fue, en cierto modo, un alegato en pro de la disposición de los gaditanos para acceder a la ciudadania. Ya Sila la había otorgado a nueve gaditanos. El discurso Cicerón resalta la tradicional fidelidad de Gades a la causa romana, considerando a la ciudad amicissima y fidelissima.

Un factor cultural que también contaba era la expansión del latin en los medios sociales de Gades, barómetro de su integración en la órbita romanizadota. Posidonio calificó a los gaditanos como púnicos a inicios del siglo I a.C., pero Columela afirmaría centuria y media después que sus paisanos eran latinos. El autor griego se refería al factor étnico. Que determinaría el bilingüismo de la ciudad por aquellos tiempos. Columela, que se sentía ya plenamente romano, aludía al estado jurídico-administrativo. Es posible que Balbo el Menor, cuando huyó en el 43 a.C., junto a Bogud de Mauritania, se entendiera con él en la lengua semita, pero la familia de los Balbos debía hablar ya en latín antes de recibir la ciudadanía romana, y lo mismo les ocurriría a otros. El habla púnica se mantendría a fines de la República de forma residual, pero sin una fuerte y previa implantación del latín no habría recibido los gaditanos la politeía en el 49 a.C. La tragedia autobio gráfica que hizo representar Balbo el Menor en el teatro de Gades en el  43 a.C., fue escrita en latín, lo que aclara la situación lingüística de su auditorio. Balbo presentó su obra con fines propagandísticos, objetivo difícil de conseguir si solamente hubiera podido ser seguida por unoas pocos. De la citada obra circulaban copias en la Urbs, y hasta podría imaginarse que fue luego representada en el teatro que Balbo el Menor costeó en Roma y que fue inaugurado en el 13 a.C. Este hecho es un evidente signo de la expansión del latín en los medios sociales gaditanos, donde también el griego debía estar ampliamente difundido.

Las reformas de César en el 61 a.C., romanizando ciertos contenidos en la constitución gaditana, habrían preparado el terreno para la definitiva integración.

En el 49 a.C., la ciudad obtuvo de César la concesión general de la ciudadania romana, el beneficio más apetecido por los aliados y súbditos de Roma, cuya obtención había sido el “leit motiv” de la “Guerra Social” que enfrentó a varios pueblos con la República a partir del 91 a.C. Gades, siendo aún ciudad federada, había aceptado de buen grado las reformas institucionales introducidas por César en el 61 a.C., que supusieron una modificación de su singularidad cultural a favor de una mayor romanización interna. En Gades existía un consejo comunal o Senatus en el 56 a.C., cuando la ciudad era todavía federada.

No se tiene ningún documento que cite explícitamente la curia del municipio gaditano en época imperial, cuando ese término se generaliza. Si hay referencias a los decreto decurionum mediante los cuales el consejo comunal emitía sus decisiones. Las curias municipales gozaron de amplias competencias gubernativas a escala local: nombramiento de determinados magistrados (perfectos, curatores) y sacerdocios; designación de los patronos de la ciudad; control directo del erario municipal y del uso de sus recursos por parte de los magistrados municipales, que debían rendir periódicamente cuentas de sus gestiones los decuriores; supervisión de todo lo referente a los arrendamientos de propiedad públicas, cobro de impuestos locales, obras de interés comunitario, urbanismo; gestión de las relaciones exteriores de la ciudad, nombrado delegados y embajadas; calendario de fiesta y juegos, etc. También a la curia correspondía lo relativo a la concesión de honores públicos o personajes importantes de la administración estatal o municipal, o a ciudadanos emérito, lo que se hacia mediante el correspondiente decreto decurional. Por ejemplo, un epígrafe de carácter honorífico hallado en Asido, inscrito en la base de una estatua, fue dedicado a un magistrado municipal gaditano d (ecreto) d (ecurionum) por los municipales Augustae Gadium. En otra inscripción de Gades se recoge la concesión por decreto decurional, a alguien cuyo nombre no se ha conservado, de varios honores, algunos de ellos de carácter fumerario: locus sepulturae, laudatio, impresa funeris y statua.

Con respecto al poder ejecutivo municipal, la primera magistratura que se tiene constatado es el quattuar-virato, documentado en el 43 a.C., función presenta en la administración interna de los municipios italianos creados tras la “Guerra Social”, en sustitución de las anteriores magistraturas indígenas (en el caso de Gades los sufetes de origen púnico). El colegio de quattuorviros englobaba a dos magistrados supremos con poderes jurisdiccionales y otros dos con potestades edilicias. Posiblemente a partir de la época augústea, a raíz de la definitiva constitución del municipio gaditano, sus magistrados principales pasaron a ser denominados duoviri, a fin adaptar su titulación a la terminología vigente en las nuevas entidades municipales creadas por entonces. Hay que hacer constar además que un duunvirrato quinquenal de carácter honorifico fue revestido en Gades antes del 23 d. C., por luba II, rey de Mauritania. Los quinquenales era aquellos duunviros que cada cinco años se revestían de poderes especiales para acometer el censo local, renovar la lista o album decurional.
Otras dignidades públicas estimadas eran los funciones religiosas municipales. La designación para los sacerdocios correspondía a la curia mediante el correspondiente decreto, la duración del cargo era de uno o más años, y sus titulares revestían ciertos atributos externos de su dignidad y gozaban de algunos privilegios.  
  
La función de sacerdos fue desempañada en Gades por miembros. Estaría dedicados al culto en alguno de los templos gaditanos, de los que están documentados los de Minerva, Venus Marina y Kronos, además del más famoso de todos, el de Hércules, cuyo sacerdocio se supone que sería el más prestigioso y valorado por la clase dirigente gaditana, aunque no se tiene ninguna constatación epigráfica al respecto. La fama del templo de Hércules arrancaba ya de la época fenicia. Fue visitado por célebres personajes (como Julio César, durante su estancia en Gades el año 68 a.C.), encerraba grandes riquezas, codiciadas y expoliadas algunas veces, podría recibir donaciones. En el periodo Imperial el Templo de Hércules gozó de especial reconocimiento por parte de los emperadores Antoninos.

La madre de Adriano, Domitia Paulina, era natural de Gades, Trajano, nacido en la cercana Itálica, le hizo también objeto de su reconocimiento, como seguramente Cómodo, que gustaba ser representado como el dios y aparecer honrado en un epígrafe honorífico por la res Pública Gaditana. El santuario contó con importantes recursos económicos, pudiendo beneficiarse con donaciones y legados.

Un colegio religioso documentado en Gades es el de los serviri Augustales, dedicados al culto imperial Gades emitió una serie de acuñaciones para conmemorad los patronazgos de Augusto y algunos miembros de la familia, Agripa, Tiberio y Gayo y Lucio Césares, todos los cuales contaron en algún momento para la sucesión imperial.

Interesante es el patronazgo de Agripa, quien durante su estancia en Hispania el año 19 a.C., dirigiendo las guerras cántabras desplegó una gran actividad administrativa. Es probable que por aquel tiempo viajara también a la Ulterior. Ulia lo nombró patrono, y puede pensarse que una ciudad como Gades, que le honró como patronus y parens mumicipii, recibió su visita, en el curso de la cual pudo organizarse definitivamente el municipio gaditano. Agripa tuvo un papel preeminente en el seno del Estado, y a través de los lazos mantenidos con él por Gades que da constancia una vez más del deseo de muchas comunidades de entrar en la clientela de los Julio-Claudios y mostrar su adhesión a la casa imperial. Agripa fue honrado como patrono de Carhagonova, ciudad que dio la misma distinción luba de Mauritania, a quien Gades otorgó el duunvirato quinquenal honorífico. Más sugerente es el caso de Balbo el Menor, cuyo pontificado fue celebrado por algunas acuñaciones gaditanas. Su tío, el fiel colaborador de César, había trabajado mucho tras la desaparición del dictador para preparar el terreno a su heredero Octavio. Balbo el Menor recogió los frutos de tal diligencia. Fue nombrado procónsul de Afríca en el 21 a.C. pudo haber participado en la campaña de Thapsus junto a césar, y con certeza tuvo que huir a Mauritania en el 43 a.C.

Es posible que una parte del botín obtenido en su empresa africana lo invirtiera en continuar el embellecimiento urbanístico de Gades emprendido durante su quattuorvirato del 43 a.C., al que alude Estrabón (trazado de la Neapolis), con el fin de dar al flamante municipio una adecuada fisonomía monumental. 
       
Gades disfrutó de otros patronazgos, además de los citados, escogidos entre personajes importantes de la vida pública romana. Desde fechas tempranas de su alianza con Roma gozó del patrocinio de L. Cornelius Lentulus, pretor de Hispania en el 205 a.C. Otras  veces los patroni se escogían entre los individuos eminentes de la propia ciudad. Balbo el Mayor fue patrono de Gades, y ese patrocinium pudieron mantenerlo sus herederos, como Balbo el Menor.

La compensación a sus atenciones y favores la recibía el patrono a través de ciertos honores dispensados por la ciudad tutelada: ciudadanía local honorífica, lugar de privilegio en ceremonias y espectáculos públicos, inclusión en el álbum decurional, estatuas, etc. Una prueba de ese reconocimiento lo dio Gades en el 56 a.C., enviado a Roma una embajada de apoyo a Balbo durante su proceso, delegación que, según indica Ciceron, presentó como testimonio documental la correspondiente tessera patronatos ante el tribunal.

Aunque en el mundo romano la posesión de la tierra fue el criterio básico tradicional para estimar el nivel de riqueza y dignidad de una familia, y teniendo en cuenta que el fundamento de la prosperidad económica gaditana radicó en el comercio, se conoce algunos personajes de origen gaditano que alcanzaron el más alto estamento social y honorífico, el rango senatorial. No son muchos, ciertamente, a tener de la gran importancia alcanzada por Gades a fines de la República y primeros siglos del Imperio, pero algunos tuvieron un especial protagonismo en la escena política romana.

El elenco de senadores gaditanos hay que iniciarlo con los Balbos, Balbo el Mayor, confidente y financiaron de Julio César, fue hombre muy rico y se supone, envidiado en Roma. Toda la familia recibió la ciudadania romana en el 72 a.C., por gracias de Pompeyo. Su sobrino Balbo el Menor, la otra figura representativa de la familia tuvo una carrera militar y politica más densa y agitada, bajo las banderas de César, de los Triunviros más tardes, y finalmente durante el gobierno de Augusto.

Otro senador gaditano, ya en época imperial, fue L. Comelius Pusio, que hizo una importante carrera pública bajo los reinados de Nerón y Vespasiano. No acaba aquí la proyección social de las familias senatoriales gaditanas. El emperador Adriano, era hijo de una gaditana, Domitia Paulina, casada con un sobrino del emperador Trajano, devoto del Hércules Gaditano. Había, pues, una relación con la oligarquía senatorial de Italia. Por su parte, la familia de los Annii Veri se trasladó a Gades desde otra localidad bética.

Gades ciudad de pujante economía mercantil, con familias de larga tradición en el marco de las finanzas y las operaciones comerciales, podía suministrar individuos que dieran la talla para acceder al rango de los caballeros. Caballeros gaditano fue recordado y homenajeado, L. Lunius Moderatus Columella. Llegó a desempeñar una de las milicias con que se iniciaba la carrera ecuestre, pues fue tribunus militum de la legión VI Ferrata, según se sabe por una inscripción de Tarento (Italia). No pasó de este escalón la trayectoria ecuestre de Columela quien, por fortuna, y en especial para nuestro conocimiento de la agricultura romana, decidió en algún momento cambiar la espada por el cálamo. También se sabe de otros gaditanos, testimoniado epigráficamente, que ocupó una milicia ecuestre, M. Mettius Maternus, tribuna en la legión XII Fulminata destinada en Capodocia. Los Mettius están constatados en Arlés. Queda, finalmente, hablar de la aristocracia decurional gaditana, la verdadera élite municipal. Los decuriones de las ciudades eran el tercer estamento en orden de importancia dentro del Estado romano. En el 49 a.C.

César convocó en Corduba a los magistratus y principes de las civitales de la Ulterior, una vez culminada la rendición del legado pompeyano Varrón. Concretamente los Gaditani principes son citados por las fuentes ese mismo año, pues había tomado la iniciativa para expulsar de Gades a las tropas de Varrón. Magistratus y principes son los representante de los sectores sociales autóctonos con más peso político y económico en la provincia. Princeps es un título que determina un rango social elevado, los autores latinos suelen emplear para referirse a los notables locales, especialmente los magistrados y decuriones, los primeros civium, los que controlan la vida pública municipal a través del senatus o curía, institución que funciona ya en Gades en el 56 a.C., cuando la ciudad todavía no tiene estatuto romano.

El protagonismo de algunos gaditanos en la vida pública de Roma desde fines de la República, y durante los primeros siglos ejemplos. Personajes como los Balbos, políticos, constructores, millonarios, con aficiones literarios y filosóficas, con importantes relaciones en los medios sociales romanos, dejaron huella, y su promoción en la Urbs debió favorecer igualmente la de otros gaditanos que quisieron abrirse camino en la capital del imperio. A aludir al mundo de la cultura, además de Columela, no podríamos olvidar dos nombres significativos, el filósofo neopitagórico Moderato de Gades, que debió vivir en la segunda mitad del s I. d.C., exponente del alto nivel de ilustración alcanzado por la sociedad gaditana de entonces. Y Canio Rufo, que desplegó en la Roma de Domiciano un torrente de gracias y jovialidad como fabulista, poeta épico y Trágico, autor de elegías amorosas. Su gens gaditana está constatada epigráficamente: un Canius Rogatus en Gades, un C. Conius Primulus en Chipiona. Canio Rufo perteneció al círculo de amigos íntimos de Marcial. Nadie vio nunca triste al gaditano, solía frecuentar los ambientes literarios de romas (la Escuela de los Poetas), estar al día de todos los rumores y cotilleos de la Urbs, y gustar de la compañía de damas cultos.

Desde el político al poeta, desde el filósofo al técnico escritor de agronomía, desde el encumbrado senador hasta el humilde comerciante, todas las dimensiones de la sociedad gaditana se proyectaron también en la esplendorosa roma de época imperial. 

Es posible que el más significativo exponente de la aceptación e integración de los gaditanos en la Urbs sea un escueto, pero sugerente, dato: la inscripción Gaditanorum conservada en los grados del famosa Coliseo de Roma, que indica una reserva de puestas en aquel gran anfiteatro para los miembros de la colonia gaditana en la capital del mundo.
En Roma existió un grupo bastante representativo de una ciudad, Gades, avalada por una antigua y proverbial fidelidad. A esos gaditanos se les dio una consideración muy especial y apreciada en la cosmopolita Urbs, y concretamente en su reciento de espectáculos más destacado.

En Roma el reparto de plaza en los espectáculos era especialmente rígido. En el Coliseo, concretamente, tenían asientos reservados los senadores y sus hijos, los caballeros, los huéspedes oficiales (embajadores), y grupos más definidos como los Gaditani. No hay referencia a otra ciudad del Imperio cuyos habitantes gozaban de tal honor. Hecho de este tipo contribuirían, desde luego, a dar homogeneidad y conciencia de grupo reconocido a la colonia gaditana de Roma.

Aún lejos de la patria chica, cabe suponer que aquellos gaditanos no olvidarían fácilmente su lugar de origen. Los descendientes de los Balbos mantendrían todavía en el 48 d.C., plena conciencia de sus raíces gaditanos, que es precisamente lo que Claudio pretendía elogiar tomándolos como ejemplo.

Información del  libro Gades en tiempo de Columela por Juan Francisco Rodríguez Neila, de la Biblioteca Municipal José Celestino Mutis     

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