sábado, 12 de enero de 2013

Adolfo de Castro y Rossi, un gaditano olvidado


Adolfo de Castro y Rossi

Adolfo Blas Eugenio Francisco de Paula de Castro y Rossi nació en Cádiz el 6 de septiembre de 1823. Fue bautizado el 7 de septiembre de 1823 en la iglesia gaditana de San Antonio. Se desconoce el domicilio donde nació, su familia cambiaba con frecuencia de casa, pero desde 1838, podemos encontrarlo en la calle Palma Nº232 (actual Ruiz de Bustamante).

De su familia materna se conocen pocos datos, más que los que el mismo Castro proporciona.

Se educa en el Seminario Conciliar de San Bartolomé, agregado a la Real Universidad de Sevilla, contaba con la biblioteca más completas de la ciudad. Del uso de esta biblioteca, según sus contemporáneos, le viene a Castro su afición desmedida por los libros, así como el aprendizaje de las discusiones y sutilezas escolásticas que le encaminaron para que en lo sucesivo fuera tenido por polemista. Emilio Bravo recuerda a un Adolfo de Castro, que a los diez años era muy aficionado á comprar comedias, disponía de poco dinero, las compraba antiguas, y con esto empezó á acostumbrarse desde pequeño á saborear los teatros antiguos español. 
       
La dedicación, casi obsesiva, de Adolfo de Castro al estudio, es algo que recuerdan todos sus coetáneos; se sabe, por ellos, que a mediados de siglo, su biblioteca privada era una de las más importantes de la ciudad, y que llegó a poseer un incumable, el Suppementum Sumae Pisanellae, fechado en 1452. Esta biblioteca fue donada por el propio Adolfo de Castro a la Biblioteca Municipal de Cádiz.

De su infancia y juventud, tampoco se tiene muchos datos. Sus primeros años se desarrollaron en una de las épocas más turbulenta para la historia de España y para la historia de Cádiz. En 1831, se produce en la ciudad una revuelta de funestas consecuencias: Fernando VII suspende el puerto franco de la ciudad, el Gobernador de la ciudad, D. Antonio del Hierro y Oliver, es asesinado en la calle de la Verónica (actual José del Toro), y el cadáver es arrastrado por toda la ciudad. Este hecho impresionó tanto al joven Adolfo de Castro, que año más tarde lo recogerá en su “Historia de la ciudad y provincia de Cádiz de 1814 hasta el día”   

Los primeros veinte años de Castro transcurren entre la llamada década ominosa del reinado Fernando VII y la regencia de María Cristina. En estos años, el joven logró que su nombre fuese reconocido en los círculos literarios de la ciudad. De esta época, se tiene el testimonio de Federico Rubio en Mis maestros y mi educación, de carácter pueril y de voluntad débil.

En esta misma época realizó un viaje a Lisboa, en la cuál estuvo los meses de enero y febrero de 1841, y comenzó a escribir sus primeros versos, a una joven gaditana, que pronto se convertiría en su esposa, doña Ana Herrera Dávila, ana era descendiente de doña Catalina Ruiz de Ahumada, que había sido un familiar próximo de Santa Teresa de Jesús, y percibió en su casamiento la dote del patronato que doña catalina había fundado en Cádiz en 1728.

Adolfo de castro y ana Herrera Dávila contrajeron matrimonio el 19 de junio de 1845, cuando él apenas había cumplido 21años, ya era conocido en la ciudad como poeta e historiador, e incluso había publicado varias obras.

El 14 de mayo de 1846 nace el primer hijo de Adolfo de Castro, muriendo cuando apenas tenía cuatro años, entristeció de forma muy especial a su padre, que año más tarde le recordaría como “aquel precioso niño de cuatro años que huyó de la vida terrenal”.

En 1850  viaja castro a Madrid, donde a través de José María Vadillo, entra en contacto con Rivadeneyra y colabora en el Semanario Pintoresco Español, al tiempo que coordina algunos tomos de la Biblioteca de Autores Españoles, regreso a Cádiz en 1852, sin que hasta la fecha se haya podido determinar las causas.

Adolfo de Castro comienza a jugar un papel importante en la política local, a partir de la década de los años cincuenta. En 1854 una epidemia de cólera morbo-asiática asolaba la ciudad. Ese mismo año, Castro ejerció como Gobernador en Cádiz durante un mes, por lo que recibió la Cruz de primera clase de la orden civil de Beneficencia, mérito que sólo poseían los grandes contribuyentes de la ciudad.

Dos hijos más tuvo el matrimonio, que murieron al nacer, y en 1885 nace su hija Serena de Castro y Herrera Dávila. 

En esta época ocupa Castro cargos políticos de importancias. A partir de 1872, se observa un cambio profundo en la personalidad del gaditano. Si durante sus primeros años de carrera política se autodefine como “liberal exaltado” y “libre pensador”, desde los años 70 se advierte una vuelta a los sistemas tradicionales y al catolicismo, llegando a convertirse en uno de los defensores de la fe católica como lo llama Menéndez Pelayo.

Esta vuelta suya al credo tradicional parece algo bastante común en el comportamiento habitual de la burguesía gaditana decimonónica.

A comienzo de 1877, la enfermedad que aquejaba a Ana Herrera Dávila desde hacia  algunos años, se agravó, y acabó con su vida el 8 de julio del mismo año, en el domicilio familiar de la calle Cervantes Nº14, la misma calle donde años más tarde fallecería Adolfo de Castro.

En pocos meses contrae un nuevo matrimonio con Antonia María Fernández Boada, contante de profesión y natural de Jerez de la Frontera, que tenía entonces 21 años uno más que Serena, la hija de Adolfo de Castro. El nuevo matrimonio se instala en la calle Marqués de Cádiz, Nº3, donde el 21 de octubre de 1879 nacería el primer hijo de la pareja: Álvaro de Castro y Fernández. En 1880 se trasladan a la calle Molino (actual Adolfo de Castro) Nº 15 y en 1882 a la calle Isabel la Católica Nº23.

La profesión de Antonia María hace que Castro sienta inclinación por la música, aunque nunca llegó a componer ni a interpretarla.

Durante estos años, Castro escribe a un ritmo precipitado, los únicos ingresos familiares provienen de su colaboración en la prensa. Cada vez más rechazado, por sus ideas, en los círculos literarios de la ciudad, dominados por krausismo y las nuevas tendencias finiseculares.

A finales de la década de los ochenta, su carrera política también está en declive y sólo gracias a los conocidos consigue publicar sus artículos.

En septiembre de 1891, cuando el gaditano tiene 69 años, nace su hija, Georgina Teresa de Castro y Fernández.

La situación económica familiar es cada vez m´s delicada. En 1892; el Municipio había acordado concederle a Adolfo el puesto de Bibliotecario Municipal, cargo que viene a unirse a la amplia nómina de profesiones que Castro desempeño a lo largo de su vida: comerciante de 1848 a 1853, cesante en 1859, Secretario del Ayuntamiento de 1864 a 1872, Gobernador Cesante en 1882, empleado y literato en 1891, bibliotecario y literato en 1891, bibliotecario municipal en 1892 y escritor público de 1896 hasta su muerte.

Un año antes, en 1891 donaría Adolfo de Castro una gran parte de su biblioteca privada a la biblioteca del Ateneo Gaditano, y en 1897, dona el resto a la biblioteca del Ayuntamiento de Cádiz, para incrementar sus fondos. Fondos que en la actualidad constituyen el grueso del fondo antiguo de la Biblioteca del Ayuntamiento de Cádiz “José Celestino Mutis”.

Adolfo de Castro muere el 13 de octubre de 1898 a los 75 años en la más absoluta pobreza, en la calle Cervantes Nº37. La fortuna no le había tratado bien.

Diario de Cádiz recogía a su muerte: “pudo morir rico, y ha muerto pobre, muy pobre”. José Rosetty, que fue gran amigo suyo relata los últimos momentos de la vida de Castro: “Murió bajo la presión del desahucio.

La capilla ardiente fue instalada en el Ateneo, por falta de espacio y dinero en el domicilio familiar, aunque  Rafael de la Viesca, intenta dignificar el hecho. 

La comitiva partió hacia el cementerio, donde se instaló el cuerpo en un nicho alquilado. La familia abandonó Cádiz, su hijo Álvaro se hace a la mar y su viuda junto con su hija Teresa se instala en Madrid.

Tras su muerte, un silencio hasta cierto punto sospechoso se extiende sobre todo lo relacionado con Adolfo de Castro. En 1899 el Ateneo de Cádiz propone al Municipio que realice emisión de aquellas obras de Castro que habían alcanzado mayor difusión, pero esta empresa nunca se llevó a cabo.
En 1911, la Asociación de la Presa Gaditana decide colocar una lápida conmemorativa en la casa donde murió Adolfo de Castro, también decide cambiar el nombre a la calle del Molino, por el de Adolfo de Castro.

A lo largo del siglo XX, la figura y la obra de Adolfo de Castro han sido prácticamente ignoradas por la crítica literaria. Hasta el momento, solo existen unas cuantas referencias, en su mayor parte erróneas, y a veces contradictorias.

A partir de los años setenta, y con la proximidad del ciento cincuenta aniversario de su nacimiento, la crítica local de forma paradójica, comienza a revalorizar la figura de un Castro casi mítico con un valor puramente sentimental.

La obra de Castro, merece una legitimación, no desde su erudición, sino enmarcándola en una de las corrientes literarias del siglo XIX, con la que el gaditano presenta más afinidades: el llamado eclecticismo. El mismo Adolfo de Castro llegó a reconocer su adscripción a esta tendencia..

Castro cultivó, prácticamente, todos los géneros literarios: poesía, teatro, novela, cuento ensayo, discursos…

La extensa nómina de títulos publicados por Adolfo de Castro entre 1844 y 1898 hace que nos encontramos ante un amplio y variado espectro de temas, estilos y arquitecturas literarias que ponen en duda el pretendido color local con que se ha venido tiñendo la obra de Adolfo de Castro.

El autor gaditano centró su obra básicamente en la literatura y en la historia, y aunque es en historia donde más repercusiones ha tenido, desde los primeros años de su carrera. La carrera literaria del autor comienza con apenas 20 años. La primera publicación de Castro la encontraremos en el periódico local La Estrella, que apareció en 1842.

Analizada, en síntesis, la trayectoria literaria de Adolfo de Castro, se hace necesario un estudio, más o menos aproximados, de las ideas estéticas que se  desprende de su obra y que lleva en última instancia, a la revalorización de este autor en una época literaria determinada.

La obra de Adolfo de Castro se reparte entre la creación y la investigación, campo este último, donde más se le ha reconocido, por las numerosas polémicas que mantuvo, y porque el número de publicaciones en este terreno es, sensiblemente, mayor que el de las obras de creación. Sin embargo, tanto en la investigación como en la creación, mantuvo Castro, una idea, casi obsesiva, que presidirá todos sus escritos: la búsqueda de verdad.

El uso de pseudónimos, práctica tan habitual en la historia de la literatura española. Es muy probable que Adolfo de Castro utilizase a lo largo de su trayectoria literaria más pseudónimos de los que hasta el momento se han podido constatar.

También es posible que compartiera firmas con algunos de sus compañeros de profesión. La primera vez que Castro se esconde tras un sobrenombre, la encontraremos en 1851, existen indicios que llevan a pensar que el primer pseudónimo fue  G. CUEVAS.

esta placa se encuentra en la calle Cervante 37, en el barrio del Mentidero



Esta información esta sacada del libro "Adolfo de Castro (1823-1898) su tiempo, su vida y su obra". de la biblioteca José Celestino Mutis de Cádiz y su autora es Yolanda Vallejo Márques.

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