Adolfo de Castro y Rossi
Adolfo Blas Eugenio Francisco de Paula de
Castro y Rossi nació en Cádiz el 6 de septiembre de 1823. Fue bautizado el 7 de
septiembre de 1823 en la iglesia gaditana de San Antonio. Se desconoce el
domicilio donde nació, su familia cambiaba con frecuencia de casa, pero desde
1838, podemos encontrarlo en la calle Palma Nº232 (actual Ruiz de Bustamante).
De su familia materna se conocen pocos datos,
más que los que el mismo Castro proporciona.
Se educa en el Seminario Conciliar de San Bartolomé,
agregado a la Real Universidad
de Sevilla, contaba con la biblioteca más completas de la ciudad. Del uso de
esta biblioteca, según sus contemporáneos, le viene a Castro su afición
desmedida por los libros, así como el aprendizaje de las discusiones y
sutilezas escolásticas que le encaminaron para que en lo sucesivo fuera tenido
por polemista. Emilio Bravo recuerda a un Adolfo de Castro, que a los diez años
era muy aficionado á comprar comedias, disponía de poco dinero, las compraba
antiguas, y con esto empezó á acostumbrarse desde pequeño á saborear los
teatros antiguos español.
La dedicación, casi obsesiva, de Adolfo de
Castro al estudio, es algo que recuerdan todos sus coetáneos; se sabe, por
ellos, que a mediados de siglo, su biblioteca privada era una de las más
importantes de la ciudad, y que llegó a poseer un incumable, el Suppementum
Sumae Pisanellae, fechado en 1452. Esta biblioteca fue donada por el propio
Adolfo de Castro a la Biblioteca Municipal
de Cádiz.
De su infancia y juventud, tampoco se tiene
muchos datos. Sus primeros años se desarrollaron en una de las épocas más
turbulenta para la historia de España y para la historia de Cádiz. En 1831, se
produce en la ciudad una revuelta de funestas consecuencias: Fernando VII
suspende el puerto franco de la ciudad, el Gobernador de la ciudad, D. Antonio
del Hierro y Oliver, es asesinado en la calle de la Verónica (actual José del
Toro), y el cadáver es arrastrado por toda la ciudad. Este hecho impresionó
tanto al joven Adolfo de Castro, que año más tarde lo recogerá en su “Historia
de la ciudad y provincia de Cádiz de 1814 hasta el día”
Los primeros veinte años de Castro
transcurren entre la llamada década ominosa del reinado Fernando VII y la
regencia de María Cristina. En estos años, el joven logró que su nombre fuese
reconocido en los círculos literarios de la ciudad. De esta época, se tiene el
testimonio de Federico Rubio en Mis maestros y mi educación, de carácter pueril
y de voluntad débil.
En esta misma época realizó un viaje a
Lisboa, en la cuál estuvo los meses de enero y febrero de 1841, y comenzó a
escribir sus primeros versos, a una joven gaditana, que pronto se convertiría
en su esposa, doña Ana Herrera Dávila, ana era descendiente de doña Catalina
Ruiz de Ahumada, que había sido un familiar próximo de Santa Teresa de Jesús, y
percibió en su casamiento la dote del patronato que doña catalina había fundado
en Cádiz en 1728.
Adolfo de castro y ana Herrera Dávila
contrajeron matrimonio el 19 de junio de 1845, cuando él apenas había cumplido
21años, ya era conocido en la ciudad como poeta e historiador, e incluso había
publicado varias obras.
El 14 de mayo de 1846 nace el primer hijo de
Adolfo de Castro, muriendo cuando apenas tenía cuatro años, entristeció de
forma muy especial a su padre, que año más tarde le recordaría como “aquel
precioso niño de cuatro años que huyó de la vida terrenal”.
En 1850
viaja castro a Madrid, donde a través de José María Vadillo, entra en
contacto con Rivadeneyra y colabora en el Semanario Pintoresco Español, al
tiempo que coordina algunos tomos de la Biblioteca de Autores Españoles, regreso a Cádiz
en 1852, sin que hasta la fecha se haya podido determinar las causas.
Adolfo de Castro comienza a jugar un papel
importante en la política local, a partir de la década de los años cincuenta.
En 1854 una epidemia de cólera morbo-asiática asolaba la ciudad. Ese mismo año,
Castro ejerció como Gobernador en Cádiz durante un mes, por lo que recibió la Cruz de primera clase de la
orden civil de Beneficencia, mérito que sólo poseían los grandes contribuyentes
de la ciudad.
Dos hijos más tuvo el matrimonio, que
murieron al nacer, y en 1885 nace su hija Serena de Castro y Herrera Dávila.
En esta época ocupa Castro cargos políticos
de importancias. A partir de 1872, se observa un cambio profundo en la
personalidad del gaditano. Si durante sus primeros años de carrera política se
autodefine como “liberal exaltado” y “libre pensador”, desde los años 70 se
advierte una vuelta a los sistemas tradicionales y al catolicismo, llegando a
convertirse en uno de los defensores de la fe católica como lo llama Menéndez
Pelayo.
Esta vuelta suya al credo tradicional parece
algo bastante común en el comportamiento habitual de la burguesía gaditana
decimonónica.
A comienzo de 1877, la enfermedad que
aquejaba a Ana Herrera Dávila desde hacia
algunos años, se agravó, y acabó con su vida el 8 de julio del mismo
año, en el domicilio familiar de la calle Cervantes Nº14, la misma calle donde
años más tarde fallecería Adolfo de Castro.
En pocos meses contrae un nuevo matrimonio
con Antonia María Fernández Boada, contante de profesión y natural de Jerez de la Frontera, que tenía
entonces 21 años uno más que Serena, la hija de Adolfo de Castro. El nuevo
matrimonio se instala en la calle Marqués de Cádiz, Nº3, donde el 21 de octubre
de 1879 nacería el primer hijo de la pareja: Álvaro de Castro y Fernández. En
1880 se trasladan a la calle Molino (actual Adolfo de Castro) Nº 15 y en 1882 a la calle Isabel la Católica Nº23.
La profesión de Antonia María hace que Castro
sienta inclinación por la música, aunque nunca llegó a componer ni a
interpretarla.
Durante estos años, Castro escribe a un ritmo
precipitado, los únicos ingresos familiares provienen de su colaboración en la
prensa. Cada vez más rechazado, por sus ideas, en los círculos literarios de la
ciudad, dominados por krausismo y las nuevas tendencias finiseculares.
A finales de la década de los ochenta, su
carrera política también está en declive y sólo gracias a los conocidos
consigue publicar sus artículos.
En septiembre de 1891, cuando el gaditano
tiene 69 años, nace su hija, Georgina Teresa de Castro y Fernández.
La situación económica familiar es cada vez
m´s delicada. En 1892; el Municipio había acordado concederle a Adolfo el
puesto de Bibliotecario Municipal, cargo que viene a unirse a la amplia nómina
de profesiones que Castro desempeño a lo largo de su vida: comerciante de 1848 a 1853, cesante en
1859, Secretario del Ayuntamiento de 1864 a 1872, Gobernador Cesante en 1882,
empleado y literato en 1891, bibliotecario y literato en 1891, bibliotecario
municipal en 1892 y escritor público de 1896 hasta su muerte.
Un año antes, en 1891 donaría Adolfo de
Castro una gran parte de su biblioteca privada a la biblioteca del Ateneo
Gaditano, y en 1897, dona el resto a la biblioteca del Ayuntamiento de Cádiz,
para incrementar sus fondos. Fondos que en la actualidad constituyen el grueso
del fondo antiguo de la
Biblioteca del Ayuntamiento de Cádiz “José Celestino Mutis”.
Adolfo de Castro muere el 13 de octubre de 1898 a los 75 años en la más
absoluta pobreza, en la calle Cervantes Nº37. La fortuna no le había tratado
bien.
Diario de Cádiz recogía a su muerte: “pudo
morir rico, y ha muerto pobre, muy pobre”. José Rosetty, que fue gran amigo
suyo relata los últimos momentos de la vida de Castro: “Murió bajo la presión
del desahucio.
La capilla ardiente fue instalada en el
Ateneo, por falta de espacio y dinero en el domicilio familiar, aunque Rafael de la Viesca, intenta dignificar
el hecho.
La comitiva partió hacia el cementerio, donde
se instaló el cuerpo en un nicho alquilado. La familia abandonó Cádiz, su hijo
Álvaro se hace a la mar y su viuda junto con su hija Teresa se instala en
Madrid.
Tras su muerte, un silencio hasta cierto
punto sospechoso se extiende sobre todo lo relacionado con Adolfo de Castro. En
1899 el Ateneo de Cádiz propone al Municipio que realice emisión de aquellas
obras de Castro que habían alcanzado mayor difusión, pero esta empresa nunca se
llevó a cabo.
En 1911, la Asociación de la Presa Gaditana decide colocar
una lápida conmemorativa en la casa donde murió Adolfo de Castro, también
decide cambiar el nombre a la calle del Molino, por el de Adolfo de Castro.
A lo largo del siglo XX, la figura y la obra
de Adolfo de Castro han sido prácticamente ignoradas por la crítica literaria.
Hasta el momento, solo existen unas cuantas referencias, en su mayor parte
erróneas, y a veces contradictorias.
A partir de los años setenta, y con la
proximidad del ciento cincuenta aniversario de su nacimiento, la crítica local
de forma paradójica, comienza a revalorizar la figura de un Castro casi mítico
con un valor puramente sentimental.
La obra de Castro, merece una legitimación,
no desde su erudición, sino enmarcándola en una de las corrientes literarias
del siglo XIX, con la que el gaditano presenta más afinidades: el llamado eclecticismo.
El mismo Adolfo de Castro llegó a reconocer su adscripción a esta tendencia..
Castro cultivó, prácticamente, todos los
géneros literarios: poesía, teatro, novela, cuento ensayo, discursos…
La extensa nómina de títulos publicados por
Adolfo de Castro entre 1844 y 1898 hace que nos encontramos ante un amplio y
variado espectro de temas, estilos y arquitecturas literarias que ponen en duda
el pretendido color local con que se ha venido tiñendo la obra de Adolfo de
Castro.
El autor gaditano centró su obra básicamente
en la literatura y en la historia, y aunque es en historia donde más
repercusiones ha tenido, desde los primeros años de su carrera. La carrera
literaria del autor comienza con apenas 20 años. La primera publicación de
Castro la encontraremos en el periódico local La Estrella, que apareció en
1842.
Analizada, en síntesis, la trayectoria literaria
de Adolfo de Castro, se hace necesario un estudio, más o menos aproximados, de
las ideas estéticas que se desprende de
su obra y que lleva en última instancia, a la revalorización de este autor en
una época literaria determinada.
La obra de Adolfo de Castro se reparte entre
la creación y la investigación, campo este último, donde más se le ha
reconocido, por las numerosas polémicas que mantuvo, y porque el número de
publicaciones en este terreno es, sensiblemente, mayor que el de las obras de
creación. Sin embargo, tanto en la investigación como en la creación, mantuvo
Castro, una idea, casi obsesiva, que presidirá todos sus escritos: la búsqueda
de verdad.
El uso de pseudónimos, práctica tan habitual
en la historia de la literatura española. Es muy probable que Adolfo de Castro
utilizase a lo largo de su trayectoria literaria más pseudónimos de los que
hasta el momento se han podido constatar.
También es posible que compartiera firmas con
algunos de sus compañeros de profesión. La primera vez que Castro se esconde
tras un sobrenombre, la encontraremos en 1851, existen indicios que llevan a
pensar que el primer pseudónimo fue G.
CUEVAS.
esta placa se encuentra en la calle Cervante 37, en el barrio del Mentidero
Esta información esta sacada del libro "Adolfo de Castro (1823-1898) su tiempo, su vida y su obra". de la biblioteca José Celestino Mutis de Cádiz y su autora es Yolanda Vallejo Márques.
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