Los antecedentes más remotos del Carnaval,
podrían buscarse en las bacanales y otras fiestas de la sociedad romana, pero
la celebración del Carnaval como período de expansión previo a la penitencia de la Cuaresma , tiene su origen
en el contexto cristiano medieval, se permite la inversión de lo cotidiano, se
suspende el orden establecido, se consiente la inversión de las jerarquías
sociales y el hombre da rienda suelta a la carga irracional que soporta y
contiene cada día.
El Carnaval gaditano, de tan arraigada
tradición, no comienza a estar documentado hasta bien entrado el siglo XVIII,
el carnaval de Cádiz se configuro en el siglo XVIII como un carnaval urbano,
influenciado por la presencia de numerosos genoveses en la ciudad, y se asimiló
al de algunas ciudades italianas, con grandes bailes y lujosas cabalgatas,
frente a otro tipo de diversiones y costumbres populares. Elemento esencial del
Carnaval era el disfraz y su máximo exponente, los bailes de disfraces. Una
disposición de 1767 estableció las condiciones en que se debías desarrollar
estos bailes; el teatro debería acondicionarse con luces, arañas y cornucopias,
y se colocarían dos bandas de música en los extremos del local. En cuanto a los
disfraces se prohibió el uso de hábitos religiosos y de vestimentas del sexo
contrario.
La celebración del Carnaval, y en especial
los bailes de disfraces, estuvieron en el punto de mira de la iglesia y los
sectores moralizantes de la sociedad.
En 1762 el obispo Fray Tomás del Valle adelantó
la vigilia de San Matías, que caía en martes de Carnaval, al sábado anterior
para que los fieles pudieran cumplir la obligación del ayuno cuaresmal antes de
empezar los Carnavales.
Los bailes de máscaras se mantuvieron en
Cádiz prácticamente durante todo el siglo XVIII, se siguieron celebrando bailes
de máscaras en Cádiz de manera extraoficial.
Se conocen pocos datos sobre los aspectos más
populares del Carnaval gaditano en el siglo XVIII. Al margen de los lugares
celebraciones de las capas burguesas, el pueblo se divertía a su manera con
libertad e ingenio, configurándose así uno de los rasgos más característicos
del Carnaval gaditano, como fiestas eminentemente popular que se vive en la
calle.
El viajero inglés Herry Swinburne, que visitó
la ciudad en 1776, criticaba que las mujeres lanzaban cubos de agua desde los
balcones a los que pasaban a su alcance, las gentes humildes se dedicaban al
fandango, y los gitanos a bailar un baile indecentísimo que se llamaba el
Manguidoy.
El Carnaval tenía un profundo arraigo popular
y un atractivo irresistible hasta en las mismas instituciones religiosas
gaditanas. A los seminaristas no se les permitía salir a la calle durante toda
la semana, y las religiosas del convento de Santa María daban rienda suelta a
una alegría, que al visitador del convento le parecía excesivo.
Había dos concepciones encontradas del
Carnaval: para la iglesia eran días de preparación para la cuaresma, pero para
el pueblo en general era la ocasión de desahogar sus múltiples frustraciones.
En Cádiz esta eterna dialéctica se resolvió siempre a favor del pueblo.
cartel de carnaval del siglo XIX
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