Nuestra querida Cádiz, Ave Fénix donde las
haya, es de ello un buen ejemplo. La verdad es que Cádiz, desde los fenicios
hasta el bicentenario, pasando por un saqueo y una catástrofe que a punto
estuvieron de llevársela por delante, ha visto de todo. Su especialísima
condición geográfica ha sido su fuerza a la par que su debilidad. Ahora, si el
mundo sigue por donde solía, se me aparece como el principal centro histórico
de una gran conurbación.
Un centro histórico, atípicamente situado en
una punta de la misma, en un extremo exento, es decir aislado. Atípico ha sido
Cádiz siempre y en bastantes más cosas. Tiene, además, nuestra ciudad, muchas
cosas muy especiales, entre otras un esplendido patrimonio urbano
extraordinariamente singular, homogéneo y esencialmente conservado. Tiene el
encanto y la gracia de sus gentes, y un prestigio literario e histórico
difundido por quienes aquí viajaron, y sin igual en ciudades de su tamaño.
Cádiz está buscando sus oportunidades en el
mundo que se vislumbra. Necesitamos un ciclo ascendente. El mar le ha traído
siempre todo y ahí sigue, oportunidad y riesgo, fuerza y debilidad. Las gentes
seguirán viajando. Habrá cada vez más manifestaciones concretas de la inquietud
viajera, del turismo, unos querrán ir a la playa, a la bahía o a los parques
naturales cerca de ella. También tendrá que haber cada vez más de aquellos a
quienes cautive ese encanto mágico y especial del Cádiz intramuros. De entre
ellos, unos querrán saber o sabrán por qué le encanta y se lo podrán explicar,
para otros será el misterio y el embrujo y a otros les pasará como a Dumas “nos
gusta Cádiz sin, que sepamos lo que nos gusta de Cádiz”.
COMO DESCRIBE DUMAS A CÁDIZ:
“Por fin avistamos las primeras casas de la
blanca Cádiz, que parecían salir del mar, pues todavía no se veía el suelo
sobre el que la ciudad está construida, y que parecía sumergido en el agua.
Esta blancura, que se destacaba contra el doble azul del cielo y el mar, como
dice Byron, tiene algo de deslumbrante”
“Aquí está la ciudad de Gadira, nombre con
que los cartagineses denominaba los lugares fortificados, la cual fue llamada
antes Tartessos. Fue en otro una extensa y rica población, pero hoy es pobre, humilde
y arruinada.
Yo he visitado estos parajes, y, excepto el
culto de Hércules, nada queda de notable en este lugar; pero fue tanta la
importancia y el renombre de esta villa, que un grande y poderoso rey que
reinaba sobre una nación de Mauritania, al otro lado del mar, y que era muy
querido de Octavio, Juba, hombre de gran cultura, se estimó muy honrado con el nombramiento de duunviro
de esta ciudad”.
amaneciendo en Cádiz foto de José Madroñal
Información recogida de la biblioteca Municipal José Celestino Mutis de Cádiz
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