Don Antonio Escobar Perera
Antonio Escobar nace el 8 de enero de 1918,
en el número 15 de la calle Sacramento en Cádiz, casi un mes más tarde, fue
bautizado en la parroquia de Nuestra Señora del Rosario.
Cádiz era reflejo de aquel clima de
subversión y de pobreza. Era noticia por entonce el cierre de Astilleros
motivado por la huelga de trabajadores que reclamaban un sueldo digno. En la
calle Hércules, María la
Portuguesa, era apuñalada por uno de sus amantes y se debatía
entre la vida y la muerte. Empezaban a germinar los cinematógrafos en Cádiz, la
festividad del Corpus marcaba uno de los momentos más esperados del año y la Alameda, con la
balaustrada que reemplazó al pretil de sus muros, empezaba a adquirir el
aspecto que hoy le es característica.
Ante un refino de la calle Columela frente al
antiguo cine Municipal, sobre 1922, Antonio camina cogido de la mano de su
madre, tenía cuatro años, ha fijado su atención en un pequeño teclado que
reposa sobre una de las tarimas. Su madre le anima a que se aproxime, y
ayudándole a subirse a una silla, jugueteando trata de ensartar con sus dedos
las notas que penetran en su mente, recordadas por su oído.
De este modo, los padres descubrieron la
precocidad de su hijo, y con seis años, solicitaron el ingreso del joven en el
Conservatorio.
Para la pasión musical de Antonio resultaba
decisivo el ambiente familiar vivido desde niño, la atmósfera familiar en que
crecía Antonio pertenecía a una acomodaticia clase media. En la cual aún se
respiraba el gusto refinado y burgués hacia el arte musical. En cualquier hogar
que se preciase culto, era habitual que se dieran conciertos a los familiares y
amigos.
El sentido irónico y burlón dominaría su
carácter, pero no siempre fue de este modo. De niño había sido especialmente
tímido y retraído. El mismo al recordar su niñez se califica de raro.
Era más delgado y de menos estatura que los
niños de su edad. Tenía poco trato con sus compañeros, eso acentuara su
vocación hacia una actividad tan interior como la música. Por todo ello,
Antonio descubrió en el piano uno de sus primeros amigos.
El primer año de Conservatorio debió ser para
Antonio una verdadera desilusión, pese a aprobar el curso con sólo siete años,
la experiencia le condujo a abandonar en este momento una enseñanza reglada.
Otra empezaba a ser su ilusión. A la par que
realizaba sus primeros estudios en el colegio de la Salle-Centro
Católico, en la plaza Jesús Nazareno, Antonio iba quedando
deslumbrado por el sueño de hacerse sacerdote, dejando de lado sus inquietudes
musicales.
Antonio empieza a sentirse atraído por el
misticismo, los padres de Antonio proyectan su ingreso en el Seminario.
Por mediación de su tía, tras hablar con el
padre Eugenio, vicario de la diócesis de Cádiz, el padre lo recomienda para el
Colegio de Santa Cruz. Allí el director del centro sigue de cerca los pasos del
chaval, no duda en proponerlo como seise de la Catedral. En dicha actividad
entablará amistad con otro joven. Quien tiempo más tarde sería amigo y
colaborador en numerosos conciertos.
Esta experiencia como seise lo había
reconciliado con una vocación que parecía próxima a extinguirse. No sería hasta
los dieciséis años, en que ingresa en la Banda Municipal, retomará su
vocación bajo las enseñanzas de su tío Eduardo y su tío político. Camilo
Gálvez.
La estirpe musical de los Escobar arrancaba
del siglo XIX. Su bisabuelo Cristóbal, había sido profesor de fagot, su hijo
Eduardo, tocaba el contrabajo, también había sido profesor de música.
Antonio ha estudiado mecanografía y cultura
general en el colegio Ramos Martín, frente a San Angustin. Consigue en los
últimos años del gobierno de Primo de Rivera, un trabajo como archivero en la Iglesia de San Lorenzo.
Por estas fechas, realiza un año en la Escuela de Arte y Oficios,
interesado en conocer más facetas del mundo artístico. Se preparó las
oposiciones para la Banda Municipal,
y se libra de tener que hacer el servicio militar.
Con dieciséis años, realiza las pruebas de
oboe para la Banda
y gana la plaza por unanimidad, más tarde pasaría a ser saxofón soprano.
Asimismo, le asignan el cargo de archivero. Esta labor, le posibilitará el
contacto con la obra de grandes compositores.
En la banda, no logra pasar desapercibido. Su
juventud su estatura, su desordenado cabello le hacen aparecer en las
fotografías como una “pelusa”, según refieren humorísticamente sus amigos, y
poco a poco, el joven irá cobrando cada vez mayor protagonismo en la Banda.
Siente la llamada de componer. Esta vocación
determinaría toda su vida. El joven
Joaquín Gonzáles Salas, vecino suyo, el cual formaba parte de un equipo de
futbol del barrio: Aurora F.C., el joven era aficionado a la poesía y le
propuso a Antonio, con quien tenía amistad, que se ocupara de componer un himno
para su club, que ya él se encargaría de la letra. Y así sucedió. Este pasaje
ocuparía por entero los esfuerzos vitales del músico.
En la época de sus comienzos, compuso otro
himno titulado “Gibraltar”, estrenado en Algeciras.
La primera composición ambiciosa de Escobar
tiene lugar al poco tiempo. De su contacto con las partituras de la banda nace
la idea de componer una marcha militar. Don Antonio por entonces había pensado
en colaborar como seglar en el colegio Salesiano. A espalda de su tío,
consiguió convencer al director en funciones a que incluyera su pieza “España”
en el repertorio de la Banda Municipal.
Así en uno de sus habituales conciertos en la alameda Apodaca, se vio cumplido
su deseo, de que el himno fuera estrenado por el grupo al que pertenecía, ante
la negativa de su tío de estrenar su marcha.
Poco más tarde, a mediados de los treinta,
componía la primera obra para ser estrenada fuera de Cádiz: Una noche en Rora.
Sería la primera de las muchas colaboraciones que Antonio haría con la Banda de Rota.
En 1936, la familia decide trasladarse a la
plaza de Falla numero dos, tras el nacimientos de nuevos hijos. Pocos años
después del traslado, fallece la madre, y al poco tiempo su padre, comenzaba a
desgajarse el núcleo familiar.
Al igual que don Manuel de Falla, ambos
optaron por renunciar a una vida en pareja, dedicándose a la composición,
apoyados en el cariño de sus hermanas.
Es 1942. como todos los días acude a San
Lorenzo, donde ya trabaja como organista, se ha hecho muy conocido a través de
sus actuaciones en Radio Cádiz con la sección “Miniaturas” del programa “Arte
futuro” donde toca el piano.
Miniaturas le ha posibilitado el contacto con
los nuevos valores: jóvenes cantantes y bailarines. Fueron muchos los artistas
gaditanos que se dieron a conocer a través del programa. La grabación se
realizaba en un salón del estudio abierto al público, situado en la calle José
del Toro, el concurso fue un éxito.
A la desaparición en antena de “Miniaturas”,
comienza su labor como organista en la Parroquia de San Lorenzo, la cual se prolongaría
hasta 1986, se dedica también a la composición de piezas escénicas, y por
último, gracias a su pertenencia como tenor segunda en la
Masa Coral Gaditana, empieza a tener un
contacto más directo con la música vocal.
Sería más de cuarenta años los que ligarían a
Antonio Escobar con la parroquia de San Lorenzo. Durante ese periodo llegó a
formar un excelente tándem artístico como barítono Juan Jiménez de la Torre (amigo de la infancia
de cuando eran seises de la
Catedral), no teniéndole nada que envidiar a los mejores dúos
del momento, a lo largo de años, Escobar contaría con la colaboración de
numerosas intérpretes de valía.
Escobar atendía y dirigía alguna coral de
mujeres y niñas, que actuaba en los actos religiosos de la parroquia,
principalmente en las navidades. En los años más próximos a la actualidad,
Antonio desarrollaría su labor de organista con la de archivero (como en los
tiempos de la Banda Municipal)
supuso u nuevo impulso en sus perspectivas musicales, y a su posición le
permitió a hondar en sus conocimientos sobre la música religiosa.
Durante los años cuarenta, Antonio dedica sus
esfuerzos a la música escénica. En 1941 compone para la representación de
Natiel. Leyenda lírica en tres actos y siete cuadros escrita por un jovencísimo
Carlos Edmundo de Ory.
La segunda obra de este tipo fue la estampa
lírica Gloria de España, redactada a petición de la falange femenina para una
función que se iba a dar a beneficio de la división azul.
En 1946, Escobar compone su primera zarzuela,
titulada “El querer quita el sentío”. En 1947, presenta el Himno al Cádiz C.F.
que fue cantado por los jugadores de aquel tiempo sobre el escenario. Poco
después Escobar pone música a otra obra de Parodi, titulada “Cuenta de las
Calesas” (1948).
El maestro Escobar también compone música
para guiñol, “Papilu y el ogro Tragapán”. La presentación tuvo lugar en el
Colegio Jaime Balmes, (hoy centro de adulto Pintor Zuloaga) en la calle Arbolí.
También compuso para el género infantil el cuento “El sabio Tejemaneje”.
Fue fundador de Radio Juventud de Cádiz, tuvo
el cargo de Jefe de Programación y de subdirector de la emisora. Su gran afición al teatro le
hizo ser uno de los fundadores del T.E.U. de Cádiz y escritor de algunas
comedias.
Antonio se sentía completamente integrado en
su tierra. Quizá fuera esta circunstancia lo que limitó sus ánimos de viajes.
Escobar rara vez salió fuera de su Cádiz natal, tuvo posibilidad de hacer
mundo. Antonio carecía de independencia porque al mediatizar toda su vida a la
música no sabía afeitarse, anudarse la corbata. Los cordones, vestirse…
Cómo emprender ese camino en solitario. El
maestro era un niño aún en esos apartados. Y tenía miedo. “El demonio-me
dices., eso era lo que había más allá del mar”
A principio de los cincuenta Antonio Escobar
cierra sus ciclos anteriores. En diciembre de 1950, la Academia de Bellas Artes
del Puerto de Santa María, convoca un concurso al que se presenta para el
compone un pasodoble sinfónico para piano titulado “Feria del Puerto”.
Antonio siente otra vez fuertemente su
vocación clásica. Se plantea reanudar sus estudios en el conservatorio. En 1955
reemprende sus estudios oficiales. Tras realizar la prueba de acceso. Antonio
se matricula de las asignaturas de primero, segundo y tercero de solfeo,
primero de armonía y tercero de piano, solventó con sobresaliente cada uno se
sus exámenes.
El maestro más decisivo en la trayectoria
sería Antonio Chover, profesor y director de la Banda de Música del Gobierno
Militar de Cádiz. Con él profundiza en la preparación y conocimientos de
dirección, composición, armonía, grupos musicales y corales.
Tras un breve intervalo de tiempo, Escobar se
sumerge una vez más en la faceta creativa, compaginando su trabajo como
organista en San Lorenzo con la composición de piezas religiosas.
Su primera obra fue un miserere a dos voces,
para tenor, bajo y órgano, y dentro de los nuevos cánones litúrgicos. Con
posterioridad realizaría un Himno para el Cristo de las Penas y una Plegaria
para la hermandad de los Afligidos.
El Stabat Mater al que hace referencia
Escobar, dedicada a la Dolores
de Servitas, estaba basado en la homónima pieza compuesta en 1880 por el
maestro de capilla de la Catedral. Esta
práctica de insertar temas religiosos en himnos y marchas ha sido continuada
tiempo más tarde por otros compositores, y releva el influjo que Escobar ha
tenido en la música cofrade gaditana.
Años previos a 1960, Escobar compone su
primera marcha. Será “Auxilium Cristianorum”, una marcha de gloria dedicada a
María Auxiliadora.
Entre el umbral entre los cincuenta y los
sesenta, el maestro compone otras dos marchas; para la Semana Santa Gaditana: Santo Entierro
y Dolores, para la Orden Tercera
de Servitas.
Compone numerosas piezas religiosas, el
maestro recuerda con cariño un Ave María, compuesta por petición del locutor
radiofónico Manuel Garaboa.
A principio de los cincuenta, se convierte en
subdirector de la Masa Coral
Gaditana y del Coro Clásico de la Salle Viña
y la y la Coral Santa
Cecilia.
Esta primera fase de música cofrade comienza
en 1960 con la escritura de una marcha para la Virgen de la Soledad, perteneciente a
la cofradía de la Vera-Cruz
(la más antigua de Cádiz, fundada en 1566) se estrechaba la relación entre
Antonio y los frailes del convento de San Francisco.
En 1961 compone una marcha fúnebre para el
titular de la cofradía del Jesús Caído.
En 1964, el músico realiza una nueva marcha, esta vez dedicada a María
Santísima de las Penas, de la
Archicofradía de la Palma.
Este primer ciclo compositivo referido al mundo de la Semana Santa gaditana se cierra
en el sesenta y ocho, componiendo una marcha para María Santísima del Buen Fin
perteneciente a la cofradía de la
Sentencia.
Antonio, no sólo es un notable compositor,
también un gran maestro de músicos. Muchos fueron sus alumnos a lo largo de los
años; a casi todos enseñaba en el difícil arte del solfeo o en la práctica del
piano. Entre los años setenta, tendría bajo su magisterio a uno de los músicos
más conocidos de finales de los setenta y principio de los ochenta: Felipe
Campuzano, Antonio ayudó a pulir el estilo pianístico de Felipe, que ya se
manejaba bastante bien al piano. Escobar no dudaba en contar con él para
suplirle en las labores de organista en San Lorenzo, las veces que él no podía.
De este modo se abría camino Felipe a comienzos de los años setenta.
En 1977, Felipe Campuzano lanza su primer
disco: Andalucía Espiritual, volumen 1. Cádiz. En este punto se abre la
polémica: dos temas son demasiado parecidos a composiciones de Escobar, muchas
voces hablan de plagio, no se ha obtenido algún tipo de prueba fehaciente al
respecto. Este hecho marca una de las grandes desilusiones del maestro. El es
consciente de que su obra no se encuentra registrada y que cualquier esfuerzo
sería inútil.
A finales de los setenta Antonio comienza a
colaborar con el coro de los Dedócratas, que tanto revolucionaría en esta etapa
de transición del Carnaval gaditano.
Aquel año, Antonio apareció en los carteles
anunciadores como autor de los arreglos musicales. Y apareció muy a su pesar,
ya que lo que pretendía Antonio era pasar desconocido mediante un seudónimo.
Escobar tenía que su participación en el Carnaval afectara a su credibilidad
como compositor y que, tras su colaboración, sus otras composiciones no fueran
tomadas en serio; temo comprensible, ya que por entonces ambos mundos se
hallaban bastante enfrentados.
Los arreglos musicales, no fueron su única aportación,
puso en orden las voces, fijando tres cuerdas independientes; una de primeros
tenores u octavillitas, otra de segundas y otra de bajos. Enseñó a cantar y
afinar a los miembros del coro, aplicando los criterios vocales de los grupos
corales al mundo carnavalesco, renunciando eso sí a los conceptos que
traicionaban el espíritu del Carnaval, como la impostación de primeras voces.
Al año siguiente, Antonio no sólo se ocuparía
de la dirección musical, sino también de la composición. Los coros escobarinas
pronto se caracterizaron por una mayor ambición compositiva;: las dos primeras
voces no sólo se doblaban sino que llegaban a intercambiar sus papeles; se
pisaban dando lugar a un contracanto tremendamente complejo para la época. Esta
no fue su única aportación al Carnaval: la cuerda de bajos que hasta entonces
sólo duplicaba las notas graves, comenzó
a disponer de una letra propia. Trató de impregnarle poder melódico a
instrumentos y a voces, con un fundamento armónico simple pero equilibrado, la
sabiduría de Escobar consistió en darle riqueza musical al coro sin restarle
vida y aliento popular.
Por los ochenta, se produjo uno de los
grandes éxitos de la carrera musical del maestro. Con motivo del Año
Internacional del Niño se convoca el I festival de la Canción Infantil Iberoamérica y
Antonio Escobar compone para el Colegio Salesiano, la canción del Marinero,
letra de José Antonio Galiana.
Tras superar la preselección en el Teatro
Real de Madrid. La expectación que se creó en el país, y sobre todo en Cádiz,
sobrepasó los márgenes de lo esperado. Tuvieron que enfrentarse pocas horas
antes de la actuación, dos de los jóvenes intérprete sufrieron una inesperada
afonía y el extravío de las partituras. Enviadas desde Barcelona, sede de la Fase Nacional, no llegaron a
Madrid. Los padres de los chavales podían asegurar que habían sido testigos de
una manipulación extraña de las partituras por parte de la delegación de
Barcelona. No han desaparecido Antonio, le decían, ¡nos la han robado! Aquella
misma noche Escobar tuvo que reescribir la canción integrar, poniendo a prueba
sus dotes memorísticos y musicales, bajo la presión de familiares y compañeros.
A primera hora de la mañana, Antonio había
terminado. Finalmente, el grupo salesiano pudo representar a España en el
concurso. Tras once actuaciones, el fallo del jurado concedió el primer premio
a la mejor música a la representación española.
Escobar aprovechó la oportunidad para
reivindicar un Cádiz cultural, con inquietud por la música. Con la canción del
marinero, Antonio Escobar había llegado a la cumbre de su carrera.
En 1984, Escobar reabre su segunda etapa como
compositor de marchas procesionales, compuso María Santísima de la Luz, para la Cofradía Gremial
de las Aguas. En 1986, Jesús de la
Paz, para el titular de la Borriquita, 1988,
Cruz-Vera. Probable que a esta misma época pertenezcan las cantigas para
Veracruz.
En 1987, compone su única pieza procesional
para la Semana Santa
isleña, con Madrugada del Viernes Santo en la Isla (Poema descriptivo para Banda de Música).
En 1985, abandona sus funciones como
organista de San Lorenzo. Consideran que su edad ya es considerable y que debe
jubilarse. Con esta temprana jubilación comienza el progresivo olvido del
maestro.
Compone don Antonio en este período algunas
piezas para piano. Entre ellas destaca su Homenaje a Falla.
Escobar participa en las ceremonias del
Carmen, pasando a la
Castrense, donde colabora de manera más esporádica. Será allí
donde entablará amistad con uno de sus futuros y más brillantes alumnos: Sergio
Monroy, paralelamente a sus estudios en el conservatorio había aceptado
trabajar como organista en la
Castrense de manera ocasional.
Sergio es un pianista con unas manos mágicas
y muchas ideas en la cabeza. Sergio le muestra algunas piezas propias. Escobar,
no dudará en expresarse elogiosamente. A pesar de tratarse de un género (el
piano flamenco) que nunca a trabajado, don Antonio, sabe apreciar el talento de
este joven inquieto. De algún extraño modo, Sergio vino a paliar el agravio
realizado años atrás por Felipe Campuzano.
En 1994, se celebra el centenario de la
beatificación del fraile Diego José de Cádiz, don Antonio estrena un himno de
conmemoración, letra de Vila Valencia.
En 1996 compone para la Cofradía del Perdón María
del Rosario en sus Misterios Dolorosos y Cristo del Perdón. En 1997, compone
Humildad y Paciencia y dos años más tardes para la Patrona de Cádiz María
Santísima del Rosario Coronada (Marcha de Gloria compuesta sobre temas
marianos).
El nuevo siglo trae para don Antonio Escobar
intensas pérdidas y algunas hondas satisfacciones. Comienza este período con la
composición de dos nuevas marchas procesionales. En el año 2000, compone
Desamparados, para la
Hermandad del Santo Ángel Custodio, poco después, finaliza su
himno dedicado a la otra gran Virgen de Gloria, la del Carmen.
En el ánimo de don Antonio comienza a hacerse
sentir el peso del tiempo.
El primer reconocimiento de la ciudad de
Cádiz a la trayectoria del maestro tiene lugar en marzo de 2000 en el Casino
Gaditano, en abril del mismo año es nombrado Socio de Honor de Juventudes
Musicales, y en julio, la asociación “Sentir Cofrade”, le concedía el II
Galardón “Mariano Arce”. El 21 de diciembre de 2004, fue nombrado Hijo
Predilecto de la Ciudad
de Cádiz.
En fecha de 9 de enero 2004, ahora el
homenaje se hace realidad. Son las 21 horas, un gran ambiente se hace sentir
dentro del Gran Teatro Falla. El profesor Pedro Payán sale al escenario y desde
su ambón abre el acto con la brillantez acostumbrada.
La Banda Musical de Rota, llena de juventud el
escenario. Interpretan para la ocasión dos de las marchas menos difundidas de
Escobar. A continuación, actúan el coro Virgen del Patrocinio y la Coral de la Universidad de Cádiz,
con dos piezas representativas de la música religiosa del maestro. Le sigue el
alegre minueto del cuento infantil El sabio tejemaneje, que posee el encanto de
los minuetos clásicos.
Sergio Monroy y sus músicos entran en escena.
La brillante actuación de este nuevo y firme valor de piano flamenco acaba de
cerrarse con unas afectuosas palabras dirigidas al maestro.
La presencia de Escobar llena el teatro de un
aplauso cálido y unánime.
Va interpretar una de sus piezas más
ambiciosas:
Homenajes a Falla.
El conjunto de plectro “Harmonía”, abre la
segunda sección, dos piezas de orden clásico inician su repertorio. A
continuación el tango Angelita de Barrios daba entrada al carnaval sobre las
tablas del Falla. Para cerrar su actuación interpretan un popurrí de
estribillos del coro Los Dedócratas y el tango de “Corporación bajo mazas”.
El teatro empieza a sentir el ambiente
festivo de nuestro febrero.
Cierra su actuación el coro de antiguas y
nuevas voces, interpretando con música del tango anterior “Homenaje a don
Antonio Escobar.
Tras los aplausos salen todos los participantes.
Ha llegado la hora de que todos los amigos del músico se conviertan en una sola
masa coral junto a la orquesta. Interpretando el Himno a Cádiz.
El pueblo de Cádiz acababa de rendir tributo
a uno de sus más queridos músicos.
cartel del homenaje al maestro Escobar
Datos recopilados del libro"Vida y Obra del Músico Gaditano Antonio Escobar Perera", de la biblioteca José Celestino Mutis de Cádiz del autor Juan Jesús Payán Martín.
me enseñó y me ayudó a perfecionar mi voz,gracias maestro
ResponderEliminarYo hice una zarzuela con él , llamada "Pamela"y un pasodoble taurino en la década de los ochenta. Gracias maestro.
ResponderEliminarMuchos gaditanos que apreciabamos y admirabamos a Don Antonio Escobar nos indignados ante los robos de las partituras que tenía guardadas en un baúl un poco amontonadas por su indiferencia hacia los demás y confianza por su forma bohemia de vivir. Fue un hombre bueno y tímido y murió tan pobre como vivió.
ResponderEliminarFelipe Campuzano y otros desagradecidos tenían que haber hecho algo por su maestro Escobar.
ResponderEliminarno veo el año en que murio,si el de su nacimiento
ResponderEliminarGracias Jorge Enrique García, por compartir la historia de D. Antonio Escobar. Mi padre era de la Banda Municipal y bastante después
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