sábado, 24 de septiembre de 2011

Oteadores gaditanos


Torre Tavira vista desde un cierro desde la calle Sacramento

Desde los primeros tiempos los vigías de las poblaciones con puerto de mar, tenían una función militar: la de vigilar la posible presencia de buques sospechosos que pudieran atacarlas, por lo que se hallaban situados en lugar estratégicos para poder alertar a las baterías de defensa. Posteriormente con el incremento del comercio marítimo, también se establecería oteadores del tráfico de buques.


Aún se conservan en muchas casas del casco viejo de la ciudad, atalayas destinadas a servicios de vigilancia. La torre de San Sebastián y el torreón del castillo de la villa (que sería más tarde Observatorio de Marina), eran entre otras, emplazamientos de vigías.


Al principio del siglo XVIII, ya se contaba en Cádiz con una plantilla de vigías, durante la Guerra de Sucesión, cuando apareció en aguas gaditanas la escuadra anglo holandesa del almirante Rooke, se distinguió por sus sobresalientes servicios.


La Torre de Vigía era una dependencia de Marina a las órdenes del capitán general del Departamento y en lo referente a la plaza se hallaba a las inmediatas órdenes del comandante del Tercio Naval. Tenía imprenta, que editaba el parte oficial del vigía, órgano del movimiento de buques y de la importación y exportación, tanto de las colonias de ultramar como del extranjero. Poseía silueta de todos los buques de la Armada y un archivo de partes oficiales. También contaba con un teléfono que se comunicaba con Capitanía General en la Isla de León.


Merece destacarse el de la entrada en el puerto de la escuadra combinada, que procedente de Ferrol, combatiría en Trafalgar, detallando nombre de cada buque y de su respectivo comandante.


El gaditano vive cara al mar y conoce perfectamente las señales del vigía. Una bola en el tope del mástil, indicaba que un vapor procedente de Sevilla pretendía entrar en puerto; una bola en el extremo Sur, si el buque procedía del Mediterráneo; una bola en la parte Norte, si venía del Oeste; si la bola estaba en el crucero, el buque provenía de Gibraltar. Las mismas señales con un gallardete se ponían cuando las unidades eran de guerra.


A mediados del siglo XIX, la Torre de Vigía deja de pertenecer a Marina, dependiendo de la Corporación de Prácticos. Por esta misma época pasan al Ministerio de Comercio las Escuelas de Náutica, y en 1846 se declara a extinguir el Cuerpo de Piloto de la Armada. Todos estos servicios y otros análogos, formarían la Marina Civil.


El puesto de vigía en Cádiz tuvo varios emplazamientos. Primero en el barrio de Santa María, en la casa conocida por la del P. Calderón. Pasó después a la calle de San Pablo; esquina José Cubiles en el barrio de la Viña, que por este motivo se conocido por la “casa de las banderas”. De esta paso a la que hoy es plaza de San Antonio, esquina a la calle Buenos Aires. Posteriormente se cambió a la plaza de viuda esquina a Vea Murguía.


Los frecuentes cambios de desplazamientos, obedecían a que ninguno de los citados reunía las adecuadas condiciones para el servicio, lo que se logró al trasladarse en 1778, a la actual Marqués del Real Tesoro (torre Tavira).


De todos los miradores gaditanos, era la Torre Tavira el más importante al encontrarse en el lugar más alto. Desde ella se divisan además de todas las azoteas gaditanas, Puerto Real, Puerto de Santa María, Rota, Santi Petri. Cuando el horizonte está nítido, se vislumbra la costa africana. Ciento sesenta y sietes escalones acceden al paisaje más bello e impresionante de la ciudad.


La torre tiene una altura respecto del suelo de la calle, de 34,55m y de 41,23, desde el nivel del mar.


Todos los autores que tratan de esta torre citan como dato curioso que desde ella se divisaban los navíos de tres puentes. Se afirma igualmente que su campo visual se extiende a más de cien kilómetros.


1 comentario:

  1. Interesante. Me hubiera gustado encontrar una mención a una torre que es invisible para los gaditanos de a pie, una torre de singular belleza y encanto a cubierto de las miradas. Tanto me gusta que le he dedicado mi blog: La Dama Escondida.
    Un saludo

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