jueves, 4 de diciembre de 2014

La identidad cultural de Cádiz

La identidad cultural de Cádiz, los cuales se ven confirmados en ese paralelismo que se aprecia entre sus dos ciclos históricos de exuberantes prosperidad: el de la Gades fenicia, púnica y romana, y el Cádiz, “Emporio del Orbe”, puerta de un nuevo mundo.

Situada la isla de Cádiz al suroeste de la península Ibérica de la que sólo le separa un estrecho brazo de mar; entre dos continentes, Europa y África; entre dos mares, Mediterráneo y Atlántico, su privilegiada situación marítima la convirtió en encrucijada por donde, en son de paz o en son de gueraa, pasaron o tomaron asiento los principales pueblos que forjaron la cultura de Occidente.

Al valor estratégico de su situación se suma su peculiar estructura geográfica. Con el topónimo “Isla de Cádiz” se hace referencia a un archipiélago formado por tres islas, las Gadeiras. En la más pequeña y más occidental establecieron los fenicios un poblado que por estar cercad o recibió el nombre de Gadir. Un canal de unos 180 metros de ancho separaba en la Antigüedad esta isla de otra estrecha faja de tierra de unos 18 kilómetros de longitud a la que los griegos dieron el nombre de Cotinusa, por la abundancia que había en ella de acebuches u olivos silvestres. En el extremo de esta segunda isla, y casi perpendicular a la misma, se hallaba otra tercera, la más fértil, la más extensa y la más próxima a tierra firme, a la que en la antigüedad clásica se cita con el simple nombre de “Isla”, topónimo que aún perdura en el lenguaje popular.

En el arco que formaban estas tres islas cerrando la bahía y, sobre todo en el canal que separaba las dos más occidentales encontraron los navegantes del “Mare Nostrum” un refugio bien protegido de los embates de ese mar ignoto y misterioso que fue para ellos el océano Atlántico; también un punto de partida privilegiado para sus más audaces aventuras náuticas; aventuras que dieron origen al nacimiento de la historia gaditana, al ser identificada Gades en las fuentes literarias clásicas con el mítico Tartessos. Una identificación que, a pesar de los abundantes testimonios que nos ofrecen estas fuentes, no es aceptada por todos los historiadores modernos, como tampoco hay unanimidad entre ellos en reconocerle a Cádiz ese pasado trimilenario del que se honra.

Durante el dominio fenicio, en el extremo oriental de la Cotinusa se alzó el templo al dios Melkart, asimilado más tarde al Hércules tebano; santuario al que los historiadores modernos le vienen asignando un papel cada vez más importante en la obra colonizadora fenicia, no solamente por las riquezas en él acumuladas, sino también porque pudo ejercer el derecho de asilo y servir de estrecho vinculo entre la metrópolis y sus colonias.

La destrucción de Tiro Por el ejercito asirio en el año 564 a. C. dejó desamparados a los gaderitas, quienes ante el acoso de los pobladores de tierra firme pidieron ayuda a Cartago; un dominio que no borró culturalmente en Gadir sus raíces semitas, diferenciándose de otros asentamientos púnicos del Mediterráneo. Raíces semitas que se alimentaban de la solidez y esplendor del culto a Melkart, convertido en el período cartaginés en el dios tutelar de la familia Barca. 

En el año 206 a.C. Gadir pactó con Roma y se convirtió en ciudad federada, lo que le dio derecho a conservar sus propias leyes, sus magistrados, moneda e idioma. Un papel decisivo en la romanización de Gadir jugó Julio César, quien siendo cuestor visitó esta chancillería. Aquí, en Gades, en la cueva de la Venus Marina, según sus biógrafos le fue interpretado el sueño que le vaticinó su gloria futura y aquí, en Gades, nació también su amistad con la familia Balbo, a la que colmó de honores y privilegios, honrando también a todos los nativos de Gades con el derecho de ciudadanía, los primeros en disfrutarlo por nacimiento en el imperio romano.

En el año 48 a.C. Gades fue ya convertida en municipio y sin etapas intermedias pasó de una organización fenicia a la estructura política romana, siendo integrada su oligarquía al estamento de Caballeros. La ciudad agradecida a César tomó el nombre de “Augusta Urbs Julia Gaditana”. La Gades romana conoció a partir de este momento un periodo de gran impulso comercial y desarrollo demográfico. Quedó pues Gades convertida en un puerto activo y con una población tan estrechamente vinculada al mar que bien se puede decir que hasta el caballo andaluz se hizo en Gades marinero, pues sobre caballos, “hippoi”,  cabalgaban los gadeiritas para surcar las olas, siendo privativo de ellos el llevar la cabeza de un caballo como mascarón de proa. Un carácter marinero que unido a su cosmopolitismo y espíritu comercial diferenciaron a Cádiz del resto de las poblaciones de la Baja Andalucía en cuya cultura, predominantemente rural, se tiende a integrarla.

El triunfo de la fe cristiana a inicio del s.IV. y su reconocimiento oficial como religión del Estado a fines de ese mismo siglo significó para Gades el inicio de su decadencia; un ocaso que en versos lloró el poeta Avieno.

Solamente el templo de Hércules se mantuvo erguido durante estos siglos de decadencia, desafiando a los vientos y a las olas y a la desolación de aquella que en otros tiempos fuera rica urbe; la destrucción del Heraklión a mediados del s.XII cerró este primer ciclo histórico de Cádiz para dar paso a un nuevo ciclo no menos glorioso, y no muy diferente, al nutrirse de las misma fuentes de riqueza, el comercio y la navegación.

Fue precisamente a mediados de este siglo XII cuando la “Yazira Qadis” del mundo árabe empezó de nuevo a cobrar importancia al intensificarse las relaciones comerciales entre los dos mares, Mediterráneo y Atlántico.

Aunque los acontecimientos de este último siglo de dominación árabe en Cádiz no nos son bien conocidos, se puede afirmar sin temor a errar que Cádiz en este período fue centro de continuos e importantes conflictos bélico, hasta que, conquistaba Sevilla por Fernando III en 1248, todas las ciudades de la Baja Andalucía, sabiéndose indefensas, se apresuraron a pactar con el rey castellano; entre ellas Cádiz.

Hemos de esperar, sin embargo, al reinado de su hijo, Alfonso X el Sabio, para apreciar el lento comienzo del resurgir de Cádiz; como otro Julio César, también él con sueños de gloria, valoró la situación estratégica de esta pequeña isla y vio en ella la llave que la abriría las puestas de África; y más legado sentimentalmente a Cádiz que lo estuvo su padre a Sevilla, quiso el Rey Sabio elevarla a ciudad de primer rango y en monumento que se conserva sus cenizas y perpetuara sus soñadas hazañas.

Respetando su carácter marinero repobló Alfonso X a Cádiz, no con hombres de tierra adentro, sino con bravos marinos del mar Cantábrico, sobre los cimientos del gigantesco teatro romano construyó una nueva ciudad en cuyo centro alzó una iglesia, la cual fue elevada al rasgo de catedral por la bula “Excelsum fecit” del 21 de agosto de 1263 bajo el patrocinio de la Santa Cruz, y en su cripta preparó su sepultura.

Pero ni los sueños imperiales del Rey Sabio se realizaron, ni él fue enterrado en Cádiz, ni Cádiz llegó a ser esa gran ciudad que soñara; durante dos siglos más volvió esta ciudad a sumergirse en la sombras de la Historia, hasta que en 1471 Enrique IV, deseando recompensar los merecimientos del conde de Arcos, D. Juan Ponce de León y de su hijo D. Rodrigo, concedió aquél el señorío de la ciudad de Cádiz y a ambos el derecho de titularse marques de esta ciudad; un dominio que se prolongó hasta 1492, año en el que pasó Cádiz y la Isla a depender directamente de los Reyes Católicos.

El descubrimiento de América y la intensificación de las relaciones comerciales con África revalorizaron nuevamente el valor estratégico de Cádiz. En 1493 le fue concedido el monopolio en el comercio con la Berbería, y el 25 de septiembre de ese mismo año la gran flota colombina en su segundo viaje partió de Cádiz.

Las grandes líneas del comercio con el Nuevo Mundo quedaron trazadas; un gran puerto, Cádiz, genoveses, venecianos, napolitanos, flamencos, franceses e ingleses se dieron cita en la recién trazada calle Nueva, con vascos y castellanos, sin otro interés que el de comprar y vender; el ahorro y austeridad de vida que el espíritu comercial conlleva, en Cádiz, sin embargo, cedieron el paso a la generosidad y a la magnifica; las casa gaditanas, de mármol, piedra y caoba, en una Andalucía de cal y ladrillo, fueron las más lujosas y mejor aderezadas de España. El Cádiz marinero, comercial y cosmopolita de antaño renació, pues, en este segundo ciclo histórico con exuberante prosperidad, mereciendo el sobrenombre de “Emporio del Orbe”.


Pero si la economía creció y la población se hizo cada vez más cosmopolita, ese aumento de riquezas y esa mezcla de culturas aceleraron el proceso de descristianización de la ciudad, en donde la tolerancia se tradujo en permisividad y las propias creencias quedaron sin raíces. 




LIBRO: La vida cotidiana durante la guerra de la independencia en la provincia de Cádiz (II) consultado en la Biblioteca José Celestino Mutis.

2 comentarios:

  1. Muy bien narrado esta historia de Cádiz como la ciudad mas antigua de Occidente. Te felicito por tenernos también informado de la historia de nuestra ciudad.

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