La esclavitud ha constituido una de las mayores lacras de la historia de la sociedad.
La esclavitud en Cádiz durante el S. XVIII, una de las ciudades más cosmopolitas del continente europeo.
Cádiz practicó el comercio, especialmente, con Marruecos Atlántico, y África occidental desde tiempos inmemoriales. Cuando los castellanos se apoderan de la ciudad se produjo una sustitución y no una instauración en este tráfico. Familia repobladoras de ascendencia santanderina, seguidas, a partir del S. XIV, por otras de raigambre genovesa y veneciana, se encargaron de mantener la actividad mercantil y de potenciarla. Algunas de estas familias acrecentaron sus fortunas gracias a las importaciones de oro, ceras, cueros y, sobre todo “mercancía humana”. Los traficantes se desplazaban a las estaciones terminales de las rutas caravaneras, como eran los puertos de Arcila, la Mamora, Fedala, Azamor, Safi y Agadir, para adquirir “azenegues” (saharianos) y “guineos” (negros), que luego transportaban al puerto gaditano, donde los intermediarios se encargaban de distribuir por distintos puntos del mercado nacional. Un mercado acrecentado en los estertores de la Reconquista con esclavos musulmanes, capturados en las frecuentes incursiones efectuadas en el reino nazarita de Granada.
El descubrimiento de América potenció aún más la actividad mercantil y abrió nuevas perspectivas para el mercado de esclavos. Se desconocen casi todo sobre estas actividades por la destrucción documental efectuado por los ingleses en 1596.
En la iglesia Ntra. Sra. del Rosario en cuyos libros de defunciones aparecen de manera testimonial algunos esclavos y libertos, tal vez por haber sido este recinto sagrado la sede de una antigua cofradía.
Hasta que se produjo el definitivo declive de la esclavitud, existían en la ciudad verdaderos especialistas de la trata y todo un entramado económico donde se entremezclaban los intereses privados con los de la Corona, que mediante impuestos, sacaba también beneficios de la mercancía humana.
Durante la Baja Edad Media y el primer tercio del siglo XVI, hubo una intensa relación comercial con la ciudad de Sevilla, monopolizadora, junto con Portugal, del tráfico esclavista peninsular.
Mercaderes genoveses, como Valerio Caldorino, tenían factores que cuidaban de sus negocios en Cádiz. Al igual que otras familias del mismo origen como los Spinola, Centurión, Grimaldi y Vivaldo, que se rodearon de un número de esclavos semejantes al de la nobleza más rica y fueron los mayores exportadores de negros a América entre 1518 y 1525. Estas familias, al igual que los Sopranis, que dieron varios regidores a la ciudad, terminaron por residir en ella, formando parte del poderoso patriciado urbano.
A fines del S. XVII, el tráfico esclavista experimentó una importante transformación, debido a la incorporación de mercaderes armenios y a las importaciones de cautivos, procedentes de la Europa oriental, sobre todo mujeres bosnias y de otras regiones balcánicas.
Cuando disminuyo la demanda interior y el negocio se hizo poco rentable, algunos comerciantes gaditanos pretendieron jugar la baza americana, compitiendo con poderosas compañías extranjeras que llevaban largo tiempo litigando por dominar el mercado.
La llegada de los Borbones significó el final de la centenaria Compañía Portuguesa y el comienzo del monopolio francés en la trata de negros con la América hispana. Una concesión que duró poco tiempo, los ingleses consiguieron arrebatarla en el tratado de Madrid, firmado en 1713 y ratificado en Utrech.
A partir de 1750, liquidada la compañía inglesa, la corona española volvió al viejo sistema, concesiones limitadas, algunos comerciantes gaditanos aprovecharon la ocasión para la petición de un asiento y la formación de una compañía. Era la primera vez que una compañía, exclusivamente española, iba a realizar el tráfico negreo con América. La compañía se funde en 1763.
En el periodo 1765-72 salieron de las factorías 13149 esclavos y se vendieron 11700, el resto murieron en la travesía o en Puerto Rico, los accionistas reconocieron perdidas bastantes cuantiosas, que fueron aumentando en años sucesivos. Durante el periodo de guerra que se mantenía contra Inglaterra, la situación se hizo tan insostenible que, en 1780, se disolvió la Compañía.
En los últimos años y para satisfacer la escasa demanda local, el negocio debió caer en manos de pequeños traficantes personas que actuaban por cuenta propia, y que realizaban, ellos mismos, todas las operaciones.
Hay pocas referencias sobre lugares públicos de venta. Solamente los dos almacenes regidos por británicos y la probable ubicación de uno de ellos, en la plaza de la Cruz Verde; y que se llama “jardinillo de Velasco”.
La ciudad gaditana, una de las urbes peninsulares que albergó un importante mercado de esclavos, sólo se conserva una vaga referencia de estos desdichados: el denominado “Callejón de los Negros”, una modesta vía urbana cercana al puerto, situada sobre un antiguo baluarte.
Los lugares de procedencia de los esclavos gaditanos son muy variados, a la ciudad afluyeron negros, turcos, moros y asiáticos. La localización de los negros que aparecen consignados con el nombre de su aldea africana, resulta tarea infructuosa. No ocurre lo mismo con los esclavos musulmanes, procedentes, cas todos de renombrados ciudades berberiscas y otomanas.
Cádiz fue una de las ciudades mejor guarnecidas del continente europeo. No era extraño que comerciantes y militares encabezaran las listas de propietarios. “Burgueses ennoblecidos”, clérigos, regidores, abogados y notarios les seguían en orden de importancia. Algunas monjas, y moros adinerados, también dispusieron de su propia servidumbre esclava, conferían un prestigio social, constituyendo uno de los mejores retratos de la sociedad del momento.
Cádiz se convirtió en el S. XVIII en un auténtico crisol de razas. Bodas entre esclavos de diversas etnias y procedencias; o enlaces matrimoniales de personas libres, algunos de ellos blancos, con esclavos; configuran una sociedad distinta al resto y forjaron la mentalidad abierta de sus gentes.
Para el viajero que, por primera vez, recalaba en Cádiz, la contemplación de una sociedad tan diversa, por mercados, calles y plazas, debió de producirle la sensación de que se encontraba en una ciudad de la América hispana. Algo que no resultaba extraño en la urbe más antigua de occidente, acostumbrado desde centurias a la convivencia entre culturas y las más insólitas mezclas interraciales.
Los lugares de residencia de los negros, que parecen en el padrón de 1713, estaban situados en torno a las calles de la Carne (hoy Columela) y Rosario, un sector donde estuvo ubicada una antigua ermita que los morenos convirtieron en sede de su cofradía y que, con el paso del tiempo, se transformó en una zona de elevada densidad poblacional e intensa actividad mercantil, por su estrecha relación con la zona portuaria.
En 1773, donde ricos comerciales y humilde libertos compartían los mismos barrios, de San Antonio, Bendición de Dios, Pilar y San Felipe, aparecen establecidos una serie de libertos.
Cádiz dispuso de una variedad de espectáculos y diversiones de las que muy pocas ciudades contaban; no podía ser menos con un puerto abierto a los cuatro continentes y una sociedad multirracial.
Los lugares de reunión de los esclavos estaban situados en las plazuelas del barrio de Santa María, a los que acudían también los rufianes de la ciudad y los libertos que no conseguían introducirse en la sociedad, bien por su condición social o por falta de trabajo. El alcoholismo estaba muy extendido entre la población esclava gaditana.
Las frecuentes agresiones exteriores que padeció la ciudad mientras se mantuvo el tráfico colonial, la precaria ayuda prestada por la administración central, motivaron la participación de los gaditanos en sus propia defensa, la incorporación de los negros a las milicias urbanas. Fue algo insólito en la Europa occidental.
La incorporación de morenos libres a las milicias urbanas se produjo a mediados del S. XVII, algunos capitanes, a su vez también ejercieron como mayordomos de la Cofradía del Rosario.
Dicha milicia se transformó en batallones en los prolegómenos de la Guerra de Sucesión, cuando la ciudad padeció uno de los periodos más críticos de su existencia.
Esta situación de peligro permanente, muchos negros fueron reclutados, dotados me mandos propios y destinados a labores de vigilancia. La utilización fue momentánea, pues una vez acabado el conflicto bélico, dichas milicias fueron disueltas la ciudadanía pronto olvidó los servicios prestados, hasta tal punto que sólo se conservan los nombres de algunos componentes de la oficialidad:
Coronel de los negros- Pedro Fco. Martínez. Tenientes Coronel- Fco. Manuel Rufo y José Espejo de Jesús. Capitán de mulatos- Antonio Félix; Capitán-Juan, Antonio Márquez. Alférez- Antonio José.
La esclavitud gaditana se empleaba primeramente en el servicio doméstico, aunque hubo casos de varones empleados como personal auxiliar en diversos oficios y trabajos. Ayudando, de esta manera, las maltrechas economías de muchos propietarios, preferentemente viudas y huérfanas.
Los oficios más corrientes eran: peones de albañiles, trabajadores de palanca, mandaderos y aguadores; percibiendo los mismo salarios que el proletario blanco. Excepcionalmente, hubo libertos que ejercieron como toreros, músicos y danzarines, con elevados salarios.
En definitiva, la vida del esclavo gaditano en general, no fue muy dura, predominando los casos de buenos tratos. Dependía de la formación y carácter del dueño y de su familia, así como de la disposición de ánimo del cautivo.
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