A lo largo de su vida Goya, tuvo una relación intermitente pero importante con
Para curarse, Goya se desplazó a Cádiz, para ser atendido en su prestigioso Colegio de Medicina y Cirugía. En ese momento Cádiz era una de las ciudades más próspera y avanzadas de España.
En Cádiz vivía otro de los amigos de Goya, el ilustrado y rico comerciante Sebastián Martínez, de quien hizo un maravilloso retrato, donde aparece lujosamente vestido. Sebastián, era consejero de Hacienda y tesorero de
De esa estancia en Cádiz se sabe que Goya se repuso de su enfermedad y que le quedó la conocida secuela, pero poco más. Aunque es muy probable que fuera entonces cuando recibiera el encargo que le llevaría a realizar tres de sus más importantes pinturas religiosas para esta ciudad.
En el momento de su visita, había en Cádiz un grupo de seguidores de
Las pinturas de Goya para
Como no podría ser de otro modo, sus cuadros ocupan los lugares de honor: los dos primeros, en la cabecera, a ambos lados y encima del tabernáculo, justo debajo del retrato del Marqués de Valde-Iñigo y, frente a ellos, La última cena, sobre la puerta de entrada.
Los lunetos debieron pintarse en 1795. la pared donde están colocados es cóncava, lo que obligó a montarlos sobre unos soportes igualmente cóncavos, formados por tablones verticales de madera, seguramente procedentes de antiguos navíos. Con el tiempo, esos tablones protegieron los lienzos de las humedades de las paredes del templo y de las vibraciones, pero, al extender los lienzos sobre los mismos, se quedaron cortos por las dos esquinas inferiores y hubo que añadir bandas de telas para adaptarlos. Esto indica que, si bien Goya debió ver los planos y recibir las medidas, no los habría pintado en Cádiz sino en Madrid.
Al estar situadas en lo alto e ir acumulando suciedad, las pinturas se veían mal y empezaron a ser despreciadas e ignoradas por los estudiosos, hasta que la restauración que llevó a cabo el Museo del Prado en los años 2000, descubrió que se trataba de tres auténticas maravillas, pensadas al detalle y cuidadas hasta el extremo por Goya.
Goya pintó los tres lienzos sin dibujo previo, sólo con pinceles, modelando las figuras con el color, y dejando los tres lunetos sin barnizar para darles un aspecto mate más modernos; además, usó telas de yute para hacer vibrar la superficie. Con los años, los lienzos se barnizarían, repintarían y oscurecerían hasta hacerlos irreconocibles, pero, afortunadamente, hoy vuelve a brillar como lo que siempre fueron: obras maestras y adelantadas de la pintura religiosa.
En el verano de 1796, Goya volvería a Cádiz, a Sanlúcar, al palacio de la duquesa de Alba, para acompañarla cuando enviudó. Allí se quedará hasta enero de 1797, y allí realiza los dibujos del Album, a donde aparece una mujer idéntica a la duquesa, en las más variadas y, en ocasiones, provocativas poses.
Estos cuadros se pueden apreciar en el Oratorio de
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Sábados y domingos
De
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