miércoles, 28 de marzo de 2012

El desembarco Anglo-Holandés de 1702 (Rooke), en la bahía gaditana

Bahía de Cádiz
La noticia de la declaración de guerra, junto con el rumor del posible arribo de una escuadra enemiga, provocó el temor en las localidades de la Bahía gaditana, algunos de cuyos vecinos comenzaron éxodo hacia otras poblaciones menos expuesta al peligro. El saqueo tuvo unas graves consecuencias, pero hay algunos puntos oscuros sobre él.


El primero se refiere a los extraños de que apareciendo la flota angloholandesa en la Bahía el 24 de agosto, produciéndose el desembarco el 26 y la toma de Rota el 27, los vecinos de El Puerto no hubieron puesto a salvo, con antelación sus pertenencias. Según los testimonios recogidos, se dice que nunca pensaron que se iba a ocupar la localidad, pues el objetivo de los enemigos era la ciudad de Cádiz, tomarían el castillo de Santa Catalina para tener la entrada franca en la Bahía de Cádiz.


Se suele indicar que faltaban carruajes para el transporte de los enseres, el ejército había procedido a su embargo para usarlos en las operaciones militares. Los únicos prevenidos fuero los eclesiásticos de las iglesias parroquiales de Rota y El Puerto, que trasladaron los preciosos ornamentos sagrados desde sus localidades hasta la vecina ciudad de Jerez, y la plata de la iglesia portuense, por lo que pudiera pasar, fue llevada, hasta Arcos de la Frontera.


Se supone. Que gran parte de los caudales, plata y joyas que tenían los particulares se pondrían a salvo junto con sus propietarios, muchos de los cuales se habrían marchado de El Puerto algunos días antes de ser ocupado la localidad.


Un segundo aspecto, fuentes consultadas, que la mayor responsabilidad en la autoría del mismo se debe a las tropas invasoras, pero no totalmente, se realizó en tres fases sucesivas: la primera por los mismos vecinos que se quedaron, porque suponiéndolo todo perdido, no dejaron casa sin registrar y robar; la segunda por los ingleses, aunque al principio se obtuvieron de hacer daño, lo ejecutaron después que vinieron de El Puerto a embarcarse, y la tercera por nuestros soldados y miqueletes, que acabaron de barrer lo que había quedado.



Los acontecimientos bélicos ocurridos en la Bahía gaditana a finales del verano de 1702.


Desde meses antes de iniciarse el conflicto se venía organizando por los ingleses y holandeses una expedición que asentara un duro golpe sobre el tráfico comercial entre la península y las Indias. La declaración de guerra a mediados del mes de mayo de 1702 no hizo sino acelerar los preparativos, por lo que el 12 de julio la flota estaba dispuesta para partir hacia su objetivo, la expedición debería servir para apoderarse de algunas plazas del sur de la península.


Ocupada esta porción meridional de España y con la aceptación de sus naturales del archiduque Carlos como rey, se podría producir, tal como ciertos rumores difundían, una reacción en cadena, con múltiples y sonadas adhesiones, que terminaría adjudicando la Corona de España al pretendiente de la Casa de Austria.


Por otro lado, ingleses y holandeses perseguían objetivos más prácticos y concreto. Así, se pensaba interceptar la flota que se sabía regresaba de las Indias y apoderarse de todo su cargamento.


Con ello se conseguiría no sólo provocar un colapso económico en las finanzas de Felipe V sino, de paso coadyuvar con el botín a sufragar los cuantiosos gastos de la empresa. En el caso de no apoderarse de la flotas de Indias, no se descartaba la posibilidad de conquistar alguna población importante, siendo la ciudad de Cádiz, origen y destino de las flotas de Indias, la señalaba en los planes.


En esta línea, los ingleses no hacían sino reincidir en un objetivo clásico de sus ataques contra la monarquía española. Además de las múltiples veces que escuadras inglesas se acercaron o bloquearon la Bahía gaditana, son célebres los asaltos de Cádiz que se llevaron a cabo en los años 1587, 1596, 1625, destacando el segundo de ellos, cuando el duque de Essex logró apoderarse de la ciudad y obtener un fabuloso botín.


La armada aliada anglo-holandesa se componía por parte de la británica de 30 navíos, 6 fragatas, 2 corbetas, 5 bombardas con 2578 cañones y 9 brulotes 16440 hombres de tripulación y por parte holandesa, 20 navíos, 3 fragatas, 3 bombardas y 3 brulotes, con 1585 cañones y 10855 tripulantes. Además, se contabilizaban múltiples naves auxiliares. A ello habría que añadir el cuerpo expedicionario que actuaría en tierra.


La flota inglesa la mandaba el almirante sir George Rooke y la holandesa el teniente almirante Philip van Almonde.


Frente a esta enorme contingente naval y terrestre las defensas de la Bahía de Cádiz no eran numerosas ni las mejores.


Desde el mismo momento que Felipe V accedió al trono de España eran concientes los ministros de la monarquía de que la guerra sería inevitable y, por ello, comenzaron pronto los preparativos para la misma. En fecha tan temprana como junio de 1701, recibió el cabildo de El Puerto una carta del marqués de Leganés, Capitán General de la Mar Océano, costas y ejército de Andalucía, en que ordenaba buscar alojamiento para una compañía de caballería. Del mismo modo, a comienzos del mes de diciembre de 1701, algunas galeras de Francia ya se encontraban, junto con otras españolas, en la Bahía, concretamente fondeadas en el río Guadalete, tenían planes de pasar allí todo el invierno.


En cuanto al estado de las fortificaciones y baluartes se detectan luces y sombras. La ciudad de Cádiz, tras sufrir las consecuencias del estado inglés de 1596, había llevado a cabo durante el siglo XVII diversas obras con el objeto de rodear el perímetro urbano de un sistema de murallas y defensas artilladas. El último tramo de la muralla, el que correspondía al Campo del Sur, junto con una renovación general de las piezas de artillería de la plaza, se había realizado tan sólo dos años antes del ataque de 1702. Del mismo, los fuertes de Matagorda y Puntales, bien pertrechados, impedían el acceso franco de los buques al segundo e interior seno de la Bahía, lugar donde el posible desembarco de las tropas, por las mejores condiciones del terreno y de la mar, se podría haber realizado más fácilmente permitiendo un ataque directo por tierra sobre Cádiz.


La ciudad gaditana se encontraba convenientemente protegida no ocurría lo mismo con el resto de la Bahía. El desarrollo demográfico originó una expansión urbana fuera de los recintos amurallados.


Localidades como El Puerto, Rota o Jerez había perdido, por estas causas, toda su capacidad defensiva.


En la parte de la costa comprendida entre Rota y El Puerto sólo se contabilizaba una fortificación adecuadamente pertrechada, se trataba del Castillo de Santa Catalina, que debía cruzar el fuego de sus cañones con el de la propia ciudad de Cádiz, con el buen objeto de estorbar las maniobras de una posible flota enemiga que penetrase en el primer seno de la Bahía gaditana.


Fuera parte de este fortín, encontramos en dicha costa noroeste sólo dos pequeñas baterías de escasa efectividad defensiva, tanto por su deficiente construcción como por su íntima artillería, se trata de los baluartes de Fuente Bermeja y Puntilla.


En resumen, las fuerzas que se iban a oponer al ataque y desembarco del potente contingente angloholandés eran: una tropa regular compuesta por 150 hombres de infantería; una compañía de caballería con 30 efectivos; una guarnición de 300 hombres en Cádiz; las bisoñas milicias urbana de Cádiz, El Puerto y Jerez; y los posibles refuerzos, igualmente compañía de milicias, que llegaron desde las localidades sevillanas.


Las defensas de artillería se reducían a 20 cañones de mediano calibre en el castillo de Santa Catalina, 18 piezas en el baluarte de Matagorda, 28 en el fuerte de Puntales. Estas tres fortificaciones contaban con sus propias guarniciones.


A todo esto había que añadir las fuerzas navales prescritas en la Bahía, que eran 6 galeras y 3 navíos españoles y 3 fragatas francesas.


La escuadra angloholandesas partió del puerto de Wight el 12 julio de 1702, aunque vientos contrarios le impidieron alejarse de las costas inglesas hasta finales de dicho mes, el 19 de agosto la expedición ya se encontraba frente a Lisboa, tras cuatro días de navegación, y no habiendo contactado con la flota que regresaba de las Indias y de la que se pensaban apoderar, la armada aliada llegó a la Bahía de Cádiz, el 23 de agosto de 1702.


Las operaciones comenzaron a las diez de la mañana del día 26 de agosto, tras un bombardeo de la costa para acabar con los mínimos emplazamientos defensivos y evitar la llegada de tropas que dificultaran el asalto, las fuerzas aliadas se dirigieron hacía la villa de Rota, el 27 de agosto, el ejército angloholandés ocupaba la localidad roteña, y utilizaba su muelle para completar la operación de desembarco.


Tomada la viña de Rota y desembarco el grueso del cuerpo expedicionario el siguiente objetivo lo constituía la ciudad de El Puerto de Santa María.


No había un acuerdo unánime sobre la mejor forma de continuar el operativo militar sobre la ciudad de Cádiz. Los almirantes de la flota se oponían a un ataque naval, ya que el fuego de artillería de la localidad gaditana y de los fuertes de Puntales y Matagorda podía provocar graves daños en los navíos. Se decidió proseguir con el avance terrestre, al objeto de apoderarse del baluarte de Matagorda, lo cual permitiría, con menores riegos, la irrupción de los barcos aliados en el segundo seno de la Bahía.


Se procedió a la construcción de puentes sobre los ríos Guadalete y San Pedro, que permitieron a las tropas angloholandesas atacar y ocupar la localidad de Puerto Real, que también encontraron abandonada por la población, desde Puerto Real se organiza el ataque al fuerte de Matagorda se unes un nuevo revés político, cual es el rechazo de la ciudad de Jerez, la principal de la zona tras Cádiz, a capitular.


Cuando la escuadra angloholandesa abandonó, definitivamente, la Bahía de Cádiz dejaba atrás, especialmente en las localidades que habían ocupado sus tropas, un panorama de total desolación y devastación. La escuadra angloholandesa se mantuvo en las aguas de la Bahía de Cádiz hasta el día 30 de septiembre de 1702.

martes, 13 de marzo de 2012

La mujer en “la Guerra Civil Española” y en la posguerra


El triunfo de la rebelión de la dictadura militar entre 1936 y 1939, y la implantación de la dictadura franquista, relegaron los tímidos avances que en España habían alcanzado los derechos de la mujer desde finales del siglo XIX y en el primer tercio del siglo XX y durante la Segunda República española.

A la mujer, el franquismo se caracterizó desde un primer momento por la imposición del pensamiento patriarcal y autoritario, y por la separación social de los sexos. La mujer pasó de nuevo a ser considerada como una persona sometida a la voluntad del varón, imponiéndose uno de los rasgos esenciales de la implantación del pensamiento fascista sobre la mujer.

El principal elemento de esta nueva relación de dominio de dominio sobre la mujer fue la educación, que con la irrupción violenta del franquismo retorna a los principios pedagógicos del catolicismo más reaccionario del siglo XIX, y a la división de los contenidos educativos en razón del sexo. De esta manera se preparaba a las mujeres para que volvieran a ceñirse a su papel de esposa y madre, y sometida por el varón-primero el padre y los hermanos, después el marido- y limitada al ámbito doméstico.

La Historia tradicional ha relegado durante muchos años a las mujeres a un segundo plano cuando no al olvido más absoluto en la narración de nuestro pasado.

Hay estudios que comprueba la importancia que tuvieron estas mujeres en las guerras. Se comprueba que las batallas no sólo las ganan los hombres sino una colectividad, que al igual que lucha en el frente, organiza las diversas tareas de la retaguardia. Mujeres que no dudaron en echarse un fusil al hombro y partir hacia las líneas de fuego desafiando así el papel que la sociedad del momento les asignaba. Es cierto que fueron una minoría y se circunscribieron a las zonas leales a la República.

La incesan mayoría de las mujeres y en el bando sublevado, la totalidad, no combatieron como soldados pero desempeñaron una labor imprescindible sin la cual no se hubiera podido sostener la guerra.

La prensa no sólo reflejo con mayor o menor objetividad de una realidad, fuente de información sobre la misma. Las publicaciones tienen un valor fundamental como formadores de opinión, como constructoras y o divulgadoras de modelos sociales, de arquetipos en este caso femeninas, en los que mira el colectivo. En regímenes dictatoriales, donde existe censura, estos prototipos estarán fuertemente controlados por las autoridades y la imagen que se proyecta siempre es acorde a los intereses del poder. Este es el caso de Cádiz, rápidamente ocupada por los sublevados y que por tanto, vivió en plena Guerra Civil el régimen que se implantaría en toda España en 1939.
LA SECCIÓN FEMENINA


La Sección Femenina ocupó fundamental durante la Guerra Civil, sobre todo, durante el Franquismo convirtiéndose en enseña de los valores patrióticos del mismo y siendo utilizada su imagen como propaganda positiva de un régimen represivo y dictatorial. Todo ello justificaría la imagen de la mujer, su importancia y sus múltiples facetas.


ORIGEN E HISTORIA

La Sección Femenina nació en el seno de Falange Española, inspirada en la figura de José Antonio Primo de Rivera, su primer origen en el acto mismo de la fundación de Falange, el 29 octubre de 1933. En esos momentos, un reducido grupo de mujeres afines muestra interés por integrarse en el movimiento que surgía. Entre éstas, dos hermanas de José Antonio (Pilar y Carmen) y sus primas (Inés y Dolores) además de Mª Luisa de Aramburu. Su propuesta fue totalmente desestimada en ese movimiento patriarcal y masculino ofreciéndoles la opción de integrarse en el S.E.U. que se estaba organizando.

Será conjuntamente con un grupo de jóvenes de este sindicato y con mucha insistencia, como lograrán ingresar en Falange en 1934.

En ese momento queda constituida oficialmente la Sección Femenina integrándose, como una rama subordinada a la jerarquía masculina y encargándosele a la misma las tareas asistenciales hacia los camaradas y familiares de estos que sufrían represión en estos momentos.

El único discurso pronunciado por José Antonio Primo de Rivera en referencia a la mujer indica claramente cuál sería la visión de Falange sobre la misma, un arquetipo de feminidad y subordinación al varón que se transmitiría por toda la organización.

Su emblema al igual que el de Falange será el yugo y las flechas, al que le añadirían como patronas a Isabel la Católica y Santa Teresa de Jesús, figuras históricas adecuadamente “moldeados” para representar el arquetipo de mujer que defendía Sección Femenina.

El Estatuto de la SF estableció en 1934 otorgada un papel primordial a Pilar Primo de Rivera, que será Delegada Nacional de la organización durante toda su historia. Será ya comenzada la Guerra Civil, en abril de 1937, cuando se produzca el Derecho de Unificación que acabe configurar el papel de Sección Femenina dentro del Movimiento.

El decreto se compuso de tres cargas nacionales que dividían las parcelas de competencias. Coordinando “Frentes, Hospitales y Auxilio Social. Sección Femenina quedaba destinada a la formación de la mujer de esta Nueva España que iba surgiendo.

La tarea de formación empezó en la misma guerra, mediante la realización de diversos cursos, en el conflicto, las mujeres de Sección Femenina También se afamaron en el campo de la asistencia y ayuda, incluso interfiriendo en parcelas que ya no les correspondían.

En el plano educativo, el arquetipo estaba bien definido y a él consagraría sus esfuerzos las falangistas de Sección Femenina: la perfecta madre y esposa, basándose en tres pilares básico: la Religión como moral, la conducta nacionalsindicalista como patrón y el cuidado del hogar como deber. Solo así obtendríamos una mujer “útil” para nuestra Nación.

Tras acabar el conflicto, la Sección Femenina alcanzará unas cotas de poder, sobre todo en el ámbito educativo, muy importantes junto a un gran número de afiliadas. La educación de la mujer, reglada legislativamente por el Régimen en parte encomendada a esta organización otorgándose altas cotas de responsabilidad en esta labor.

Las Sección Femenina tiene una enorme presencia en las publicaciones gaditanas, entre ellas la falangista Águila, que le dedica numerosos artículos. La Sección Femenina anuncia prácticamente todos los actos que realiza en las páginas de las tres publicaciones gaditanas, los encontramos en la prensa bajo el rótulo siempre destacado de Sección Femenina de Falange Española.

Son escritos largos pero directos, al modo de proclamas que pretender despertar en la mujer española, y más concretamente en la falangista, el deber y gozo de servir a la Patria.


En ellos se detalla hasta el más mínimo aspecto del comportamiento de esta mujer ideal pero sobre todo se centran en repetir y explicar cada uno de los puntos del programa de la mujer nacionalsindicalista. En ellos se describe una mujer disciplinada, humilde, religiosa y obediente.

Esto hoy seria lo más parecido a una sexta, tiene las mismas ideologías, ¿¿¿como les lavamos el celebro a las personas???, pero en este caso a las mujeres. No hay peor enemigo para una mujer, que otra mujer.


cartilla Sección Femenina


La mujer en tiempo de la dictadura franquista, para poder trabajar en un ente público tenía que hacer unos cursillos que lo demandaba La Sección Femenina, de lo cual el curso no tenía nada que ver al puesto de trabajo que ibas a desempeñar, en la época que a mi me tocó hacerlo sólo se dedicaba a enseñarte labores del hogar, y había practicas que solía hacerse en guarderías principalmente de los cuales te dedicaba a cuidar niños.
Te entregaban una cartilla, para que en ella el tiempo que duraba el curso unos seis meses, mes por mes te lo sellaran y firmara la jefa de la institución; en el sello ponía “Escuela Hogar De S.F. Cádiz”. Y cuando acababa te daba un certificado como de que lo habías hecho y con nota.

certificado de la sesión femenida

Información sacada del libro "La Imagen de la Mujer en la Guerra Civil" de la autora  María Virtudes Narváez. De la biblioteca gaditana José Celestino Mutis.